Dios y las ideas


Análisis genético del principio de razón suficiente

El principio de razón suficiente viene a decir:

1) Todo es por una razón (según el axioma: de la nada, nada sale);

2) Todo lo que es tiene más razones para ser que para no ser;

3) Todo lo que es también es mejor que lo que no es (por el punto 1: al ser más racional, contiene más ser), y, por consiguiente, es lo mejor posible (en base al axioma: lo que contiene más ser es mejor que lo que contiene menos ser).

De ahí la tesis del mejor de los mundos, esto es, aquel "dotado de mayor variedad de fenómenos en base al menor número de principios", que el simple de Voltaire no entendió ni por asomo.

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Dios y lo real

I.

Premisas epistemológicas

Las ideas no son simples sememas, piezas aleatorias de un gran juego de construcción lingüística. Existe una correlación natural entre ellas.

Como dije en otra ocasión, cualquier palabra presupone todo el lenguaje que la soporta. El valor de verdad de una idea se toma en relación a un sistema verificativo.

Así pues, los conceptos claros y distintos, aunque no tengan correlato real o empírico, son siempre verdaderos. Sólo por el hecho de no entrañar contradicción hemos de considerarlos tales.

La música (y también la idea de música) es verdadera porque es. Un gato (y también la idea de gato) es verdadero porque es.

Y no hay verdad sin coherencia, ni coherencia sin verdad.

La verdad, además, ha de ser siempre apriorizable. Eso le da el carácter universal que la distingue de la opinión.

II.

Inferencias ontológicas

No hay 'posibles' que hayan quedado fuera de la realidad, excepto por una exclusión de sistema. Hablo, claro está, de la realidad sub specie aeterni.

No entiendo la posibilidad como mera imaginabilidad (opinión), sino como idea clara y distinta, es decir, no contradictoria, y en consecuencia verdadera (existente).

Todo lo posible existe, pero -y esto es una prueba en favor de la Inteligencia ordenadora del mundo- sólo lo mejor deviene real.

La Inteligencia, pues, es lo único que restringe el ser real de lo intrínsecamente posible; lo único que establece un límite entre lo real y lo idealmente existente. Es, propiamente hablando, el demiurgo.

Sólo lo mejor, digo, deviene real. Entiendo por "mejor" aquello que permite la máxima expresión de fenómenos. Y ahí me baso en el axioma, que doy por sabido y aceptado, "lo lleno es mejor que lo vacío".

Nuestro mundo comprende el máximo despliegue de fenomenos, y lo hace en tanto que un mundo que sólo no admita lo contradictorio es más rico que otro que añada a ésta, que es la mínima, otras restricciones de tipo moral o estético (las críticas ateas o gnósticas al demiurgo por el mal existente en el mundo serían de esa índole).

Se me podría objetar que un mundo que también admita lo contradictorio será más rico en fenómenos que el anterior. Pero eso es un absurdo, porque lo contradictorio no puede darse nunca, como ya he argumentado.

Todo lo cual nos conduce a un problema de teodicea, y es si Dios debió excluir el mal (o bien menor) cuando éste no es contradictorio con el mayor bien.

Mi previsible respuesta es que no, que el mal forma parte de la creación perfecta, esto es, de la mejor creación posible.