La forma
como está organizada y funciona la sociedad dominicana
es la ideal para los que se sienten bien moviéndose en
un ambiente de ilegalidad, desorden, irresponsabilidad,
corrupción y acciones delincuenciales de toda índole. A
un hombre o mujer que se respete, le resulta sumamente
difícil vivir, mentalmente bien, en el ambiente social
que respiramos los dominicanos en estos momentos.
No hay un
lugar del país donde no esté presente la descomposición.
En el comercio, en el sector industrial, en la banca, en
el ejercicio de las actividades profesionales, en el
Senado, en la Cámara de Diputados, los partidos y
organizaciones políticas, en la prensa y el servicio
policial, en la familia, en la escuela, en las
universidades, en fin, es la sociedad entera que está
arropada por una lepra, el fenómeno de la corrupción.
Lamentablemente, no todos los dominicanos estamos
formados para vivir bajo las normas -si así se pueden
llamar- que imperan hoy y que no imponen la decencia, el
trabajo, el decoro, la honradez y la seriedad como
virtudes que adornan al ser humano para su convivencia
en una sociedad civilizada, como se supone que es en la
que vivimos. Lo que a diario vemos es que para muchos
resulta lo mismo tener un comportamiento serio,
respetable y digno, que actuar como un sinvergüenza,
pícaro, desvergonzado, caradura.
El que
emite un cheque sin provisión de fondos para pagar una
deuda, lo hace con la misma naturalidad que si la
honrara en efectivo. El descarado, insolente y atrevido
no tiene el menor escrúpulo para poner en práctica
acciones descalificadas. El político que cambia de
partido como de ropa interior, es el que se levanta con
la creencia de que es lo mismo mantener coherencia
ideológica en base a principios de firmeza que moverse
de organización como una prostituta de baja monta.
Si se
quiere un ejemplo de lo que representa la podredumbre en
nuestro medio, basta tomar como punto de comparación lo
que era un banquero ayer y la forma como se comportan
muchos que se han metido a dirigir bancos comerciales
como si semejante función no entrañara ser modelo de
decencia, honradez, así como otras virtudes que generan
confianza en el ser humano.
Las
personas que ayer estaban al frente de los bancos
merecían la confianza de los ahorrantes, los
depositantes y de los demás directores de la institución
financiera. Pero hoy la situación es totalmente
diferente porque se han enganchado a banqueros hombres
que no tienen ninguna formación familiar de decencia, al
parecer se levantaron en un medio de pícaros, rastreros
y truhanes. Por eso, no debe sorprender que hoy aparezca
un ejecutivo de banco falsificando la firma de un deudor
estampada en un pagaré en el cual el crédito real era de
diez mil pesos, pero el metido a banquero, alterando el
documento, ha hecho figurar como que la deuda es por
diez millones de pesos, y si el acreedor era uno solo,
el " banquero" le agrega, además del
real y solitario, otros colaterales poniéndolos como
deudores solidarios.
Algunos improvisados banqueros tienen
una formación de baja estofa, pedigree dudoso, son así
como realengos sin control. Hay que reconocer que la
sociedad dominicana de hoy, al no exigirle honradez,
dignidad ni decoro a los que la integran, es sumamente
positiva, ideal para vivir en ella. El sinvergüenza está
en sus aguas porque nada le repugna, todo lo ve bien,
está en buena con los de arriba y con los de abajo, le
da lo mismo pagar que ser un pícaro, ser corrompido,
mentiroso, charlatán, narcotraficante, que llevar una
vida digna, decorosa y apegada a la decencia. |