El estado de podredumbre, la
descomposición social que se
observa en estos momentos en
nuestro país no ha llegado de un
momento a otro; ha sido todo un
proceso de agrietamiento
iniciado en el seno de la
familia hasta llegar a
comprobarse en las distintas
instituciones y órganos del
Estado.
No es por capricho ni por
resabios sentimentales que se
admite como una realidad que
bajo el estado actual no podemos
seguir viviendo como sociedad
civilizada. Al margen de las
acciones de la delincuencia
común, se dan otros hechos no
menos repugnantes, alarmantes y
preocupantes llevados a cabo por
sectores y grupos estrechamente
vinculados con el accionar
político.
El comportamiento de los que han
hecho de la política un negocio
cada día motiva más la
desconfianza en el seno del
pueblo. Quienes ocupan lugares
prominentes en la dirección de
los partidos tradicionales han
realizado acciones bochornosas
que desdicen de lo que es hacer
política con sentido de honradez
y decencia, aunque para sus
actores hacer política es una
forma más de enriquecimiento no
lícito, pero dada la inversión
de valores aquí todo se acepta
como bueno y válido.
El convencimiento que tenemos
del poco valor que tiene para
nuestro pueblo el comportamiento
político de los delincuentes de
la política, quedó confirmado
hace unos días con las
declaraciones vertidas por el
Obispo Emérito Favio Mamerto
Rivas cuando dijo: "Son unos
descarados, yo vengo desde hace
mucho tiempo diciendo que no me
les llamen políticos a ésos que
son traficantes, comerciantes de
la política, avivatos que se
meten a la política y yo creo
que es una mafia organizada..."
La experiencia práctica ha
edificado a Mamerto Rivas para
tener el criterio que se ha
formado, con justa razón y
valederos motivos, para creer
que los politiqueros actúan como
mafia. Si alguna persona tiene
dudas con relación a la opinión
de Mamerto, solamente tiene que
pasar balance a lo que ha sido
el comportamiento de la
generalidad de los que,
supuestamente, han ido a
representar a los electores y
electoras a la Cámara de
Diputados, al Senado y a los
ayuntamientos.
La desvergüenza es y ha sido de
la esencia de los que en nombre
de la representatividad se han
burlado de los dominicanos y
dominicanas que, ingenuamente,
han creído en los delincuentes
de la politiquería llevada a su
más bajo nivel.
La realidad de los hechos ha
demostrado que los dominicanos y
dominicanas sanas, decentes, y
que quieren un mejor porvenir
para el país tienen que cambiar
de rumbo y saber que ya está
bueno, que se impone un cambio
en el ordenamiento social del
país y en la dirección política
del Estado. Las transformaciones
a que aspiramos no pueden ser
hechas por aquellos que han
saqueado el erario, han hundido
el país y lo han llevado a la
situación en que se encuentra
hoy, dominado por politiqueros
irresponsables, delincuentes de
cuellos sucio y cuello blanco
que solamente se preocupan por
su bienestar sin importarles el
estado en que nos encontramos
hoy.
Para un nuevo país debemos
construir un nuevo Estado
dirigido por hombres y mujeres
que puedan abrir sus manos y de
ellas no caer ni dinero robado
ni sangre. |