Edit. #34, Las prácticas corruptas

Ramón Antonio Veras, El Nacional            República Dominicana        10/06/05

 

 

Todos los sectores, clases y capas sociales del país están conscientes de la gravedad del fenómeno de la corrupción. No pasa un día de la semana sin que una persona sensata y honrada manifieste su preocupación por la forma como el ladronismo se mueve por todas partes.

Hace algún tiempo, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, se expresó en el sentido de que la corrupción en el país ha llegado a tener categoría de cultura, y precisó que aquí se ve como normal el que se abuse de fondos públicos y se disponga de ellos.

Lo dicho en su momento por el Cardenal López Rodríguez, es la expresión de la verdad. Aquí se sustraen los recursos del Estado de forma alegre, como si el pueblo dominicano no tuviera dolientes. Robar los dineros del erario es, para muchos políticos, algo así como el complemento de su accionar en la politiquería. Por lo menos así lo aceptan los grupos que componen la cúpula de los partidos del sistema que han gobernado el país, para su beneficio personal, durante los últimos cuarenta años.

Bajo una democracia infuncional, con un sistema social en decadencia y unas instituciones que no sirven, lo mejor del pueblo ha tenido que soportar a todos un grupo de politiqueros corruptos, ambiciosos e irresponsables, que han hecho lo que les ha dado la gana con el presupuesto de la nación.

La impunidad ha sido la gran aliada de los políticos que se alzan con los bienes del Estado. De cada mil corruptos a lo mejor un pobre diablo va a la cárcel a descansar por un tiempo, aunque ninguno cumple las sanciones, si es que llegan a ser condenados por los tribunales.

Ciertamente, el fenómeno de la corrupción forma parte del sistema y cuando el Cardenal López Rodríguez, dijo que ha llegado a tener categoría de cultura, está confirmando el hecho de que la corrupción es inherente al ordenamiento social vigente. Hay que vivir convencido de que mientras esté funcionando el sistema actual estará presente la corrupción. Ella puede ser combatida pero no eliminada, aunque la voluntad política, desde las alturas, se manifieste en su contra, continuará presente en todas las instituciones de Estado.

Los pronunciamientos que se hagan contra el ladronismo y las distintas formas de corrupción sirven para fortalecer la lucha contra el robo al Estado y las demás lacras sociales, a la vez que edifican a amplios sectores del país, que a lo mejor, no ha llegado a comprender la magnitud de la podredumbre y la influencia de los actos de corrupción a nivel oficial.

Hacen falta voces calificadas que se pronuncien contra las acciones dolosas. Se impone la existencia de un amplio movimiento de fuerzas sociales y políticas que se identifiquen con los que se han mantenido activos expresando su rechazo a todo lo que signifique corrupción. Cada día debe se más amplio el abanico de luchadores sociales, que con calidad, estén dispuestos hacer aportes significativos para adecentar, dentro de lo posible, el ambiente social del país. Los que aquí son los más que aspiran a vivir en un medio en el cual se puedan respirar aires de decencia y no la pestilencia que ahora está presente por todas partes. Hay que erradicar la cultura de la corrupción.

Los sectores que tienen un sentido realista en torno a lo que ha constituido la corrupción a nivel del Estado deben de estar convencidos de que si se mantiene la situación como hasta ahora tolerando el robo de los dineros del erario y otras practicas corruptas, aquí algunas personas se van a llegar a creer que la norma es el robo y la honradez la excepción. Las futuras generaciones tienen muy poco que aprender de lo que ha sido la practica desde el gobierno en el manejo de fondos públicos.