Un Análisis de Mateo 24

Alan E. Highers

 

Hay algunos versículos clave para entender Mateo 24. Estos pueden identificarse de la siguiente manera: (1) Las Preguntas, v. 3; (2) las señales, vs. 4-33; (3) el marco de tiempo, v. 34; y (4) la transición, v. 36. Discutiremos el capítulo guiándonos con estas divisiones.

 

Las Preguntas

 

El capítulo comienza con los discípulos mostrándole a Jesús los edificios del templo. Ellos se sentían muy orgullosos de estas estructuras y lo que éstas representaban para la historia del judaísmo. Debieron quedarse atónitos cuando Jesús es dijo, “¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada(Mat. 24:2). Jesús profetizó la destrucción del templo la cual, por supuesto, ocurriría en la destrucción de Jerusalén por Tito y el ejército romano en el 70 d. C. Los discípulos inmediatamente preguntaron: “¿cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?

 

Hay por lo menos dos preguntas realizadas por los discípulos: primero, dinos ¿cuándo serán “estas cosas”?, y, segundo, ¿cuál será la señal de “tu venida y del fin del mundo”? Los discípulos pudieron haber supuesto que todas estas cosas sucederían al mismo tiempo, pero Jesús les respondió sus preguntas en el orden en que las formularon.

 

Las Señales

 

En respuesta a su primera pregunta, el Señor comenzó a enumerar una serie de señales relacionadas con el tiempo en el que sucederían “todas estas cosas”. La expresión “todas estas cosas”, hace alusión a la declaración de Jesús de que los edificios del templo serían destruidos (vea vs. 2, 3, 6, 33, 34).

 

Jesús les advirtió de los engañadores que vendrían (4, 5); dijo que habrían guerras y rumores de guerra, y una nación se levantaría contra otra (6, 7); habló de hambres, pestilencia y temblores en diferentes lugares (7). Además, habrían persecuciones contra Sus discípulos y muchos se volverían desleales (9, 10); vendrían falsos profetas, y el amor de los discípulos se enfriaría (11, 12). El evangelio del reino sería predicado en todo el mundo y entonces vendría el fin (14). Esto vino a acontecer en el primer siglo (Col. 1:23).

 

El Señor dijo que ellos verían “la abominación desoladora”, de la que habló el profeta Daniel (15). En la narración de Lucas él habla de esto como “Jerusalén rodeada de ejércitos” (21:20). En la profecía de Daniel él enumeró ciertas cosas que se cumplirían durante las setenta semanas: finalizar la trasgresión, poner fin al pecado, hacer reconciliación debido a la iniquidad, traer justicia perdurable, sellar la visión y la profecía y ungir al más Santo (Dan. 9:23, 24). Después de sesenta y nueve semanas, el Mesías sería cortado (una referencia a la crucifixión, Isa. 53:8). Se determinó que Jerusalén sería destruida (Dan. 9:27). Jerusalén llegó a ser un “cadáver” sobre el cual se juntarían las “águilas” (28).

 

Cuando se vieran estas señales, los discípulos deberían huir hacia las montañas (16). Hasta los que estuvieran en las azoteas o en el campo, no debían regresar a casa (17, 18). Habría gran dificultad para quienes criaran hijos o que viajaban en invierno o sábado (19, 20). La destrucción de Jerusalén causaría una “gran tribulación”, pero misericordiosamente los días serían acortados (21, 22). Hasta surgirían falsos Cristos y  falsos profetas, mostrando señales y maravillas para engañar (23-26). Cuando viniera Jesús, no sería un evento secreto (27).

 

Después de “la tribulación de aquellos días”, es decir, la destrucción de Jerusalén, el sol, la luna y las estrellas no darían su luz y los poderes de los cielos serían debilitados (29). Muchos toman esto como una destrucción del fin del mundo, pero el oscurecimiento de las constelaciones es un lenguaje profético para la caída de las naciones. En la profecía de Isaías de la caída de Babilonia (Isa. 13:1), él dice “Por lo cual las estrellas de los cielos y sus luceros no darán su luz; y el sol se oscurecerá al nacer, y la luna no dará su resplandor” (Isa. 13:10). Este es el mismo tipo de lenguaje utilizado en Mateo 24 para describir la destrucción final de la nación judía. Además, aparecería “la señal del Hijo del hombre en el cielo” (30). Observe que es el Hijo de hombre el que está “en el cielo”, no la señal. La señal es la inevitable destrucción de Jerusalén cuando las tribus de la tierra “verán al Hijo del Hombre viniendo sobre las nubes del cielo, con poder y gran gloria”. Esta no es una referencia a Su segunda venida, sino a Su venida en juicio sobre la ciudad de Jerusalén. Los judíos estaban familiarizados con esta vívida terminología como, por ejemplo, en el juicio pronunciado sobre Egipto: “Profecía sobre Egipto. He aquí que Jehová monta sobre una ligera nube, y entrará en Egipto; y los ídolos de Egipto temblarán delante de él, y desfallecerá el corazón de los egipcios dentro de ellos” (Isa. 19:1). Después de eso, el evangelio sería predicado con gran poder y efectividad (31). Así como la higuera anuncia el verano cuando salen sus hojas, así serán estas señales anunciando la llegada de la desolación (33).

 

El Marco de Tiempo

 

Aunque este capítulo ha sido utilizado por algunos para promover varias teorías acerca del fin del tiempo, Jesús lo colocó en su correcta perspectiva con el versículo 34: “De cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Tome nota una vez más de la expresión “todas estas cosas”. Recuerde que Jesús hablaba de los edificios del templo al decir “estas cosas”, y la primera pregunta de los discípulos fue: “Dinos, ¿cuándo serán estas cosas?” (Mat. 24:2, 3). Ahora, en respuesta a su pregunta, el Señor dice que no pasará esta generación hasta que “todas estas cosas” sucedan (en conexión con la destrucción de Jerusalén).

 

Algunos han deseado que “generación” signifique “raza”, es decir, la raza judía no pasará hasta que sucedan todas estas cosas. Otros han dicho que “generación” se refiere a quienes estuvieran vivos en el tiempo en que las señales comenzaran a cumplirse (lo cual igualan con la conversión de los judíos en nación en 1948). Pero “generación” se entiende mejor en su sentido usual y ordinario, significando la generación que estaba viviendo en los tiempos de Cristo. Jesús habló de ella como “esta” generación, como lo hizo en otras ocasiones en el libro de Mateo (11:16; 12:41, 42, 45; 23:36). Así que aquellas cosas que Jesús presentó en los versículos 4-33 debían cumplirse en la generación de aquel momento. Las “señales” se cumplieron en esa generación (en el 70 d. C.) y por lo tanto no son señales de la segunda venida ni del fin del mundo.

 

La Transición

 

Ya Jesús ha respondido la primera pregunta hecha por los discípulos. Él tenía que decirles cuándo acontecerían “estas cosas”, es decir, la destrucción de Jerusalén y la desolación del templo. Hay razón justificada para que les haya dado “señales” con las cuales pudieran anticipar la llegada de la destrucción. Esto les permitiría refugiarse en un lugar seguro antes de que e ejército romano destruyera la ciudad. Ahora observe como cambia la terminología cuando Jesús comienza a hablar de Su segunda venida. Él dice: “Pero [note la palabra de contraste] del día y la hora nadie sabe, ni aun los ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (36). En la primera parte del capítulo, hubo señales, indicaciones visibles, puntos de referencia mediante los cuales ellos podrían “saber” que el tiempo estaba cerca, a las puertas (33). Sin embargo, con referencia a la venida de Cristo y el fin del mundo, no hay señales mediante las cuales ellos pudieran conocer el tiempo —“del día y la hora nadie sabe”— Este es un contraste claro y una tajante distinción entre las dos secciones del capítulo. Una parte tiene señales; la otra no las tiene; una nos dice cómo reconocer el evento venidero; la otra no. Una parte menciona “días” (22, 29); la otra habla del “día y la hora” (36). Una hace referencia a la destrucción de Jerusalén, la otra al fin del mundo.

 

Una exégesis verdadera de este capítulo arruina demasiado un sermón premilenial en el cual el orador enumera las condiciones descritas en Mateo 24 y concluye que la venida de Cristo es inminente. Después del versículo transicional (36), no hay más señales o puntos de referencia. De la segunda venida de nuestro Señor se nos dice: “Velad, pues, porque no sabéis a qué hora ha de venir vuestro Señor… Por tanto, también vosotros estad preparados; porque el Hijo del Hombre vendrá a la hora que no pensáis” (42, 44).