La iglesia Modelo

 

Dios primero creó mediante milagros, luego propagó mediante leyes. El primer hombre y la primera mujer llegaron a existir por una acción milagrosa, pero la raza humana luego se propagó por una ley natural. Se realizaron otros milagros de acuerdo con el propósito de Dios en otras ocasiones, por ejemplo, el nacimiento de Cristo de una virgen, pero la regla general ha sido que Dios creó el prototipo y luego dio inicio al procedimiento mediante el cual se daría la proliferación. Una mala comprensión o la ignorancia de este principio ha conducido a algunos individuos a decir: “Cada niño que nace es un milagro”. Se equivocan pues un milagro es un evento que está por encima de la ley natural. El nacimiento de un hijo, aun cuando es un hecho maravilloso, está en acuerdo con la ley de la procreación que Dios ha establecido, y de este modo no es un milagro en el sentido bíblico, pero el nacimiento de Jesús, al ser de una virgen, está por encima de la ley natural y es inexplicable mediante las leyes naturales. Éste fue un verdadero milagro.

 

Asimismo, en el ámbito espiritual, Dios ha puesto a funcionar ciertas cosas mediante acciones milagrosas, y luego las ha perpetuado mediante leyes divinas. La iglesia llegó a existir por actos sobrenaturales, pero se reprodujo a través de principios espirituales dados por Dios. Jesús prometió que el reino vendría “con poder” (Mr. 9:1); los apóstoles recibieron poder cuando vino sobre ellos el Espíritu Santo (Hch. 1:8), lo cual aconteció en un Pentecostés y está registrado en Hechos, capítulo 2. Así que, la iglesia comenzó debido a ciertos eventos sobrenaturales o milagrosos. Sin embargo, posteriormente, la iglesia se esparció cuando los hombres iban por todas partes predicando la palabra (Hch. 8:4): El evangelio es la semilla del reino. De hecho, Jesús mismo predicó “el evangelio del reino de Dios” (Mr. 1:14). Al explicar la parábola del sembrador, Jesús dijo: “La semilla es la palabra de Dios” (Lc. 8:11). De manera que la iglesia, como el cuerpo de Cristo, inició milagrosamente, pero al igual que la humanidad, fue perpetuada mediante la ley de Dios, a través de la predicación del evangelio. Así como Adán y Eva fueron el prototipo de la humanidad, la primera iglesia, establecida en Jerusalén en Pentecostés, llegó a ser “la iglesia modelo”.

 

Es importante recordar que el primer hombre y la primera mujer eran perfectos en cuanto a cómo vinieron de la mente de Dios, pero eran finitos como seres humanos y por consiguiente estaban sujetos a error. En la misma manera, la iglesia tiene dos lados: el divino y el humano. En el lado divino, la iglesia, tal como existía en la mente de Dios, y como Dios la ideó, es perfecta; en el lado humano, sin embargo, compuesta como es de seres falibles, los hombres fallan frecuentemente en hacer lo que Dios ha requerido. Por lo tanto, la iglesia en Jerusalén y las otras congregaciones del Nuevo Testamento constituyen un modelo o patrón para nosotros en cuanto ellos hayan sido fieles al plan de Dios.

 

EL CRECIMIENTO DE LA PRIMERA IGLESIA

 

Cuando llegó a existir la iglesia en Pentecostés (Hch. 2), Pedro predicó a Cristo como el Señor resucitado. Dijo a la casa de Israel: “A ese Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo” (Hch. 2:36). La gente se sintó compungida en sus corazones, y clamaron: “Varones hermanos, ¿qué haremos?” Pedro les respondió: “Arrepentíos y bautícese cada uno de vosotros, en el nombre de Jesucristo para el perdón de los pecados” (Hch. 2:37-38). Tres mil almas obedecieron el evangelio ese mismo día (Hch. 2:41). Más tarde, el número de los miembros llegó hasta cinco mil (Hch. 4:4). Los que creían eran añadidos por el Señor a Su iglesia (Hch. 5:14), y el número de los discípulos se multiplicaba (Hch. 6:7) en Jerusalén en este tiempo. Antes de ser perseguidos y esparcidos por todas partes del imperio romano, pudieron haber alcanzado la cifra de veinte a veinticinco mil.

 

Ya que la de Jerusalén fue la primera iglesia, nos conviene analizar su rápido y sorprendente crecimiento para determinar por los primeros capítulos de Hechos algunas de sus características.

 

¿POR QUÉ CRECIÓ LA PRIMERA IGLESIA?

 

1. La Perseverancia.Y perseveraban…” (Hch. 2:42). La expresión denota la idea de permanecer, mantenerse. Uno de los obstáculos para el crecimiento de la iglesia hoy es el estado “Hoy sí, mañana no” de muchos de sus miembros. Algunos son celosos por un tiempo, luego pierden el interés. Una de las grandes necesidades de la iglesia es la perseverancia.

2. La Fidelidad.Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles…” No era solamente perseverancia lo de los primeros discípulos, sino que también era importante cómo perseveraban. Eran fieles a la doctrina. El que persevera en un error es un necio, el que persevera en la verdad es el sabio. Pablo dijo a Timoteo: “Ten cuidado de ti mismo, y de la doctrina. Persevera en esto, pues te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Tim. 4.16). La primera iglesia valoraba la verdad. Su énfasis en la “doctrina de los apóstoles” no les impidió crecer de forma impactante. Mantuvieron sus convicciones, y aún así crecieron. Es desafortunado hoy que alguno crean que la predicación de la verdad hará que la gente se vaya. La iglesia del primer siglo hablaba la verdad “y el número de los discípulos se multiplicaba”.

3. La Unidad.Y la multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma…” (Hch. 4:32). Había un propósito común que mantenía juntos a los discípulos. ¿Qué cumplido más maravilloso puede hacerse a una congregación que no sea decir que “son de un corazón y un alma”? Sin embargo, en muchos lugares reina la contienda y la división, aun entre quienes están de acuerdo doctrinalmente. Este problema no tiene otra raíz que las obras de la carne: celos, envidias, ira, orgullo. Debemos aprender a poner a un lado nuestras actitudes carnales y elevar la causa de Cristo por encima de superfluas diferencias para que todos estemos “perfectamente unidos en una misma mente y un mismo parecer” (1 Cor. 1:10).

4. La Benevolencia. Los discípulos eran generosos entre sí y con todos. “Y ninguno decía ser suyo nada de lo que poseía, y tenían todas las cosas en común” (Hch. 4:32). Además ellos hacían el bien “a todos los hombres” siempre que tenían una oportunidad (Gál. 6:10; 2 Cor. 9:13).

5. La Disciplina. Cuando Ananías y su esposa Safira, vendieron una propiedad y mintieron acerca de las ganancias, murieron y fueron sepultados al instante (Hch. 5:1-10). Se nos dice que “un gran temor vino sobre toda la iglesia, y sobre todos los que oían estas cosas” (Hch. 5:11). Pudiéramos pensar que la gente temía ir a la iglesia de allí en adelante, pero el texto registra que: “los que creían en el Señor aumentaban cada día más” (Hch. 5:14). A veces se nos olvida que ¡el plan de Dios funciona! Ahora la disciplina se administra por amonestación, y si es necesario, por el retiro de la comunión de aquellos que anden desordenadamente (2 Tes. 3:6). Generalmente hay gran renuencia a practicar la disciplina tal como se enseñó a la iglesia del primer siglo, pero la misma es un componente importante del crecimiento de la iglesia por lo menos por las siguientes cinco razones: a) Demuestra al mundo que la iglesia no tolera el pecado, b) Advierte de los efectos del pecado a quienes están dentro del cuerpo, c) Mantiene a la iglesia pura, d) Restaura a los extraviados y e) Representa la obediencia de la iglesia a todo lo que Jesús ha mandado.

6. El Énfasis Diario. “Y perseverando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón…” (Hch. 2:46). Los primeros discípulos llevaban su fe todos los días a todas partes. Su vida cristiana era diaria y no sólo semanal. Era privada y no solamente pública. Nuestro cristianismo suele confinarse a los edificios y a lo que puedan ver otros. Estos discípulos nunca perdían de vista quiénes eran y qué debían hacer.

7. El Compromiso. Luego de que el concilio de Jerusalén prohibiera a los apóstoles hablar en el nombre de Jesús y ordenara azotarles antes de dejarlos libres, ellos “salieron de la presencia del concilio, gozosos de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del Nombre” (Hch. 5:41). ¡Qué devoción! Se regocijaron por ser considerados “dignos” de sufrir por el Nombre. Pedro diría posteriormente, “si alguno padece como cristiano, no se averg:uence, sino glorifique a Dios por ello” (1 Pe. 4:16). Estos discípulos tenían actitud. ¿Debe sorprendernos por qué crecieron tan rápida y poderosamente?

 

¿La congregación de la que usted forma parte es una “iglesia modelo”?