COMENTARIO


Los accidentes vasculares cerebrales se constituyen en una realidad diaria en los ambientes hospitalarios. Por toda la revisión bibliográfica citada, es poco lo que se puede hacer una vez que el ictus se ha establecido; pero es importante prevenirlo, sea con antiagregación plaquetaria, donde la aspirina es la mejor opción, (existe controversia en cuanto a la dosis, creemos que 300 mg. día son suficientes) porque es la más fácil de obtener, la más barata y de beneficio comprobado en aquellos pacientes que tienen riesgo de padecerlo. La anticoagulación se debe reservar para aquellos pacientes con alto riesgo de padecer un ictus, pero entraña los problemas del costo, el control clínico y laboratorial y así siempre es un manejo a largo plazo, se podría decir de por vida en algunos casos.

Frente a la actitud terapéutica que se debe mostrar con relación a la hipertensión arterial, esta es siempre, en todos los casos cautelosa, nunca se debe bajar bruscamente la presión arterial y solo se debe tratar con medicamentos antihipertensivos, hipertensiones graves (grado IV) o una hipertensión maligna, por el riesgo de incrementar la lesión cerebral, por los mecanismos fisiopatológicos ya citados.

Es común que después de un A.V.C. de tipo isquémico sobre todo, la presión arterial se eleve hasta un grado I o un grado II, como una respuesta refleja del organismo ante la agresión moderadamente elevada, que está garantizando un flujo sanguíneo adecuado a la zona isquémica y principalmente a la zona de penumbra.

El uso de anticoagulantes es realmente controvertido, pero en los A.V.C. progresivos creo que tendría su mejor indicación y en los del territorio vertebro basiliar; siempre con un juicio clínico claro y sereno.

Finalmente, es importante insistir en las medidas generales ya citadas, como un medio eficaz de disminuir la mortalidad intrahospitalaria y procurar una rehabilitación rápida y satisfactoria de los pacientes con un accidente vascular cerebral.