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XOCOMIL

Dedicatoria

Introducción

Claro de luna

No había rollo en Aguacatán

Xocomil


 

 

 

 

 

 

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A Monica,

nostra figlia,

figlia di Guatemala

 

En memoria de todas las víctimas de la guerra en Huehuetenango

 

In memory of Laura Green

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Veo en tus ojos

Solo dos razones para vivir

Un sol reciente

Que se ha empeñado en

Sobrevivir

 

(Luis Enrique Mejía Godoy)

 

 

 

 

 

 

 

 


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INTRODUCCION

 

He conocido a Javier hace unos años, con su “coppola”[1] azul, o tal vez negra, su rostro serio, pocas palabras, parecía un revolucionario, o quizás más bien un hombre del Sur, de cualquier Sur, un hombre que transmitía la antigua sabiduría del mundo rural. 

 

Han pasado unos años desde entonces y así sigo viéndolo hoy, un idealista que pone en práctica cada día lo que piensa.  Uno que trabaja por el bien de la gente, con dedicación y sentimiento, uno que posee una sola arma: la honestidad.  Cuando hablo de honestidad hablo de honestidad ética e intelectual.  En fin, una gran persona, uno que los ideales de las Naciones Unidas los tiene adentro y es capaz de inspirárnoslos a todos y todas los que estamos en esta organización, un excelente colega y amigo.  Uno que el poder no corrompe, uno que no tiene duda en meterse en situaciones peligrosas y “prohibidas” si siente que puede aportar algo.

 

El poder, es sabido, corrompe, pero corrompe a los que no tienen nada más que ofrecer.  Javier ofrece en este relato la humanidad de una vivencia, una vivencia que nos lleva a todos, los y las que trabajamos en las Naciones Unidas o en otras organizaciones políticas o humanitarias, a encontrar en la gente con la que trabajamos una razón de vivir y expresarse.

 

Los ideales que mueven a Javier y que salen a relucir en sus vivencias, egregiamente descritas, son la equidad, la paz, una justicia social, la reconciliación.   Javier, en su permanencia en una región, Huehuetenango, de la cual yo personalmente tengo recuerdos maravillosos, sigue luchando por esos ideales. 

 

El riesgo personal en que se metió en Aguacatán es prueba de ello, testimonio de un deseo de que las comunidades, que han vivido la guerra y que siguen viviendo todavía sus consecuencias, puedan disfrutar hoy, ahora, los beneficios de la paz.

 

Aprecio así mismo la franqueza del lenguaje y lo colorido de las imágenes, el uso del doble sentido que transforma algo vulgar, un rollo de papel higiénico, en una caricatura genial de una situación al límite de la tragedia.  ¿Cuántas personas más hubieran salido heridas o muertas aquel día en Aguacatán?  ¿Cuántas mueren sin que nadie, menos el Estado, intervenga para dar soluciones?  Esta es una tragedia que se repite en varios lugares del país, lugares donde la fuerza del diálogo no ha podido romper todavía con el circuito de la violencia.

 

Ese día la gente necesitaba quien la escuchara.  Escuchar, fácil el decirlo, difícil el practicarlo.  Javier estuvo allí, quiso escuchar, quiso hacer sentir a los Aguacatecos que hay alguien quien esta interesado en escucharlos.  Me pregunto: ¿es tan difícil entender esto? 

 

Cada uno de nosotros y nosotras lleva una o más historias consigo, es el privilegio de los que trabajamos afuera; nos llevamos los recuerdos que, inevitablemente, se transforman en lindos recuerdos.  ¿Pero los que se quedan? ¿Qué pasa con ellos? ¿Qué pasa con los Aguacatecos?  ¿Qué pasa con todos los demás indígenas, hombres y mujeres, de Guatemala?  Les queda un gran camino por recorrer, un camino lleno de obstáculos y que sin embargo merece la pena ser recorrido hasta el final. ¡El camino de la paz!

 

 

Alberto Brunori

Guatemala, septiembre 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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CLARO DE LUNA

 

Dice Serrat, en una de sus canciones, que la vida, de vez en cuando, nos besa en la boca, y eso es lo que nos ocurrió el pasado 7 de enero, en el primer plenilunio del 2004, fecha en la cual Giovanna dio a luz a Monica Susana.

 

Giovanna quiso dar a luz como se debe dar, pariendo naturalmente. Durante varias horas estuvo, con coraje y amor, tratando y tratando, pero no lo logró, por lo que hubo que hacer un parto cesáreo, al cual tuve la dicha de asistir.

 

Allí estaba Giovanna, serena y bella como siempre, lista para traer una nueva luz al mundo, y yo de su mano. La música de fondo fue el primer movimiento del concierto de violín, y por supuesto, el Claro de Luna, las dos obras de Beethoven.

 

Hasta el mismo momento de la salida del vientre materno, no sabíamos si era una nena o un nene, y cuando vi que era mujer, me estremecí como nunca antes lo había hecho, hasta perder casi el sentido. Pero lo que más me estremeció fueron tus ojitos mi hija, fueron tus ojitos divinos.  Tus ojos claros, tal vez del color del cielo o del mar, o tal vez verdes esmeralda como los de tu mamma o verdes oscuros como los de la selva de Petén.

 

No importa tanto de que color sean sus ojos Nos importa más que ella vea un mundo mejor, y eso es lo que haremos con Giovanna y suo fratellino Marcellino, quien desde el primer instante que vio a su sorellina, le quiso cubrir de besos, y lo hizo. Vamos a hacer todo lo que podamos para que Monica tenga una vida feliz, que no crezca con prejuicios y que ame la vida y el mundo.

 

Ella nació en Toj 9, que para la cosmovisión maya significa que es la lluvia y la comunicación de la vida con la vida. Su nombre Monica proviene del griego, y significa “única”, por que eres única y Susana que proviene de su abuelita paterna, que significa amor.

 

Queríamos agradecer a toda la gente que nos ha apoyado en esta etapa bella de nuestra vida, a las familias en Quito y en Turín, pero especialmente a los nonos Giancarla y Battista, y a nuestra amiga María por su apoyo incondicional al prestarnos su cariño y su departamento en la capital.

 

Tanto Giovanna como Monica están en perfecto estado de salud y estaremos de regreso a Huehuetenango a partir del 18 de enero.

 

Bienvenida al mundo Monica.

 

Eres lo que simplemente soñé.

 

Huehuetenango, 14 de enero del 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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NO HABIA ROLLO

EN AGUACATÁN

 

¿Te acordás vos, que hace cuatro años, escribí mi despedida de Guatemala? Pues la idea era volver después de unos veinte años, pero, fíjate vos, en menos de año y medio volvimos junto con Giovanna y nuestro Marcellino.

 

Ahora sí vos, me vuelvo a despedir de este país, pero ya no me atrevo a decir hasta cuando, pues una vez que viniste a Guatemala, casi seguro que volvés, pues.

 

En marzo del 2002 retorné a MINUGUA a trabajar en la sub oficina en Huehuetenango.  Eso sí, no todo ha sido bello, pues el 30 de junio del 2002, nos asaltaron en Totonicapán, pero eso, vos, ni siquiera quiero volver a pensarlo.

 

Ahora que MINUGUA está por cerrar sus puertas, quiero escribir una despedida, pues son casi diez años de mi vida en la Misión, que tantas alegrías me ha dado.

 

Me decidí a escribir  una historia que reflejara lo que es esta Guatemala profunda, la del interior, la que nadie conoce, a la que a casi nadie importa.

 

Así que, con tu permiso vos, voy a contarte un episodio curioso, dramático y cómico que me ocurrió el 17 de diciembre del 2003.

 

El 2003 fue un año electoral y estuvimos siguiendo el proceso en casi todos los municipios e Huehue.  Creíamos que en San Mateo Ixtatán se iba a armar la gorda, pero no.  El lío grueso se dio en un municipio chiquito, cerca de la cabecera, que se llama Aguacatán.

 

En este lugar, de apenas 570 Km. cuadrados, ¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡se hablan cinco idiomas, fíjate vos, cinco lenguas !!!!!!!!!!!, qué riqueza cultural. Pero así como es un municipio muy rico culturalmente, es muy pobre económicamente. Ni se sabe cuántos han emigrado al norte, pero lo que si se sabe es que la tierra que produce cebollas, sobre todo, está saturada y la pobreza es grande.

 

Además, vos, en Aguactán la guerra fue muy cruel, y encima de todo, es la cuna de Efraín Ríos Montt.

 

Este municipio fue creado en 1891 y creó tensiones desde su inicio entre dos grupos étnicos que pueblan la cabecera departamental: los chalchitekos y los aguacatekos.  Durante más de un siglo, estos dos grupos han sido antagónicos y las confrontaciones se vienen dando recurrentemente cada cierto tiempo.

 

Lo cierto es que luego de las elecciones, se armó la grande.  El alcalde volvió a ganar las elecciones y los opositores alegaron fraude.  No se pudo determinar el tal fraude, pero la gran mayoría de la población no quería de nuevo al alcalde.

 

El 23 de noviembre, el día que festejábamos el segundo cumpleaños de Marcellino, los dos grupos rompieron las hostilidades, con casi treinta heridos de bala.

 

“¿Por qué mierdas no viene MINUGUA a ver lo que pasa? Me gritaba alguien por teléfono. Y luego, otro energúmeno gritaba “esperan que haya muertos para venir a verificar, pisados de mierda”.

 

Pero el Tom había dado instrucciones precisas de no ir al lugar, así que yo, tranquilo me quedé en Hueheutenango.

 

Pero la situación se iba poniendo cada vez mas gruesa, y a mi me daban ganas de ir a ver que rollo había en Aguacatán. Pero, no, no había como.

 

El 17 de diciembre, una delegación del grupo opositor se presentó a nuestra oficina con una carta en la cual invitaban a MINUGUA a participar en la firma de un compromiso entre las dos partes. Supuestamente, los dos grupos en conflicto se habían puesto de acuerdo y querían la presencia de varias instituciones, entre ellas MINUGUA, para dar mas fuerza al pacto al que habían llegado.

 

Le llame a la Guda y le dije, que me dejara ir, pues ya no había peligro y que era muy importante nuestra presencia en el lugar.  Ella me preguntó y repreguntó si no habría peligro, y yo”no, no además que se a firmar el acuerdo a un km del pueblo y hay 300 efectivos de las FEP de la PNC dando protección al acto”.

 

Guda me autorizó a ir, así que le pedí a César que me acompañara, junto con Enrique que manejaría el auto.

 

Partimos con otras instituciones (PDH, MP, SAE) y al llegar al puente, vimos un fuerte dispositivo de seguridad de varios centenares de FEP, que custodiaban el lugar. Al sitio llegaron el señor alcalde son su gente y los dirigentes del grupo opositor.  Luego de casi una hora de diálogo, se acordó que se entregaría el local de la municipalidad y que el alcalde se sometería a una investigación de los fondos de la administración anterior. 

 

Se firmó el acto y cuando ya pensaba que nos íbamos a retirar, la fiscal del MP señaló que sería bueno informar del resultado positivo de las negociaciones al pueblo, que estaba reunido en el parque central, junto al edifico de la municipalidad.  Entramos al pueblo rodeados de las fuerzas de seguridad, pero a unas dos cuadras, miles de personas indicaron que solo dejarían entrar a la comisión, presidida por a fiscal del MP, garantizando la seguridad de todos nosotros. La fiscal pidió al comisario de la PNC que los agentes se quedaran a dos cuadras, pero listos para actuar ante cualquier eventualidad. Entramos con paso triunfal por la calle principal del pueblo. La gente aplaudía y no era nada tensa la situación.

 

En el parque central  había un altavoz y la fiscal informó del acuerdo llegado.  Sin embargo, la gente reaccionó fuertemente, diciendo que ellos no estaban de acuerdo y que solo se irían si el alcalde renunciaba a su puesto.

 

En ese momento, las salidas, o entradas al parque, fueron cerradas por la gente, dejando a los FEP fuera del recinto y a nosotros dentro del mismo. La fiscal dijo que nos retirábamos ya que así no se podía negociar, pero OH, sorpresa, la gente dijo “NO” no se van, hasta que renuncie el pisado del alcalde”

 

Fuimos obligados a subir al techo de la municipalidad, y en el parque quedaron unas 4000 personas, muchas en estado de ebriedad, que gritaban de todo y contra todos.

 

No nos trataron mal, pero no había forma de salir del lugar.  La gente exigía que se firme un acta en la cual se pedía que se investigue las obras de la municipalidad. No dejarían las instalaciones hasta que se lleve a cabo una auditoria. La situación se empezaba poner medio tensa, vos, cuando vimos que en una colina había un grupo de jóvenes encapuchados con palos y piedras, listos para atacar a las FEP.

 

El comisario se me acercó y me dijo”no se preocupe Lic., que de aquí salen ustedes vivos, estamos organizando el rescate, pero eso si, no le aseguro que no vayan a haber muertos o heridos entre la gente”. 

 

En ese momento, me puse más nervioso, pues por mi irresponsabilidad estábamos dentro del lugar que el Tom había dicho de no ir y yo le ponía en apuros a la Guda. En ese momento pensé: ¡¡la cagué!!

 

Decidí  llamarle a la Guda. “Guda, te llamo desde Aguactán, todo esta tranquilo pero……este,…je, je,…no nos dejan salir”. 

 

Ella se alarmó y me dijo que debíamos salir con César, de inmediato  del lugar, como pudiéramos. Me acerqué a Cesar y le dije que nos íbamos.  Me despedí de los colegas de la comisión (que se rieron pensando en que íbamos a lograr el escape)  y bajamos las gradas de la muni hacia el parque.

 

Fuimos con César. Caminamos hasta más allá de la mitad del parque, yo fumando un tabaco hecho el loco y César a mi lado.  Parecía que íbamos  a lograr la ansiada fuga, pero alguien nos reconoció, algo que no es muy difícil, dada mi pinta de Robert de Niro en su papel de conquistador en la película “La Misión” y César que parece más irlandés que chapín, fuimos descubiertos en nuestro intento de escape.

 

“A dónde MINUGUA?  Gritó alguien. Yo, con cara palo, les decía, “discúlpenme, pero ya son casi las tres de la tarde y yo tengo que ir a Huehue a trabajar”. Dicha excusa no convenció a los airados manifestantes y fuimos obligados nuevamente  a subir nuevamente al techo de la muni.

 

En esos días, Giovanna estaba punto de dar a luz a nuestra hijita Monica. La llamé y le dije” Ciao Principessa, como estai? “Benissimo”, dijo ella. Escucharla fue como oír un coro de Ángeles y me puse feliz pero, al mismo tiempo, con temor, pues no sabía como íbamos a salir de esta caótica situación. “Yo aquí estoy bien pero estoy de rehén en Aguacatán”.  Giovanna no se alarmó mucho y eso me dio más tranquilidad. Bella, bellisima, mia mogletina

 

Debo reconocer que la gente fue muy atenta. Hablar con ellos era hablar con los guatemaltecos que están sobreviviendo la extrema pobreza, la gente que trabaja y se esfuerza, pero que cuando se cabrea, ¡se cabrea, vos! Inclusive nos dieron algo de comer.  Era un plato de arroz con pollo y lo comimos con gusto.  Sin embargo, a los pocos minutos, sentí unas ganas muy grandes de ir al baño.  Empecé a bajar las gradas y eso provocó que la gente se molestara, pues creían que me quería escapar otra vez.”No, solo quiero ir al baño” imploraba yo. Al final, fui escoltado por dos gallardos jóvenes que me siguieron hasta el baño, o al remedo de baño, en las sub estación de la PNC.

 

Antes que yo, estaban dos señoras, pero mi estómago empezaba hacer estragos y empecé a sudar a chorros. Al fin, salió una viejita y yo entré, cual rauda y veloz saeta, a bajarme los pantalones.  Pero al cerrar la puerta, quedé en oscuridad total, y al puro tacto, encontré la tasa del baño y me acomodé para hacer lo que había venido hacer.

 

Mientras realizaba mi función escatológica, escuché gritos de la gente. “Puta madre”, pensé, “los de la FEP ya entraron a rescatarnos, y yo aquí, cagando”, sin poder moverme en oscuridad total.  Terminada mis necesidades básicas de cualquier bípedo implúmedo,  me di cuenta que no había papel higiénico. ¿Te ha pasado alguna vez estar en una situación tan cretina y ridícula, vos?

 

En ese preciso momento, que se armaba la grande, yo me preocupaba más en encontrar un miserable rollo de papel.  Gracias a mi actividad de fumador, encontré unos fósforos y prendí uno para buscar el tan necesitado rollo. Pero, ¿sabés qué?

 

¡¡¡¡¡¡¡¡¡NO HABIA ROLLO EN AGUACATAN!!!!!!!!

 

Menos mal, encontré algo para el efecto deseado y cuando intente salir, la puta puerta estaba cerrada.  Gritaba para que alguien me sacara, pues, pensaba, capaz que la gente se aloca y prenden fuego a la subestación de la PNC y yo ahí, metido, ¡bien cagado del susto, vos!

 

Para colmo, Enrique me llamó por radio para decirme que se estaban preparando para el asalto y el rescate nuestro. Yo rezaba para que se demoraran un ratito, tiempo suficiente para subirme los pantalones y encontrar la salida.

 

Al final, se abrió la puerta y subí nuevamente al techo.  El motivo de los gritos no era que las FEP ya habían ingresado, sino que se había llegado a escribir un acta y faltaba la firma del delegado de MINUGUA, y creían que me había escapado otra vez. Cuando me vieron, se dieron cuenta que mi rostro reflejaba una paz interior total y las cosas volvieron a su cauce.

 

Al final de la jornada, la fiscal se puso el huipil aguacateko, firmamos todo lo que nos pedían que firmáramos y salimos nuevamente en medio de los aplausos de la población.

 

El Tom ni se enteró de mis andanzas, la Guda se quedó más tranquila y la Giovi siguió con su embarazo normal.

 

¡Es que así es Guatemala, vos! Fantástica, violenta, hermosa, grotesca y mágica, todo al mismo tiempo.

 

El conflicto en Aguactán ha estado vigente desde antes de que llegue MINUGUA y seguirá vigente mucho tiempo después de nuestra salida.  Lastimosamente, ya hay una persona muerta, un joven de veinte años y muchos heridos y las tensiones mantienen a la población sumida en el miedo y en el terror. Ahora que nuestra salida de Guatemala es aproxima, yo me quedo con pena, sabiendo que en ese lugar, tan olvidado del mundo, hay gente buena, que lucha y que creé, pero no llegan a un acuerdo que traiga la tan ansiada paz a ese querido municipio de  Aguactán, en donde el 17 de marzo de 1988, siete compañeros de MINUGUA dejaron sus vidas por buscar la paz en este país, tan querido por mi.

 

Ya me voy vos, con la Giovi, Marcellino y nuestra hija Monica. Nos vamos a buscar  otro lugar, tal vez a buscar otra guerra, a buscar otro rollo (aunque sea de papel). Después de casi diez años, ha llegado el tiempo  de emprender nuevos caminos, nuevos horizontes, de cerrar un capítulo fantástico y apasionante.

 

Por cierto, sabés cuando nació Moita? 

 

El 7 de enero del 2004.

 

¿Y sabés donde? 

 

¡En Guatemala, pues!

 

Monica, sei una figila di Guatemala. Sei nostra figlia!

 

Arrivederci, in bocca di lupo, ci vidiamo dopo,

 

¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GUATEMALA!!!!!!!!!!!

 

 

Huehuetenango, 15 de agosto del 2004

 

 

 

 

 

 

 

 

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XOCOMIL

 

       No habían pasado más de diez minutos después de las seis de la mañana y Francisco Miranda ya llevaba fumados tres cigarrillos, esperando que apareciera el jeep de la Cooperación Alemana.  Un chorro de luz iluminaba la cordillera de Los Cuchumatanes y la temperatura era bastante agradable.

 

            Se encontraba a las afueras del Café Mi Tierra, de Huehuetenango, cuando al fin pudo ver la cálida sonrisa de Carlos Arias, un viejo conocido de sus épocas peteneras, cuando habían trabajado juntos como miembros de la Misión Internacional de las Naciones Unidas en Poptún.  El era el piloto y desde ese tiempo se  había fraguado una genuina amistad, aunque Francisco nunca llegó a conocer a su familia, o a sus familias, pues Carlos era un hombre de parranda y muy coqueto con cualquiera que tuviera faldas y supiera cocinar.

 

            - Discúlpeme por el retardo, don Panchito, pero a mi esposa le dio un ataque de diarrea y me tocó hacerle unas aguas para que se la pase el puto cólico.

 

            - Tranquilo, vos, no sé cual de tus mujeres, pero no hay pena, vamos bien de tiempo”.  Se acomodó en el asiento delantero del jeep, para iniciar un viaje que duraría alrededor de cinco horas, al note del departamento, a una aldea, o lo que fue alguna vez una aldea, llamada Petanac.

 

            La jefa de la Cooperación Alemana, Petra Stocker, a quien también conoció en El Petén, le había invitado a tomar unas fotografías en una ceremonia de inauguración de un monumento, en honor a 86 personas masacradas el 14 de julio de 1983.

 

            El tema de la guerra en Guatemala siempre cautivó a Francisco, así que no dudó un segundo en aceptar la oferta y aprovechar el viaje para visitar a su cuate uruguayo, Fabricio Rivera, un viejo fotógrafo corresponsal de muchas batallas y con quien había compartido algunas experiencias en fotografía.

 

            - Qué gusto verte, mi querido “Charlie”, hace rato que no sabía de ti y de tu vida acelerada. 

 

            - Pues por acá estamos, chambeando y tratando algún momento de  irme a los Estados, pues por acá la cosa está jodida. Estoy esperando que me llamen de la Embajada gringa para ver si me dan la puta visa de una buena vez.

 

            - ¿Hace rato que estás con los alemanes?  

 

            - Desde que terminó el trabajo en Poptún me vine a Huehue y gracias a una amiga, me contactó con ellos. No pagan mal, pero no pagan como a uno en los Estados, y uno que tiene deudas a granel, no alcanza el pisto, pero ahí le hacemos don Panchito.

 

            El viaje  fue por la ruta que lleva a Chiantla, enclave ladino en un departamento de mayoría indígena. 

 

            Era una suerte que el día fuera tan espléndido. Llegaron al Mirador, en la parte más alta de los Cuchumatanes. Un lugar magnífico para observar gran parte de la geografía de Guatemala.  A sus pies se extendía un paisaje maravilloso.  Parecía un mar de nubes, del que solo sobresalían las cumbres del volcán Santa María, y a lo lejos, el volcán de Fuego,  Acatengango y el de Agua. “Un verdadero éxtasis para la vista y el espíritu”, comentó Francisco. Atravesando los llanos de San Miguel, Francisco recordó que hace varios años estuvo en Ecuador recorriendo los páramos andinos de los volcanes Antisana y Chimborazo, con sus viejos cuates Javier y Armando.

 

            - Cómo se parece esto a Ecuador.  Es como si estuviera viendo las alpacas y los ponchos rojos de los puruahes en el  Chimborazo.

 

            El camino que lleva al norte puede ser maravilloso o terrorífico, pues las curvas cerradas, los buses desalmados y un precipicio enorme son la constante hasta el lugar, sin dejar a un lado las pésimas condiciones de la carretera, llena de hoyos, piedras, y uno que otro perro desaprensivo que siempre se cruza en el momento menos oportuno.

 

            Pasaron por San Juan Ixcoy rumbo a Soloma que, según Francisco, debía ser el pueblo más feo de Guatemala, sobre todo por el auge de dinero que llega de Estados Unidos que ha hecho de este lugar una suerte de estilos feísimos y en donde,  además, prima la ley del coyote más fuerte. Una vez pasado este monumento al mal gusto, enfilaron a Santa Eulalia, en donde pararon a saludar a Jesús Cárdenas, otro viejo amigo al que conoció en Petén y ahora trabajaba tratando de ayudar a mejorar la justicia, área titánica si se considera que la justicia europea, heredad de la conquista, no tiene nada que ver con la cultura local.

 

            Allí se detuvieron a desayunar en una cafetería pobre, pero digna, con calendarios de mujeres exponiendo sus mejores dotes, fotos de Enrique Iglesias, Ronaldo, Talía,  Brad Pitt, un león pésimamente embalsamado, seguramente  recuerdo de un circo, y las ineludibles moscas que merodeaban los panes y tortillas recién saliditas del comal.

 

            -¿Qué tal, Chus?”

 

            - Cabreado. El juez de instancia se quiso violar a dos indígenas y ahora las acusa de que ellas lo habían incitado. Puta, me cabrean estos funcionarios de mierda que usan su puesto para aprovecharse de las indígenas y para colmo, son ellas las que le provocaron”.  Y tu, ¿qué haces por acá, mí hermano?

 

             - Vengo acompañando a Carlos, por una invitación que me hizo Petra para la inauguración de un monumento en Petanac. Vos sabes que allí los chafas mataron a decenas de mujeres y niños en el 83.

 

             - Chafas de mierda, saber con cuántos habrá hablado uno-, sentenció lacónico con su acérrimo acento español.

 

            Quedaron en tomarse unas cervezas al retorno a Huehuetenango. Francisco y Carlos siguieron el viaje al destino y, desde allí, la carretera ya no era tal, sino un remedo de camino de tierra, pero sin los precipicios de antes.  En el viaje pudo ver kilómetros de árboles tirados en el suelo, dando un espectáculo deprimente y desconcertante.

 

            - Charlie, ¿por qué tantos árboles tirados en las orillas de la carretera?

 

            - Es que el ejército cortó todos los árboles para evitar las emboscadas de la guerrilla.

 

            - ¿Y por qué nadie utilizó la madera?  

 

            - Es que la gente cree que esa madera está maldita, así que la dejaron no más ahí tirada, pudriéndose con el tiempo, son ya mas de veinte años que están ahí”

 

            Ver el triste panorama de tanta madera podrida le hizo pensar sobre como fue esta guerra en Guatemala, donde no se respetó a nadie ni a nada, ni a la natura ni a la gente.

 

            - ¿Cuál era el grupo rebelde que estaba por acá? 

 

            - Era el EGP, creo que el frente Ho Chi Min. En realidad, los guerrilleros también tienen la culpa de tanta mierda, pues llegaron a ofrecerle el oro y el moro y cuando el ejército atacó a las aldeas, estos pisados nunca se hicieron presentes a defender a la gente.

 

            Llegaron a San Mateo Ixtatán, donde se habla el idioma chujj, y seguramente, uno de los lugares más bellos y olvidados del mundo. Es muy fuerte, todavía, la división de la gente entre los que apoyaron a la guerrilla, usualmente en las zonas rurales, y los ex patrulleros civiles, que apoyaron al ejército.

 

            - Hace como un año se armó la grande en San Mateo.   

 

            - Para los de la cabecera, los de la zona rural son puro guerrilleros y cuando hubo elecciones, ganó el candidato de la zona rural y los de la cabecera, que ven sobre el hombro a los rurales, no toleraron esa afrenta y se agarraron a patadas, puños y machete. Ahora la situación está mas tranquila, pero cualquier rato se agarran otra vez.

 

            Atravesaron el pueblo, atraídos por el cementerio, donde, entre otras, sobresale, una tumba  pintada con una bandera de los Estados Unidos.  Allí,  Francisco le pidió a Carlos que se detuvieran para conocer la catedral, pues las iglesias de los pueblos  siempre lo cautivaron.  Al entrar a la iglesia, sintió que estaba fuera de época. Viendo a las mujeres rezando en el suelo de tierra del templo, con sus inciensos, sus copales, sus huipiles, sus maximones, se preguntó a sí mismo si era él el que estaba fuera de época. ¿A qué dioses rezaban esas mujeres?  ¿Al maíz? ¿A Jesús?  ¿Al valle y la montaña? ¿A todos juntos?

 

            Era como estar en un estado del tiempo fuera del tiempo, tan distinto a la modernidad y la supuesta globalización.  Esas mujeres habían estado allí siempre, tratando de recuperar un pasado irrecuperable, lleno de catunes y nitunes. Representaban ese mundo tan extraño para los occidentales, ese mundo tan nebuloso, con todo su peso lleno de mitología, tan grande como la selva de El Petén, tan bella como el lago Atitlán, tan colosal como los conos de los volcanes.

 

            Terminada esa breve visita a otro mundo surreal, se dirigieron al oeste por la ruta que lleva a Nentón, y si antes el camino era malo, ahora era malísimo y nuevamente con los precipicios gigantes al costado de la carretera.

 

            - Menos mal que vos manejas, Charlie, que yo aquí mismo me meo en los pantalones solo de ver el abismo a mi costado.

 

            Carlos solo sonrió, sabiéndose que poca gente manejaba tan bien como él en caminos tan malos y peligrosos.

 

            Llegaron a un cruce en el cual el camino toma hacia una bajada muy empinada donde viven ahora algunos de los sobrevivientes de la masacre. Ellos tomaron el camino hacia arriba, hasta llegar al sitio mismo donde fue la mascare del 14 de julio de 1983.

 

            En el lugar estaban varias mujeres, hombres y niños y algunos cooperantes internacionales.  Allí saludó a Petra, quien se había adelantado para organizar la actividad.

 

            - Petra querida, gracias por tu invitación, vos sabés como me gusta esto, a pesar de lo duro que es.

 

            - Que gustó nuestro Francisco que hayas venido a estar con nosotros, o más bien, con la gente sobreviviente de la masacre. Como te dije por teléfono, queremos que saques las mejores fotos que podás.  Vení, que te quiero presentar a don Pablo Raymundo, nuestro contacto aquí, y también, sobreviviente de la masacre.  Don Pablo, le presento a un amigo, se llama Francisco  y viene a tomar unas fotos de la actividad, si a ustedes no les molesta.

 

            Don Pablo, era un hombre robusto, de unos cincuenta años, sin los dientes de arriba, sin embargo, con una mirada muy penetrante.  Francisco estrechó su mano y sintió esas manos duras y callosas de tanto trabajo con la tierra, manos curtidas por el azadón, por la lluvia, por la tierra, por el dolor.

 

            - Bienvenido don Francisco, y gracias por su compañía. Como sabe, aquí mataron a 86 personas y si sus fotos y testimonios ayudan a recordar al mundo esta tragedia, usted es más que bien venido a Petanac.

           

            Francisco se quedó sobrecogido por la deferencia de don Pablo, pero quizá más por la emoción, y no recordaba que respondió,  pero    conservó nítida, en cambio, la impresión  íntima tan profunda y desconocida que esas palabras le produjeron.

 

            El lugar era bello, bellísimo, difícil pensar que allí, justo hace veinte años se habían vivido momentos tan dramáticos.  Se retiró a una pequeña colina donde podía ver todo el imponente paisaje. Era una verdadera comunión del cielo y la tierra. Algunas nubes bajaban  hasta estar en contacto con la gente, dando una imagen surrealista.

 

            Mientras preparaba su cámara Canon EOS 1N, se le acercó a Francisco, don Pedro Mateo, quien sin mediar palabra de saludó le dijo “por ese camino que se ve al fondo, llegaron los pintos, allí mismo agarraron a Pedro Pablo y lo mataron, yo pude ver todo porque estaba en esa colina,  que ahora está pelada, pero en esa época estaba con monte. Yo me quedé escondido y vi que ochenta y cuatro soldados entraron a la aldea, gritando y ordenando a toda la gente que hicieran fila frente a la iglesia”.

 

            Francisco veía los ojos de este hombre, que miraban fijamente el lugar donde antes hubo una pequeña iglesia católica. No había rastro de odio ni de dolor en esas palabras que súbitamente habían salido de su boca.

 

            - ¿Cómo sabe usted que eran exactamente ochenta y cuatro soldados y no más o menos?

 

            - Yo los conté uno por uno. Eran todos soldados con sus fusiles y granadas. Separaron a los hombres de las mujeres y los niños y acusaron a todos de ser guerrilleros. Por esa loma que se ve al fondo, una muchacha de unos quince años salió corriendo hacia donde estaban su padre y sus hermanos, y vi como un soldado le disparó haciéndola rodar. Los soldados empezaron a gritar y agarraron a las muchachas y las empezaron a violar.  Los hombres gritaban que las soltaran, pero los soldados, como bolos, se reían y lanzaban gritos. El teniente que comandaba la patrulla ordenó a sus soldados que ametrallasen a todos los hombres. Las metrallas sonaban ta, ta, ta, ta, ta, ta, ta... Era horrible ver como caían los cuerpos y como se retorcían de dolor los que no morían. El mismo teniente ordenó que se llevaran a todos, vivos y muertos adentro de la iglesia.  Cuando terminaron de meter los cuerpos, los soldados rociaron con gasolina y la prendieron fuego.  Se escuchaban los gritos de la gente que quería salir, y al que lograba, ahí mismo lo tronaban. No tuvieron compasión ni de los viejos, ni de los niños.  Vi como tomaban a unos niños por los brazos y los estrellaban contra las rocas. Y lo hacían riéndose como locos. Cuando terminó la matazón, yo seguía escondido entre los arbustos y escuchaba a los soldados reírse y contar lo que habían hecho, sin importarles que hubieran matado a gente como si fueran puros chuchos, si ni siquiera a un chucho se lo mata, y estos pisados se reían. Entraron a las casas y se llevaron lo que quisieron. Luego mataron unos chompipes y se los comieron.  Todo esto duró unas cuatro horas. Imagínese usted que en cuatro horas mataron a casi ochenta personas y luego se sentaron a comer chompipe como si nada hubiera pasado.  Yo seguía sin moverme, y allí me quedé hasta la noche, hasta que vi que se fueron hacia Bulej, cantando y medios bolos todos los pintos”.

 

            Francisco estaba sin palabras, pues pensaba que solo  tomaría unas fotos, escucharía los discursos de rigor y hasta mañana. Pero no, estaba escuchando un testimonio de un sobreviviente que contaba los hechos de manera tan singular, apacible incluso. Volvió a ver el majestuoso paisaje y en su imaginación vio a la muchacha correr a donde su padre y hermanos y como el soldado le disparaba y ella rodaba por la peña. También vio a los hombres destrozando a los niños en las mismas piedras que ahora tenía ante sí. Vio como  disparaban los soldados ebrios de placer hacia la gente que caía inerte o herida y como los encerraron en una iglesia que ya no había, pero quedaban sus cimientos y donde casi cien seres humanos fueron quemados, humillados, violados, matados como coches, como decía don Pedro, este hombre sin rencor, sin odio, sin nada.

 

            Francisco estuvo allí sentado un buen rato, sin saber en que pensar y dejando a su fantasía volar.  Allí veía ahora a unos niños jugando con una pelota de plástico, riendo, gozando con su ignorancia de saber que allí mismo, a niños como ellos -sus primos o hermanos tal vez- les destrozaron contra esas piedras que ahora servían de arcos de fútbol.

 

            Llegaron los discursos, se inauguró un monumento pequeño, pero digno, en donde estaban los nombres de cada uno de los que murieron en la iglesia.  Allí sonaba una marimba, con su melodía triste, con su son tan chapín.

 

            Haciendo un esfuerzo, Francisco logró volver a la realidad y tomó tres rollos de fotos. Las caras de las mujeres, la sonrisa de los niños, las miradas de los hombres, la montaña, el camino por donde llegó la patrulla, en fin, tomó todo lo que tres rollos de treinta y seis le permitían tomar.

 

            Petra se acercó a Francisco.

 

            - Te conozco Pancho, y se que esto te ha afectado mucho, a pesar de tantos cementerios clandestinos que has visto y tantos testimonios, se que el tiempo que don Pedro te habló, sus palabras te llegaron, como a mi.  No quise acercarme, pues él se acercó a ti de manera espontánea y creí que era bueno que tú lo escuches. ¿Cómo te sentís?

 

            - No sé como me siento Petra.  Creo que me siento mal por lo que escuché, pero creo que me ha dejado con algo adentro que creo que es bueno”

 

            - ¿Y qué es?

 

            - No sé como explicártelo, pero siento que algo debo hacer por esta gente, no solo tomar las fotos y dejar en un papel los rostros y los lugares, algo más pero no se qué.

 

            - ¿Te puedo pedir un favor, Pancho? 

 

            - Claro.

 

            - Cuando sepas que es lo que quieres hacer, avísame.

 

            - Te lo prometo.

 

            El pepián que comieron fue buenísimo, y el guaro cayó muy bien, pues a pesar del día espléndido, el frío se hacía sentir. Eran casi las tres de la tarde, cuando Edmundo se acercó a Francisco y le dijo que era hora de volver, pues el camino no era de lo mejor y quién sabe cuántos bolos encontrarían en el viaje. 

 

            - Vamos Charlie, creo que el viaje me servirá no solo para digerir el pepián sino todo lo que escuché al viejito ese, don Pedro Mateo.

 

            De regreso en el camino, Carlos puso sus infaltables casetes de música ranchera.  Era algo que Francisco nunca entendió, pues Edmundo era el más grande detractor de los mexicanos, pero se sabía todas las canciones de Los Tigres del Norte.  Escuchaban la famosa canción “La Reina del Sur”.

 

            - Sabes Charlie, esta visita me dejó extraño. Por un lado estoy con el ánimo por los suelos, pero por otro lado, tengo una rabia muy grande por lo que allí sucedió. No puedo imaginarme como una persona puede llegar a tal barbarie para llegar a cometer tantas atrocidades. Siento que me hierve la sangre y más aún, cuando no sé a cuántos de estos asesinos me habrá tocado saludarlos o incluso tener hasta cierta amistad.

 

            Seguían por el camino tortuoso de regreso a Huehuetenango. Francisco, un poco harto de tanta ranchera, le pidió a Carlos que pusiera un casete de Serrat.

 

            Francisco siguió pensando en voz alta, casi sin importarle que Carlos lo escuchara, si es que lo hacía.

 

            - Creo que la mejor manera de saldar cuentas no es llevando a los asesinos a la justicia, pues los juzgados están tan en la mierda que nunca se llegaría a juzgar a nadie. ¿Sabes lo que pienso? Creo que se debería hacer algo así como lo que se hizo en Sud África.  Allí se creó una comisión de la verdad, pero no para llevar a juicio a los blancos que mataron y asesinaron a los negros. Fue un poco más pragmática, y lo que buscó fue que de alguna manera se diera un real arrepentimiento. Vi un programa donde un policía blanco pedía perdón a las madres de cinco muchachos negros que fueron muertos por las fuerzas de seguridad. Según el informe oficial, eran cinco guerrilleros y los agentes actuaron en defensa propia, pero en realidad fueron muertos por ser negros y nada más.  El policía blanco, que algo de conciencia tenía, pidió perdón a las madres.

 

            Mientras Francisco seguía el relato, Carlos sí estaba realmente atento a lo que su ex colega le decía.  Era normal que los extranjeros hablen de lo que fue la guerra en Guatemala y Carlos ya ni les hacía caso, pero en esta ocasión le pareció interesante lo que Miranda decía.

 

            - Lo que más me llamó la atención -prosiguió Francisco- fue que las madres no le perdonaron, pero le reconocieron el valor de haber enfrentado la verdad.  Para que algo así suceda, deber haber un acuerdo previo entre las partes, pues si no, fíjate Charlie, lo que podría pasar. Va uno a decirle a la madre que mató a su hijo, y se acabó. Debe haber todo un trabajo serio para que las dos partes se junten, y todo debe ser muy secreto. Pero  por acá, eso creo que ni pensarlo.

 

            Habían tomado ya el camino por Santa Eulalia y los colores del atardecer mostraban un paisaje majestuoso.  Miranda se calló y decidió escuchar su música y dejar que Carlos siguiera conduciendo.

 

            Mientras continuaba el viaje, a Carlos le vinieron muchos recuerdos de su niñez, de su hermano Marco Vinicio y del ejército. Añoraba en El Petén, su aldea, Tierra Blanca, en el municipio de Melchor de Mencos. Allí, junto con su hermano mayor pasó una infancia pobre, pero feliz. Se la pasaban cazando armadillos, pescando en los ríos, jugando pelota y molestando patojas. Cuando Marco Vinicio cumplió dieciocho años, decidió ingresar en el ejército y se registró en el destacamento de La Pólvora. Posteriormente fue seleccionado para ingresar como soldado Kaibil, en el “infierno” de Poptún.  El creía firmemente que estaba combatiendo a los cubanos que querían implantar una sociedad marxista, pues en su familia eran católicos conservadores y la propaganda oficial había creado la psicosis de que venían los comunistas, que se iban a quedar con la tierra y se comerían a los niños. Así que todos en su familia estaban de acuerdo.

 

            Pero la realidad fue otra. El entrenamiento fue terrible. Lo obligaron a comerse u chucho que él mismo había alimentado. La doctrina anti comunista era a diario y poco a poco se fue convirtiendo en una máquina de matar.

 

En 1983, con el general Efraín Ríos Montt, empezó una campaña de tierra arrasada, y esa dinámica lo arrastró a él a participar en la lucha contra la guerrilla, que fue más una lucha contra la población civil que contra una guerrilla que no contaba con armas ni apoyo logístico.

 

            Las masacres fueron parte de la lucha contra insurgente tanto con Lucas García como con Ríos Montt. Fue justamente Ríos Montt el que inicio su ofensiva “Victoria 82” cuyo objetivo era la aniquilación del EGP. De ahí vienen las famosas Patrullas de Autodefensa Civil, es decir el ejército utilizó a los propios campesinos para que lucharan contra la insurgencia. El plan “frijoles y fusiles”, no era nada más que darle a la población armas y unos cuantos frijoles para que rechacen la propuesta guerrillera.

 

            En junio del 82, el gobierno ofreció una amnistía a la guerrilla,  pero ésta la rechazó de inmediato. La gente en las comunidades empezó a tener mucho miedo, pues ahora sabían que había ya una verdadera guerra, pues el gobierno envió miles de soldados a Huehuetenango para destrozar la lucha guerrillera. Con la amnistía, muchas comunidades vieron una alternativa hacerse de lado de los militares y eso debilitó mucho a la estrategia del EGP.

 

            La gran ofensiva se dio en julio del 82.  Mandaron helicópteros, aviones, tanquetas, etc.  El ejército sabía bien que el norte del departamento era la base social de la guerrilla, así que se fortaleció el destacamento de Barillas y se crearon otros, como el de Las Palmas, en la frontera con México.

 

            En julio de ese año, Marco Vinicio fue destinado al destacamento militar en Barrillas, Huehuetenango.  Su capitán era de apellido Castillo. Un chafa mala leche de primera que gozaba humillando a los soldados, pero luego tenía cierta capacidad de transmitir ese odio a sus hombres para que lo descarguen contra los campesinos indefensos.

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            El primer avance de la patrulla se dio en San Mateo. En este lugar, la bandera con la cara del Che Guevara había estado ondeando por casi año y medio, así que cuando llegaron, obligaron a todos los habitantes a poner la bandera nacional.  Cuando llegó el pelotón a San Mateo, escogieron a diez patrulleros, y sin entender por qué, los mataron, para dar ejemplo y escarmiento al resto de gente de que si podían matar a su gente, harían lo que sea con quienes simpatizaban con la guerrilla.

 

            Esta primera masacre se conoció en toda la zona rural. Mucha gente se fue huyendo a Chiapas, pero los que se quedaron, se organizaron en patrullas de auto defensa y esperaban que no hubiera ninguna represión contra ellos.

 

            La patrulla militar tuvo un recorrido de muerte que incluyó a varias aldeas. Pasaron por Yocultán, donde mataron a once campesinos. Luego subieron a Petanac donde se produjo esa gran masacre, matando a ochenta y seis personas, entre hombres, mujeres y niños. La patrulla siguió su caravana en Bulej, donde ejecutaron a cinco  hombres.  El 17 de julio se produjo la más grande masacre en el norte de Huehuetenango, donde mataron a 376 personas en la finca San Francisco y terminaron su horrenda tarea el 18 y 19 de julio en Yalambojoch y Yaltoyá, donde asesinaron  a 23 personas más.

 

            Carlos sabía que su hermano había participado en esa patrulla, pero no sabía a ciencia cierta si había participado en las masacres. ¿Habría sido su hermano uno de esos monstruos? Lo que si sabía es que luego de esos meses, Marco Vinicio desertó de las filas castrenses y se refugió en el alcohol y mujeres. A pesar de los esfuerzos que hizo para rescatar a su hermano, éste solo le decía que ya no soportaba más escuchar los gritos de la gente, el olor a carne quemada, los bailes macabros.  En abril de 1999, sin ninguna carta de despedida, se pegó un tiro en la cabeza.

 

            Luego de haber pasado por Soloma, Carlos, quien había estado pensando en su hermano, dudó en comentárselo a Francisco, pues tenía miedo que su amigo se ofendiera si le contaba que su propio hermano, a quien lo había presentado hacía años en Poptún, era justamente de esas personas que Francisco hablaba. 

 

Posiblemente era justamente uno de los soldados que había violado a mujeres indefensas, matado a hombres desarmados y destrozando niños contra las piedras.

 

Posiblemente había participado en la mascare de Petanac, pero por otro lado, le parecía fascinante que un extranjero tuviera tanta pasión por Guatemala, que le llegara más que a la mayoría indolente de guatemaltecos, que saben bien lo que pasó pero prefieren hacerse los locos y no confrontar la realidad. 

Al final decidió no contarlo y dejar que los fantasmas que atormentaron a su hermano, lo sigan haciendo con otros asesinos.

 

            Cerca de la cabecera de Huehuetenango, cuando se encontraban en Chancol, Carlos dijo

 

            - Don Francisco, es interesante lo que usted acaba de decir.  Vi en su cara como le brillaron los ojos, no se si de rabia o de ganas de llorar. Me gustaría contarle muchas cosas sobre esta Guatemala que tanto le gusta, pero por ahora solo le puedo decir lo que usted me pareció.

 

            - ¿Ah sí? ¿Y qué te parecí?, le dijo Francisco, con cierto asombro.

 

            - Usted se me parece al lago Atitlán.

 

            Miranda no disimuló su sorpresa. - Qué pasó vos, ¿ahora decís que soy un lago?

 

            - No, no me entiende. El lago Atitlán es un lago tranquilo, como lo es usted, pero si usted se fija, al atardecer, ese lago se transforma en algo muy fuerte, como si tuviera vida y se crean olas. Es casi imposible salir con lancha, ya que llega un viento desde la boca costa y genera algo así como un huracancito. Por eso, los que saben, no salen en la tarde. Así le veo a usted, con esa rabia que le acaba de llegar por la tarde, es como el viento de la boca costa.

 

            - ¿Y cómo se llama ese viento, Charlie?

 

-          Se llama…Xocomil.

 

Huehuetenango, agosto del 2004

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Tipo de sombrero en uso en el área rural del Sur de Italia, pero eran otros tiempos...