XOCOMIL
A Monica,
nostra
figlia,
figlia di
Guatemala
En memoria de todas las víctimas de la guerra en Huehuetenango
In memory of
Laura Green
Veo en tus
ojos
Solo dos razones para vivir
Un sol reciente
Que se ha empeñado en
Sobrevivir
(Luis Enrique Mejía Godoy)
INTRODUCCION
He conocido
a Javier hace unos años, con su “coppola”[1] azul, o tal vez negra, su rostro
serio, pocas palabras, parecía un revolucionario, o quizás más bien un hombre
del Sur, de cualquier Sur, un hombre que transmitía la antigua sabiduría del
mundo rural.
Han pasado
unos años desde entonces y así sigo viéndolo hoy, un idealista que pone en
práctica cada día lo que piensa. Uno que
trabaja por el bien de la gente, con dedicación y sentimiento, uno que posee
una sola arma: la honestidad. Cuando
hablo de honestidad hablo de honestidad ética e intelectual. En fin, una gran persona, uno que los ideales
de las Naciones Unidas los tiene adentro y es capaz de inspirárnoslos a todos y
todas los que estamos en esta organización, un excelente colega y amigo. Uno que el poder no corrompe, uno que no
tiene duda en meterse en situaciones peligrosas y “prohibidas” si siente que
puede aportar algo.
El poder, es
sabido, corrompe, pero corrompe a los que no tienen nada más que ofrecer. Javier ofrece en este relato la humanidad de
una vivencia, una vivencia que nos lleva a todos, los y las que trabajamos en
las Naciones Unidas o en otras organizaciones políticas o humanitarias, a
encontrar en la gente con la que trabajamos una razón de vivir y expresarse.
Los ideales
que mueven a Javier y que salen a relucir en sus vivencias, egregiamente
descritas, son la equidad, la paz, una justicia social, la reconciliación. Javier, en su permanencia en una región,
Huehuetenango, de la cual yo personalmente tengo recuerdos maravillosos, sigue
luchando por esos ideales.
El riesgo personal
en que se metió en Aguacatán es prueba de ello, testimonio de un deseo de que
las comunidades, que han vivido la guerra y que siguen viviendo todavía sus
consecuencias, puedan disfrutar hoy, ahora, los beneficios de la paz.
Aprecio así
mismo la franqueza del lenguaje y lo colorido de las imágenes, el uso del doble
sentido que transforma algo vulgar, un rollo de papel higiénico, en una
caricatura genial de una situación al límite de la tragedia. ¿Cuántas personas más hubieran salido heridas
o muertas aquel día en Aguacatán?
¿Cuántas mueren sin que nadie, menos el Estado, intervenga para dar
soluciones? Esta es una tragedia que se
repite en varios lugares del país, lugares donde la fuerza del diálogo no ha
podido romper todavía con el circuito de la violencia.
Ese día la
gente necesitaba quien la escuchara.
Escuchar, fácil el decirlo, difícil el practicarlo. Javier estuvo allí, quiso escuchar, quiso
hacer sentir a los Aguacatecos que hay alguien quien esta interesado en
escucharlos. Me pregunto: ¿es tan
difícil entender esto?
Cada uno de
nosotros y nosotras lleva una o más historias consigo, es el privilegio de los
que trabajamos afuera; nos llevamos los recuerdos que, inevitablemente, se
transforman en lindos recuerdos. ¿Pero los
que se quedan? ¿Qué pasa con ellos? ¿Qué pasa con los Aguacatecos? ¿Qué pasa con todos los demás indígenas,
hombres y mujeres, de Guatemala? Les
queda un gran camino por recorrer, un camino lleno de obstáculos y que sin
embargo merece la pena ser recorrido hasta el final. ¡El camino de la paz!
Alberto
Brunori
Guatemala,
septiembre 2004
CLARO DE LUNA
Dice Serrat, en una de sus canciones, que la vida, de vez en cuando, nos
besa en la boca, y eso es lo que nos ocurrió el pasado 7 de enero, en el primer
plenilunio del 2004, fecha en la cual Giovanna dio a luz a Monica Susana.
Giovanna
quiso dar a luz como se debe dar, pariendo naturalmente. Durante varias horas
estuvo, con coraje y amor, tratando y tratando, pero no lo logró, por lo que
hubo que hacer un parto cesáreo, al cual tuve la dicha de asistir.
Allí
estaba Giovanna, serena y bella como siempre, lista para traer una nueva luz al
mundo, y yo de su mano. La música de fondo fue el primer movimiento del
concierto de violín, y por supuesto, el Claro de Luna, las dos obras de
Beethoven.
Hasta
el mismo momento de la salida del vientre materno, no sabíamos si era una nena
o un nene, y cuando vi que era mujer, me estremecí como nunca antes lo había
hecho, hasta perder casi el sentido. Pero lo que más me estremeció fueron tus
ojitos mi hija, fueron tus ojitos divinos.
Tus ojos claros, tal vez del color del cielo o del mar, o tal vez verdes
esmeralda como los de tu mamma o verdes oscuros como los de la selva de Petén.
No
importa tanto de que color sean sus ojos Nos importa más que ella vea un mundo
mejor, y eso es lo que haremos con Giovanna y suo fratellino Marcellino, quien
desde el primer instante que vio a su sorellina, le quiso cubrir de besos, y lo
hizo. Vamos a hacer todo lo que podamos para que Monica tenga una vida feliz,
que no crezca con prejuicios y que ame la vida y el mundo.
Ella
nació en Toj 9, que para la cosmovisión maya significa que es la lluvia y la
comunicación de la vida con la vida. Su nombre Monica proviene del griego, y
significa “única”, por que eres única y Susana que proviene de su abuelita
paterna, que significa amor.
Queríamos
agradecer a toda la gente que nos ha apoyado en esta etapa bella de nuestra
vida, a las familias en Quito y en Turín, pero especialmente a los nonos
Giancarla y Battista, y a nuestra amiga María por su apoyo incondicional al
prestarnos su cariño y su departamento en la capital.
Tanto
Giovanna como Monica están en perfecto estado de salud y estaremos de regreso a
Huehuetenango a partir del 18 de enero.
Bienvenida
al mundo Monica.
Eres
lo que simplemente soñé.
Huehuetenango,
14 de enero del 2004
NO
HABIA ROLLO
EN
AGUACATÁN
¿Te acordás
vos, que hace cuatro años, escribí mi despedida de Guatemala? Pues la idea era
volver después de unos veinte años, pero, fíjate vos, en menos de año y medio
volvimos junto con Giovanna y nuestro Marcellino.
Ahora sí
vos, me vuelvo a despedir de este país, pero ya no me atrevo a decir hasta
cuando, pues una vez que viniste a Guatemala, casi seguro que volvés, pues.
En marzo del
2002 retorné a MINUGUA a trabajar en la sub oficina en Huehuetenango. Eso sí, no todo ha sido bello, pues el 30 de
junio del 2002, nos asaltaron en Totonicapán, pero eso, vos, ni siquiera quiero
volver a pensarlo.
Ahora que
MINUGUA está por cerrar sus puertas, quiero escribir una despedida, pues son
casi diez años de mi vida en la Misión, que tantas alegrías me ha dado.
Me decidí a
escribir una historia que reflejara lo
que es esta Guatemala profunda, la del interior, la que nadie conoce, a la que
a casi nadie importa.
Así que, con
tu permiso vos, voy a contarte un episodio curioso, dramático y cómico que me
ocurrió el 17 de diciembre del 2003.
El 2003 fue
un año electoral y estuvimos siguiendo el proceso en casi todos los municipios
e Huehue. Creíamos que en San Mateo Ixtatán
se iba a armar la gorda, pero no. El lío
grueso se dio en un municipio chiquito, cerca de la cabecera, que se llama
Aguacatán.
En este
lugar, de apenas
Además, vos,
en Aguactán la guerra fue muy cruel, y encima de todo, es la cuna de Efraín
Ríos Montt.
Este
municipio fue creado en 1891 y creó tensiones desde su inicio entre dos grupos
étnicos que pueblan la cabecera departamental: los chalchitekos y los
aguacatekos. Durante más de un siglo,
estos dos grupos han sido antagónicos y las confrontaciones se vienen dando recurrentemente
cada cierto tiempo.
Lo cierto es
que luego de las elecciones, se armó la grande.
El alcalde volvió a ganar las elecciones y los opositores alegaron
fraude. No se pudo determinar el tal
fraude, pero la gran mayoría de la población no quería de nuevo al alcalde.
El 23 de
noviembre, el día que festejábamos el segundo cumpleaños de Marcellino, los dos
grupos rompieron las hostilidades, con casi treinta heridos de bala.
“¿Por qué
mierdas no viene MINUGUA a ver lo que pasa? Me gritaba alguien por teléfono. Y
luego, otro energúmeno gritaba “esperan que haya muertos para venir a
verificar, pisados de mierda”.
Pero el Tom
había dado instrucciones precisas de no ir al lugar, así que yo, tranquilo me
quedé en Hueheutenango.
Pero la
situación se iba poniendo cada vez mas gruesa, y a mi me daban ganas de ir a
ver que rollo había en Aguacatán. Pero, no, no había como.
El 17 de
diciembre, una delegación del grupo opositor se presentó a nuestra oficina con
una carta en la cual invitaban a MINUGUA a participar en la firma de un
compromiso entre las dos partes. Supuestamente, los dos grupos en conflicto se
habían puesto de acuerdo y querían la presencia de varias instituciones, entre
ellas MINUGUA, para dar mas fuerza al pacto al que habían llegado.
Le llame a
la Guda y le dije, que me dejara ir, pues ya no había peligro y que era muy
importante nuestra presencia en el lugar.
Ella me preguntó y repreguntó si no habría peligro, y yo”no, no además
que se a firmar el acuerdo a un km del pueblo y hay 300 efectivos de las FEP de
la PNC dando protección al acto”.
Guda me
autorizó a ir, así que le pedí a César que me acompañara, junto con Enrique que
manejaría el auto.
Partimos con
otras instituciones (PDH, MP, SAE) y al llegar al puente, vimos un fuerte
dispositivo de seguridad de varios centenares de FEP, que custodiaban el lugar.
Al sitio llegaron el señor alcalde son su gente y los dirigentes del grupo
opositor. Luego de casi una hora de
diálogo, se acordó que se entregaría el local de la municipalidad y que el
alcalde se sometería a una investigación de los fondos de la administración
anterior.
Se firmó el
acto y cuando ya pensaba que nos íbamos a retirar, la fiscal del MP señaló que
sería bueno informar del resultado positivo de las negociaciones al pueblo, que
estaba reunido en el parque central, junto al edifico de la municipalidad. Entramos al pueblo rodeados de las fuerzas de
seguridad, pero a unas dos cuadras, miles de personas indicaron que solo
dejarían entrar a la comisión, presidida por a fiscal del MP, garantizando la
seguridad de todos nosotros. La fiscal pidió al comisario de la PNC que los
agentes se quedaran a dos cuadras, pero listos para actuar ante cualquier
eventualidad. Entramos con paso triunfal por la calle principal del pueblo. La
gente aplaudía y no era nada tensa la situación.
En el parque
central había un altavoz y la fiscal
informó del acuerdo llegado. Sin
embargo, la gente reaccionó fuertemente, diciendo que ellos no estaban de
acuerdo y que solo se irían si el alcalde renunciaba a su puesto.
En ese
momento, las salidas, o entradas al parque, fueron cerradas por la gente,
dejando a los FEP fuera del recinto y a nosotros dentro del mismo. La fiscal
dijo que nos retirábamos ya que así no se podía negociar, pero OH, sorpresa, la
gente dijo “NO” no se van, hasta que renuncie el pisado del alcalde”
Fuimos
obligados a subir al techo de la municipalidad, y en el parque quedaron unas
4000 personas, muchas en estado de ebriedad, que gritaban de todo y contra
todos.
No nos
trataron mal, pero no había forma de salir del lugar. La gente exigía que se firme un acta en la
cual se pedía que se investigue las obras de la municipalidad. No dejarían las
instalaciones hasta que se lleve a cabo una auditoria. La situación se empezaba
poner medio tensa, vos, cuando vimos que en una colina había un grupo de
jóvenes encapuchados con palos y piedras, listos para atacar a las FEP.
El comisario
se me acercó y me dijo”no se preocupe Lic., que de aquí salen ustedes vivos,
estamos organizando el rescate, pero eso si, no le aseguro que no vayan a haber
muertos o heridos entre la gente”.
En ese momento,
me puse más nervioso, pues por mi irresponsabilidad estábamos dentro del lugar
que el Tom había dicho de no ir y yo le ponía en apuros a
Decidí llamarle a
Ella se
alarmó y me dijo que debíamos salir con César, de inmediato del lugar, como pudiéramos. Me acerqué a
Cesar y le dije que nos íbamos. Me
despedí de los colegas de la comisión (que se rieron pensando en que íbamos a
lograr el escape) y bajamos las gradas
de la muni hacia el parque.
Fuimos con
César. Caminamos hasta más allá de la mitad del parque, yo fumando un tabaco
hecho el loco y César a mi lado. Parecía
que íbamos a lograr la ansiada fuga,
pero alguien nos reconoció, algo que no es muy difícil, dada mi pinta de Robert
de Niro en su papel de conquistador en la película “La Misión” y César que
parece más irlandés que chapín, fuimos descubiertos en nuestro intento de
escape.
“A dónde MINUGUA? Gritó alguien. Yo, con cara palo, les decía,
“discúlpenme, pero ya son casi las tres de la tarde y yo tengo que ir a Huehue
a trabajar”. Dicha excusa no convenció a los airados manifestantes y fuimos
obligados nuevamente a subir nuevamente
al techo de la muni.
En esos
días, Giovanna estaba punto de dar a luz a nuestra hijita Monica. La llamé y le
dije” Ciao Principessa, como estai? “Benissimo”, dijo ella. Escucharla fue como
oír un coro de Ángeles y me puse feliz pero, al mismo tiempo, con temor, pues
no sabía como íbamos a salir de esta caótica situación. “Yo aquí estoy bien
pero estoy de rehén en Aguacatán”.
Giovanna no se alarmó mucho y eso me dio más tranquilidad. Bella,
bellisima, mia mogletina
Debo
reconocer que la gente fue muy atenta. Hablar con ellos era hablar con los
guatemaltecos que están sobreviviendo la extrema pobreza, la gente que trabaja
y se esfuerza, pero que cuando se cabrea, ¡se cabrea, vos! Inclusive nos dieron
algo de comer. Era un plato de arroz con
pollo y lo comimos con gusto. Sin
embargo, a los pocos minutos, sentí unas ganas muy grandes de ir al baño. Empecé a bajar las gradas y eso provocó que
la gente se molestara, pues creían que me quería escapar otra vez.”No, solo
quiero ir al baño” imploraba yo. Al final, fui escoltado por dos gallardos
jóvenes que me siguieron hasta el baño, o al remedo de baño, en las sub
estación de
Antes que
yo, estaban dos señoras, pero mi estómago empezaba hacer estragos y empecé a
sudar a chorros. Al fin, salió una viejita y yo entré, cual rauda y veloz
saeta, a bajarme los pantalones. Pero al
cerrar la puerta, quedé en oscuridad total, y al puro tacto, encontré la tasa
del baño y me acomodé para hacer lo que había venido hacer.
Mientras
realizaba mi función escatológica, escuché gritos de la gente. “Puta madre”,
pensé, “los de
En ese
preciso momento, que se armaba la grande, yo me preocupaba más en encontrar un
miserable rollo de papel. Gracias a mi
actividad de fumador, encontré unos fósforos y prendí uno para buscar el tan
necesitado rollo. Pero, ¿sabés qué?
¡¡¡¡¡¡¡¡¡NO
HABIA ROLLO EN AGUACATAN!!!!!!!!
Menos mal,
encontré algo para el efecto deseado y cuando intente salir, la puta puerta
estaba cerrada. Gritaba para que alguien
me sacara, pues, pensaba, capaz que la gente se aloca y prenden fuego a la
subestación de
Para colmo,
Enrique me llamó por radio para decirme que se estaban preparando para el asalto
y el rescate nuestro. Yo rezaba para que se demoraran un ratito, tiempo
suficiente para subirme los pantalones y encontrar la salida.
Al final, se
abrió la puerta y subí nuevamente al techo.
El motivo de los gritos no era que las FEP ya habían ingresado, sino que
se había llegado a escribir un acta y faltaba la firma del delegado de MINUGUA,
y creían que me había escapado otra vez. Cuando me vieron, se dieron cuenta que
mi rostro reflejaba una paz interior total y las cosas volvieron a su cauce.
Al final de
la jornada, la fiscal se puso el huipil aguacateko, firmamos todo lo que nos
pedían que firmáramos y salimos nuevamente en medio de los aplausos de la
población.
El Tom ni se
enteró de mis andanzas, la Guda se quedó más tranquila y la Giovi siguió con su
embarazo normal.
¡Es que así
es Guatemala, vos! Fantástica, violenta, hermosa, grotesca y mágica, todo al
mismo tiempo.
El conflicto
en Aguactán ha estado vigente desde antes de que llegue MINUGUA y seguirá
vigente mucho tiempo después de nuestra salida.
Lastimosamente, ya hay una persona muerta, un joven de veinte años y
muchos heridos y las tensiones mantienen a la población sumida en el miedo y en
el terror. Ahora que nuestra salida de Guatemala es aproxima, yo me quedo con
pena, sabiendo que en ese lugar, tan olvidado del mundo, hay gente buena, que
lucha y que creé, pero no llegan a un acuerdo que traiga la tan ansiada paz a
ese querido municipio de Aguactán, en
donde el 17 de marzo de 1988, siete compañeros de MINUGUA dejaron sus vidas por
buscar la paz en este país, tan querido por mi.
Ya me voy
vos, con la Giovi, Marcellino y nuestra hija Monica. Nos vamos a buscar otro lugar, tal vez a buscar otra guerra, a
buscar otro rollo (aunque sea de papel). Después de casi diez años, ha llegado
el tiempo de emprender nuevos caminos,
nuevos horizontes, de cerrar un capítulo fantástico y apasionante.
Por cierto,
sabés cuando nació Moita?
El 7 de
enero del 2004.
¿Y sabés
donde?
¡En
Guatemala, pues!
Monica, sei
una figila di Guatemala. Sei nostra figlia!
Arrivederci, in bocca di lupo,
ci vidiamo dopo,
¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡GUATEMALA!!!!!!!!!!!
Huehuetenango,
15 de agosto del 2004
XOCOMIL
No habían pasado más de diez minutos
después de las seis de la mañana y Francisco Miranda ya llevaba fumados tres
cigarrillos, esperando que apareciera el jeep de la Cooperación Alemana. Un chorro de luz iluminaba la cordillera de
Los Cuchumatanes y la temperatura era bastante agradable.
Se encontraba a las afueras del Café
Mi Tierra, de Huehuetenango, cuando al fin pudo ver la cálida sonrisa de Carlos
Arias, un viejo conocido de sus épocas peteneras, cuando habían trabajado
juntos como miembros de la Misión Internacional de las Naciones Unidas en
Poptún. El era el piloto y desde ese
tiempo se había fraguado una genuina
amistad, aunque Francisco nunca llegó a conocer a su familia, o a sus familias,
pues Carlos era un hombre de parranda y muy coqueto con cualquiera que tuviera
faldas y supiera cocinar.
- Discúlpeme por el retardo, don
Panchito, pero a mi esposa le dio un ataque de diarrea y me tocó hacerle unas
aguas para que se la pase el puto cólico.
- Tranquilo, vos, no sé cual de tus mujeres, pero no hay pena, vamos
bien de tiempo”. Se acomodó en el
asiento delantero del jeep, para iniciar un viaje que duraría alrededor de
cinco horas, al note del departamento, a una aldea, o lo que fue alguna vez una
aldea, llamada Petanac.
La jefa de la Cooperación Alemana,
Petra Stocker, a quien también conoció en El Petén, le había invitado a tomar
unas fotografías en una ceremonia de inauguración de un monumento, en honor a
86 personas masacradas el 14 de julio de 1983.
El tema de la guerra en Guatemala
siempre cautivó a Francisco, así que no dudó un segundo en aceptar la oferta y
aprovechar el viaje para visitar a su cuate uruguayo, Fabricio Rivera, un viejo
fotógrafo corresponsal de muchas batallas y con quien había compartido algunas experiencias
en fotografía.
- Qué gusto verte, mi querido
“Charlie”, hace rato que no sabía de ti y de tu vida acelerada.
- Pues por acá estamos, chambeando y
tratando algún momento de irme a los
Estados, pues por acá la cosa está jodida. Estoy esperando que me llamen de la
Embajada gringa para ver si me dan la puta visa de una buena vez.
- ¿Hace rato que estás con los
alemanes?
- Desde que terminó el trabajo en
Poptún me vine a Huehue y gracias a una amiga, me contactó con ellos. No pagan
mal, pero no pagan como a uno en los Estados, y
uno que tiene deudas a granel, no alcanza el pisto, pero ahí le hacemos don
Panchito.
El viaje fue por
la ruta que lleva a Chiantla, enclave ladino en un departamento de mayoría
indígena.
Era una suerte que el día fuera tan
espléndido. Llegaron al Mirador, en la parte más alta de los Cuchumatanes. Un
lugar magnífico para observar gran parte de la geografía de Guatemala. A sus pies se extendía un paisaje
maravilloso. Parecía un mar de nubes,
del que solo sobresalían las cumbres del volcán Santa María, y a lo lejos, el
volcán de Fuego, Acatengango y el de
Agua. “Un verdadero éxtasis para la vista y el espíritu”, comentó Francisco.
Atravesando los llanos de San Miguel, Francisco recordó que hace varios años
estuvo en Ecuador recorriendo los páramos andinos de los volcanes Antisana y
Chimborazo, con sus viejos cuates Javier y Armando.
- Cómo se parece esto a
Ecuador. Es como si estuviera viendo las
alpacas y los ponchos rojos de los puruahes en el Chimborazo.
El camino que lleva al norte puede
ser maravilloso o terrorífico, pues las curvas cerradas, los buses desalmados y
un precipicio enorme son la constante hasta el lugar, sin dejar a un lado las
pésimas condiciones de la carretera, llena de hoyos, piedras, y uno que otro
perro desaprensivo que siempre se cruza en el momento menos oportuno.
Pasaron por San Juan Ixcoy rumbo a
Soloma que, según Francisco, debía ser el pueblo más feo de Guatemala, sobre
todo por el auge de dinero que llega de Estados Unidos que ha hecho de este
lugar una suerte de estilos feísimos y en donde, además, prima la ley del coyote más fuerte.
Una vez pasado este monumento al mal gusto, enfilaron a Santa Eulalia, en donde
pararon a saludar a Jesús Cárdenas, otro viejo amigo al que conoció en Petén y
ahora trabajaba tratando de ayudar a mejorar la justicia, área titánica si se
considera que la justicia europea, heredad de la conquista, no tiene nada que
ver con la cultura local.
Allí se detuvieron a desayunar en
una cafetería pobre, pero digna, con calendarios
de mujeres exponiendo sus mejores dotes, fotos de Enrique Iglesias, Ronaldo,
Talía, Brad Pitt, un león pésimamente
embalsamado, seguramente recuerdo de un
circo, y las ineludibles moscas que merodeaban los panes y tortillas recién
saliditas del comal.
-¿Qué tal, Chus?”
- Cabreado. El juez de instancia se
quiso violar a dos indígenas y ahora las acusa de que ellas lo habían incitado.
Puta, me cabrean estos funcionarios de mierda que usan su puesto para
aprovecharse de las indígenas y para colmo, son ellas las que le
provocaron”. Y tu, ¿qué haces por acá, mí hermano?
- Vengo acompañando a Carlos, por una
invitación que me hizo Petra para la inauguración de un monumento en Petanac.
Vos sabes que allí los chafas mataron a decenas de mujeres y niños en el 83.
- Chafas de mierda, saber con cuántos habrá
hablado uno-, sentenció lacónico con su acérrimo acento español.
Quedaron en tomarse unas cervezas al retorno a
Huehuetenango. Francisco y Carlos siguieron el viaje al destino y, desde allí,
la carretera ya no era tal, sino un remedo de
camino de tierra, pero sin los precipicios de antes. En el viaje pudo ver kilómetros de árboles tirados
en el suelo, dando un espectáculo deprimente y desconcertante.
- Charlie, ¿por qué tantos árboles
tirados en las orillas de la carretera?
- Es que el ejército cortó todos los
árboles para evitar las emboscadas de la guerrilla.
- ¿Y por qué nadie utilizó la
madera?
- Es que la gente cree que esa
madera está maldita, así que la dejaron no más ahí tirada, pudriéndose con el
tiempo, son ya mas de veinte años que están ahí”
Ver el triste panorama de tanta
madera podrida le hizo pensar sobre como fue esta guerra en Guatemala, donde no
se respetó a nadie ni a nada, ni a la natura ni a la gente.
- ¿Cuál era el grupo rebelde que estaba por acá?
- Era el EGP, creo que el frente Ho Chi Min. En realidad,
los guerrilleros también tienen la culpa de tanta mierda, pues llegaron a ofrecerle
el oro y el moro y cuando el ejército atacó a las aldeas, estos pisados nunca
se hicieron presentes a defender a la gente.
Llegaron a San Mateo Ixtatán, donde
se habla el idioma chujj, y seguramente, uno de los lugares más bellos y
olvidados del mundo. Es muy fuerte, todavía, la división de la gente entre los
que apoyaron a la guerrilla, usualmente en las zonas rurales, y los ex
patrulleros civiles, que apoyaron al ejército.
- Hace como un año se armó la grande
en San Mateo.
- Para los de la cabecera, los de la
zona rural son puro guerrilleros y cuando hubo elecciones, ganó el candidato de
la zona rural y los de la cabecera, que ven sobre el hombro a los rurales, no
toleraron esa afrenta y se agarraron a patadas, puños y machete. Ahora la
situación está mas tranquila, pero cualquier rato se agarran otra vez.
Atravesaron el pueblo, atraídos por
el cementerio, donde, entre otras, sobresale, una tumba pintada con una bandera de los Estados
Unidos. Allí, Francisco le pidió a Carlos que se detuvieran
para conocer la catedral, pues las iglesias de los pueblos siempre lo cautivaron. Al entrar a la iglesia, sintió que estaba
fuera de época. Viendo a las mujeres rezando en el suelo de tierra del templo,
con sus inciensos, sus copales, sus huipiles, sus maximones, se preguntó a sí mismo si era él el que estaba fuera de época. ¿A qué
dioses rezaban esas mujeres? ¿Al maíz?
¿A Jesús? ¿Al valle y la montaña? ¿A
todos juntos?
Era como estar en un
estado del tiempo fuera del tiempo, tan distinto a la modernidad y la supuesta
globalización. Esas mujeres habían
estado allí siempre, tratando de recuperar un pasado irrecuperable, lleno de
catunes y nitunes. Representaban ese mundo tan extraño para los occidentales,
ese mundo tan nebuloso, con todo su peso lleno de mitología, tan grande como la
selva de El Petén, tan bella como el lago Atitlán, tan colosal como los conos
de los volcanes.
Terminada esa breve visita a otro
mundo surreal, se dirigieron al oeste por la ruta que lleva a Nentón, y si
antes el camino era malo, ahora era malísimo y nuevamente con los precipicios
gigantes al costado de la carretera.
- Menos mal que vos manejas,
Charlie, que yo aquí mismo me meo en los pantalones solo de ver el abismo a mi
costado.
Carlos solo sonrió, sabiéndose que
poca gente manejaba tan bien como él en caminos tan malos y peligrosos.
Llegaron a un cruce en el cual el
camino toma hacia una bajada muy empinada donde viven ahora algunos de los
sobrevivientes de la masacre. Ellos tomaron el camino hacia arriba, hasta
llegar al sitio mismo donde fue la mascare del 14 de julio de 1983.
En el lugar estaban varias mujeres,
hombres y niños y algunos cooperantes internacionales. Allí saludó a Petra, quien se había adelantado
para organizar la actividad.
- Petra querida, gracias por tu
invitación, vos sabés como me gusta esto, a pesar de lo duro que es.
- Que gustó nuestro Francisco que
hayas venido a estar con nosotros, o más bien, con la gente sobreviviente de la
masacre. Como te dije por teléfono, queremos
que saques las mejores fotos que podás.
Vení, que te quiero presentar a don Pablo Raymundo, nuestro contacto
aquí, y también, sobreviviente de la masacre.
Don Pablo, le presento a un amigo, se llama Francisco y viene a tomar unas fotos de la actividad,
si a ustedes no les molesta.
Don Pablo, era un hombre robusto, de
unos cincuenta años, sin los dientes de arriba, sin embargo, con una mirada muy
penetrante. Francisco estrechó su mano y
sintió esas manos duras y callosas de tanto trabajo con la tierra, manos
curtidas por el azadón, por la lluvia, por la tierra, por el dolor.
- Bienvenido don Francisco, y gracias por su compañía.
Como sabe, aquí mataron a 86 personas y si sus fotos y testimonios ayudan a
recordar al mundo esta tragedia, usted es más que bien venido a Petanac.
Francisco
se quedó sobrecogido por la deferencia de don Pablo, pero quizá más por la
emoción, y no recordaba que respondió,
pero sí conservó nítida, en cambio, la impresión íntima tan profunda y desconocida que esas
palabras le produjeron.
El lugar era bello, bellísimo,
difícil pensar que allí, justo hace veinte años se habían vivido momentos tan
dramáticos. Se retiró a una pequeña
colina donde podía ver todo el imponente paisaje. Era una verdadera comunión
del cielo y la tierra. Algunas nubes bajaban
hasta estar en contacto con la gente, dando una imagen surrealista.
Mientras preparaba su cámara Canon
EOS 1N, se le acercó a Francisco, don Pedro Mateo, quien sin mediar palabra de
saludó le dijo “por ese camino que se ve al fondo, llegaron los pintos, allí
mismo agarraron a Pedro Pablo y lo mataron, yo pude ver todo porque estaba en
esa colina, que ahora está pelada, pero
en esa época estaba con monte. Yo me
quedé escondido y vi que ochenta y cuatro soldados entraron a la aldea,
gritando y ordenando a toda la gente que hicieran fila frente a la iglesia”.
Francisco veía los ojos de
este hombre, que miraban fijamente el lugar donde antes hubo una pequeña
iglesia católica. No había rastro de odio ni de dolor en esas palabras que
súbitamente habían salido de su boca.
- ¿Cómo sabe usted que
eran exactamente ochenta y cuatro soldados y no más o menos?
- Yo los conté uno por
uno. Eran todos soldados con sus fusiles y granadas. Separaron a los hombres de
las mujeres y los niños y acusaron a todos de ser guerrilleros. Por esa loma
que se ve al fondo, una muchacha de unos quince años salió corriendo hacia
donde estaban su padre y sus hermanos, y vi como un soldado le disparó
haciéndola rodar. Los soldados empezaron a gritar y agarraron a las muchachas y
las empezaron a violar. Los hombres
gritaban que las soltaran, pero los soldados, como bolos, se reían y lanzaban
gritos. El teniente que comandaba la patrulla ordenó a sus soldados que
ametrallasen a todos los hombres. Las metrallas sonaban ta, ta, ta, ta, ta, ta,
ta... Era horrible ver como caían los cuerpos y como se retorcían de dolor los
que no morían. El mismo teniente ordenó que se llevaran a todos, vivos y
muertos adentro de la iglesia. Cuando
terminaron de meter los cuerpos, los soldados rociaron con gasolina y la
prendieron fuego. Se escuchaban los
gritos de la gente que quería salir, y al que lograba, ahí mismo lo tronaban.
No tuvieron compasión ni de los viejos, ni de los niños. Vi como tomaban a unos niños por los brazos y
los estrellaban contra las rocas. Y lo hacían riéndose como locos. Cuando
terminó la matazón, yo seguía escondido entre los arbustos y escuchaba a los
soldados reírse y contar lo que habían hecho, sin importarles que hubieran
matado a gente como si fueran puros chuchos, si ni siquiera a un chucho se lo
mata, y estos pisados se reían. Entraron a las casas y se llevaron lo que quisieron.
Luego mataron unos chompipes y se los comieron.
Todo esto duró unas cuatro horas. Imagínese usted que en cuatro horas
mataron a casi ochenta personas y luego se sentaron a comer chompipe como si
nada hubiera pasado. Yo seguía sin
moverme, y allí me quedé hasta la noche, hasta que vi que se fueron hacia
Bulej, cantando y medios bolos todos los pintos”.
Francisco estaba sin
palabras, pues pensaba que solo tomaría
unas fotos, escucharía los discursos de rigor y hasta mañana. Pero no, estaba
escuchando un testimonio de un sobreviviente que contaba los hechos de manera
tan singular, apacible incluso. Volvió a ver el majestuoso paisaje y en su
imaginación vio a la muchacha correr a donde su padre y hermanos y como el
soldado le disparaba y ella rodaba por la peña. También vio a los hombres
destrozando a los niños en las mismas piedras que ahora tenía ante sí. Vio
como disparaban los soldados ebrios de
placer hacia la gente que caía inerte o herida y como los encerraron en una
iglesia que ya no había, pero quedaban sus cimientos y donde casi cien seres
humanos fueron quemados, humillados, violados, matados como coches, como decía
don Pedro, este hombre sin rencor, sin odio, sin nada.
Francisco estuvo allí
sentado un buen rato, sin saber en que pensar y dejando a su fantasía
volar. Allí veía ahora a unos niños
jugando con una pelota de plástico, riendo, gozando con su ignorancia de saber
que allí mismo, a niños como ellos -sus primos o hermanos tal vez- les
destrozaron contra esas piedras que ahora servían de arcos de fútbol.
Llegaron los discursos, se
inauguró un monumento pequeño, pero digno, en
donde estaban los nombres de cada uno de los que murieron en la iglesia. Allí sonaba una marimba, con su melodía
triste, con su son tan chapín.
Haciendo un esfuerzo,
Francisco logró volver a la realidad y tomó tres rollos de fotos. Las caras de
las mujeres, la sonrisa de los niños, las miradas de los hombres, la montaña,
el camino por donde llegó la patrulla, en fin, tomó todo lo que tres rollos de
treinta y seis le permitían tomar.
Petra se acercó a
Francisco.
- Te conozco Pancho, y se
que esto te ha afectado mucho, a pesar de tantos cementerios clandestinos que
has visto y tantos testimonios, se que el tiempo que don Pedro te habló, sus
palabras te llegaron, como a mi. No
quise acercarme, pues él se acercó a ti de manera
espontánea y creí que era bueno que tú lo escuches. ¿Cómo
te sentís?
- No sé como me siento Petra. Creo que me siento mal por lo que escuché,
pero creo que me ha dejado con algo adentro que creo que es bueno”
- ¿Y qué es?
- No sé como explicártelo, pero
siento que algo debo hacer por esta gente, no solo tomar las fotos y dejar en
un papel los rostros y los lugares, algo más pero no se qué.
- ¿Te puedo pedir un favor, Pancho?
- Claro.
- Cuando sepas que es lo que quieres
hacer, avísame.
- Te lo prometo.
El pepián que comieron fue
buenísimo, y el guaro cayó muy bien, pues a pesar del día espléndido, el frío se
hacía sentir. Eran casi las tres de la tarde, cuando Edmundo se acercó a
Francisco y le dijo que era hora de volver, pues el camino no era de lo mejor y
quién sabe cuántos bolos encontrarían en el viaje.
- Vamos Charlie, creo que el viaje
me servirá no solo para digerir el pepián sino todo lo que escuché al viejito
ese, don Pedro Mateo.
De regreso en el camino, Carlos puso
sus infaltables casetes de música ranchera.
Era algo que Francisco nunca entendió, pues Edmundo era el más grande
detractor de los mexicanos, pero se sabía todas las canciones de Los Tigres del
Norte. Escuchaban la famosa canción “La
Reina del Sur”.
- Sabes Charlie, esta visita me dejó
extraño. Por un lado estoy con el ánimo por los suelos, pero por otro lado,
tengo una rabia muy grande por lo que allí sucedió. No puedo imaginarme como
una persona puede llegar a tal barbarie para llegar a cometer tantas
atrocidades. Siento que me hierve la sangre y más aún, cuando no sé a cuántos
de estos asesinos me habrá tocado saludarlos o incluso tener hasta cierta
amistad.
Seguían por el camino tortuoso de
regreso a Huehuetenango. Francisco, un poco harto de tanta ranchera, le pidió a
Carlos que pusiera un casete de Serrat.
Francisco siguió pensando en voz
alta, casi sin importarle que Carlos lo escuchara, si es que lo hacía.
- Creo que la mejor manera de saldar
cuentas no es llevando a los asesinos a la justicia, pues los juzgados están
tan en la mierda que nunca se llegaría a juzgar a nadie. ¿Sabes lo que pienso? Creo que se debería hacer algo
así como lo que se hizo en Sud África.
Allí se creó una comisión de la verdad, pero no para llevar a juicio a
los blancos que mataron y asesinaron a los negros. Fue un poco más pragmática,
y lo que buscó fue que de alguna manera se diera un real arrepentimiento. Vi un
programa donde un policía blanco pedía perdón a las madres de cinco muchachos
negros que fueron muertos por las fuerzas de seguridad. Según el informe
oficial, eran cinco guerrilleros y los agentes actuaron en defensa propia, pero
en realidad fueron muertos por ser negros y nada más. El policía blanco, que algo de conciencia
tenía, pidió perdón a las madres.
Mientras Francisco seguía el relato,
Carlos sí estaba realmente atento a lo que su ex colega le decía. Era normal que los extranjeros hablen de lo
que fue la guerra en Guatemala y Carlos ya ni les hacía caso, pero en esta
ocasión le pareció interesante lo que Miranda decía.
- Lo que más me llamó la atención
-prosiguió Francisco- fue que las madres no le perdonaron, pero le reconocieron
el valor de haber enfrentado la verdad.
Para que algo así suceda, deber haber un acuerdo previo entre las
partes, pues si no, fíjate Charlie, lo que podría pasar. Va uno a decirle a la
madre que mató a su hijo, y se acabó. Debe haber todo un trabajo serio para que
las dos partes se junten, y todo debe ser muy secreto. Pero por acá, eso creo que ni pensarlo.
Habían tomado ya el camino por Santa
Eulalia y los colores del atardecer mostraban un paisaje majestuoso. Miranda se calló y decidió escuchar su música
y dejar que Carlos siguiera conduciendo.
Mientras continuaba el viaje, a Carlos le vinieron muchos
recuerdos de su niñez, de su hermano Marco Vinicio y del ejército. Añoraba en
El Petén, su aldea, Tierra Blanca, en el municipio de Melchor de Mencos. Allí,
junto con su hermano mayor pasó una infancia pobre,
pero feliz. Se la pasaban cazando armadillos, pescando en los ríos, jugando
pelota y molestando patojas. Cuando Marco Vinicio cumplió dieciocho años,
decidió ingresar en el ejército y se registró en el destacamento de La Pólvora.
Posteriormente fue seleccionado para ingresar como soldado Kaibil, en el
“infierno” de Poptún. El creía
firmemente que estaba combatiendo a los cubanos que querían implantar una
sociedad marxista, pues en su familia eran católicos conservadores y la
propaganda oficial había creado la psicosis de que venían los comunistas, que
se iban a quedar con la tierra y se comerían a los niños. Así que todos en su
familia estaban de acuerdo.
Pero la realidad fue otra. El entrenamiento fue terrible.
Lo obligaron a comerse u chucho que él mismo había alimentado. La doctrina anti
comunista era a diario y poco a poco se fue convirtiendo en una máquina de
matar.
En 1983, con el general
Efraín Ríos Montt, empezó una campaña de tierra arrasada, y esa dinámica lo
arrastró a él a participar en la lucha contra la guerrilla, que fue más una
lucha contra la población civil que contra una guerrilla que no contaba con
armas ni apoyo logístico.
Las masacres fueron parte
de la lucha contra insurgente tanto con Lucas García como con Ríos Montt. Fue
justamente Ríos Montt el que inicio su ofensiva “Victoria 82” cuyo objetivo era
la aniquilación del EGP. De ahí vienen las famosas Patrullas de Autodefensa Civil,
es decir el ejército utilizó a los propios campesinos para que lucharan contra
la insurgencia. El plan “frijoles y fusiles”, no era nada más que darle a la población
armas y unos cuantos frijoles para que rechacen la propuesta guerrillera.
En junio del 82, el
gobierno ofreció una amnistía a la guerrilla,
pero ésta la rechazó de inmediato. La gente en las comunidades empezó a
tener mucho miedo, pues ahora sabían que había ya una verdadera guerra, pues el
gobierno envió miles de soldados a Huehuetenango para destrozar la lucha
guerrillera. Con la amnistía, muchas comunidades vieron una alternativa hacerse
de lado de los militares y eso debilitó mucho a la estrategia del EGP.
La gran ofensiva se dio en
julio del 82. Mandaron helicópteros,
aviones, tanquetas, etc. El ejército
sabía bien que el norte del departamento era la base social de la guerrilla,
así que se fortaleció el destacamento de Barillas y se crearon otros, como el
de Las Palmas, en la frontera con México.
En julio de
ese año, Marco Vinicio fue destinado al destacamento militar en Barrillas,
Huehuetenango. Su capitán era de
apellido Castillo. Un chafa mala leche de primera que gozaba humillando a los
soldados, pero luego tenía cierta capacidad de transmitir ese odio a sus
hombres para que lo descarguen contra los campesinos indefensos.
.
El primer avance de la
patrulla se dio en San Mateo. En este lugar, la bandera con la cara del Che
Guevara había estado ondeando por casi año y medio, así que cuando llegaron,
obligaron a todos los habitantes a poner la bandera nacional. Cuando llegó el pelotón a San Mateo,
escogieron a diez patrulleros, y sin entender por qué, los mataron, para dar
ejemplo y escarmiento al resto de gente de que si podían matar a su gente,
harían lo que sea con quienes simpatizaban con la guerrilla.
Esta primera masacre se
conoció en toda la zona rural. Mucha gente se fue huyendo a Chiapas, pero los
que se quedaron, se organizaron en patrullas de auto defensa y esperaban que no
hubiera ninguna represión contra ellos.
La patrulla militar tuvo
un recorrido de muerte que incluyó a varias aldeas. Pasaron por Yocultán, donde
mataron a once campesinos. Luego subieron a Petanac donde se produjo esa gran
masacre, matando a ochenta y seis personas, entre hombres, mujeres y niños. La
patrulla siguió su caravana en Bulej, donde ejecutaron a cinco hombres.
El 17 de julio se produjo la más grande masacre en el norte de Huehuetenango,
donde mataron a 376 personas en la finca San Francisco y terminaron su horrenda
tarea el 18 y 19 de julio en Yalambojoch y Yaltoyá, donde asesinaron a 23 personas más.
Carlos sabía que su
hermano había participado en esa patrulla, pero no sabía a ciencia cierta si
había participado en las masacres. ¿Habría sido su hermano uno de esos
monstruos? Lo que si sabía es que luego de esos meses, Marco Vinicio desertó de
las filas castrenses y se refugió en el alcohol y mujeres. A pesar de los
esfuerzos que hizo para rescatar a su hermano, éste solo le decía que ya no
soportaba más escuchar los gritos de la gente, el olor a carne quemada, los
bailes macabros. En abril de 1999, sin
ninguna carta de despedida, se pegó un tiro en la cabeza.
Luego de haber pasado por Soloma,
Carlos, quien había estado pensando en su hermano, dudó en comentárselo a
Francisco, pues tenía miedo que su amigo se ofendiera si le contaba que su
propio hermano, a quien lo había presentado hacía años en Poptún, era justamente
de esas personas que Francisco hablaba.
Posiblemente
era justamente uno de los soldados que había violado a mujeres indefensas,
matado a hombres desarmados y destrozando niños contra las piedras.
Posiblemente
había participado en la mascare de Petanac, pero por otro lado, le parecía
fascinante que un extranjero tuviera tanta pasión por Guatemala, que le llegara
más que a la mayoría indolente de guatemaltecos, que saben bien lo que pasó
pero prefieren hacerse los locos y no confrontar la realidad.
Al final
decidió no contarlo y dejar que los fantasmas que atormentaron a su hermano, lo
sigan haciendo con otros asesinos.
Cerca de la cabecera de
Huehuetenango, cuando se encontraban en Chancol, Carlos dijo
- Don Francisco, es interesante lo
que usted acaba de decir. Vi en su cara
como le brillaron los ojos, no se si de rabia o de ganas de llorar. Me gustaría
contarle muchas cosas sobre esta Guatemala que tanto le gusta, pero por ahora
solo le puedo decir lo que usted me pareció.
- ¿Ah sí? ¿Y qué te parecí?, le dijo
Francisco, con cierto asombro.
- Usted se me parece al lago Atitlán.
Miranda no disimuló su sorpresa. -
Qué pasó vos, ¿ahora decís que soy un lago?
- No, no me entiende. El lago
Atitlán es un lago tranquilo, como lo es usted, pero si usted se fija, al
atardecer, ese lago se transforma en algo muy fuerte, como si tuviera vida y se
crean olas. Es casi imposible salir con lancha, ya que llega un viento desde la
boca costa y genera algo así como un huracancito. Por eso, los que saben, no
salen en la tarde. Así le veo a usted, con esa rabia que le acaba de llegar por
la tarde, es como el viento de la boca costa.
- ¿Y cómo se llama ese viento,
Charlie?
-
Se llama…Xocomil.
Huehuetenango,
agosto del 2004