Edit. #58, ¿Votar en las elecciones? ¿Para qué?
Hanlet Hermann, Periódico Hoy Santo Domingo, RD 04/17/06
Dice la Constitución dominicana que a nadie se le puede obligar a hacer lo que
la ley no manda ni impedírsele lo que la ley no prohíbe. Viene esto a colación
porque exactamente dentro de un mes, el próximo 16 de mayo de 2006, se
celebrarán en República Dominicana las elecciones congresuales y municipales.
Pero, vistos los resultados de los últimos 45 años me veo obligado a preguntar:
¿valdría la pena consumir un par de horas de ese día para favorecer a quienes de
seguro nada harán a favor de República Dominicana?
¿Debo contribuir a conformar un Senado y una Cámara de Diputados que lo único
que han sabido hacer es dilapidar el erario y desacreditar esas instituciones?
¿Debo hacerme cómplice de la elección de un Síndico que nada ha creado en
beneficio de la ciudad al tiempo que dedica gran parte de los recursos a
satisfacer su vanidad y a financiar al partido político al cual pertenece?
¿Debo desperdiciar un día de asueto para votar a favor de personas que aspiran
al cargo honorífico de Regidor del Ayuntamiento a sabiendas de que mediante
perversidades colectivas van a cobrar un salario a nivel de Presidente de la
República?
No, definitivamente no pienso votar en las próximas elecciones congresuales y
municipales. Tomo esta decisión porque en República Dominicana para la
candidatura a un cargo político no se toman en cuenta ni la inteligencia, ni la
honradez, ni la dedicación patriótica. Es la aberración de preferir la
militancia olvidándose por entero de la calidad, de los valores morales en los
individuos. No en balde en los recientes 45 años de supuesta democracia que
hemos sufrido, los funcionarios corruptos han crecido como la verdolaga y
ninguno de ellos ha sido castigado en los tribunales de justicia. Todo porque
los partidos políticos han establecido la norma de nunca elegir a los auténticos
representantes del pueblo. Prefieren aportar delincuentes convictos y/o confesos,
cómicos, cantantes y cualquier otra clase de gente que no tiene la preparación
necesaria ni suficiente para desempeñar los cargos. Y con ese tipo de
postulaciones no hay posibilidad de derrocar a la mediocridad ni a la corrupción,
menos aún a la impunidad.
Y si el problema sólo fuera la calidad de los candidatos y las cantidades en las
votaciones, esto podría tener solución. Pero el conflicto está en que la
democracia dominicana no reside sólo en las votaciones, sino en el conteo de los
votos. Con una Junta Central Electoral cuestionada hasta por sus propios
miembros es poco lo que puede esperarse en cuanto a transparencia y claridad en
los resultados. No en balde los partidos políticos mayoritarios han hecho todas
las trampas conocidas (y hasta se inventan algunas nuevas) para seleccionar
jueces prestidigitadores de manera que cuenten los votos que les favorecen y
desaparezcan aquellos que los perjudican.
Dentro del caos político que nos caracteriza, algo que sorprende sobremanera es
la poca importancia que los dirigentes y los analistas conceden a la abstención
en los procesos electorales. Incluso los he escuchado decir que la abstención es
una forma de consentimiento del sistema político imperante, tal como dijera un
ministro del gobierno actual en torno a la construcción de una isla artificial
en las costas dominicanas. Los eruditos están cerrando los ojos ante
comportamientos que podrían estar señalando males muy profundos en la estructura
social. Eso para no mencionar el hecho de que si la gente va menos que siempre a
las urnas es porque el funcionamiento de los mecanismos políticos ha caído en
grave crisis y el sistema va perdiendo legitimidad. Aunque no les guste debían
tomar en cuenta el uso que el pueblo le da a la indiferencia abstencionista como
una forma extrema de descontento y como castigo a las inmoralidades de los
políticos.
En lo que a mí respecta, estoy convencido que no debo hacerme cómplice de la
elección de funcionarios que, sin lugar a dudas, van a violentar aquello que
están supuestos a defender. Que nadie pida pruebas para condenarlos antes de que
vuelvan a cometer los delitos. Si 45 años de comprobaciones no son suficientes,
no soy yo quien va a darles la oportunidad para que reincidan en agredir a este
país que nos ha visto nacer. Prefiero emplazar una mecedora en la puerta de mi
casa y balancearme viendo pasar a una minoría de la población que, en su
desesperación, no cesa de cambiar de dioses y de preferencias políticas como
forma de expresión de su impotencia.