READING, PA.-El
Gobierno ha comenzado a celebrar reuniones
para analizar el muy agudo problema de la
creciente delincuencia, que casi todos los
días deja un macabro saldo de muertos y
lesionados y mantiene a la población en una
permanente zozobra.
La inicitiva, de la que se supone saldrá
alguna estrategia para enfrentar la crisis,
es loable si no se suma, como es usual y de
temer, a las tantas reuniones inútiles, para
hablar plepla y comer entremeses, en las que
se han especializado los gobiernos de Leonel
Fernández, que suelen tener como
particularidad folclórica, la vacua recua de
talleres, seminarios, simposios y diálogos,
cuyas recomendaciones, a juzgar por los
hechos, al final se tiran a la basura,
excepción hecha de las sugerencias de
Agripino Núnez, que como vocero
supra-oficial de la élite empresarial y
económica del país, tiene que ser escuchado
y atendido.
La principal variable que determinará qué
tan fructífero podrá ser el encuentro para
contrarrestar la delincuencia, es la
capacidad de autocrítica de convocantes y
convocados, como representantes de distintos
sectores que son los que han controlado y
diseñado el destino dominicano y que son los
que tienen el embudo, con lo ancho para
ellos, que son dos o tres, y lo estrecho
para los restantes millones que hay en el
país.
Entre esos convocantes y convocados que
parecen tan alarmados por las osadías de la
delincuencia común, hay muchos que han hecho
aportes fundamentales en la siembra de los
vientos cuyas tempestades hoy cosechamos.
Iglesia, empresarios, políticos y militares
han dictado las conductas que garantizan el
éxito y el prestigio. Han elegido los
mecanismos idóneos para el enriquecimiento
particular. Han apuntalado la impunidad. Han
mutilado la memoria colectiva para que el
delincuente de ayer, sea el honorable de
hoy. Han hecho las leyes a la medida de sus
intereses. Se han servido con la cuchara
grande el paternalismo estatal
exclusivamente dedicado al beneficio de los
capitales privados. Han saboteado la
institucionalidad y la transparencia. Han
establecido y consolidado la exclusión, la
discriminación y la marginalidad. Han
contribuído a auspiciar los patrones de
consumo irracionales. Han impuesto como
norma aceptada la ostentación grosera de
riquezas fraudulentas. Han creado e impuesto
unas políticas económicas a su gusto y
medida.
Ellos son los arquitectos e ingenieros de
este desorden.
La pregunta no es ¿cuántos guardias son
necesarios para neutralizar la delincuencia
común? Por lo menos hay que esperar que
alguna de las muchas conferencias
magistrales a las que han asistido el
Presidente y su corte, les haya servido para
enterarse de lo que sabe cualquiera sin
necesidad de ir a ninguna parte: Los
guardias no resuelven problemas sociales.
Sólo mentalidades como las de Vincho
-invulnerables a libros como los de Bosch-
pueden creer, o aparentar creer, en
soluciones militares para contrariedades
humanas. La crisis no es de botas y fusiles,
sino de neuronas, justicia, democracia e
institucionalidad.
Las preguntas son: ¿En qué medida la
corrupción institucionalizada en los
estamentos gubernamentales se reproduce como
conducta legítima en el resto de la
sociedad?
¿Cuál es el impacto que tiene en cierto
número de elementos sociales la convicción
generalizada y nada caprichosa, de que gran
parte de las autoridades que dirigen el país
no está sujeta a ley alguna?
¿Cuál es la estrategia para enfrentar la
pobreza y la marginalidad e incorporar al
sistema productivo a la juventud dominicana
sin perspectivas?
Las preguntas son: ¿Cómo se les puede pedir
a los delincuentes que cumplan leyes si
existe un muy visible sector económico y
político exonerado de ellas? ¿Qué es lo que
aprenden policías y militares en sus
instituciones y academias que tantos de
ellos forman parte de las bandas armadas que
andan asaltando en la calle? ¿Cómo depurar a
la Policía de forma que los extirpados no
salgan a la calle a reforzar la delincuencia
a la que de antemano pertenecen?
¿Con qué moral se puede recriminar a los
asaltantes llevando en las manos un rarísimo
contrato, a todas luces una estafa, como el
que presuntamente acaban de echar para atrás
con la Sun Land o como el más raro aún, de
ENADE, empresa que administra los bienes del
Estado supuestamente desde Octubre del año
pasado y de forma muy callada? ¿Por qué es
ahora que el país se entera de quién
administra esos bienes?
Cuando los convocantes y convocados a los
conversatorios del Gobierno quieran saber de
dónde han salido tanta delincuencia
flagrante y tanta violencia brutal, sólo
tienen que empezar por verse en un espejo y
deben saber algo: si creen que porque
sienten la peste llamando a su puerta, ya se
desbordó el vaso, se equivocan. Esto apenas
está comenzando. Falta mucho para tocar
fondo, pero no se impacienten, porque ahí
vamos a llegar.
Un Gobierno que no garantiza ni siquiera
que el correo te entregue una carta, no
puede enfrentar con eficacia la compleja y
crónica epidemia de la delincuencia común,
que está medularmente concatenada a la
delincuencia de cuello blanco.
Señoras y señores, la septicemia es general,
el paciente no va a recuperarse porque
intenten desenterrarle una uña. Si quieren
enfrentar los robos y asaltos en la calle,
tienen que ponerles frenos a los que ustedes
tan perfectamente conocen.
cleo264@yahoo.com
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