CAPITULO CUATRO 

EL PRIMER ATENTADO

  

El 17 de marzo de 1992 a las 13.45 una camioneta Ford F-100 con cúpula blanca y chapa B-1.275.871, entró en una playa de estacionamiento ubicada frente a la Embajada de Francia, entre las calles Juncal, Cerrito, Arroyo y Carlos Pellegrini. Nadie se fijó en el jóven que descendió, echó llave y, antes de irse, se aseguró que la puerta trasera del vehículo estuviera bien cerrada. Cualquiera hubiera pensado que se trataba de un repartidor o un viajante preocupado por su mercadería. En aquel momento, nadie podía imaginar que la Ford F-100 estaba cargada con explosivos y había sido convertida en un mortífero coche-bomba. Allí, en pleno centro de Buenos Aires, se efectuó el traspaso del vehículo entre el "intermediario" y el piloto asignado a la misión. Ni siquiera se encontraron: cumpliendo con lo que le habían ordenado, el intermediario dejó el ticket en el auto y se alejó del lugar antes que llegara la persona que sería el último tripulante del vehículo.

Es difícil meterse en la cabeza o ponerse en el lugar de una persona que un día cualquiera se sube a bordo de un vehículo cargado de explosivos y se dirige a encontrar la muerte junto a sus enemigos. Los pilotos de los coches-bomba son una pura acción. Sus superiores sólo necesitan que los voluntarios cumplan con el objetivo. No se espera que sobrevivan a la misión. Sin embargo, muchas veces terminan resultando útiles como chivos expiatorios para los gobiernos o los servicios de seguridad, que se ven presionados por la opinión pública para encontrar rápidamente a los responsables de los atentados. En esos casos, un cadáver -o hasta un tímido dedo gordo- es mejor culpable que ningún culpable.

La identidad del piloto de la F-100 -que en los comunicados de la Jihad fue bautizado como "Abu Yasser, un argentino convertido al Islam"- es uno de los grandes enigmas para los servicios de inteligencia. En todo caso, Abu Yasser fue a la guerra con la madurada certidumbre que le daba su causa. Sin dramas ni grandes declaraciones. Cuando abordó la camioneta, en forma automática quitó los seguros y compuso su clave de identificación numérica para poner en marcha el mecanismo de detonación. Todos los movimientos estaban cuidadosamente planeados. Miró el reloj y comprobó que tenía unos segundos de espera. Nada de apresuramientos.

El cabo de la Policía Federal Antonio Ojeda era uno de los dos custodios que debíanestar en la garita de la Embajada de Israel. Cumplía el horario de 6 a 14 y ese día se retiró a las 14.15. Otro cabo, José Antonio Carracedas hacía guardia de 13 a 20, pero inexplicablemente dejó su puesto a las 13.30. Mientras la Policía Federal sostiene que acompañó al embajador Yitzhak Shefi, el diplomático ha desmentido esto tajantemente. El agente Oscar Horacio Chiochio debía tomar la guardia en la garita, pero se retrasó porque -según declaró ante el juez- "realizaba tareas de carpintería en las puertas de los boxes de las caballerizas de la Policía Montada y no podía dejar el trabajo incompleto". El patrullero que debía pasar por Arroyo y Suipacha y controlar si el agente estaba en su puesto o mandar un sustituto esa tarde hizo un recorrido diferente del habitual. "Fue primero hasta Carlos Pellegrini y Libertador y luego a Carlos Pellegrini y Arenales", porque tuvieron que intervenir en dos delitos, según testificó luego ante la Corte el subinspector de la comisaría 15, Gabriel Soto. La Policía Federal nunca explicó debidamente porqué a la hora del atentado, los alrededores de la embajada recordaban a un "área libre" de las épocas de la guerra sucia. A las 14.40 Eli Ben Zeev, uno de los 12 guardias que de manera rotativa se ocupaban de la seguridad interna, finalizó su recorrido y entró en la embajada.

 

A BORDO DE UN COCHE-BOMBA

 

Poco antes de que la pick-up se pusiera en marcha, otro de los integrantes del grupo terrorista hizo una pasada en moto para efectuar el

último reconocimiento. Una señal preconvenida le indicó a Abu Yasser que era el momento de actuar: a las 14.45 la camioneta salió del estacionamiento y pudo haber tomado dos recorridos hacia la embajada. Por cualquiera de ellos se tarda entre dos y cuatro minutos. Nada de disimulos. Cuidado en los semáforos.

El coche-bomba recorrió los últimos 80 metros a velocidad normal y tardó entre 10 y 14 segundos. La camioneta estacionó justo frente a la entrada principal de la embajada que en ese momento estaba clausurada por refacciones. Para despejar sospechas, Abu Yasser se quedó un instante en el vehículo, luego pudo haber corrido o caminado hacia la esquina de Suipacha. Habría demorado 4 o 5 segundos si corrió y 20 segundos si se alejó caminando. En ambos casos, la esquina lo protegió de la onda expansiva antes de que desapareciera por Juncal.

El ataque fue sorpresivo, certero y contundente. No hubo reacción de defensa. No existen pruebas fehacientes de que al momento de producirse la explosión Abu Yasser estuviera a bordo de la camioneta. Los pilotos suicidas son indispensables para atacar los denominados "blancos duros" como cuarteles o convoyes militares donde se espera una reacción defensiva instantánea. Desde el punto de vista de la seguridad, la embajada era "un blanco blando". Es posible, incluso, que el explosivo fuese activado por control remoto desde el departamento de los supuestos paquistaníes cuando comprobaron que el piloto se había puesto resguardo: Un teléfono celular o un beeper de radiomensajes funcionan como temporizador a distancia, sin mayores riesgos de interferencias. Con sólo hacer una llamada, desde un teléfono común o desde otro celular a un número predeterminado, el beeper detona la bomba. Ante la eventualidad de que el primer mecanismo de detonación fallara, el coche-bomba tenía un timer que produciría la explosión. Algunas fuentes indican que los nuevos detonadores a control remoto que Hezbollah acababa de poner en uso fueron contrabandeados a la Argentina a comienzos de 1992 . Nada había quedado librado al azar.

 

TEMPORADA EN EL INFIERNO

 

Se necesitaron 18 años de guerra civil y varias invasiones extranjeras para que Beirut dejara de ser "la perla del Medio Oriente" y se convirtiera en un sinónimo del infierno sobre la Tierra. Bastó un instante del miércoles 17 de marzo a las 14:47 para que el paraíso afrancesado de Buenos Aires se transformara en un nuevo Beirut. Calles alfombradas con dos toneladas de cristales a seis cuadras a la redonda, árboles y postes de alumbrado arrancados de cuajo, paredes medianeras rasgadas como una tela, vecinos asomándose aterrorizados por ventanas descalabradas, cuerpos destrozados en las veredas, sangre corriendo por las alcantarillas de la calle Arroyo, gente arañando las montañas de 300 toneladas de escombros en busca de sobrevivientes. A cualquiera que ha presenciado ese cuadro dantesco no le caben dudas de que una temporada en el infierno es eterna.

Desde ese momento, los atentados, la muerte indiscriminada, el asesinato ciego dejaron de ser el patrimonio exclusivo de París, Madrid o Londres. El acariciado sueño del ingreso de la Argentina al Primer Mundo se trastocó en pesadilla: a partir de ese instante la lejana Buenos Aires comenzó a figurar en las agendas del terror.

A esa misma hora, un automóvil con patente oficial se desplazaba por las calles de Buenos Aires. El ministro del Interior José Luis Manzano ocupaba el asiento trasero. Pidió el celular y marcó el número de la residencia de Olivos con la vista fija en la cortina de humo.

--Hubo una explosión en la embajada de Israel...No, no sabemos nada, estoy yendo para allá. Intentando imponerle serenidad a su tono José Luis Manzano repitió la única información que tenía en ese momento:

--Solamente que fue una explosión, Presidente... Lo llamo inmediatamente, por supuesto.

Dejó el teléfono y miró a sus acompañantes que permanecían mudos:"Nadie tiene que decir nada hasta que no estemos seguros de qué se trata", ordenó. El chofer apretó el acelerador y subió el volumen de la radio. La voz del presidente Carlos Menem se impuso entonces, inconfundible.

--"Hubo un atentado en la embajada de Israel...Son los mismos del 3 de diciembre...", dijo Menem. Manzano no terminó de escuchar. El chofer había estacionado y allí estaban, aguardándolo, el embajador de Israel, Yitzhak Shefi y su esposa.

Más tarde, flanqueado por los ministros de su Gabinete en una conferencia de prensa en la Casa Rosada, el presidente declaró que los autores podrían ser "nazis y fundamentalistas, de afuera o de adentro", y añadió: "tenemos la seguridad de que se trata de sectores fundamentalistas y no se puede descartar que tengan vinculación con forajidos de adentro". Cuando los periodistas le preguntaron si se refería al encarcelado jefe carapintada Mohamed Ali Seineldín cuando culpó a "alguien que está en prisión", Menem repitió en forma tajante:"Volaron la embajada israelí en Buenos Aires [...] No hago nombres".

ARQUEOLOGOS DEL APOCALIPSIS

 

En una explosión todo es posible. La carga explosiva dirigida cortó el edificio de cuatro pisos al nivel donde estaba la bomba y, por efecto de la gravedad los pisos superiores se desplomaron. La onda expansiva de la bomba hizo estragos. Entró en la embajada arrasando con todo lo que había en su camino, chocó contra la pared trasera del edificio y se volvió sobre sí misma, elevándose y buscando un lugar por donde salir. Por eso algunos objetos volaron por la ventana. La explosión dejó en ruinas un Hogar de Ancianas, impactó en un colegio católico, destrozó por lo menos quince automóviles e hizo añicos los ventanales de decenas de edificios. El cráter es el único elemento que demuestra que hubo una explosión. Tenía 90 centímetros de profundidad y entre 2,80 y tres metros de diámetro.

A pocas horas del ataque arribaron al país los primeros equipos de expertos israelíes, norteamericanos y alemanes. Los técnicos en explosivos constituyen una suerte de arqueólogos del apocalípsis moderno. Su trabajo consiste en hacer el camino inverso de las leyes de la física. Sin explicitar su nombre, ni grado, ni título académico, ni ocupación específica, uno de los primeros agentes extranjeros que llegaron a la caótica escena del crimen dio un consejo de manual antes de zambullirse en el infierno de ruinas y restos retorcidos: "Todas las bombas dejan rastros. Identifiquen el vehículo y encontrarán al sospechoso". No iba a ser tan sencillo.

Lo primero que sorprendió a los investigadores extranjeros es que los terroristas hubieran usado una pick-up F-100. Para construir los coches-bomba generalmente se emplean automóviles porque tienen mayor maniobrabilidad, pasan más desapercibidos en el tráfico urbano y resulta más fácil camuflar la carga mortífera. La única explicación lógica para elección de la F-100 es de orden táctico: era un vehículo similar a uno perteneciente a la embajada o a alguno de los contratistas de la obra. Aunque habría sido más sencillo acondicionar el dispositivo explosivo en un automóvil, los terroristas -por medio de sus operaciones de reconocimiento- tenían la certeza de que la camioneta despistaría a los guardias israelíes que vigilaban el exterior mediante cámaras de circuito cerrado.

La camioneta Ford F-100, que había sido propiedad de un fotógrafo policial llamado José Galbucera tenía las gomas nuevas, aire acondicionado y una cúpula blanca y fue adquirida el 24 de febrero de 1992 en una concesionaria ubicada en Juan B. Justo 7537. "Vinieron a ver la camioneta por la mañana y se la llevaron por la tarde. Pagaron en dólares y la venta fue una casualidad, porque estábamos de vacaciones y abrimos para hacer unas refacciones", contó un empleado de la concesionaria. "La compra de la pick-up la concretó un hombre con acento portugués y un documento de identidad brasileño número 34.031.567 a nombre de Elias Ribeiro da Luz, el 24 de febrero de 1992. El comprador dijo que estaba radicado en la ciudad brasileña de Pinhal y dio como dirección Rivadavia al 1500. Pagó 21.000 dólares, (tres mil más que el valor de plaza) y se quedó con una comisión de 500 dólares. Un terrorista profesional no actuaría de esta manera, pero si un "intermediario" que formara parte de la estructura local o regional.

Los dueños de la concesionaria conservaron algunos billetes de cien dólares que ahora se encuentran en manos de la Justicia. Esos billetes tienen una serie de sellos y firmas de casas de cambio de países árabes. Una de ellas pertenece a la "Sociedad de los hijos de Elías Moussa Diab", con sede en "Ibell, Centre Cordhal Matta", una localidad en el Líbano.

El Buenos Aires Herald ha señalado que el gobierno argentino frenó la investigación del primer atentado cada vez que aparecía una pista siria: Los billetes con los que se compró la camioneta también tenían sellos de casas de cambio de Damasco. Según un informe de los congresistas norteamericanos Bill MacCollum y Connie Mack, a cambio del petróleo iraní, Siria brinda protección a una docena de organizaciones terroristas islámicas y junto con Hezbollah participa en la recirculación de 12.000 millones de dólares falsos e indetectables, fabricados en la Casa de la Moneda en Teherán . Esta falsificación masiva, cuyos rastros también aparecieron en la Argentina, es lo que ha obligado a los Estados Unidos a cambiar el diseño de sus billetes .

La camioneta fue vista por última vez el 24 de febrero, cuando dobló en Juan B. Justo y Bermúdez hacia el norte, al ser retirada de la concesionaria. No tenía demasiado combustible, sin embargo no se ha podido localizar en qué estación de servicio cargó nafta ni tampoco el lugar donde -en el lapso de tres semanas- fue convertida en un arma letal.

 

COMIENZA LA CACERIA

 

Para los israelíes la cacería de los autores del atentado registrado en Buenos Aires comenzó en un edificio de color gris ubicado en el boulevard Rey Saúl, de Tel Aviv. La cafetería del segundo piso y una zona de negocios abierta al público confieren a esa construcción típica israelí un aspecto de normalidad apacible. A simple vista nadie diría que detrás de esas paredes de hormigón, en una especie de segundo edificio construido dentro del primero, funciona el cuartel general del Instituto para Inteligencia y Operaciones Especiales, más conocido como Mossad. En el sexto piso, los analistas del departamento que monitorea las actividades de sabotaje enemigo en el exterior programaron una búsqueda en las terminales de la computadora Burroughs que guarda referencias de más de un millón y medio de personas sospechadas de actividades terroristas en todo el mundo.

Entre los primeros nombres que la computadora extrajo de su memoria estaba el de una figura hasta entonces desconocida para la mayoría de argentinos, con excepción de un selecto grupo de paisanos y miembros del entorno presidencial. El traficante de armas y drogas de origen sirio Monzer Al Kassar -que había sido detectado en Buenos Aires el 12 de marzo de 1992, cinco días antes del atentado- respondía casi perfectamente a los parámetros de la búsqueda pedida: Cada uno de sus movimientos por el mundo indicaba una operación de armas, drogas o explosivos. Al Kassar fue señalado por la companía Pan Am como uno de los implicados en el atentado contra el vuelo 103 que estalló sobre Lockerbie, Escocia en 1989 y que el gobierno de Irán había encargado al grupo prosirio Frente Popular para la Liberación de Palestina-Comando General (PFLP-CG) de Ahmed Jibril.

La ficha de Al Kassar incluía una docena de identidades -como Muce Sagy, Pierre Abu Nader- y otras tantas nacionalidades y pasaportes con sus números, lugares y fechas de emisión, asi como un listado de sus empresas, teléfonos y direcciones en Tripoli, Varsovia, Berlín y Marbella. Allí tambien aparecía una escueta mención a un curioso obsequio que Al Kassar le hizo al candidato presidencial Carlos Menem durante su viaje a Siria: Una caja de madera labrada con una subametralladora israelí marca UZI. Sin embargo, por lo general los servicios de inteligencia son menos consecuentes que sus propias computadoras. Al Kassar no sólo goza de la protección de las autoridades sirias, norteamericanas, francesas, españolas y argentinas, sino que forma parte de un oscuro engranaje que conecta las organizaciones que trafican con terror y drogas en el Medio Oriente con los principales servicios de inteligencia occidentales. La única explicación por la cual el nombre de Monzer Al Kassar fue discretamente dejado de lado en la investigación israelí es que el sirio sea también un informante del Mossad.

Los agentes de enlace de la CIA, la DST francesa, el M-15 británico, el BND alemán, así como los servicios italianos y españoles, recibieron un pedido de revisar sus ficheros y transmitir los nombres, las señas y, eventualmente, las huellas dactilares y las fotografías de todos los terroristas y expertos en explosivos que pudieran resultar sospechosos. Pero hasta allí llegaría la colaboración del Mossad con otros servicios. Muchos años de experiencia le habían enseñado a los israelíes a confiar en sus propias fuerzas y ser extremadamente selectivos en la cooperación con otros servicios. Es mejor decir poco que mucho, particularmente en un caso como este en el que seguramente quedarían al descubierto graves fallas de inteligencia y seguridad.

 

LOS LOBOS Y LAS OVEJAS

 

El Mossad como el resto de los servicios secretos, sólo hace negocio con quienes dan pruebas irrefutables de ser confiables y discretos. No era el caso de los argentinos, que no reunían ninguna de las dos condiciones: desde el instante en que se produjo el atentado divulgaron información falsa aduciendo que en la embajada había estallado un polvorín interno. En el oficio del antiterrorismo nadie es un niño de pecho pero cuando los israelíes chequearon los antecedentes de sus interlocutores porteños, les costó disimular su sorpresa: en las reuniones que se llevaban a cabo en la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE) y en los anexos de Contrainteligencia ubicados en el pasaje Barolo y en la sede de Estados Unidos y Salta, no sólo estaban los responsables de haber dirigido varios campos de concentración durante la dictadura militar, sino también quienes comandaron la campaña de atentados explosivos contra sinagogas registrada en 1985 para desestabilizar a Raúl Alfonsín; había ex-montoneros que combatieron en el Líbano y policías vinculados a la "banda de los comisarios" que se había especializado en secuestrar y extorsionar a empresarios judíos.

--"Era como si hubieran encargado a los lobos que cuidaran a las ovejas", comentó un israelí. Cualquier posibilidad de colaboración se dio por terminada antes de comenzar. Todo lo que se hizo fue mantener las formas y sobre todo preservar las excelentes relaciones diplomáticas que el atentado no había conseguido vulnerar. Pero lo que más llamó la atención a los israelíes fue la torpeza investigativa de sus anfitriones.

El gobierno argentino puso la causa en manos del juez Ricardo Levene de la Corte Suprema y, la pesquisa se hundió en un profundo letargo que determinó que durante los siguientes tres años no hubiera un sólo sospechoso, procesado o detenido en una causa que ocupa 4.400 fojas agrupadas en 23 cuerpos. El octogenario magistrado, que renunció a la Corte Suprema a fines de 195, no contó con colaboración de la Casa Rosada ni de la embajada de Israel, no indagó sobre la ausencia de la custodia ni pudo reconstruir la historia de la camioneta, no investigó al agenciero de la avenida Juan B. Justo ni al fotógrafo policial que fue su último dueño. Tampóco llegó a una conclusión definitiva sobre el explosivo utilizado y menos aún si realmente existió un piloto suicida. La investigación argentina estuvo condenada al fracaso desde su origen.

 

UNA CANCILLERIA PARALELA

 

Entretanto, el Mossad en poco tiempo tenía un cuadro preliminar bastante preciso de lo que había pasado: hubo fallas en la seguridad local, en tanto que la embajada estuvo sometida a vigilancia durante mucho tiempo; fallaron todos los sistemas de detección y contravigilancia; hubo graves errores de inteligencia exterior al no prever la posibilidad del ataque. Las responsabilidades por las falencias detectadas llegaban muy arriba y no sólo implicaban a personajes muy importantes en el servicio secreto, sino que además de las indemnizaciones a los familiares de las víctimas requerían la mudanza o la remodelación de la mayoría de las dependencias diplomáticas y consulares israelíes en el mundo, lo que significaba una inversión de cientos de millones de dólares.

Después de mas de 40 años de Guerra Fría, los empleados de casi todos los servicios de inteligencia -incluyendo al Mossad- han aprendido a librar una de las formas más peligrosas de combate: las guerras burocráticas destinadas a justificar la propia existencia. Jamás olvidan que en el mundo actual, la seguridad laboral muchas veces es tan importante como la seguridad nacional.

Israel se ha ganado fama de intransigente en materia de lucha contra el terrorismo y en particular frente al derramamiento de sangre judía. Sin embargo, en el caso del atentado que dejó un saldo de 29 muertos y 252 heridos, los gobiernos de Yitzhak Samir primero y el de Yitzhak Rabin después adoptaron una postura que a primera vista parecía sumamente comprensiva y tolerante frente a la inacción argentina. Lo que realmente ocurrió fue que el Mossad -que depende diractamente del Primer Ministro- comenzó a ejercer su viejo rol de "Cancillería paralela".

Mientras los argentinos seguían sus vagas pistas a oscuras, los analistas israelíes tendían sigilosamente sus redes dentro y fuera del país. Para ellos el piloto, el coche-bomba, los explosivos, eran exclusivamente pasos intermedios para llegar a las verdaderas presas: el especialista que preparó el coche-bomba y sus mandantes.

 

IDENTIKIT DEL ESPECIALISTA

 

Desde el momento en que los agentes israelíes contemplaron las ruinas de la embajada comprendieron que no se trataba de un improvisado ni de un aprendiz como los que pululan en Beirut o Teherán. Tenían delante suyo la obra de un especialista, un profesional de primer nivel con conocimientos muy profundos sobre las características de los explosivos militares, comerciales y las mezclas que pueden convertirse en explosivos. Un sujeto que conocía al detalle la conformación de las cargas especiales, las cargas dirigidas y sus efectos.

Quien armó el coche-bomba debía tener una personalidad excesivamente reglamentada, era un perfeccionista, obsesionado con la idea de no cometer errores. Para la tarea de demolición había pedido un explosivo velóz, que tuviera una velocidad de detonación cercana a los 7.000 metros por segundo: tal vez hexógeno, pentrita plástica, mezcla de pentrita y hexógeno y algunas dinamitas. Puede haber tenido uno o varios motivos para la elección del explosivo: el tipo de blanco elegido, porque lo manejaba bien, porque fue lo que estaba disponible. En todo caso, estaba claro que había conseguido lo mejor.

Los especialistas en explosivos no necesitaron demasiadas pruebas de laboratorio para hacer algunas deducciones sobre la composición de un bomba. Esta había causado una gran destrucción y había dejado mucho hollín. En la superficie, daba la impresión de un explosivo plástico como el hexógeno. Su principal componente se llama RDX -genera mucho calor y deja residuos de carbón-, pero no nitratos. Sin embargo, la sola presencia de nitratos no excluye inmediatamente a todos los plásticos. Otro explosivo plástico de la misma familia llamado Semtex, deja ostensibles rastros de nitratos.

Para los servicios de inteligencia israelíes al igual que para la Policía Federal, el explosivo utilizado fue Pentrita (230 kilos), el detonador eléctrico y hubo un piloto suicida, lo que -a los fines de deslindar responsabilidades- garantiza que el ataque no podría haberse evitado. En el quinto piso del edificio situado en Suipacha 893, es decir a media cuadra de la embajada, los peritos encontraron el dedo gordo del pie derecho y la rótula del presunto piloto suicida. Esos restos pertenecen a una persona de 1,70 de estatura, de tez oscura y aparentemente coincidirían con otra muestra obtenida de la alfombra de goma de la pick-up. En la misma vivienda se hallaron pequeños restos de la camioneta y en la entrada del edificio apareció el block del motor.

Para la Agencia de Control de Alcohol, Tabaco y Armas (ATF) de los Estados Unidos y para Osvaldo Laborda, segundo comandante de Gendarmería que actuó como perito de la Suprema Corte de Justicia y que actualmente es perito de la querella en la causa AMIA, el coche-bomba estaba cargado con 50 o 60 kilos de hexógeno. El hexógeno sirve tanto para volar un edificio, armar un coche-bomba o para convertir artículos domésticos corrientes como un cenicero, una lámpara o una carta, en instrumentos de muerte que pueden pasar con tranquilidad un puesto fronterizo. Tiene diferente nombres comerciales y variantes -como Ciclonita, C-4, Semtex, T-4 y RDX- que representan una suerte de "tarjeta de visita" de los autores del atentado. Es un explosivo rompedor que constituye el principal componente de las granadas y bombas estadounidenses y que, en su forma comercial, es muy solicitado para tareas de demolición debido a que puede dirigirse su fuerza destructiva.

Laborda quien además de demoler el albergue Warnes ha colaborado en otros peritajes con Scotland Yard y con el CESID español explica que debido a diferencias entre las pericias comenzaron las sospechas de contaminación: "Las pericias de ATF indicaron hexógeno. Los israelíes con un equipo EGIS y con una muestra patrón que no conocían, determinaron que había pentrita. Cuando nosotros detectamos hexógeno y la policía pentrita, la primera duda que se me planteó es si no estábamos en presencia de Semtex. Lo que pasó es que nunca compatibilizamos los distintos informes. Si lo hubiéramos hecho, tal vez hubiésemos llegado a la conclusión de que estábamos en presencia de un solo explosivo que contenía los tres componentes. Eso nos hubiera indicado que había que mirar para afuera, porque aquí no se produce, no se puede armar y difícilmente 60 kilos estén al alcance de cualquiera", explica Laborda.

Aunque puede conseguirse en la Fábrica Militar de Villa María o en la Fábrica de Explosivos de la Armada en Azul -donde se utiliza para cargar proyectiles-, no es fácil acceder a este tipo de explosivo y menos en tanta cantidad. En la Argentina hay experiencia en la fabricación y el uso del hexógeno tanto entre miembros de Montoneros como entre grupos vinculados a la represión. En la década del 70 la Fábrica Militar de Villa María produjo los primeros kilos de hexógeno en base al procedimiento que aprendieron al desmantelar una fábrica de Montoneros. Pero luego la producción militar quedó paralizada. Estados Unidos es uno de los países que lo fabrica industrialmente y cada vez que los militares norteamericanos realizan maniobras conjuntas con tropas argentinas, dejan el material sobrante a sus anfitriones. Los 60 kilos de hexógeno utilizados para volar la embajada representan la misma cantidad que transporta en su arsenal un batallón completo del ejército norteamericano. Independientemente de su procedencia, el acopio de hexógeno debió ser lento. Tantos kilos no se consiguen así como así.

Las posibilidades de traer el explosivo del exterior se reducen a tres vías: importación, contrabando o por un obsequio entre ejércitos. Una alternativa consiste en importarlo o contrabandearlo camuflado como raticida porque tiene la apariencia de un polvo blanco-amarillento y un alto grado de toxicidad. Sólo después de que se lo combina con los elementos plastificantes que sirven para darle la consistencia de una plastilina, se torna en uno de los explosivos más poderosos que se conocen. Plastificado resultaría aún más fácil de disimular y contrabandear, porque se lo puede pintar, tallar, se puede hacer lo que uno quiera. La Argentina tiene los sistemas de protección invertidos. Todo está preparado para evitar que las cosas salgan pero no para impedir que entren. Nadie cuenta tampoco con la capacidad para detectar un polvo como el hexógeno. No se controlan ni siquiera las valijas y menos aún las cargas.

 

BANDERA DE CONVENIENCIA

 

En una causa que se sigue contra Monzer Al Kassar en Suiza, el fiscal Laurent Kasper-Ansermet transcribió informes procedentes de una investigación basada en los archivos de la Dirección General de Minas del Ministerio de Industria de España en los que se indica el hexógeno utilizado en el atentado contra la embajada de Israel en Buenos Aires fue fabricado en España.

Citando fuentes de la causa helvética, el periodista Rogelio García Lupo reveló en Clarín que el hexógeno producido por la Unión Española de Explosivos, fue oficialmente comprado por la firma Cenrex Trading Corporation Ltd. de Varsovia, pero no fue embarcado realmente con ese destino . El fiscal suizo sostiene que el comprador polaco presentó un domicilio en Varsovia que resultó ser el registrado en anteriores ocasiones por Al Kassar y concluye que el presidente de Cenrex, supuestamente llamado Monzer Galioun, es Al Kassar.

El fiscal suizo que confiscó seis millones de dólares que Al Kassar había percibido por operaciones de tráfico de armas y explosivos relaciona el hexógeno español adquirido por Al Kassar con los atentados de 1992 y 1994 y agrega que después de la falsa exportación a Polonia, Al Kassar elaboró una segunda operación de triangulación, esta vez con destino a Siria, pero que el hexógeno fue transportado por vía marítima a Buenos Aires en 1991. La justicia española contribuyó a la identificación de Monzer Al Kassar como el comprador del hexógeno mediante la comparación de documentos comerciales.

Hezbollah tiene una gran fábrica de hexógeno en las afueras de Teherán. Parte del explosivo utilizado en el atentado contra la estación de trenes de Bologna provino de esa fábrica y entró a Italia contrabandeado como barras de chocolate. Una célula de Hezbollah que entre el 7 de diciembre de 1985 y el 17 de setiembre de 1986 perpetró una ola de atentados en Paris que dejó 13 muertos y más de 300 heridos, ingresaba el C-4 a Francia a través de Chipre y del Líbano, escondido en gigantescos rollos de papel para imprenta. En noviembre de 1989, las autoridades españolas desarticularon en Valencia otra red compuesta por ocho operativos de Hezbollah que pretendió ingresar explosivos plásticos, detonadores y granadas camuflados en frascos de mermelada en un embarque proveniente del Líbano.

 

Desde su fundación, Hezbollah nunca se ha adjudicado directamente la responsabilidad por los atentados terroristas que ha cometido. A través del uso de distintos nombres que representan a diversas facciones ha asumido parcialmente -y en algunos casos de manera contradictoria-, operaciones que van desde el secuestro de rehenes occidentales en Beirut hasta atentados con coches-bomba. Mientras "Jihad Islámica" es el nombre original del ala militar de Hezbollah, otros sellos como "Ansar Allah", "La Organización de los Oprimidos de la Tierra" son una suerte de "bandera de conveniencia" utilizadas por una veintena de células y clanes para reivindicar sus atentados y dificultar las represalias israelíes contra los 300.000 refugiados palestinos en el Líbano.

Por ejemplo, el nombre de la "Organización de los Oprimidos de la Tierra" está vinculado a la familia de Mohamed Ali Hamade, procesado en Alemania por el secuestro de un avión de la TWA. "Resistencia de los Creyentes" es el nombre de la célula que estaba encabezada por Mustafá Dirani hasta que fue secuestrado por los israelíes poco antes del atentado a la AMIA. Otros alias frecuentemente utilizados por el grupo son "Organización para la Justicia Revolucionaria", "Mujaidines de la Libertad", "Células de la Lucha Armada" y "Resistencia Islámica". En el caso de los atentados perpetrados en julio de 1994 contra la AMIA y contra un avión de pasajeros en Panamá, la reivindicación se hizo a nombre de Ansar Allah (Partisanos de Dios).

"No hay verdades en Beirut, sólo versiones". La frase, acuñada por un veterano corresponsal del New York Times, se corroboró cuando una llamada anónima recibida en la Agencia France Presse de la capital libanesa desmintió el comunicado emitido el 18 de marzo de 1992 por el cual el grupo Jihad Islámica se responsabilizaba por la voladura de la embajada de Israel "a pesar de que apoya toda acción contra los sionistas en cualquier parte del mundo".

El viernes 20 de marzo de 1992 el semanario libanés Al-Ahd, editado por Hezbollah, publicó la reivindicación del atentado hecha por la Jihad Islámica dos días antes, así como la desmentida efectuada al día siguiente a través de un llamado telefónico. El editorialista del periódico escribió: "Los sionistas están bebiendo de la misma copa amarga de la que obligaron a beber en el pasado a un pueblo oprimido. Cómo podrían los oprimidos dejar de regocijarse en el fondo de su corazón frente a este evento? Cómo podrían dejar de expresar su alegría cuando ven la mano de la justicia castigando a los que hicieron de su vida un infierno, una agonía una privación?", agregaba Al-Ahd .

 

"EL FUERTE ARGENTINO"

 

El 21 de marzo de l992, mediante un video de 90 segundos sin sonido tomado desde un vehículo que mostraba el frente del edificio de la calle Arroyo y de un nuevo comunicado entregado a la televisión libanesa, Hezbollah autenticó el atentado. El texto de la reivindicación habla por sí mismo:

"En el nombre de Dios, por la sangre derramada de nuestro mártir, Abu Yasser, que representa el honor de nuestra patria y para refrendar el primer comunicado que confirma uno de los atentados continuos contra el virus israelí. La operación del mártir (Niño Hussain) es un regalo para los mártires y los creyentes. Los fragmentos de su cuerpo, esparcidos por todos lados nos enorgullecen. Junto a ellos estalló el fuerte Jaibar argentino, y lo dejó destruido. También tembló el mundo sionista y lo llenó de miedo y comenzaron los gritos de amenazas pensando que pueden detener nuestras acciones, pero, se equivocaron. Dios cuida del mundo islámico. Ellos (los judíos) se olvidaron que nosotros somos un pueblo de mártires, no aceptamos el sometimiento ni las amenazas, la guerra está abierta hasta que no quede ningún judío sobre la tierra. La verdad es que Israel sembró en la tierra la pudrición. Mató a nuestros hijos, violó a nuestras mujeres día tras día. Esos crímenes son los mejores testigos. Señores: Israel es el mal en sí mismo que tiene que desaparecer del mundo. La guerra empezó desde Bader y Jaibar, inclusive de la época del profeta Musa. Por eso advertimos al criminal Israel y sus colaboradores, que terminen sus juegos y artilugios y sus mentiras. Los medios de comunicación no pueden falsificar la trágica verdad ni degradar la grandeza de nuestro mártir Abu Yasser, que está ahora en el paraíso. Tienen que saber que estamos siempre despiertos y que no vamos a permitir que jueguen con la sangre de nuestros mártires. Siempre vamos a estar esperándolos. La guerra está declarada y vamos a seguir atacando y no vamos a ceder. Digan lo que digan. Vamos a luchar a cualquier costo. Seguimos ... Hasta la exterminación de Israel. Ese día se alegrarán los fieles con la victoria de Dios. Organización Jihad Islámica- Marzo l992, Mes de Ramadán".-

Dos días después de la explosión en la calle Arroyo, el jeque Hassan Nasrallah recibió una "cálida recepción" en el Parlamento iraní y el presidente del legislativo Mehdi Karubi advirtió que "Israel sufrirá constantes golpes de venganza en distintas partes del mundo". Karubi sabía de qué hablaba. En 1989, cuando fue nombrado como titular del Parlamento llamó a "la formación de núcleos de Hezbollah en todo el mundo para defender los derechos de los musulmanes ".

 

SERMON DEL VIERNES

 

El 20 de marzo de 1992 el ayatola Ali Akbar Meshkeni, uno de los sacerdotes de más alto rango en Irán y allegado al líder espiritual Ali Jamenei iba a pronunciar el sermón de los viernes. Por ser quien es, la palabra de Meshkeni, y según cómo las dijese, tendrían un carácter decisivo para comprobar la autoría del atentado. Meshkeni levantó la vista y miró la audiencia de fieles silenciosos que se agolpaba en la mezquita de la ciudad sagrada de Qom; constató que las cámaras del Canal Dos de la Companía Iraní de Radio y Televisión (IRIB) estában filmando . No es que fuera a cambiar nada, por supuesto. De todos modos tenía decidido celebrar el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires y expresar su admiración por el responsable de la operación.

Meshkeni, imán de la ciudad de Qom y presidente de la Asamblea de Expertos comenzó su primer sermón felicitando a la nación por el nuevo año iraní, 1371, y por el aniversario del nacimiento del segundo imán. El primer sermón estuvo dedicado a recordar a todos los musulmanes oprimidos en el mundo.

En su segundo sermón, analizó retrospectivamente los principales eventos del año, dividiéndolos en positivos y negativos. Describió los hechos positivos de la siguiente manera: 1) El reconocimiento por parte de las Naciones Unidas de que Irak fue el agresor durante la guerra Irán-Irak. 2) La exitosa peregrinación y la ceremonia de repudio a los infieles en la Meca. 3) La difusión del Islam en todo el mundo. 4)El éxito de los mujaidines afganos contra el régimen de Najibolllah. 5)El atentado contra la embajada de Israel en Argentina (aunque Meshkeni equivocadamente mencionó a Chile) en represalia por el asesinato del líder de la Hezbollah libanesa Abbas Mussawi. Cuando llegó a este tema fue midiendo cada palabra que pronuciaba y dijo:

"Otro punto que debe ser mencionado se refiere a las victorias de los palestinos oprimidos en varias partes del mundo en los últimos días. Ellos volaron la embajada de Israel en Chile (en lugar de Argentina) que está situada en el punto más alejado de Sud América matando a por lo menos 24 personas e hiriendo a 223. El centro de la cuestión es que el caballero responsable de esta acción -por quien yo me saco el sombrero, porque algunas veces una sola persona se convierte en motivo de orgullo para toda una nación- dijo que esto era el equivalente a la bomba que mató a Sayyid Abbas Mussawi. Esta fue una acción de represalia, y todavía no es suficiente: habrán muchas más.

-"Dios es grande", "Muerte a Israel"."Muerte a los Estados Unidos", bramaban los fieles enardecidos. Meshkeni continó:

(...)"Yo debo remarcar un punto a mis hermanos y hermanas: Señores, el Islam está contra el terrorismo. El Islam está contra el sabotaje. Está contra la destrucción de casas, vidas, jardines, etc. Pero la lógica de alguna gente los lleva a lanzar ataques aéreos y violar otro país con un bombardeo aéreo; cuando una persona lanza una bomba sobre un número de gente indefensa e inocente, matándolos -infringiendo las leyes internacionales- y luego retorna a su casa, entonces queda claro que esa persona no cree en otra lógica que la fuerza. No cree en otra lógica que la de las bombas y las armas. La lógica de la fuerza debería ser respondida con la lógica de la fuerza."

Antes de concluir su arenga de 37 minutos Meshkeni agregó una advertencia:"Israel no entiende razones; ni siquiera Estados Unidos que es más fuerte que Israel entiende razones. La lógica, las conversaciones, sentarse en una mesa de negociaciones y los derechos humanos se han convertido en juguetes en sus manos, que usan para servir sus propios intereses. Ellos no creen en la lógica, sino en la fuerza. Nosotros creímos desde un principio, y todavía creemos, que la única manera para que los palestinos, los no palestinos, los argelinos, los combatientes de Hezbollah de todo el mundo alcancen sus metas, es la lucha armada. Tienen que luchar con las armas en la mano y avanzar. Nosotros esperamos que pronto Israel comprenda que no podrá vivir rodeada por varios millones de oponentes musulmanes".

 

EL LOCO DE LA BOMBA

 

Quien quiera que fuese, el autor del atentado contra la embajada se había convertido en uno de los hombres mas buscados por Israel y, como todo aquél que entra en esa categoría debería haber sabido que, tarde o temprano, en algún punto del planeta, un discreto grupo de agentes del Mossad lo estaría esperando. "Vengaremos la sangre de las victimas", prometió a pocas horas del atentado el canciller israelí, David Levy. "Los que perpetraron el asesinato y quienes mandaron cometerlo lo pagaran muy caro", advirtió Levy en el Parlamento (Kneset) y agregó que "el Gobierno de Israel elegira dónde y cuándo" les propinará el golpe.

Por las características técnicas del explosivo utilizado, la cacería del terrorista que armó el coche-bomba quedó circunscripta a un número relativamente reducido de "especialistas" vinculados a las fuerzas de seguridad argentinas. A través de un riguroso procedimiento de descarte, el círculo fue estrechándose hasta que estuvieron seguros de que habían identificado al personaje que buscaban: el "Loco de la bomba".

En La Orquesta Roja, Gilles Perrault sostiene que "una inclinación muy extendida conduce a imaginar que las meteduras de pata más flagrantes de los servicios secretos tienen justificaciones magistrales cuando en realidad, a veces, su causa es una necedad muy cierta. Los profesionales fuerzan esta interpretación, prefiriendo, con mucho, pasar por seres feroces a que se los tome por ingenuos". El Mossad decidió reeditar una de

las más dramáticas y controvertidas respuestas al terrorismo por parte de un Estado democrático: la política de cazar a los terroristas donde se encuentren. Sus más espectaculares y sangrientos golpes han sido contra arabes y palestinos a lo largo de medio siglo de un conflicto que a menudo se ha extendido a Francia, Italia, Bruselas, Noruega, Chipre, Grecia y otros países. Y también la Argentina.

El "Loco de la bomba" era un alto oficial de la Brigada de Explosivos de la policía de la provincia de Córdoba que, durante la época de la guerra sucia, se había ganado su apodo dinamitando propiedades de varios conocidos empresarios judíos a nombre de una banda parapolicial conocida como "Los Arcángeles". Durante esa época, el "Loco de la Bomba" trabajaba en estrecha relación con el jefe de la Dirección de Informaciones (D2) de la Policía de Cordoba, el comisario Raúl Pedro Telleldin, padre de Carlos Alberto Telleldín. Telleldín padre que era hombre de confianza de José López Rega y de del ex interventor de Córdoba, brigadier Raúl Lacabanne, fue fundador del Comando Libertadores de América, un grupo parapolicial paralelo a la Triple A.

El "Loco de la Bomba" debería haber sabido que una explosión no borra todos los detalles: la forma de disponer la carga, la manera de enrollar los cables, la preferencia de un producto de una marca determinada constituyen "la firma" del terrorista y una pista para su identificación.

Es posible que el "Loco de la bomba" haya subestimado la posibilidad de de ser identificado y secuestrado. En todo caso, debía saber que no hay mejor cómplice del enemigo que la rutina. No es necesario detenerse en los detalles de la captura: cuando se cuenta con un equipo experimentado, esas cosas se hacen de manera rápida, casi ritual. No hubo tiroteos ni ningún tropiezo desagradable. Nadie reclamaría por este personaje algo alcoholizado, dado de baja por matar a un taxista por la espalda y que desde hacía mucho tiempo y por propia elección, se había internado en un mundo sin retorno.

--"Empiecen el interrogatorio por el final. Después si queda tiempo, pueden volver al principio", recomendó el jefe del equipo. Por medio de un intérprete, que también era un oficial de inteligencia, el interrogador comenzó su trabajo. El brazo del Mossad jamás ha sido corto ni piadoso.

Es obvio que, aunque ahora un dedo acusador apunte vigorosa e indudablemente al Mossad, ninguna autoridad en Israel va a confirmar o desmentir esta operación, ni tampoco la colocación de una bomba que el 21 de diciembre de 1994 que estalló en el barrio Sfeir de Beirut y mató a Fuad Mughniyeh, un operativo de Hezbollah que, además, era hermano del jefe de seguridad de la organización, Imad Mughniyeh. Sin embargo, la posibilidad de recurrir a la lógica del "ojo por ojo" aplicada en tantas otras oportunidades había sido anticipada públicamente en Israel inmediatamente después del atentado.

Los servicios israelíes -que tienen el récord de identificar y capturar a los autores del 80 por ciento de los actos terroristas cometidos en su país-, no estaban dispuestos a entregar al "Loco de la bomba" a la justicia argentina porque la investigación del atentado ingresaría por un carril jurídico y diplomático que no le convenía al Mossad. Por otra parte, el "Loco de la bomba" no sólo comprometía a las autoridades argentinas sino también a las norteamericanas, porque el presunto terrorista había realizado cursos de perfeccionamiento en explosivos en los Estados Unidos.

El día en que se conmemoraba el primer aniversario del ataque, el canciller Shimon Peres aseguró en Jerusalén que su gobierno "sabe quien hizo detonar el coche-bomba" pero señaló que las autoridades de su país no aportarían más datos al respecto "a la espera de las conclusiones de la investigación que lleva adelante el gobierno argentino" a través de la Corte Suprema de Justicia.

En el acto que se llevó a cabo en Buenos Aires el 17 de marzo de 1993, Carlos Menem repitió que el gobierno de Israel "sabe quienes son los responsables del atentado contra la embajada" frente a lo cual el Gobierno" apelara inmediatamente a las autoridades de ese país para que juntos hagamos justicia". Luego, con la voz quebrada, Menem concluyó su discurso entonando las estrofas de un típico canto israelí: "Jai, Jai, Israel, Jai" (Vive, Vive, Israel, Vive).

Más tarde, el largo brazo del Mossad hizo que el canciller Shimon Peres se desdijera. Sin embargo, la información ya estaba al alcance de un selecto grupo de protagonistas. En julio de 1993, el embajador israelí Yitzhak Shefi que concluía su misión diplomática en la Argentina concedió al autor de este libro un reportaje que fue publicado en Página/12 : "Me imagino que el gobierno argentino tiene tanto interés como nosotros en descubrir a los autores del atentado; primero, para comprobar de que no han sido argentinos. Siempre se ha hablado de elementos extranjeros y yo me imagino que esto es lo primero que Argentina querría saber o comprobar, para mostrar que fue un acto de terrorismo dirigido y planificado desde afuera, -y ejecutado, también- por no argentinos", dijo el enigmático Shefi a modo de despedida.

Para rastrear el paradero del "Loco de la Bomba" el autor de este libro estableció contacto con otra figura de la Brigada de Explosivos de la Policía de Córdoba, que conocía los negocios ilegales de armas y explosivos en los que estaba involucrado el "Loco de las Bomba" en Paraguay.

--Olvidate, el "Loco de la Bomba" ya fue, rezó la tajante pero elocuente respuesta

No está probado si el "Loco de la bomba" fue o no quien efectivamente armó el coche-bomba ya que eso sólo podría determinarlo la justicia. Tampoco está claro qué tipo de evidencias obtuvieron los israelíes durante los interrogatorios, cuántos detalles proporcionó el prisionero sobre la participación iraní, ni tampoco si algunas de esas pruebas podrían perjudicar al gobierno de Carlos Menem o a gente de su entorno político o familiar. Supuestas razones de Estado hicieron que los israelíes no blanquearan esas evidencias obtenidas ilegalmente y lo que es más grave aún, que erraran en la interpretación del atentado: concluyeron que se trataba de un fenómeno aislado, irrepetible; que los máximos responsables había que buscarlos en Teherán o Beirut mientras en Argentina bastaba con mantener una paciente y enigmática sonrisa.