RESEÑA PERSONAL

Nací en la ciudad de Mendoza en Septiembre de 1970, crecí como todos los chicos de mi barrio, en contacto íntimo con la Naturaleza y su entorno. La pesca para mi se limitaba a salidas esporádicas al lago artificial del parque Gral. San Martin, armado con una caña (caña que solo era una vara de maiz) y uno o dos anzuelos a los cuales escondía entre bollitos de migas de pan a modo de carnada. El objetivo: pequeñas mojarras y si había suerte, alguna carpa pequeña.

En 1983 llego a Rio Grande, en Tierra del Fuego, cuna de las míticas y "monstruosas" truchas de las que tanto había escuchado. Mi primer contacto con la pesca de salmónidos fué en el Rio Fuego, donde logré sacar tan solo una no-tan-monstruosa trucha...Pero algo me decía que nunca más me iba a separar de estos rios y sus truchas...

Anteriormente a mi bautismo como mosquero, yo, al igual que la gran mayoría de los pescadores fueguinos, solo había tenido un acercamiento a esta actividad a través de revistas y videos. Ocasionalmente me crucé en el río con algún pescador extranjero, que para mi sorpresa, no usaba mis cucharas Abu Droppen ni nada parecido...pero que igual pescaba!

Me llamaba mucho la atención la armonía de sus movimientos, la total unión pescador - caña - linea - trucha que veía..; me gustó sobre todo, que no era una actividad monótona como el spinning, en la cual el 80% del tiempo nos pasábamos dándole rosca a la manijita...Este pescador se divertía mas que yo!.

Así fué que llegué al único fly shop que había en el pueblo en busca de asesoramiento para comenzar a dejar mis cucharas. Entonces conocí a mi amigo Marcos Czerwinski, que fué mi mentor en esto, el mismo que me dijo algún dia "Si entrás en esto, no creo que lo dejes más...". Esas palabras me sonaron más bien como un altanerismo que como un presagio de lo que fué. No solo Marcos tuvo razón, sino que la pesca con mosca pasó de ser más que un deporte, una forma de vida. Y por que digo "forma de vida" ?. Porque esta actividad me a enseñado a valorar cosas que antes eran superfluas para mi, como ser amigos, respeto hacia nuestra Naturaleza y hacia el otro.

Mis primeros e inseguros pasos en el arte de "castear" una mosca fueron dados a los tropezones, puesto que no hallaba la forma de poder lanzar un poco más alla de 10 mts. Fué testigo doloroso de estas experiencias (más de una vez sufrió los embates de mi linea!), mi mujer Mariela que con infinita paciencia me corregía a medida que aprendía.

También conocí a otras dos personas que me dieron el "empujoncito" inicial para que quedara definitivamente enganchado. Son las personas que me dieron el "Corazón y la Ciencia" de la pesca con mosca.

Una de ellas es Hernán Gallardo, un hombre recto, que con su sencillo lenguaje y sus más que elocuentes charlas me enseñó esto de ser un "señor mosquero" en el río. Es además la persona - que a mi modesto entender - mejor "siente" al río y su entorno; es un eximio guía y mejor amigo. El es "el "Corazón".

La otra persona es Carlos Gerpe, el maestro. Uno de los mejores atadores de mosca que jamás hayan visto estas tierras. El no solo me enseñó a atar, sino que también me enseño a "ver" como pesco...Me dió todos los "porqué" de las actividades de las truchas y las respuestas para resolver dilemas. Exquisito docente y amigo. El es "la Ciencia".

Yo creo que la pesca es en realidad, una excusa. Porque cuando uno pesca   - y más aún en los maravillosos parajes donde tiene por sana costumbre vivir la trucha -  se acerca a uno mismo, es una comunión de los sentidos, una forma de insuflar energías para continuar, y además, siempre está latente la esperanza de enganchar a ese pez, aquel que va a convertirse en objeto de tantos gratos recuerdos y de tantos momentos felices.


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