ADRIANA CEDILLO CORTÉS
VOLUNTARIA LASALLISTA
11-JUN-1981  ---  17-MAY-2000

Sucedió el miércoles 17 de mayo del 2000, muy temprano por la mañana, en una curva del kilómetro116 carretera Los Herrera a Topia, unos cuantos kilómetros después del Rancho Santo Niño y a menos de un kilómetro antes del ranchito La Taunita, ya por llegar a Ojito de Camellones.

Veníamos de celebrar la fiesta de San Juan Nepomuceno, 16 de mayo, al concluir nuestra misión en la Parroquia de San Juan de Camarones. Salimos para la misión el viernes 5 de mayo. Fueron 24 de los 26 misioneros Voluntarios. Adriana, que nunca parecía tener miedo y que disfrutaba cada vez que salía a misión, esta vez, la víspera de salir, llorando mucho, decía a uno de sus compañeros: “No sé qué me pasa, pero tengo miedo, tengo mucho miedo de esta misión”. Pero por solidaridad y obediencia aceptó y salió con todos. Iba aceptando lo que el Señor le iba preparando.

Atendimos los pueblos de Montoros, Comedero, Vascogil, Naranjito, San Miguel el Alto y la cabecera, San Juan de Camarones.

Fue una misión diferente y difícil. El clima cálido, la insalubridad del agua, causó que en varios lugares que los Misioneros se enfermaran. Se tuvieron que rehacer las rfraternidades, ya que los enfermos fueron concentrados en San Juan de Camarones. Del hecho mismo se tuvo que abandonar San Miguel el Alto.

En Comedero, población de unas 20 casas, pero rodeado de varios ranchitos, como San Francisco y La Rinconada, la fraternidad eligió a Adriana como Coordinadora. Ella se rehusaba, pensaba que no era la persona adecuada para ese servicio, pero ante la insistencia de sus compañeros, aceptó. Todos se enfermaron, excepto ella. Se entregó con una generosidad extraordinaria. Fue el éxito durante las visitas familiares. Alegre, borlotera, choteadora, hacía amistad con todas las personas, sobre todo con las señoras. Adriana sacó adelante la misión, a pesar de los compañeros enfermos. Pláticas, celebraciones, rosario viviente, manualidades, todo propició la participación y la unidad del pueblo y su interés por su propia superación y su encuentro con el Señor.

El 10 de mayo, Adriana celebró. Fue alabanza, oración profunda, escucha y meditación de la Palabra de Dios. Adriana parecía diferente: recogida, fervorosa, llena de fe, explicó el Evangelio, distribuyó la sagrada Comunión. Las mamás en particular y toda la gente estaba feliz. Dios se hizo especialmente presente.

La víspera de la salida, en la cena de fraternidad con la Sra. Herminia, la plática fue alegre y fue profunda. La amistad creció y se disfrutó. Y al día siguiente, las lágrimas de despedida fueron abundantes. Ni la gente quería que los misioneros se fueran, ni los misioneros querían irse. Pero era encontrar y adherirse a la voluntad de Dios vivida en la obediencia a las indicaciones recibidas.

La misión siguió en San Juan de Camarones con la fiesta del Santo Patrono, San Juan Nepomuceno. Adriana, tuvo un gesto desconcertante la víspera. Al acompañar a uno de sus compañeros misioneros y además su padrino de confirmación, para recoger a unas personas que llegaban en avioneta, estando en la pista, Adriana se quitó su reloj y lo regaló a su compañero y padrino diciéndole: “Te lo regalo, al cabo yo ya no lo voy a emplear”. Dos días después el signo cobró todo su misterioso significado.

La fiesta de San Juan Nepomuceno fue en grande. Presidida por el Sr. Obispo, D. Manuel Mireles Vaquera, por el P. Carlos Soto Ortega, párroco de San Juan de Camarones, acompañado por el P. Pablo Salazar R., y los seminaristas Raúl y Santos.

Desde muy temprano, mañanitas al Santo, Misa al final de la mañana, bautismos y confirmaciones, por la tarde gran procesión a través del pueblo con las imágenes de los Santos y la gente fervorosa venida de muchos pueblos de la Parroquia, cantaba y rezaba agitando sus banderitas con los colores del año jubilar. Adriana acompañaba a las muchachas y llevaba con ellas banderita blanca. Terminó la procesión y fue la solemne Misa del año jubilar. Adriana expresó que deseaba esa Misa así como el regalo de nuestro Señor de la Indulgencia Plenaria. Y el obsequio le llegó pleno, al concluir este año tan especial de entrega y de amor, de alegría y de fraternidad, de fe y de adhesión generosa a la voluntad del Padre.

Los compromisos de la comunidad eran muchos los días siguientes. Se votó y se votó regresar de inmediato. Adriana expresó que a ella le hubiera gustado mejor quedarse, por lo menos esa noche. Susana y el Abuelo la apoyaban. Pero aceptó la decisión comunitaria y aunque a su pesar, se vino. Antes de salir, se acomidió para ser la organizadora entusiasta del arreglo de las cosas en la tres toneladas y vivió verdaderamente con alegría el viaje.

Las cuatro horas de subida, desde San Juan de Camarones hasta cerca de Ojito de Camellones, fue de plática sabrosa, amena, llena de anécdotas y de vivencias misioneras y otras. Viajaba con ella Ana Lu, Abuelo y Chava en la canastilla de la tres toneladas. Fue rebosar de vida, de amistad, de agradecimiento a Dios, de admiración y de agarrarse fuerte cuando momentos especiales del mal camino lo exigía. Al toparnos con un árbol caído que impedía el paso, Adriana, rápido se dió a la tarea de ayudar a levantar ramas. Lástima que estaba chaparrita y requirió la ayuda de los más altos. Pero ella estaba allí, con su risa, con sus porras, con su gran ánimo. Y el árbol cedió, y agradecimos y bendijimos al Señor y seguimos nuestro camino. El Señor es grande y está con nosotros.

Un poquito antes de Ojito de Camellones, Adriana decidió pasar a acostarse y dormirse en la parte de atrás de la Camioneta. En Ojito, podía haberse cambiado a la Suburban, pero prefirió la camioneta. Y le entró la risa. Una risa como nunca la había tenido. Fue una risa de satisfacción, de plenitud, de paz. Risa que desconcertó a sus compañeros por tan sabrosa risa. “¿Qué te pasa, Adriana?” “Nada, que estoy muy contenta.” Y se quedó profundamente dormida.

Y Dios llegó a su puerta pocos minutos después. Sólo un suspiro, un dulce “Ah, ah...”, que escuchó alguno de sus compañeros. Ella con el rostro tranquilo sin ningún rastro de dolor o de temor. Simplemente en paz, dormida en los brazos del Señor. Nosotros acongojados, adoloridos, desconcertados, agotados, repitiendo una y mil veces: “Señor, creo en tí, espero en tí, te amo y te adoro”, pero sin entender nada. Ella habiendo coronado una vida de don de sí, de servicio al prójimo, de gran, ruidosa y contagiosa alegría, de amor y de amistad.

Fue llamada al Padre en pleno servicio a Cristo, a su Iglesia, al Evangelio, al prójimo, viviendo en fraternidad y en obediencia a la voluntad del Padre.

Un mes y medio antes, el 7 de Abril, en la Parroquia de San Francisco de Asís, había recibido, junto con Pilín, con fervor y mucha ilusión, el sacramento de la Confirmación, acompañada por la Comunidad, por su padre y su hermana Andrea. Y hoy traía además en su corazón el regalo que acababa de recibir de la Indulgencia Plenaria del Gran Jubileo de la Encarnación. Qué extraordinario y qué misterioso. Elegida, santificada, para ser ejemplo, intercesora, semilla de vida y vitalidad, con Jesús y como Jesús.

Mientras ella yacía sobre el suelo, apoyados por personas bondadosas, los misioneros se fueron yendo, primero los heridos y luego los demás, a Santiago Papasquiaro y a Durango. Dos fueron a Ojito de Camellones y a Ciénega de Nuestra Señora a pedir auxilio. Solo nos quedamos tres acompañándola. La cubrimos con una cobija y luego la gente con su sencilla y cariñosa enramada. Porque la gente de los ranchos aledaños comenzó a llegar. La oración se multiplicó y también los cantos, cantos de la Sierra, cantos que han brotado del corazón del pueblo a quien Adriana amó y sirvió.

Padre nuestro que estás en los cielos
De rodillas estoy a tus pies
Implorando Maestro tu ayuda
Que me dejes sentirte otra vez (2)

Es tan lindo sentir tu presencia
Para cantar, gritar y orar
Y gritar Gloria, Amén, Aleluya,
Y tu nombre así glorificar. (2)

Si al sentir tu presencia yo lloro,
No es tristeza, tampoco es dolor,
Es un gozo que llena mi alma,
Que de arriba me manda el Creador (2).

Es tan lindo...

MADRE MIA que estás en el Cielo,
Que tanto me quieres y ruegas por mí,
Yo te pido que cuando yo muera,
Piadosa en tus brazos me lleves a tí. (2)

Por las noches cuando yo me acuesto,
Te encomiendo mi alma y me voy a dormir,
Y me duermo tranquilo y soñando
Que tus bellos ojos me velen a mí (2).

Por las mañanas cuando me levanto,
Mi primer plegaria sólo es para ti,
Y te rezo tres aves Marías
Para que en el día te acuerdes de mí.(2)

Madrecita solo yo te pido
Que cuando yo caiga me levantarás,
Y me lleves a tu Hijo querido
Que El con su sangre mi mal borrará.

Madrecita yo ya me despido,
Y con mucho gusto te voy a cantar,
Y decirte que desde este suelo,
Por siempre mi Madre te voy a llamar.
 

Alrededor de 12 horas más tarde, ya con los documentos legales cumplidos, se transladó el cuerpo de Adriana, primero a Durango, luego a Gómez Palacio, donde vive su familia. Nos hubiera gustado traerla directamente a  El Salto, aquí es su casa y su comunidad, pero por respeto a sus padres que la reclamaban se llevó allá. En la capilla funeraria primero el fervor, la oración, la meditación y los cantos llenaron los corazones de la multitud de jóvenes que acudía a acompañar a Adriana. La familia, los Voluntarios y Ex-voluntarios rodeaban a Adriana, presente y ausente.

“El que dá su vida por Cristo y por su Evangelio, se salvará”.

El cortejo se dirigió más tarde a la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe en Gómez Palacio. La Misa de cuerpo presente se atrasó más de una hora por petición de los papás de Adriana que deseaban que llegara la Comunidad entera de Voluntarios, que viniendo de Durango a Gómez Palacio, tuvo a medio camino un percance mecánico que los obligó una vez más a pedir ayuda a bondadosos choferes para poder llegar.

La Eucaristía fue Eucaristía de Gloria y de Resurrección. Fue presidida por el P. José Anaya, párroco de San Francisco de Asís de El Salto, amigo y afiliado a nuestra comunidad y por el P. Miguel García, capellán del templo de Cristo Rey de la Colonia La Victoria.

El templo lleno completamente, especialmente de jóvenes misioneros de Semana Santa. La Comunidad de Hermanos, Voluntarios y Ex-voluntarios unidos todos alrededor de su Hermana y amiga. Los cantos se elevaron fuertes y llenos de fe, unidos con muchas lágrimas y mucho dolor. Resonó al final como despedida el Himno del Voluntariado:

La Sierra lugar de trabajo
Esfuerzo y creación
Un proyecto de nueva evangelización.

De distintos lugares
Los llama a trabajar por El,
Jóvenes que responden a un Amigo Fiel.

SÉ VOLUNTARIO POR SIEMPRE
DE DIOS,
VOLUNTARIO DE CORAZÓN,
SIENTE EL LLAMADO Y ESCUCHA
SU VOZ.
Y DE LA SALLE NUESTRA INSPIRACIÓN.

Tus panes y tus peces
El multiplicará
Para que sirvas, enseñes y ames a los demás.

Los signos de nuestra misión
Unidos en comunidad
Amistad y oración con María en fraternidad.


El padre de Adriana reunió a la Comunidad y le agradeció su amistad y apoyo a su hija. “No perdí a una hija, gané muchos hijos e hijas... pues ustedes son sus hermanos. Estoy a sus órdenes, mi casa es su casa, gracias por tanto cariño y por tanta ayuda que dieron a mi hija”.

Ella nació en la Cd de México el 11 de Junio de 1981. Sus padres son el Dr. Jesús Sergio Cedillo Cabrera, la Sra. Ma. Alejandra Cortés Vilchis, y sus hermanos son Gabriel Alejandro (20), Andrea (12) y Ana Abigail (15). Vivió en Gómez Palacio la mayor parte de su vida. Deseando participar en las misiones, optó por cambiar de preparatoria e ingresó en el Instituto Francés de la Laguna. En la carta de solicitud al Voluntariado, ella escribe:

“Me gustó mucho y quise ingresar a una Institución Lasallista para poder vivir la smisiones en la Sierra. Yo había prometido a nuestro Señor que si yo ingresaba al Colegio me iría un año de Voluntaria. En clase de Valores estábamos repasando cómo veía De La Salle los sucesos del mundo y mencionaba que teníamos que ver todo con los ojos de la fe. Yo siento que fue mi anhelo por las misiones lo que Dios vió y me admitieron en el Colegio. Los tres años que he ido a misiones me pasa siempre lo mismo. Y es que lo único que espero en todo el año, es que llegue Semana Santa para ir de Misiones, aunque mis amigas no me lo creen, me gusta mucho estar en la Sierra, me siento más útil y más cerca de Dios.”

Durante su año como voluntaria misionó en muchos lugares: La Victoria, La Campana, Golondrinas, Río Verde, La Unión, San Benito, La Luz, González Ortega, Navajas, La Ciudad, San Jerónimo, La Peña, Cóscate, Guayabos, Quebrada, Calaveras, San Isidro, Ciénega de Nuestra Señora, Vascogil, Canelas, Yerbabuena, Comederos de Canelas, Arroyo Grande, Tierra Azul, Rodeo, Zapote de Canelas, San José de Cañas, Comedero y San Juan de Camarones.

Santa Teresita del Niño Jesús, patrona de nuestra comunidad, era definitivamente una de sus santas preferidas. “Ella sí que es una misionera de verdad”, comentaba después de una lectura espiritual. “Yo quisiera ser como ella... con más oración... vivir siempre en la presencia de Dios. Estar con Dios siempre.” Y una tarde hubo algo raro. Ella y una compañera se asombraron de que oliera tanto a rosas en un lugar que normalmente era bastante pestilente. Al día siguiente las dos leyeron en la Historia de un Alma que Teresita murió prometiendo hacer caer rosas sobre la Tierra. Y relacionaron emocionadas con lo que habían vivido la víspera. Raro y emocionante.

Adriana, misionera de corazón, fue llamada al Padre a los casi 18 años, los iba a cumplir en la fiesta de Pentecostés de este año 2000, este próximo domingo 11 de Junio.

“Yo no quiero mitificar a Roto (apodo cariñoso de Adriana). Yo la pienso siempre tremenda, escandalosa, ruidosa, riéndose, atenta a no ser vista ni regañada por el Hno. Lorenzo... era tremenda esa Roto.” “Pero al mismo tiempo, cuando abría su corazón, era de gran profundidad. Su máximo sueño fue ser misionera, ser de Dios y para Dios. Servicial, generosa, alegre... yo nunca oí que se quejara. Le entraba parejo a todo.”

Como dijo su papá al entregarnos sus cenizas:
“Fue en la Sierra donde Adriana se realizó.
En verdad que es más de ustedes que mía.
Ella fue feliz como misionera.
Mejor que sus cenizas se queden en El Salto.”

Sus cenizas descansan en la capilla del Centro La Victoria, rodeadas de flores y de fotografías de Adriana. Así lo quiso la comunidad. “Llegar a la capilla, estar con Nuestro Señor y sentir la presencia de Adriana, me da mucho gusto”, dijo Susana. “Ella sigue con nosotros. Aunque no la veamos, allí están sus cenizas, como signo de su presencia. Y podemos seguir platicando con ella y riéndonos como antes, con ella.”

Gracias Señor por el testimonio de alegría, de servicialidad, de misionera de corazón que nos diste en Adriana.
Gracias por la fortaleza que nos das, aún en su partida.
Gracias por darnos en ella una intercesora, un ejemplo y una semilla de nuevas vocaciones entregadas a tu amor y a tu servicio.

Hno. Lorenzo González Kipper.

Nota: Muchas, muchas gracias a todos los Hermanos, especialmente a las Comunidades de Durango y de la Laguna, por su apoyo, ayuda, solidaridad, amistad, sus palabras y mensajes de consuelo. Gracias al Hno. John Johnston, al Hno. Everardo, al Hno. Salvador y HH. De la Casa Central, al Hno. Chuy, al P. José y al P. Miguel, gracias a la Comunidad Ampliada por su unión e inmensa amistad. Gracias a tantas y tantas personas de Ojito de Camellones, Ciénega de Nuestra Señora, La Taunita, Santiago Papasquiaro, Durango, El Salto y pueblos aledaños, papás de Voluntarios y Ex-voluntarios, recibimos lluvia intensísima de amistad y cariño.... y oración que nos fortifica y nos permite gustar lo bello y grande de nuestra maravillosa Familia Lasallista. Gracias.
 

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