24/3/2000
               JUAN PABLO II EN TIERRA SANTA

    100 mil jóvenes desafían la lluvia en el mayor encuentro cristiano de Israel

    La carta de una madre judía que estremeció a Juan Pablo II

    La comunidad de «Qehillah», católicos de tradición judía

    Emocionante encuentro entre el Papa y un amigo de infancia judío

    Iglesia, Pío XII y nazismo, hablan los documentos

                              --DOCUMENTACION--
    Palabras del Papa a los jóvenes en el Monte de las Bienaventuranzas


CIEN MIL JOVENES DESAFIAN LA LLUVIA Y EL FRIO PARA VER AL PAPA
El mayor encuentro organizado por la Iglesia en Israel

KORAZIM, 24 mar (ZENIT.org).- Miles de jóvenes pasaron toda la noche bajo
la lluvia y el frío helador. Los que pudieron, se refugiaron en los
autobuses, las escuelas, o incluso en los kibutz. Vinieron al Monte de las
Bienaventuranzas para participar en el encuentro más multitudinario
organizado por la Iglesia en el Estado de Israel. Sin lugar a dudas eran
más de 90 mil. Algunos cálculos aseguran que su número alcanzaba los 120
mil. Probablemente sólo el funeral de Isaac Rabin ha reunido a tantas
personas en este país.

Mientras esperaban al Papa, Kiko Argüello, fundador del Camino
Neocatecumenal, cantaba  y tocaba la guitarra junto a un grupo de jóvenes
que le acompañaban con instrumentos (clarinetes, laúdes, guitarras...).
Grupos de chicos y chicas bailaban en círculo. El comentarista de la
televisión del Estado de Israel se preguntó: «¿Por qué han venido todos
estos jóvenes a ver al Papa?».

La mitad, unos 50 mil, eran miembros de las comunidades neocatecumenales de
todo el mundo. El Camino ha creado en estas colinas la «Domus Galilaeae»
(Casa de Galilea), un gran centro de formación para sacerdotes y
seminaristas que fue inaugurado hoy por el Papa antes de celebrar la
Eucaristía. La otra mitad eran chicos y chicas de otros movimientos e
instituciones eclesiales, como Comunión y Liberación, los Focolares, o el
Opus Dei, así como de parroquias y diócesis del mundo. En total, se
encontraban representados ochenta países. Con su presencia en Tierra Santa,
con el cansancio agotador de la espera y de la celebración, Juan Pablo II
quería lanzar un mensaje gráfico al mundo: la paz en Oriente Medio necesita
una nueva generación. La gran sorpresa fue la significativa participación
de cristianos ortodoxos, judíos y musulmanes, que conviven con las
comunidades cristianas locales.

El escenario no podía ser el más adecuado. En este mismo monte --más bien
una montaña de unos 15 metros de altura--, Jesús proclamó la Ley más
ilógica: «Bienaventurados los pobres»; «Bienaventurados los humildes»;
«Bienaventurados los que son perseguidos»... Una Ley que sólo se puede
entender con el amor. Juan Pablo II repitió este mensaje y los jóvenes le
respondieron con esa generosidad que siempre han caracterizado sus
encuentros con el Papa Wojtyla.

Celebró la Eucaristía en un gigantesco palco rojo, resguardado por una
enorme tienda negra, que recordaba el Éxodo y el camino del pueblo de
Israel por el desierto. Concelebraron doce cardenales, cien obispos y 1.200
sacerdotes.

La presencia de tanta juventud pareció quitarle años al Papa, quien durante
la homilía definió este encuentro como un ensayo general para la Jornada
Mundial de la Juventud que tendrá lugar en Roma durante el mes de agosto.

La lógica ilógica de las Bienaventuranzas
Presentó plásticamente el combate espiritual que experimenta todo joven.
Por un lado representó el mensaje de las Bienaventuranzas de Jesús que
ensalza a los pobres de espíritu, a los que lloran, a los que tienen hambre
y sed de justicia, los perseguidos... Y lo puso en contraposición con esa
voz que resuena en el interior de toda persona: «Bienaventurados los
soberbios y violentos, los que prosperan sin importarles el precio, los que
no tienen escrúpulos, los duros de corazón, los descarriados, los que
instigan la guerra y no la paz, los que atropellan a quienes se encuentran
en su camino». Esta voz, explicó el Papa, tiene particular fuerza en «un
mundo en el que triunfan con frecuencia los violentos y en el que da la
impresión de que los deshonestos tienen éxito».

Es la hora de los jóvenes
Hoy al igual que hace dos mil años, Cristo, afirmó al Papa, «os llama».
«¿Cuál es la voz por la que optarán los jóvenes del siglo XXI?», se
preguntó. «Confiar en Jesús significa que queréis creer en lo que Él dice,
por más raro que parezca, y que rechazáis las seducciones del mal, por más
razonables o atractivas que puedan parecer».

«Ser buenos cristianos en el mundo de hoy puede parecer algo superior a
vuestras posibilidades en el mundo de hoy. Sin embargo, Jesús no se queda
con los brazos cruzados y no os deja solos a la hora de afrontar este
reto». La clave está por tanto en estar con Jesús, para «conocerle y a amarle
profundamente».

Aquella misión que Cristo encomendó en estas tierras a sus apóstoles, el
Papa la puso hoy en manos de los jóvenes, en la aurora del tercer milenio:
«Ahora os toca a vosotros ir por el mundo y predicar el mensaje de los Diez
Mandamientos y el de las Bienaventuranzas». «Jóvenes de Tierra Santa,
Jóvenes del mundo: ¡responded al Señor con un corazón abierto y dispuesto!».

Los jóvenes respondieron «sí» a la invitación del Papa dejando en libertad
doce palomas, símbolo de los doce apóstoles que hace dos mil años llevaron
desde aquí el mensaje del Evangelio al mundo entero.

La tarde del Papa
En la tarde, Juan Pablo II se encontró esta tarde con el primer ministro de
Israel, Ehud Barak, en la casa del Santuario del Monte de las
Bienaventuranzas de Korazim. Luego fue a Tabgha, que se encuentra en la
orilla noroeste del lago de Tiberíades, donde visitó la Iglesia de la
Multiplicación de los Panes. Según la tradición, la roca sobre la que Jesús
depositó los panes se convirtió en el altar de una iglesia. Los restos de
esta iglesia, construida en el 350 d.C., se encuentran a la derecha del
altar de la actual, confiada a los padres benedictinos.

A continuación, el Santo Padre visitó la Iglesia del Primado de Pedro,
reconstruida en 1933 por los franciscanos de la Custodia de Tierra Santa.
Desde allí se trasladó a Cafarnaúm, que se encuentra en el Lago de
Tiberíades, donde pudo ver el Santuario de la Casa de San Pedro, que fue
inaugurado el 29 de junio de 1990 por el cardenal Simon Lourdusamy y está
confiado a la Custodia de Tierra Santa.

Después de esta visitas que tenían carácter privado, Juan Pablo II regresó
en helicóptero a la delegación apostólica de Jerusalén, donde cenó y pasó
la noche.
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DE UNA MADRE JUDIA QUE ESTREMECIO A JUAN PABLO II
En ella, una mujer, asesinada en Auschwitz, confía su hijo a una amiga

JERUSALEN, 24 mar (ZENIT.org).- Uno de los momentos más emocionantes de la
ceremonia en la que participó ayer Juan Pablo II en el Memorial del
Holocausto fue, sin duda, la lectura de la carta de una mujer polaca,
escrita el 23 de septiembre de 1943, para confiar a su hijo a una amiga. Al
entregar a su pequeño al cuidado de la familia de esa mujer, la madre
quería evitar la persecución que sufrían los judíos en aquellos momentos de
dominación nazi. Un año después, la madre y el niño morirían en el campo de
exterminio de Auschwitz (Polonia).

Este es el texto de la carta que arrancó las lágrimas de los presentes y
que conmovió al mismo Papa.

«Querida señora Bronia: Me es muy difícil escribirle. Últimamente han
sucedido cosas terribles. La vida es tan cruel. Cuando vino aquí, señora
Bronia, no logré expresar mis sentimientos. Se lo pido: cuide a mi hijo.
Sea para él una madre. Tengo miedo de que coja frío: es tan débil y
enfermizo. Querida Bronia, haga por él todo lo posible, le quedaré
agradecida hasta mi último día».

«Él es muy inteligente y tiene un corazón muy bueno. Estoy segura de que
sabrá amarle. Cada día rezo a Dios desde lo profundo de mi sufrimiento para
que, por el contrario, usted tenga un futuro feliz y no tenga que separarse
de sus hijos, para que pueda amarlos y cuidarlos. ¿Puede comprender mi
tortura?».

«Bronia, esta carta es un grito que sale del corazón. Michael tiene que
comer, hacerse fuerte, ser capaz de soportar los sufrimientos. Por favor,
es necesario vestirle con ropa caliente, que lleve calcetines. No puedo
seguir escribiendo. Hasta las lágrimas se me han secado. Que dos les
proteja a los dos. Genya».
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acogida para los cristianos que no han renunciado al hebraísmo

JERUSALEN, 24 mar (ZENIT.org).- «El Papa en Tierra Santa es un signo
concreto de la actitud positiva de la Iglesia hacia el pueblo de Israel, en
el que hunden nuestras raíces. Por otro lado, hay un deseo psicológico de
la sociedad israelí de conocer, acercarse, comprender mejor a los
católicos», dijo en una entrevista a la agencia de la Santa Sede, «Fides»,
el padre PierBattista Pizzaballa, responsable de la «Qehillah», comunidad
católica de tradición hebrea en Jerusalén, que recibe también a hebreos
convertidos.

Según explica, los «católicos de tradición judía» son personas «que no han
abandonado el judaísmo, pero ven en Jesús la perfección de la ley, la
cumbre de la historia del pueblo de Israel. Conservando sus raíces hebreas,
ven en la Iglesia la plenitud de su camino espiritual. Los miembros de la
comunidad son prevalecientemente hebreos convertidos, aunque también hay
católicos que viven en el contexto israelí, hablan hebreo, piensan en
hebreo y se encuentran más a sus anchas en estas comunidades. Para un
hebreo convertido al cristianismo es difícil conciliar su fe con el
contexto en que vive. Por eso, el papel de la comunidad es importantísimo:
pasa a ser el punto de referencia para la vida espiritual, una segunda
familia, un grupo de personas con las que puede expresarse libremente».

Los católicos de tradición hebrea están divididos en cuatro comunidades: en
Sheva, Jerusalén, Tel Aviv y Haifa. Las comunidades se componen sobre todo
de familias. En la «Qehillah» de Jerusalén hay familias, religiosos, laicos
y jóvenes: unas 350 personas. Forman juntas la Obra de Santiago, obra
diocesana nacida tras la creación del Estado de Israel. Está presidida por
un obispo y hay un delegado patriarcal que sigue la actividad pastoral de
las cuatro comunidades».

Entre las particularidades de esta comunidad, destaca la celebración de la
liturgia en hebreo. «Esto exige un esfuerzo notable porque es difícil
presentar la riqueza litúrgica de la Iglesia católica en la lengua semítica
--explica el padre PierBattista Pizzaballa--. Además del aspecto
lingüístico, hay un problema de mentalidad: la liturgia necesita una
remodelación. Hemos optado, ahora, por seguir la liturgia católica romana,
reelaborándola: conservamos las mismas ideas, pero sin traducirlas
literalmente, porque es imposible. Una comisión litúrgica sigue este
trabajo con la aportación también de expertos del extranjero. La obra
exigirá tiempo y varias generaciones, pero ésta es una de las vocaciones
específicas de la comunidad: reelaborar la liturgia, tratando de redescubir
las raíces judías».

La principal actividad de la comunidad es la oración, la catequesis, que
implica el esfuerzo de presentar la fe con el lenguaje de la comunidad
local. Organiza además actividades con los jóvenes y encuentros con
familias para rezar y discutir sobre problemas de carácter moral y social.

«La sociedad judía tiene dificultades para aceptar que un hebreo adhiera a
una Iglesia, especialmente a la Iglesia católica --explica--. Esto provoca
problemas de identidad y un conflicto interior, que se manifiesta en la
familia y en la sociedad. Por eso, uno de nuestros criterios es la
discreción. Como comunidad somos muy discretos, visibles, pero no
demasiado, para evitar incomprensiones».
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«LOLEK ERA UN GENIO GENEROSO, ME DEJABA COPIAR DE SUS CUADERNOS
Emocionante encuentro entre el Papa y un amigo de infancia judío

JERUSALEN, 24 mar (ZENIT.org).- Empieza como un relato del escritor judío
Isaac B. Singer: hace ochenta años, en Wadowice, un pueblo de Polonia,
nacieron dos niños, uno judío, de nombre Yossef y uno cristiano que se
llamaba Karol. Crecieron estudiando y jugando juntos, dando patadas al
balón, cuando les separó la segunda guerra mundial. Acaba como una película
de Steven Spielberg: ayer, en Jerusalén, en el Memorial del Holocausto,
Yossef Bainenstock, y Karol Wojtyla se volvía a encontrar finalmente.

Y ante este abrazo esperado durante más de medio siglo, entre el judío
superviviente del Holocausto y el cristiano convertido en Papa, nadie se
queda con los ojos secos. «Desde hace tiempo quería pedirle una audiencia
en el Vaticano, pero tenía la esperanza de que antes o después podría
volver a ver aquí, en Israel, a mi antiguo compañero de juegos», dice
Yossef al acabar la ceremonia.

Le ha hablado en polaco, le ha llamado con el diminutivo de entonces, Lolek
(Carlitos), le ha recordado los viejos tiempos, «las tardes en los campos
de fútbol --él jugaba de portero y paraba un montón de goles--; las
excursiones para ir a esquiar, la escuela...». Juan Pablo II le estrechó la
mano durante un buen tiempo, le preguntó por su familia, en gran parte
desaparecida en Auschwitz y Dachau, los mismos campos de exterminio en los
que fue confinado Yossef.

Antes de la guerra, vivían dos mil hebreos en Wadowice. Tan sólo doscientos
se libraron de la espantosa muerte a manos de los nazis. Algunos, emigraron
a Israel, y ahora los trece que todavía viven, todos viejecitos en torno a
los ochenta años, han sido invitados a Yad Vashem al encuentro con el Papa.

«Lolek era el primero de la clase, un auténtico genio --sigue contando
Bainenstock--. A los profesores no les daba tiempo a hacer una pregunta
cuando ya les había contestado. Un genio generoso, que me  dejaba copiar de
sus cuadernos, me ayudaba a pasar los exámenes. Yo era judío y él cristiano
pero no veíamos nada de extraño en nuestra amistad».
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IGLESIA, PIO XII Y NAZISMO, HABLAN LOS DOCUMENTOS
Pacelli, el pontífice que más reconocimientos recibió del pueblo judío

JERUSALEN, 24 mar (ZENIT.org).- Un pontífice nunca había pronunciado
palabras tan fuertes de condena del antisemitismo como las que utilizó ayer
Juan Pablo II en el Memorial del Holocausto de Jerusalén: «Como obispo de
Roma y sucesor del apóstol Pedro --dijo--, aseguro al pueblo judío que la
Iglesia católica, motivada por la ley evangélica de la verdad y del amor y
no por consideraciones políticas, se siente profundamente entristecida por
el odio, los actos de persecución y las manifestaciones de antisemitismo
contra los judíos por parte de los cristianos en todo tiempo y lugar».

Y, sin embargo, exponentes del mundo judío han criticado al Papa por no
haber pedido perdón por el «silencio» que Pío XII mantuvo ante el
Holocausto. La petición solemne de perdón que pronunció él Papa Wojtyla el
pasado 12 de marzo, según explicó ayer el gran rabino de Jerusalén, Meir
Israel Lau, a los micrófonos del primer canal de la televisión italiana
«RAI», no es suficiente y tiene que dar un segundo paso.

Cuando hace ya algunos años le preguntaron los periodistas a Juan Pablo II
qué opinaba de Pío XII, el Santo Padre, sin titubear, respondió: «Fue un
gran Papa». A pesar de su gran diferencia de temperamento, Pacelli y
Wojtyla tienen muchas afinidades, especialmente en lo que se refiere a su
fuerza en materia de enseñanzas morales, a su cariño por María, a la
apertura a la universalidad de la Iglesia y la forma de gobierno de la
misma. Semejanzas que han sido reconocidas por el mismo John Cornwell,
autor del libro «El Papa de Hitler» escrito contra Pío XII.

Y, sin embargo, Pío XII recibió en vida más elogios y muestras de
agradecimiento del pueblo judío que ningún otro obispo de Roma en toda la
historia. Según varios historiadores judíos instalados en Italia, Pío XII y
la Iglesia salvaron entre 740.000 y 860.000 judíos del exterminio. Tan sólo
en Roma, durante la ocupación nazi, 4.447 judíos fueron escondidos en más
de 155 casas religiosas, instituciones eclesiásticas, parroquias y
colegios. En varias Iglesias de Roma se pueden ver lápidas de judíos que
agradecen a la Iglesia el que les salvara la vida. Esta acción tuvo lugar
por petición del Papa.

Se trata de un hecho tan conocido y reconocido, que en diciembre de 1940,
Albert Einstein, escribió en el semanario estadounidense «Time» que «La
Iglesia católica es el único baluarte que se opuso a los deseos de Hitler
de cancelar la verdad». Después de la guerra, Moshe Sharrett, ex ministro
de Asuntos Exteriores y primer ministro de Israel, fue a ver a Pío II «para
agradecer a la Iglesia católica lo que hizo para salvar a los judíos en
todas las partes del mundo». Al igual que Sharrett, Herzog, el rabino de
Jerusalén, así como los rabinos de las comunidades judías de Italia,
Estados Unidos, Rumanía y Hungría vinieron a Roma o enviaron mensajes de
agradecimiento al Papa Pacelli por la manera en que se movilizó a su favor.
Por los menos tres de los volúmenes de las «Actas y Documentos de la Santa
Sede relativos a la Segunda Guerra Mundial» están llenos de documentos
escritos por las comunidades judías del mundo entero en los que agradecen a
Pío XII y a la Iglesia católica la ayuda que ofrecieron a los judíos
perseguidos.

A la muerte de Pío XII, Golda Meir escribió: «Durante el terror nazi,
cuando nuestro pueblo fue sometido a un terrible martirio, la voz del Papa
se elevó para condenar a los perseguidores y para ofrecer piedad a sus
víctimas. Nosotros lloramos la muerte de un gran servidor de la paz».

Jacob Philip Rudin presidente de la Conferencia Central de Rabinos
Estadounidenses («Central Conference of American Rabbies») afirmó: «Su
simpatía por todos, su sabia visión social y su trepidante comprensión
hicieron de él una voz profética al servicio de la justicia en todos los
sitios. Que su recuerdo sea una bendición para la vida de la Iglesia
católica romana y para el mundo».

En esa misma ocasión el «Jewish Cronicle» de Londres recordó que «antes,
durante y después de la segunda guerra mundial, trató de llevar un mensaje
de paz. Afrontando las monstruosas crueldades del nazismo, del fascismo y
del comunismo, proclamó continuamente las virtudes de la humanidad y de la
compasión».

La tesis del libro «El Papa de Hitler» de John Cornwell es absurda. Cuando
Pacelli fue elegido Papa, el «Berliner Morgenpost», periódico fiel al
Partido nazi, escribió que «la elección del cardenal Pacelli no es del
beneplácito de Alemania, pues siempre se ha opuesto al nazismo».

El mismo periódico de la Internacional Comunista, «La Correspondance
Internationale» dedicó un artículo a la elección al papado de Pacelli
presentándole como una buena elección, pues era un hombre que se oponía
claramente al nazismo.

Tras el radiomensaje que Pío XII pronunció con motivo de la Navidad de
1942, la Gestapo escribió un informe en el que afirmaba que «de la manera
ya conocida el Papa ha rechazado el Nuevo Orden Europeo Nacionalsocialista.
No ha atacado directamente al nacionalsocialismo, pero ha criticado
duramente todo aquello en lo que creemos... Ha hablado claramente a favor
de los judíos».

Estos documentos explican los motivos por los que el Papa no ha pedido
perdón por la conducta de Pío XII durante la segunda guerra mundial, pues
no se puede pedir perdón por los errores que no se han cometido. Estos
testimonios han permitido además el que pueda avanzar su causa de
beatificación.
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--DOCUMENTACION--

JOVENES, A VOSOTROS OS TOCA AHORA RESPONDER A CRISTO
Homilía de Juan Pablo II en el Monte de las Bienaventuranzas

KORAZIM, 24 mar (ZENIT.org).- Al igual que hace dos mil años, Jesús sigue
llamando a corazones jóvenes para que le sigan. Este fue el mensaje que
Juan Pablo II dirigió desde el Monte de las Bienaventuranzas a los miles de
chicos y chicas que se congregaron para celebrar con él la Eucaristía.
Ofrecemos la traducción de la homilía que pronunció el pontífice.

* * *

«Hermanos, considerad vuestra vocación» (1 Corintios 1:26)

1. Estas palabras de san Pablo se dirigen hoy a todos los que hemos venido
aquí, al Monte de las Bienaventuranzas. Sentados en este monte, como los
primeros discípulos, escuchamos a Jesús. En la quietud, escuchamos su
apacible y apremiante voz, apacible como esta tierra, y apremiante como el
llamado a escoger entre la vida y la muerte.

¡Cuántas generaciones antes que nosotros se han conmovido con el Sermón de
la Montaña! A través de los siglos, ¡cuántos jóvenes se han congregado
alrededor de Jesús para escuchar sus palabras de vida eterna, como lo
hacéis hoy vosotros! ¡Cuántos corazones jóvenes se han inspirado en el
poder de su personalidad y en la verdad de sus palabras! ¡Es maravilloso
que estéis aquí hoy!

Gracias, arzobispo Boutros Mouallem, por su cálida bienvenida. Por favor,
lleve mi saludo a toda la comunidad greco-melkita, que usted preside.
Saludo a todos los miembros de la comunidad latina, incluyendo a los fieles
de lengua hebrea, la comunidad maronita, la comunidad siria, la comunidad
armenia, la comunidad caldea, y a todos nuestros hermanos y hermanas
miembros de otras iglesias cristianas y comunidades eclesiales. Dirijo unas
palabras de agradecimiento especial a nuestros amigos musulmanes, a los
miembros de la fe judía y a la comunidad drusa.

¡Esta gran asamblea es como un ensayo de la Jornada Internacional de la
Juventud, que se celebrará en Roma en agosto! ¡El joven que ha hablado hace
poco me ha prometido que asistiréis! Jóvenes de Israel, del Territorio
Palestino, de Jordania y de Chipre: jóvenes del Medio Oriente, de África y
Asia, de Europa, América y Oceanía! Os saludo a cada uno con mucho amor y
cariño!

2. Los primeros que escucharon las Bienaventuranzas de Jesús llevaban
grabado en su corazón el recuerdo de otro monte, el Monte Sinaí. Hace
apenas un mes, tuve la gracia de ir allí, al lugar donde Dios habló a
Moisés y le dio la Ley «escrita por el dedo de Dios» (Éxodo 31:18) en
tablas de piedra. Estas dos montañas, el Sinaí y el Monte de las
Bienaventuranzas, nos sirven de guía, a modo de mapa, de la vida cristiana
y como un sumario de nuestros deberes para con Dios y el prójimo. La Ley y
las Bienaventuranzas señalan el camino para seguir a Cristo y el camino
real de madurez espiritual y libertad.

Los Diez Mandamientos del Sinaí pueden parecer negativos: «No habrá para ti
otros dioses delante de mí... no matarás; no adulterarás; no robarás; no
testificarás contra tu prójimo falso testimonio...» (Éxodo 20:3,13-16).
Pero de hecho, son sumamente positivos. Más allá del mal que mencionan,
señalan el camino a la ley del amor, que es el primero y más grande de
todos los mandamientos: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con
toda tu alma y con toda tu mente... Amarás a tu prójimo como a ti mismo»
(Mateo 22, 37, 39). El mismo Jesús dijo que él no vino a abolir la ley sino
a llevarla a su plenitud (cf. Mateo 5,17). Su mensaje es nuevo pero no
destruye lo que ya existe; desarrolla al máximo su potencialidad. Jesús
enseña que el camino del amor lleva la Ley a su plenitud (cf. Gálatas
5,14). Y enseñó esta verdad importantísima, en esta colina, aquí en Galilea.

3. «¡Bienaventurados!», dice él, «los pobres de espíritu, los mansos y
misericordiosos, los que lloran, los que tienen hambre y sed de justicia,
los pacíficos, los perseguidos! ¡Bienaventurados!». Pero estas palabras de
Jesús pueden parecer extrañas. Parece extraño el que Jesús exalte a
aquellos a quien el mundo considera generalmente débiles. Él les dice,
«Bienaventurados vosotros, los que parece que habéis perdido, porque
vosotros sois los auténticos vencedores: el Reino de los cielos es
vuestro!». Estas palabras, dichas por Él, que es «manso y humilde de
corazón» (Mateo 11, 29), constituyen un desafío que exige una profunda y
constante «metanoia» del espíritu, una conversión del corazón.

¡Vosotros, los jóvenes, comprenderéis por qué es necesaria ésta conversión
del corazón! Porque vosotros sois conscientes de la otra voz, que habla
dentro de vosotros y alrededor vuestro, una voz contradictoria. Es una voz
que dice: «Bienaventurados los soberbios y violentos, los que prosperan sin
importarles el precio, los que no tienen escrúpulos, los duros de corazón,
los descarriados, los que instigan la guerra y no la paz, los que
atropellan a quienes se encuentran en su camino». Y esta voz parece tener
sentido en un mundo en el que triunfan con frecuencia los violentos y en el
que da la impresión de que los deshonestos tienen éxito. «Sí», dice la voz
del mal, «estos son los que vencen». «Bienaventurados».

4. Jesús ofrece un mensaje muy diferente. Cerca de aquí, Jesús llamó a sus
primeros discípulos, al igual que hoy os llama a vosotros. Su llamado exige
una elección entre las dos voces que compiten por ganar vuestro corazón,
también ahora, en este mismo monte, es la elección entre el bien y el mal,
entre la vida y la muerte. ¿Cuál es la voz por la que optarán los jóvenes
del siglo XXI? Confiar en Jesús significa que queréis creer en lo que Él
dice, por más raro que parezca, y que rechazáis las seducciones del mal,
por más razonables o atractivas que puedan parecer.

Pero Jesús no sólo proclama las Bienaventuranzas. Él vive las
Bienaventuranzas. Él es las Bienaventuranzas. Al fijaros en Él, veréis lo
que significa ser pobre de espíritu, manso y misericordioso, afligido,
justo, limpio de corazón y perseguido. Por eso tiene el derecho de decir:
«¡Ven y sígueme!» No dice simplemente: «Haz lo que te digo». Él dice: «¡Ven
y sígueme!».

Vosotros escucháis su voz en este monte, y creéis lo que dice. Pero como
los primeros discípulos en el Mar de Galilea, tenéis que dejar atrás
vuestras barcas y redes, y eso no es nada fácil,  especialmente cuando os
enfrentáis a un futuro incierto y sentís la tentación de perder la
confianza en su herencia cristiana. Ser buenos cristianos en el mundo de
hoy puede parecer algo superior a vuestras posibilidades en el mundo de
hoy. Sin embargo, Jesús no se queda con los brazos cruzados y no os deja
solos a la hora de afrontar este reto. Siempre está con vosotros para
transformar vuestra debilidad en fuerza. Creed en él Cuando os dice: «Mi
gracia te basta, que mi fuerza se muestra perfecta en la flaqueza» (2
Corintios 12:9).

5. Los discípulos pasaron mucho tiempo con el Señor. Llegaron a conocerle y
a amarle profundamente. Descubrieron el significado de lo que le dijo una
vez a Jesús el apóstol Pedro: «Señor, ¿a donde iremos? Tú tienes palabras
de vida eterna» (Juan 6, 68). Descubrieron que las palabras de vida eterna
son las palabras del Sinaí y las palabras de las Bienaventuranzas. Y éste
es el mensaje que llevaron a todas partes.

En el momento de su Ascensión, Jesús confío una misión a sus discípulos y
les tranquilizó así: «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la
tierra; id, pues; enseñad a todos los pueblos... Yo estaré siempre con
vosotros hasta el fin del mundo» (Mateo 28:18-20). Desde hace dos mil años
los seguidores de Jesús han llevado a cabo esta misión. Hoy, en el amanecer
del Tercer Milenio, os toca a vosotros. Ahora os toca a vosotros ir por el
mundo y predicar el mensaje de los Diez Mandamientos y el de las
Bienaventuranzas . Cuando Dios habla, habla sobre lo más importante para
cada persona, para las personas del siglo XXI al igual que para las del
siglo primero. Los Diez Mandamientos y las Bienaventuranzas hablan de la
verdad y de la bondad, de la gracia y de la libertad: de todo lo que es
necesario para entrar en el Reino de Cristo. ¡Ahora os toca a vosotros ser
valientes apóstoles de ese Reino!

¡Jóvenes de Tierra Santa, Jóvenes del mundo: responded al Señor con un
corazón abierto y dispuesto! Abierto y dispuesto, como el corazón de la
hija más ilustre de Galilea, María, la Madre de Jesús. ¿Cómo le respondió?
Ella dijo: «He aquí a la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra»
(Lucas 1, 38).

Señor, Jesucristo, en este lugar que conocías tan  bien y que tanto te
gustaba, ¡escucha a estos corazones jóvenes y generosos! ¡Sigue enseñando a
estos jóvenes la verdad de los Mandamientos y de las Bienaventuranzas!
¡Hazlos testigos gozosos de tu verdad y apóstoles convencidos de tu Reino!
¡Acompáñalos siempre, especialmente en esos momentos en que seguirte a ti y
al Evangelio parece difícil y exigente! ¡Tú serás su fortaleza, Tú serás su
victoria!

Señor, Jesús, tú has hecho de estos jóvenes tus amigos: ¡manténlos siempre
cerca de ti! Amén.
ZS00032410