Catalogación de recursos electrónicos
Análisis comparativo de las normas ISBD(CF) e ISBD(ER)
CONCLUSIONES
En la introducción de las ISBD(ER) se llama a los recursos electrónicos "tecnologías volátiles", por la enorme rapidez de su evolución. Su carácter cambiante no es el menos de los problemas que plantea, desde luego, pero está muy lejos de ser el único. La increíble velocidad de los avances tecnológicos y el desarrollo de la sociedad de la información han dado lugar a una auténtica avalancha documental, buena parte de la cual se mueve a través de los canales electrónicos, en un flujo de crecimiento constante. La aparición y difusión de las herramientas informáticas no sólo han permitido que la información salve cualquier barrera espacial o temporal: han permitido también que la información misma se genere con una asombrosa facilidad. Cada día se crean en el mundo millones de documentos que se ponen en circulación en el instante mismo de su nacimiento y no tienen ningún tipo de límite para alcanzar, en pocos segundos, el más recóndito rincón.
La contrapartida ha sido el incremento del ruido en la información recuperada, a veces de tal intensidad, que llega a inutilizarla: "he buscado en Internet, pero no he encontrado nada", se suele decir, cuando en realidad, la red ha volcado en el ordenador del usuario miles de referencias. Aunque el uso de las tecnologías de la comunicación se han hecho imprescindibles, no siempre se dispone de destrezas que permitan obtener de ellas todo el rendimiento que deberíamos esperar. Este problema no se genera tanto por el volumen documental como por lo caótico de su organización. La facilidad de creación que permiten las nuevas herramientas -cada vez más sencillas de uso y con mejores prestaciones- provocan u incremento de información de muy difícil manejo.
Esta cualidad, sin duda extraordinariamente positiva, que permite poner al alcance de cualquier persona los resultados de investigaciones, experiencias, pensamientos o sentimientos de otra, puede verse invalidada precisamente por su propia exuberancia: como en el cuento de Poe, no hay mejor lugar para esconder algo, que entre sus iguales. Es preciso contar con herramientas que permitan recuperar la información relevante y pertinente, pero solamente esa.
Las normas internacionales para la descripción de documentos nacieron, precisamente con la misión de dar respuesta a estas necesidades, identificando los documentos de forma unívoca. Sin embargo, en los últimos años se han visto obligados a enfrentarse con una demanda creciente por un lado y un desarrollo documental que con frecuencia las supera, por otro. Así, cada vez es más apremiante la necesidad de normalizar la identificación de los recursos electrónicos, pero cada día es más difícil hacerlo. Los grupos de trabajo que se ocupan de elaborar las normas están obligados a llevar a cabo una tarea minuciosa y lenta, si se pretende que sea precisa. Mientras tanto, los nuevos recursos no dejan de aparecer y cambiar de manera vertiginosa. Basta con acercarse a cualquier suplemento de informática del más modesto periódico para ver, semana tras semana, la aparición de herramientas diversa y sofisticadas que dejan inutilizado cualquier intento de taxonomía. En estas condiciones, es obligado preguntarse si realmente existe solución para este problema.
Las dos versiones de las normas de descripción para documentos electrónicos son una muestra muy elocuente de lo que está ocurriendo en el mundo de la información. Entre unas y otras existen pequeñas pero significativas diferencias estructurales. Sin embargo, las diferencias de vocabulario son notables y, aún así, están lejos de dar respuesta a muchos de los instrumentos que actualmente se utiliza en cualquier biblioteca o centro de documentación; no digamos nada de los que se utilizarán dentro de poco tiempo.
Con todo, las cuestiones más graves que plantea la evolución de las normas de catalogación de recursos electrónicos son las derivadas del trabajo en red, sea local o remota. Los problemas comienzan en la propia definición: ¿cómo se debe considerar una extranet?. ¿De qué lugar de publicación hablamos cuando tratamos de un recurso en red? ¿realmente no se considera una nueva edición la presentación en un nuevo soporte, o no estaremos repitiendo convenciones nacidas para edición en papel? El concepto de acceso de remoto que ofrecen las ISBD(ER) es más que cuestionable, como lo son, por otra parte, algunas de las expresiones más comunes en esta clase de documentos: menú, cabecera, o multimedia interactivo, por citar alguno.
Además, la condición más característica de los recursos electrónicos -aún mucho más cuando están disponibles en red- es su carácter volátil, como las mismas normas los califican ¿Es posible, o mejor, merece la pena, identificar unos recursos que no serán más permanentes que el tiempo que dure su propia descripción? Y, por contrario, ¿estaremos condenados a perder el mayor volumen de conocimientos de que la Humanidad ha dispuesto nunca por no ser capaces de garantizar su permanencia ni su identificación?
Aunque es evidente que las normas para la descripción de los documentos electrónicos, están lejos de garantizar el control de la información que actualmente circula en estos soportes, también es cierto que la única manera posible de articular su gestión pasa, forzosamente, por la normalización formal de su representación bibliográfica. Por eso, y por la necesidad de trabajar contra la corriente del tiempo y, paradójicamente, de los avances técnicos, es doblemente necesario el instrumento de trabajo que estas normas representan. No obstante, abarcar en unas solas normas todas las variedades de algo tan enorme, creciente y fluctuante como los "recursos electrónicos" puede estar condenado al fracaso por su propia ambición de objetivos, a todas luces inalcanzables. Cada vez es más necesario contar con un referente que ayude a afrontar la mejor herramienta -y a la vez más temible- que jamás hayamos tenido los profesionales de la información.
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Rosario López de Prado
Museo Arqueológico Nacional (BIBLIOTECA)