Todos los sectores, clases y capas sociales del país están
conscientes de la gravedad del fenómeno de la corrupción. No pasa un
día de la semana sin que una persona sensata y honrada manifieste su
preocupación por la forma como el ladronismo se mueve por todas
partes.
Hace algún tiempo, el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodríguez, se
expresó en el sentido de que la corrupción en el país ha llegado a
tener categoría de cultura, y precisó que aquí se ve como normal el
que se abuse de fondos públicos y se disponga de ellos.
Lo
dicho en su momento por el Cardenal López Rodríguez, es la expresión
de la verdad. Aquí se sustraen los recursos del Estado de forma
alegre, como si el pueblo dominicano no tuviera dolientes. Robar los
dineros del erario es, para muchos políticos, algo así como el
complemento de su accionar en la politiquería. Por lo menos así lo
aceptan los grupos que componen la cúpula de los partidos del
sistema que han gobernado el país, para su beneficio personal,
durante los últimos cuarenta años.
Bajo una democracia infuncional, con un sistema social en decadencia
y unas instituciones que no sirven, lo mejor del pueblo ha tenido
que soportar a todos un grupo de politiqueros corruptos, ambiciosos
e irresponsables, que han hecho lo que les ha dado la gana con el
presupuesto de la nación.
La
impunidad ha sido la gran aliada de los políticos que se alzan con
los bienes del Estado. De cada mil corruptos a lo mejor un pobre
diablo va a la cárcel a descansar por un tiempo, aunque ninguno
cumple las sanciones, si es que llegan a ser condenados por los
tribunales.
Ciertamente, el fenómeno de la corrupción forma parte del sistema y
cuando el Cardenal López Rodríguez, dijo que ha llegado a tener
categoría de cultura, está confirmando el hecho de que la corrupción
es inherente al ordenamiento social vigente. Hay que vivir
convencido de que mientras esté funcionando el sistema actual estará
presente la corrupción. Ella puede ser combatida pero no eliminada,
aunque la voluntad política, desde las alturas, se manifieste en su
contra, continuará presente en todas las instituciones de Estado.
Los
pronunciamientos que se hagan contra el ladronismo y las distintas
formas de corrupción sirven para fortalecer la lucha contra el robo
al Estado y las demás lacras sociales, a la vez que edifican a
amplios sectores del país, que a lo mejor, no ha llegado a
comprender la magnitud de la podredumbre y la influencia de los
actos de corrupción a nivel oficial.
Hacen falta voces calificadas que se pronuncien contra las acciones
dolosas. Se impone la existencia de un amplio movimiento de fuerzas
sociales y políticas que se identifiquen con los que se han
mantenido activos expresando su rechazo a todo lo que signifique
corrupción. Cada día debe se más amplio el abanico de luchadores
sociales, que con calidad, estén dispuestos hacer aportes
significativos para adecentar, dentro de lo posible, el ambiente
social del país. Los que aquí son los más que aspiran a vivir en un
medio en el cual se puedan respirar aires de decencia y no la
pestilencia que ahora está presente por todas partes. Hay que
erradicar la cultura de la corrupción.
Los sectores que tienen
un sentido realista en torno a lo que ha constituido la corrupción a
nivel del Estado deben de estar convencidos de que si se mantiene la
situación como hasta ahora tolerando el robo de los dineros del
erario y otras practicas corruptas, aquí algunas personas se van a
llegar a creer que la norma es el robo y la honradez la excepción.
Las futuras generaciones tienen muy poco que aprender de lo que ha
sido la practica desde el gobierno en el manejo de fondos públicos. |