La magia que
nunca termina.
“Miren
muchachos: si un día, nosotros, pudimos escuchar por radio, el canto
de un gallo, debe existir la posibilidad de transmitir la voz humana. O
la música. ¿ Sé imaginan que grandioso sería?,
preguntó a sus tres amigos, estudiantes de medicina, el Dr. Enrique
Telémaco Susini.
Sus interlocutores eran; su sobrino Miguel Mujica , Luis Romero Carranza y Cesar Guerrico , a la postre “los locos de la azotea”, responsables de la primer transmisión de radio en nuestro país. El 27 de agosto de 1920, Enrique Susini con voz engolada y con aires de locutor anunciaba pomposamente: “Señoras y señores: la sociedad Radio Argentina les presenta hoy el festival sacro de Ricardo Wagner, Parsifal, con la actuación del tenor Maestri, el barítono Aldo Rossi Morelli y la soprano argentina Sara César, todos con la orquesta del teatro Costanzi de Roma, dirigida por el maestro Felix Weingarten”. Un humilde transmisor de cinco vatios y todos los elementos necesarios para concretar la hazaña se instalaron en la terraza del Teatro Coliseo y la antena de transmisión se colocó entre el teatro y la casa ubicada en Cerrito y Charcas. Todo funcionó a la perfección. 80 años después la “radio” se ha convertido –como el perro- en la inseparable compañía del hombre. Desde el defectuoso sonido de la radio a galena, pasando por la válvula hasta llegar al transistor, la radio se ha instalado para siempre en los hogares argentinos. La Radio de la década del ´40:
A comienzos de 1940 muy pocos dudaban acerca de los sentimientos y efectos
que la radio era capaz de provocar. Detrás de los gabinetes rectangulares
de caoba o nogal, con lustre pero no brillosos, se escondían, literalmente,
los documentos nacionales de identidad de la época: sueños
a granel, imaginación desatada, personajes inefables duchos en todos
los géneros del entretenimiento, desde el drama hasta el humor.
La radio dictaba los límites posibles de ficción y realidad,
voces cantantes que subían o bajaban el volumen de la vida de la
gente, como si la ilusión o el desencuentro fueran una especie de
destino sonoro. “La radio era la reina ordenadora de cada hogar...ordenaba
la vida de todos, apenas eso, y de paso, el destino”, define Hugo Paredero
en “La radio está servida”, un artículo que en 1995 publicó
la revista Máscara. Hasta tal punto las muchachas de
la realidad se parecían a los tipos que imponía la realidad,
que para perfilar a Gladiela, el personaje de una empleada de tienda que
interpretaría Tita Merello, su autor Miguel Coronato Paz, pasó
tardes enteras fisgoneando la actitud de las empleadas de Harrod’s.
Familia, tango y fútbol: En
1940, por Radio El Mundo, se iniciaron dos ciclos que hicieron historia:
Los Pérez García y el Glostora Tango Club. A la manera
de un espejo, una familia radial que reproducía la constitución
de un grupo típico (el matrimonio, un hijo varón y una hija
mujer) devolvía las dificultades y los logros cotidianos de la clase
media. Por su lado, como si fuera la reproducción de un salón
bailable, el Glostora Tango Club le rendía devoción a una
pasión capaz de volver locos a los argentinos de entonces: el tango.
“Los Pérez García son el compendio de todos nosotros, de nuestros vecinos, de nuestros amigos. Los Pérez García somos usted y yo. Ellos son un reconfortante descanso espiritual, una meta ambicionada por todos los que luego de agobiantes jornadas de trabajo, solo encontramos en los noticiosos radiofónicos y en las páginas de los diarios, noticias de guerra o crímenes sensacionales. Ellos quieren vivir en paz, en un mundo mejor”, escribió un o de sus autores, Luis M. Grau. El Tango por la vida: Ese fue el momento de mayor éxito del tango canción y los gustos de la gente se repartían entre estilos tan distintos como los de Francisco Fiorentino, Angel Vargas, Floreal Ruiz o Alberto Marino. Eva Duarte aparece en la tapa de la revista Guión con un traje a baño a lunares grandes, zapatos con plataformas de corcho, pañuelo al cuellos y pose sensual. En las rutas triunfa Fangio, que cubre primero que nadie los casi 10 mil kilómetros de la carrera Buenos Aires-Lima-Luján, y los hermanitos Gálvez, otros ídolos de las carreteras. Enfermo, casi ciego, el presidente Roberto M. Ortiz delega el mando en el vicepresidente Castillo, pero antes se reitera la difícil decisión de mantener a la Argentina como país neutral con respecto a los que se enfrentan en la Segunda Guerra. París cae en manos nazi y Churchill –que vislumbra luchas en las playas, en los campos y en las calles- le promete a su pueblo “sangre, sudor y lágrimas”. La
época que me toco vivir:
De
la mano de Alfredo Ortíz debuté en Radio Argentina
a principios de la década del ’70. “El Club de los campeoncitos”,
fue el primer programa en el que participé. En elenco estaba el
“pecoso” Pablito Codevila, -hoy productor de Sábado Bus, el programa
de Nicolás Repetto-. En 1973 ingrese a Radio del Pueblo y después
sucesivamente, Radio Belgrano, Splendid, Antártida, Excélsior,
América y Libertad. Tuve la suerte de compartir el micrófono
con muchos de los grandes que son una parte importante de la historia de
la radio en nuestro país. Lionel Godoy, Pedro Delair, Rubén
Hugo Ibañez, el “gordo” Ernesto Frith, Ricardo Demicheli, Nora Norton,
Estela Montes, él “bebe” Sagastizabal, Roberto Galán, Eduardo
Marino, Claudio Orellano, Sergio De Caro. Y el trabajo con operadores como
“Frank Boga”, “él chacarero Sánchez”, Adolfo Casal.
Uno de los recuerdos imborrables que guardo en mi memoria, se remonta a
1991, cuando participé de una de las emisiones de “Grandes Valores
del Tango”, conducía: Alejandro Romay y en la locución: Lidia
Sánchez.
Edgardo Miller. |
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