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Un puente de madera sobre el Lóuzara (Seceda, O Courel)





     Un rápido examen de los artículos precedentes a éste nos revelará con total claridad que el elemento granítico constituye la base fundamental tanto de las manifestaciones artísticas como de las construcciones populares gallegas. No queremos con esto decir que los otros materiales disponibles no fuesen empleados, pero la certeza de lo dicho anteriormente está fuera de toda discusión. Megalitos, petroglifos, construcciones castreñas, puentes, iglesias, cruceiros, petos de ánimas, etc., son importantes capítulos de nuestro Patrimonio Histórico cuya esencia material radica en el uso de la piedra granítica.
     Sin embargo, tal apreciación no deja de ser muy relativa desde un punto de vista general, y si tratamos de sostenerla de un modo categórico estaremos reduciendo la cultura material gallega a su área atlántica, cuyo sustrato geológico sí está integrado por los granitos de dos micas. Estaríamos confundiendo el Patrimonio gallego con el área galaica estudiada, y obviamente ello es falso. La influencia del sustrato geológico en las manifestaciones culturales del patrimonio gallego es muy acusada comarcalmente. Pero semejante certidumbre no ha implicado en absoluto insalvables divergencias en la configuración de los usos y costumbres de las sociedades tradicionales. Además, ni siquiera en la Galicia occidental se empleó siempre la piedra en las edificaciones populares, como lo demuestran los numerosísimos hórreos cuyo cuerpo fue elaborado con madera.
     El medio geográfico, es evidente, ha obligado a una adaptación de las formas típicas en función de las exigencias de los diversos territorios. La presencia o no de un tipo determinado de producto constructivo, así como la benignidad o adversidad del hábitat ocupado, tuvieron su repercusión en el modo de cómo se concibieron localmente las items constructivos típicos de Galicia. No obstante, sería también falso creer que estas matizaciones comarcales no representan diferenciaciones en el campo de las mentalidades, de la religiosidad o de los temperamentos de las personas. Por citar un ejemplo muy ilustrativo de ésto último, cabe recordar que el área oriental de Galicia es escasamente pródiga en monumentos religiosos populares como cruces, cruceiros o petos de ánimas. Éstos son abundantes hasta la saciedad en las comarcas atlánticas, No cabe la menor duda de que la mayor o menor presencia de elementos religiosos, forzosamente debe de tener alguna repercusión en el modo de concebir la experiencia inmanente de las gentes.
     En este artículo nos vamos a ocupar de una construcción realizada en madera, concretamente una pontella (un pontón) localizada sobre el río Lóuzara en la parroquia de Sta. María de Seceda (O Courel). Ciertamente la madera es un tipo de material poco utilizado en la construcción popular. Para el clima sumamente húmedo de Galicia, la madera no es precisamente un producto del que se espere una larga pervivencia. En ello hay además ingredientes culturales: la preferencia por la piedra está en la base de la búsqueda de la transmisión perenne de un bien; del orgullo por poseer algo consistente y duradero; y en fin, de la plasmación de una obra inmortal cuya segura prolongada existencia es una garantía de la pervivencia espiritual de las vidas finitas de sus promotores a lo largo de los tiempos en las mentes de los futuros herederos. Aún todavía en la actualidad hay una clara preferencia por la vivienda de piedra frente al empleo de los modernos materiales como el ladrillo o la madera. Se aducen razones prácticas y económicas a largo plazo que compensan las fuertes inversiones iniciales, pero en el fondo es una pura excusa: la satisfacción y orgullo del poseedor de una vivienda de piedra apenas se disimula.
     Volviendo al Courel no debemos olvidar que nos encontramos en la zona montañosa oriental de Galicia, caracterizada por un sustrato geológico muy antiguo integrado por rocas metamórficas donde está ausente el granito de dos micas. Esta aparente dificultad no ha dejado de tener sus aspectos positivos. La construcción de una casa en estas comarcas era mucho menos costosa que en la Galicia atlántica, pues las rocas esquistosas son muy abundantes y muy fáciles de obtener. Las grandes losas de pizarra sustituyeron a la teja como elemento de las techumbres. Sin embargo, el principal problema con el que se enfrentaron estas gentes fue el de buscar un sustitutivo para los largos sillares necesarios para dinteles y pasos de arroyos. Las pizarras no permiten la obtención de tales elementos. El recurso al arco era una posibilidad, pero apenas fue utilizado. Se prefirieron las largas vigas de carballo (roble), fáciles también de obtener, muy duraderas a escala de varias generaciones, y de más rápida aplicación que el planteamiento de una arquería. Además, a largo plazo su sustitución en caso de deterioro era también tarea sencilla.
     La pontella que vamos a estudiar a continuación se encuentra junto a la carretera que de Ferraría do Incio (O Incio) conduce a Folgoso do Courel, a la altura del desvío a Cortes, inmediata al actual puente del vial. No está señalizada, y su estado de abandono es absoluto.

El puente de madera sobre el Lóuzara (Seceda, O Courel)

     Tiempos atrás sirvió para cruzar el Lóuzara dando servicio al antiguo camino que recorría la garganta del río, y que es el mismo que mencionamos en un anterior trabajo sobre las albarizas del Lóuzara. El entorno está muy descuidado, con abundante vegetación, denotando que este viejo camino ya no se utiliza. Pero mucho peor es el aspecto ruinoso que presenta la pontella, cuyo paso reviste ya una cierta peligrosidad, pues al intentar cruzarla, notamos como algunas tablas se encontraban podridas y cedían bajo nuestro peso, amenazando claramente su hundimiento.
     En este punto el Lóuzara es ya un verdadero río de montaña, con un relativamente abundante caudal para este tipo de corrientes, discurriendo encajonado en el fondo de su valle en V, y con una anchura de unos 10 m.
     La pontella mide de largo unos 12 m., por unos 3,5 m. de anchura, y se alza unos 4 m. sobre el lecho del río. Para su construcción se levantaron en ambas orillas unas altas y anchas plataformas integradas por una gran acumulación de rocas pizarrosas.

Esquema longitudinal de la pontella y vista desde abajo de su mitad

     Estos cubos tenían por objeto el alejamiento en altura del tendido del puente respecto de la corriente, así como la búsqueda de una cierta nivelación en relación con el trazado original del camino, y obviamente, la búsqueda de unos puntos de sujección consistentes de la estructura a ambos márgenes del río.
     La estructura arquitectónica del maderamen de la se resolvió del siguiente modo:

     Hasta aquí la descripción de esta interesante construcción popular, la cual por su rareza nos pareció interesante el dedicarle este pequeño estudio. Tema aparte es el determinar su antigüedad, sobre la que no pretendemos pronunciarnos, toda vez, que al ser su entidad lígnea no nos parece de una especial importancia el componente cronológico, toda vez que primero se habría de aclarar desde cuándo se utilizó este camino de comunicación interna de la comarca, y además habría de indicarse si antaño hubo alguna otra alternativa de vadeo de la corriente. Además, al tratarse de una construcción en madera, es de suponer, que al margen de su mayor o menor antigüedad, las reparaciones quizás fuesen continuas y numerosas.
     A nuestro juicio, la importancia de esta pontella radica en que nos pone en contacto con una más que interesante construcción popular, referente de una comarca caracterizada por la ausencia de granitos. En general, los estudios etnográficos tradicionales apenas se ocuparon de este tipo de soluciones, siendo las menciones muy ocasionales. Sin embargo, el recurso a estructuras de madera para cruzar ríos estuvo más extendido de lo que en primera instancia se podría suponer. En efecto, las alusiones en trabajos poco conocidos centrados en zonas muy concretas no dejan de ser, aunque escasas, hechos ciertos. Tal vez, la mayor consideración dispensada a las obras de piedra, testigos aparentemente incólumes de tiempos muy remotos, aparte de la caducidad de las construcciones en madera, probablemente sean las causas de este desconocimiento.




Vigo, a 10 de Mayo del 2001.




© Julio Fernández Pintos, 2001