A
los electores y electoras que deciden ejercer el derecho a votar en
las próximas elecciones municipales y congresionales se les presenta
la oportunidad de descartar como opción a los candidatos de los
partidos tradicionales que desde ya han decidido suplantar la
voluntad política de las bases de sus respectivas entidades.
Cada
una de las cúpulas de los partidos del sistema se han constituido en
intérpretes antojadizos y caprichosos de los que en el seno de esas
organizaciones políticas representan las mayorías. Las masas
populares no son tomadas en cuenta para elegir a sus representantes
y tampoco se les permite desempeñar el papel de que puedan resultar
seleccionados.
Basta con escuchar los pronunciamientos que hacen los principales
dirigentes de los tres partidos cuando se refieren a los posibles
candidatos a senadores, diputados, síndicos y regidores. En lo que
atañe a los que posiblemente resulten electos no se incluyen a los
verdaderos hijos del pueblo, a los que real y efectivamente son los
más. Los cuadros dirigenciales se burlan de las bases y para
satisfacer sus aspiraciones y pretensiones sacrifican a los de
abajo, a los que están en los partidos del sistema solamente para
hacer bulto, pero no para ocupar cargos en los cuales pueden
realizar un trabajo en beneficio de su clase o de la comunidad.
La
generalidad de los partidos que utilizan a los electores y electoras
para que con sus votos legalicen los organismos del Estado, por
medios fraudulentos o apoyándose en disposiciones estatutarias
hechas a la medida de sus conveniencias, dejan a los de abajo, a las
bases, sin representación en los cargos electivos.
Las
convenciones que celebran los partidos del sistema se llevan a cabo
con la única finalidad de cumplir con formalismos requeridos por la
Junta Central Electoral. Cuando se llega a efectuar una asamblea
para elegir a los candidatos, ya hace tiempo que la cúpula hizo los
amarres de lugar para que resulten electos sus aliados o cómplices
de maniobras o estafa política.
Los
que aquí han visto los ciudadanos y ciudadanas en los últimos días
no es más que la utilización de los mismos métodos que las cúpulas
han aplicado cada vez que se presentan los procesos electorales. En
nombre de una falsa disciplina y trampa política, los que están en
la cima de la dirección celebran acuerdos de aposentos dejando a las
bases sin decisión política.
Resulta penoso ver a hombres y mujeres del pueblo que tienen veinte
y treinta años militando en los partidos tradicionales y nunca han
resultado electos para ningún cargo electivo porque los mismos están
reservados para determinados grupos. Basta con tomar en cuenta que
hasta ahora no ha llegado a ocupar un cargo de senador ningún
representante de la clase obrera o de los campesinos sin tierra del
país, como si estas clases sociales no tuvieran militancia en los
partidos con representación congresional.
Es de esperar que más temprano que tarde los
hombres y mujeres del pueblo que están en la base de los partidos
tradicionales se den cuenta que también ellos tienen derecho a ser
dueños de su propio destino y que, hasta ahora, han sido víctimas de
las maquinaciones de las cúpulas dirigenciales que juegan a la
politiquería en nombre de los que en sus respectivas organizaciones
constituyen las grandes mayorías. Las alianzas al margen de las
bases carecen de expresión política popular. Son acuerdos sin las
bases. Son negocios políticos indecentes |