De la misma forma que cada persona física tiene
actitudes, comportamientos, particularidades, cualidades
y peculiaridades que explican su carácter, también los
politiqueros reúnen elementos que sirven para comprobar
su inclinación a la hipocresía, a la falsía; su descaro,
su doblez, su simulación y disposición para ser un
impostor, un farsante de la política.
La gran mayoría del pueblo dominicano tiene que haberse
dado cuenta que la generalidad de los politiqueros que
inciden en la vida política nacional no son más que
grupos de hipócritas que viven de la simulación, el
disimulo, con el disfraz puesto fingiendo lo que en
verdad no son. Al ser ladrones se venden como honrados,
al ser sucios se presentan como limpios y al ser
auténticos hipócritas se ubican dentro de los sinceros
para confundir al pueblo que se ilusiona en el curso de
cada campaña electoral.
Para identificar el sentido de la hipocresía en los
politiqueros que estafan al electorado dominicano basta
con tomar como referencia el reciente escándalo que se
ha denunciado y comprobado relacionado con la
falsificación de actas de nacimiento y de pasaportes,
así como la falsía en la persona de los regidores.
Todo el conjunto de estas acciones fraudulentas no son
más que la expresión directa de la politiquería llevada
a cabo por todos aquellos que, carentes de dignidad,
decoro, talento y sentido de hombres y mujeres de bien
han hecho de la política un puro negocio, indecente por
cierto.
Falsificar actas de nacimiento, adquirir mediante compra
pasaportes diplomáticos y simular ser regidor, forma
parte de todo el arsenal de trampas, estafas y demás
maniobras fraudulentas utilizadas por los partidos
tradicionales y la generalidad de sus cúpulas
dirigenciales.
Cuando los delincuentes de la política están buscando,
mediante el fraude, los votos de los electores y
electoras no tienen limitaciones en sus ofrecimientos
con el fin de obtener los fines perseguidos que no son
otros que alcanzar que los ciudadanos y ciudadanas
depositen sus votos en las urnas o cajones y para que,
en última instancia, resulten legitimadas las
instituciones del Estado y seleccionados aquellos que
han de ir a ocupar los cargos electivos.
No es más que pura hipocresía la que manifiestan los
aliados e ideólogos del sistema cuando expresan su
supuesto asombro por todo lo que se movió alrededor de
las acciones fraudulentas que culminaron con la
obtención de actas de nacimiento falsas, pasaportes
diplomáticos fruto de operaciones dolosas y supuestos
regidores. Los que se aprovecharon de la documentación
fraudulenta son los mismos que sirven como activistas a
los cuadros dirigenciales que procuran, por medio del
clientelismo, llegar a ocupar cargos de presidente de la
república, senadores, diputados, síndico y regidores.
No se puede ver en forma aislada la alianza impúdica que
existe en el mosaico político nacional. A las actas de
nacimiento falsificadas, a los pasaportes falsos y a los
regidores simulados hay que sumarles el Plan Revone, a
los banqueros ladrones, el Caso Quirino y todas las
cosas sucias cubiertas con el manto de la impunidad en
el seno de la sociedad dominicana y que son la expresión
directa de una sociedad deteriorada, agrietada, dominada
por la podredumbre social y politiquera.
El
caso de los regidores ha salido a relucir porque en el
mismo se han dado dos situaciones: la primera, que hay
potencias coloniales interesadas en que se enfrente el
caso legalmente en lo tocante al tráfico de personas, y
la segunda, que los politiqueros que están involucrados
en las falsificaciones son "tigres" de poca monta. |