Frente a la actitud terapéutica que se debe mostrar con relación a la hipertensión arterial, esta es siempre, en todos los casos cautelosa, nunca se debe bajar bruscamente la presión arterial y solo se debe tratar con medicamentos antihipertensivos, hipertensiones graves (grado IV) o una hipertensión maligna, por el riesgo de incrementar la lesión cerebral, por los mecanismos fisiopatológicos ya citados.
Es común que después de un A.V.C. de tipo isquémico sobre todo, la presión arterial se eleve hasta un grado I o un grado II, como una respuesta refleja del organismo ante la agresión moderadamente elevada, que está garantizando un flujo sanguíneo adecuado a la zona isquémica y principalmente a la zona de penumbra.
El uso de anticoagulantes es realmente controvertido, pero en los A.V.C. progresivos creo que tendría su mejor indicación y en los del territorio vertebro basiliar; siempre con un juicio clínico claro y sereno.
Finalmente, es importante insistir en las medidas generales ya citadas, como un medio eficaz de disminuir la mortalidad intrahospitalaria y procurar una rehabilitación rápida y satisfactoria de los pacientes con un accidente vascular cerebral.