Esta sección, que no pretende ser exhaustiva, comprende los testimonios de artistas y escritores contemporáneos de Pío Baroja. Se ha buscado  reflejar tanto la imagen que el escritor dio a los artistas plásticos de su tiempo, como su representación en otros medios artísticos más humildes como los dibujos y caricaturas en periódicos y revistas. Las aportaciones escritas están escogidas de los textos de sus autores respectivos siguiendo un criterio temporal. Es obvio que el lector interesado debe acudir a las fuentes para poder formarse una idea más completa sobre lo que dichos autores aportaron a la imagen del creador de Zalacaín.

  "A mí me pasa que, no ya desde un punto de vista intelectual, sino de uno material, he sido considerado de tan distinta manera que me ha sorprendido. Se me ha pintado como alto y bajo, como rubio y moreno, como esquelético y como hombre de una obesidad monstruosa. Si en una cuestión de aspecto físico y comprobable puede haber opiniones contrarias, ¡qué no habrá desde un punto de vista espiritual!" 

(Baroja en el prólogo a Vida de Pío Baroja de M. Pérez Ferrero)

 

   Autorretrato aparecido en la revista Estampa en julio de 1928. Baroja se retrata con trazo inseguro centrando su interés en rasgos de su rostro (nariz, barba, cejas). Las arrugas de la frente y el gesto ceñudo de la caricatura muestran un hombre concentrado y pesimista. La boca, que no deja ver la barba, se adivina contraída igual que el rostro. En los trazos del pelo puede adivinarse que el autor añadió cabello a lo dibujado inicialmente y que incluso lo alargó por detrás, quizás en un gesto de coquetería.  
   Aguafuerte por su hermano Ricardo Baroja. Esta conocida imagen evoca las largas caminatas por los descampados madrileños en la juventud de Pío, es la época de La Busca. La figura, triste y cabizbaja, medita mientras camina. El tiempo acompaña a la escena en una tarde fría y ventosa. Al fondo Madrid se puede entrever en un cúmulo de edificios sin relieve y deshumanizados. El andar es lento y monótono y la figura es llevada por su ensimismamiento. Las manos en los bolsillos protegen del frío y señalan la indecisión del tímido.

  Grabado de Ricardo Baroja que representa a su hermano joven. Es aproximadamente de 1903 y se creó para servir de ex libris a Pío. El fondo oscuro realza la cabeza, que semeja un Robinsón enfurruñado. Este grabado se ha convertido en uno de las imágenes  de la rediviva editorial española Caro Raggio, que ostenta los derechos de las obras de ambos hermanos.

(Imagen: Editorial Caro Raggio)

 

   Retrato por su sobrino Julio Caro Baroja. El escritor, ya anciano, aparece trabajando en lo que parece una habitación del madrileño piso de Ruiz de Alarcón. La postura encorvada sobre las desordenadas cuartillas parece sugerir dedicación y esfuerzo. La atmósfera es luminosa, tranquila y transmite sosiego .

  Dibujo de Pablo Picasso. Esta famosa obra apareció en    la primera página del número 4 de la revista Arte Joven en junio de 1901. Es,  pues, uno de los primeros retratos que poseemos del escritor. A diferencia de otros retratos, es este un Baroja juvenil que mira desafiante al espectador desde un rincón. El pañuelo bohemio al cuello, sus manos decididamente hundidas en los bolsillos y las piernas separadas y asentadas en el suelo nos hablan de fe y confianza en el porvenir. 

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Dibujo por Ramón Casas aparecido en la revista Forma y hoy propiedad del Museo de Arte Moderno de Barcelona. Aunque ya no tan joven como en la imagen anterior, Baroja aparece en una postura algo satisfecha y cómoda. De nuevo sus piernas abiertas en señal de confianza y la corbata con camisa de cuello duro nos indican el comienzo de su fama como escritor.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Retrato por Joaquín Sorolla de 1914. Es esta una de las escasas imágenes artísticas del escritor tocado con sombrero. La figura, de semblante sosegado y postura relajada, con manos contemplativas, parece dispuesta a escuchar o a ser pintada, como es el caso. El cuadro es propiedad de la Hispanic Society de Nueva York.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Caricatura por Bagaría aparecida en la revista España en 1915. En unos cuantos trazos, el genial dibujante delineó un rostro serio y concentrado. Los ojos medio cerrados dan sensación de agudeza mental. La frente y la calva cabeza enmarcan una figura rotunda.

   Retrato por Juan de Echevarría. Baroja parece encontrarse en una sala de Itzea. La postura de su figura, estiradas las piernas sugiere relax, tranquilidad. El libro es sujetado  sin mucha convicción  con unas manos que parecen acariciarlo. La mirada se pierde en un punto distante y el autor parece divagar sobre lo que ha leído, aunque el gesto es más bien cansino y triste. El ambiente general de la escena (suelo enmaderado, pared verde, libros, cuadros) nos transmiten de nuevo la paz y monotonía del hogar. Echevarría, nacido en 1875 y por ello de la misma generación que Baroja, realizó multitud de cuadros y bocetos con su imagen como tema.

 

   Obra del escultor Santiago Miranda. Ataviado con largo abrigo, bufanda desaliñada y sombrero en lugar de boina, Baroja semeja dar uno de sus paseos madrileños por el Retiro. El semblante sereno tiene su contrapunto en el gesto de la boca, que parece sonreír irónicamente al espectador.

   Caricaturas de Bagaría, diario El Sol, 1915. Vestido de monje que representa su vida sencilla y alejada de cenáculos literarios en esta época, Baroja camina por el campo español en busca de tipos u situaciones para sus obras. La postura algo encorvada al andar era característica del personaje como ya se vio anteriormente.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Sanguina de Daniel Vázquez Díaz, 1917. Este gran pintor, dibujante y muralista pintó a Baroja en multitud de ocasiones en la vida de ambos. Le realizó también el último retrato en 1956. En este pequeña obra llena de talento Vázquez Díaz da una muestra de sus dotes para el dibujo. Baroja mira a la distancia con aire decidido.

  (Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Busto de granito de Victorio Macho, 1925. Por su forma la escultura recuerda a las del periodo grecolatino, aunque la cabeza nos muestra a un excelente Baroja con expresión de cansancio en un rostro ya surcado por las arrugas.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.) 

 

   Baroja viajero por España visto por Echea. De nuevo su postura encorvada al andar es reflejada en esta caricatura. Con su bastón señala en el suelo español los lugares visitados.

(Imagen: S. J. Arbó, Pío Baroja y su tiempo.)

 

   Magnífico dibujo a lápiz de Bernardino de Pantorba, 1925. Pantorba, gran erudito de la historia del  arte español, nos presenta un rostro con una gran cantidad de detalles esculpidos por el paso del tiempo y la vida del protagonista.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Caricatura por Del Arco con motivo de su ingreso en la Real Academia de la Lengua en 1935. Lejos de la imagen que nos da el caricaturista de un Baroja ceñudo e irreverente al que no le llega la camisa al cuello, aquel día D. Pío mostró sus mejores galas vistiendo un elegante frac.

 (Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Retrato por Daniel Vázquez Díaz. El colorido y la viveza de este retrato evocan los famosos frescos del artista y demuestran su maestría con el dibujo. Abrigo, bufanda y boina características de la figura barojiana. El semblante sereno y meditabundo acompañan a una figura de apariencia pesada y que parece moverse lentamente.

   Dibujo a lápiz de Rafael Penagos, 1951. Penagos, dibujante de Blanco y Negro entre otras publicaciones, marcó una época en el dibujo español desde los años veinte. La figura, ya en la vejez, denota aún cierto aire de vitalidad.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Conocido lienzo de Juan de Echevarría, 1920-30. Baroja lee atentamente una cuartillas sujetas con mano firme. Aunque la boina echada hacia atrás transmite desaliño, el gesto torcido de su boca nos señala su concentración. Es una de las escasas imágenes de Baroja con gafas. La obra se encuentra hoy en el Museo Reina Sofía.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Baroja académico, por Bagaría. Caricatura aparecida en la revista Luz en 1935. Con el característico paraguas con el que siempre lo retrataba, Bagaría nos muestra un Baroja vestido de embajador de la literatura.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Busto en Bronce de Sebastián Miranda, 1940. Esta magnífica obra llena de expresividad nos muestra a un Baroja que mira con malicia o incredulidad a un supuesto interlocutor. Cabeza y cuello están desplazados hacia adelante mostrando a un protagonista ya senil.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo.)

 

   Retrato por A. Delgado. Baroja aparece sentado con su atavío invernal. La expresión del rostro y el gesto de su mano izquierda lo reflejan como si estuviera a punto de hablar en una de aquellas tertulias hogareñas de sus últimos años. La seriedad del semblante refleja acaso cansancio, hastío, poca fe en el porvenir.

   Óleo de los hermanos Baroja por Daniel Vázquez Díaz, 1925.Este gran retrato ha captado muy bien la diferencia entre ambos. Ricardo, aire diletante, envuelto en una capa y con su eterna pipa, nos mira sonriendo benévolamente. Sobre su rodilla, una imagen de un cuadro (posiblemente de su admirado Goya). Pío, con cierto aire monjil, parece reflexionar abstraído tras leer. A diferencia de su hermano, un libro reposa sobre su pierna.

(Imagen: F. Baeza, Baroja y su mundo .)

 

   Otra caricatura de Bagaría en 1915. Baroja mira plácida y atentamente a la figura que se mueve a sus pies, al parecer un fraile (tonsura, hábito, sandalias y manos en actitud de rezar) que va dejando caer objetos oscuros a lo largo del camino (¿Alusión a la novela Camino de perfección?). De nuevo la postura encorvada, con manos a la espalda, de andar y pensar tan captada por los caricaturistas de su tiempo.

Testimonios escritos. Pinche en el paseante.

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