| Anoche tuve un sueño extraño, e inexplicablemente te empecé a buscar en un lugar donde no estabas y no te encontré. Deseé que aparecieras como mi alma desea que llegue la noche y curaras mi tristeza, la cual intenta inundar estos ojos tan terribles que pocas veces han sufrido así. Y hoy apartaste mi mente de cualquier instante y emoción y la tuviste contigo; tal como uno lleva recuerdos de lo que no ha sucedido aún, tal como cuando tengo ganas de escribirte, escribirte de pies a cabeza, de recordarte en la incertidumbre y el drama de otros, de soñar y no encontrarte. Y quisiera que esto dijera lo que siento realmente: que dijera que el océano está en mis ojos y el horizonte en los tuyos, que el bosque es profundo y frío y el sol lo alumbra cada mañana, que negro es el cielo a todas horas y las estrellas en él siempre debiéramos ver, que la espera es triste como triste es el llanto de las nubes, que los poemas cantan aunque una voz seca hable en vez, que cada lágrima es una gota que hace temblar al mar y las nubes siempre lloverán aunque el manto fúnebre de esta tierra al horizonte haga callar. Y quisiera que hablaran por mí estas voces y te dijeran que no hay forma más pura de amar que cuando los ojos se tocan; Y quisiera dormir eternamente y soñar un sueño inmenso e interminable de sombras, de piedra húmeda y caminos de hierba, de bosques secretos y luces en el negro terciopelo del cielo, y sólo despertar para saber que ahí estás con la mano en la pluma escribiendo en mi frente. Sólo despertar para saber que una cascada de flores de noviembre baja por tu cabello, para escuchar que una serenata nocturna sale de tus labios y adorna esas claras orquídeas que tienes en cada mano. Sólo para hacerte saber sin que lo sepas que te extraño, para hacerte ver aunque no lo veas que tu sonrisa sin pretensiones en mí provoca un arrebato. Torturándome con tu hermosa existencia, hoy no hay más versos para ti, sólo estás tú aquí dentro de mí, llenando con tu serenidad este frío espacio, donde sólo puedes estar. |
