En la sociedad dominicana convergen diferentes sectores,
clases y capas sociales las cuales tienen criterios
distintos de cómo intervenir en el accionar político
nacional. Para algunos, la política es un medio para
escalar socialmente, para otros, es una vía para que se
produzcan los cambios que requiere el país para que las
grandes mayorías salgan del atraso.
Quienes persiguen satisfacer apetencias personales por
medio de la política no tienen limitaciones en cuanto a
los métodos para lograr sus objetivos, que van desde la
difamación, pasando por el robo, hasta llegar a las
acciones criminales más espeluznantes. Por tal razón,
creen en el principio jesuístico de que el fin justifica
los medios.
A la generalidad de los políticos del sistema y ocupan
altas posiciones poco les importa la buena o mala
opinión que de ellos se tenga. En un partido de negocios
no se busca a los hombres y mujeres de valía, sino a los
que puedan servir para la materialización de lo que se
propone su organización.
El pueblo dominicano se encuentra en una situación
difícil en lo que se refiere a la lucha política y a la
incidencia de los partidos en las decisiones más
importantes a nivel de las instituciones que conforman
el Estado.
Los hombres y mujeres decentes y honrados están
conscientes de que están dirigidos por sectores que
carecen de vergüenza, dignidad, decoro y honor, pero
también saben que esos mismos grupos de degenerados
tienen en sus manos el poder de decisión en las
organizaciones que hacen posible alcanzar el poder. No
basta la indignación que producen los actos
delincuenciales de la generalidad de los que forman
parte de las cúpulas dirigenciales de los partidos del
sistema; también hace falta que la mayoría se dé cuenta
de que no puede seguir gobernada como hasta ahora y que
un cambio se impone; no basta comprender la esencia y
realidad de los fenómenos negativos, sino buscar y
aplicar en cada coyuntura los métodos adecuados para
combatirlos.
Así, por ejemplo, durante más de cuarenta años, en
Venezuela, los partidos Acción Demócratica y Copey,
controlaron el Estado, lo manejaron como algo suyo,
hasta el punto de que las distintas administraciones se
robaron más de 240 mil millones de dólares.
El fenómeno de la corrupción llegó a dominar todas las
instituciones del Estado venezolano. El pueblo hastiado
se quitó de encima la basura política.
Algo parecido a lo ocurrido en Venezuela, a nivel de
corrupción y degeneración política, está ocurriendo en
nuestro país y por vía de consecuencia el cambio tiene
que venir, pero no llegará porque así lo quiera un grupo
social ni la divinidad, sino porque el mismo pueblo, con
su accionar político, va a crear el o los instrumentos
que servirán de palanca para barrer las lacras sociales
que han estado administrando los organismos estatales
para beneficio de minorías rapaces, insaciables y
despreciables.
Los procesos sociales no tienen fecha para su
consumación. Desplazar la delincuencia del poder
político no es tarea fácil, pero no resulta imposible
porque las fuerzas motrices que han de cambiar el actual
estado de cosas están ahí y en disposición de luchar.
Son más los están fuera de los
partidos que los que forman parte de ellos. En las bases
de las organizaciones políticas están los hombres y
mujeres que no se han involucrado en actos de corrupción
y van a ser actores principales para quitarse de encima
a los sinvergüenzas y ladrones que han desnaturalizado
la lucha política y prostituida a sus partidos. Están
ligados, aquí la corrupción, la política y los partidos,
pero no siempre será así. |