La propuesta de este trabajo se organiza alrededor de ciertas operaciones dicotómicas, propuestas por el texto en diferentes registros, que denominamos aquí sistemas a modo de construcción metodológica. Nos referiremos específicamente al mecanismo operativo del sistema de la ley. La hipótesis será, en primer lugar, establecer cómo se constituyen las dicotomías que se incriben en la legalidad, para luego relevar en qué medida la oposición claramente diferenciada que pretende toda estructura dual, se ve comprometida en este texto por cruces y contaminaciones.
Para comenzar, es necesario tener en cuenta el modo en que el texto va delineando la dicotomía en el par legalidad-ilegalidad. Es posible reconocer muy rapidamente de dónde proviene la legitimación en la designación de lo legal e ilegal. Para facilitar la comprensión del planteo, proponemos establecer dos zonas: la "oficial" y la "transgresora". Ambas distribuyen sus espacios en el texto, y lo hacen inclusive geograficamente. La primera -constituida principalmente por jueces de paz, policianos, partidas de plaza y alcaldes- gravita siempre alrededor del juzgado, mientras que la segunda -compuesta fundamentalmente por gauchos que han caído en desgracia, aunque también hay otros- lo hace en pulperías y prostíbulos. Sin embargo, es notable cómo, ya en lo que respecta a los lugares concretos de acción, la zona de la "transgresión" va acechando el espacio oficial, ganandole terreno. Pensemos en el capítulo "Un encuentro fatal", donde Moreira se enfrenta con una partida, en Ca¤uelas. Nuestro gaucho se dirige al juzgado, de donde salía dicha partida, para envestirlos en el lugar que el "enemigo" menos esperaba: "El capitán quedó helado de asombro ante tan brusca declaración: le parecía imposible que aquel hombre tuviera la audacia de ir a provocar la partida en la misma puerta del juzgado".(1) Sin embargo, cuando la persecución se invierte, es decir, cuando es la ley "oficial" la que cruza al terreno enemigo, nunca da con Moreira a menos que éste así lo disponga. Hay muchos ejemplos de esto. Uno de ellos aparece en el episodio con el sargento Navarro: " Navarro recorrió medio partido por los lados que le indicaban que podría estar Moreira, pero por más que registró las pulperías no lo pudo encontrar".(2) Decíamos antes que el texto reconoce tempranamente de dónde proviene la legitimación de la legalidad-ilegalidad; y a partir de ese reconocimiento, recorta, también rápidamente, un conjunto de valores morales nuevos. Es interesante recorrer el proceso de refuncionalización de terminologías, nomenclaturas, que la zona de la "transgresión" va a apropiarse dentro del texto, para construir un espacio de resistencia. Entre ellas, advertimos por lo menos cuatro: honor, coraje, asesinato y traición. Veamos en primer lugar, el caso del honor. El dinero que Moreira presta a Sardetti, se realiza sin documento escrito que lo avale. No es otra cosa que un pacto oral, que el texto mismo explicita diciendo que fue realizado "a la buena fe de ambos". Cuando, unas páginas más adelante, Moreira reclama la devolución del préstamo ante la justicia, la "coartada" de Sardetti consiste en dar la deuda por inexistente. La "no escritura" del pacto es lo que permite al teniente alcalde -representante de la "justicia"- utilizar el argumento de Sardetti para invertir los términos del problema y acusar a Moreira de mentiroso. Sin embargo, el italiano conoce muy bien "la verdadera ley" que está infringiendo: " (_) la calma de Moreira le hacía prever una desgracia, desgracia inevitable, pues sabía que las palabras de Moreira no eran hijas de una mera compadrada, sino que ellas eran dictadas por una resolución inquebrantable".(3) Lo que pone en juego dicho pacto es nada menos que el honor en la palabra empe¤ada; y el no cumplimento del mismo por parte de Sardetti, avalará en Moreira el "cobro" de ese deshonor. Advertimos aquí un punto de cruce entre las zonas antes mencionadas. Lo que se refuncionaliza no es el contenido del término "honor", sino los sujetos que lo ostentan. La honorabilidad en la palabra empe¤ada era reconocida en el siglo XIX como valuarte del caballero (letrado), lugar que en este caso (aunque de manera compleja y sintomática) debería estar ocupando el italiano. Lo llamativo es que en este movimiento de apropiación del gaucho no hay signos de cohercitividad. El texto no está representando la lucha por un espacio, sino la evidencia de un lugar que previamente "ha quedado" vacante. Esto es lo primero que instaura el rompimiento del pacto. En el caso del coraje asistimos a una reformulación "completa" de lo que designa el término. El valor está en el enfrentamiento "cuerpo a cuerpo". Debe haber riesgo en ambas partes. A lo largo del texto notamos que la pelea se volverá "interesante" para Moreira sólo si el oponente detenta un tipo de coraje formulado en los mismos términos en que lo hace el gaucho. Un ejemplo de esto es lo que ocurre con las partidas de las provincias; a medida que se producen los enfrentamientos, estas van perdiendo el valor de "verdadero oponente". Cuando Moreira se enfrenta con Don Francisco, al comienzo del relato, vemos claramente el modo en que se designa el coraje: "-Así matan ustedes -dijo Moreira, que estaba más sereno mientras mayor era el peligro-, de lejos y sin riesgo (_)".(4) Hasta aquí podríamos pensar que la zona "oficial" se presenta en el texto como un bloque unívoco, sin fisuras. Pero debemos tener en cuenta lo que sucede en el episodio, antes mencionado, con el sargento Navarro. Allí vemos que los valores que son positivos para Moreira, también lo son para el "oficialista" Navarro. Esta idea está confirmada doblemente en el texto, primero por el personaje y después por el narrador: "-El que diga que ese hombre es un bandido -repuso Navarro, (_) es un puerco a quien le he de sacar los ojos a azotes-; y volvió a caer postrado por la debilidad que le ocasionara la pérdida de sangre. Era el tributo que el valor vencido pagaba al valor victorioso".(5) Empezamos a vislumbrar aquí, los espacios en que la constitución de las escalas de valores, que hasta ahora parecían bien diferenciables entre "oficiales" y "subalternos"(la categoría pertenece a Josefina Ludmer(6)), se contaminan. Veamos ahora el modo en que se constituye la traición. Tomaremos dos casos fundamentales donde dicha traición se produce. El primero ocurre con el paisano Carrizo, que delata la procedencia de Moreira a la partida de Cortinas en Navarro. El segundo caso aparece con el Cuerudo, quien comete el último delato de Moreira, revelando su paradero a las partidas que habrían de matarlo. En primer lugar, en ambos casos la traición está del lado de sus pares, ya que tanto Carrizo como el Cuerudo son gauchos. Pero lo llamativo es que estos dos personajes tienen un aspecto en común. Dicho aspecto explica el modo en que la traición se desenvuelve, pero al mismo tiempo delata una preocupación de la época, que no proviene del mundo gaucho, sino del letrado(7). Se trata de la simulación. En el primer ejemplo aparece así: "Por fin Cortinas dio con un paisano, conocido por el nombre de Carrizo, enemigo de Moreira, porque este le humillara una vez, y deseoso de vengarse, a lo que no se había atrevido antes porque le tenía miedo; pero disimulaba el odio con una amistad franca y cordial que a Moreira no le hacía mucha gracia".(8) Y en el segundo: "Pero el Cuerudo guardaba un profundo resentimiento a aquel hombre, resentimiento que el gaucho ocultaba íntimamente, esperando el momento oportuno para dejarlo conocer con todo el encono de que se iba sintiendo poseído cada día que pasaba".(9) Resulta entonces evidente, que el problema de la simulación, el ocultamiento de las verdaderas intenciones, conforma el elemento primordial de la traición; elemento que, por otra parte y sintomáticamente, no puede ser atribuído únicamente al espacio del gaucho. Un ejemplo de esto último puede verse en el episodio en que las partidas se preparan para apresar a Moreira en el Prostíbulo. Recordemos que para "lograr mejor el golpe" el capitán de una de las partidas solicita como refuerzo "vigilantes disfrazados". Pensemos ahora lo que sucede con el asesinato. El texto apropia, desde la primera muerte, los términos de la ley "oficial", y los reformula; y dicha apropiación queda asegurada entre gauchos: "-Me he dsgraciado, tata viejo, he muerto a un hombre. (_) -¨En buena ley?".(10) Hasta aquí tenemos la reformulación de términos. Lo que para la oficialidad significaría asesinar, para el gaucho es matar en buena ley. Esta idea se ve reforzada por la utilización de la palabra muerte como participio. Decir "he muerto a un hombre"atenúa el componente activo de la acción de matar, en el sentido de violentar el estado "natural" de las cosas (en este caso de un hombre), y coloca dicho acto en el orden de la fatalidad. Moreira lamenta su suerte reiteradas veces, pero eso no implica que pueda ignorarla. Pero la dicotomía asesinato-muerte en buena ley presenta una complicación. Una de las condiciones para que, en la zona de la "transgresión", se produzca la legalización de la muerte, es la sobriedad. La muerte legal es un acto que se produce en plena conciencia y dominio de las facultades mentales del individuo. Este rasgo repite y confirma el principio de la conmutación de penas "oficial", por el cual estas se atenúan si el delito es cometido en estado de ebriedad. Debemos tener en cuenta que el texto denuncia permanentemente la condición marginal del gaucho, atribuyendola entre otras cosas, a la injusticia en el funcionamiento del aparato legal. Es entonces que resulta paradójico el pasaje de un valor ético-legal, sin mediaciones entre la zona "oficial" y la de "resistencia". Es como si al tratar de poner una valla contensora a la "catarata de significaciones" que viene del poder, al texto se le "colaran" algunas de ellas, no pudiendo reformularlas. Hay otro aspecto de la reformulación dicotómica, que no pertenece directamente al de la legalidad-ilegalidad, pero se incluye junto con esta dentro del par propuesto en el programa de la materia: gauchos y letrados. Este aspecto tiene que ver con las relaciones entre los hombres dentro del texto. (Cuando hablo de los hombres me refiero específicamente al género masculino ya que, como bien observó Ludmer(11), la cultura popular en Juan Moreira construye una "pirámide paternalista". Pensemos solamente en el caso de Vicenta. Su lugar en el texto se va desplazando y debilitando casi "naturalmente". Si al comienzo de sus andanzas como gaucho "malo", Moreira se lamenta por la suerte de su mujer e hijo, sobre el final lo hará solamente por el último; la función de Vicenta concluye cuando se consolida la línea de filiación entre padre e hijo). Sabemos entonces que las relaciones fuertes en el texto son masculinas. Estas se construyen en el par superiores-subalternos, pero no siempre se corresponden con el de gauchos-letrados. Un ejemplo donde se observa el funcionamiento del primer par, es en la relación de Moreira con el doctor Mara¤ón. En este caso, el lugar del superior se establece por la designación del subalterno (Moreira) al colocarle el título de "patrón". Pero las relaciones de poder aparecen también, como decíamos, entre "pares". Esto es evidente entre Moreira y el Cuerudo. En este caso, la superioridad se ejerce casi como un abuso: "Era tal el dominio que Moreira ejercía sobre el Cuerudo, que solía caer a su casa buscando guarida, lo echaba de su cama y se acostaba a dormir en ella profundamente, sabiendo que aquel hombre no se había de atrever ni aun a pensar en matarlo cuando lo viera completamente descuidado o profundamente dormido"(12). Pero también entre Moreira y el amigo Julián se establece una relación de orden vertical. La jerarquía entre ambos está más atenuada que en el caso anterior, pero se descubre allí donde encontramos la fidelidad más absoluta. Julián "acata" sin peros los "pedidos" de su amigo. Podemos pensar que la posibilidad de contradecir o rechazar algunos de estos "pedidos" resulta impensable en el personaje de Julián. Pero la inferioridad no sólo se revela allí, sino que también lo hace en el despliegue del coraje. Recordemos la rapidéz con que se rinde Julián en la escena del prostíbulo, acción claramente contrapuesta a la valeroza actitud de Moreira. Probablemente resten en este trabajo varios puntos por tocar, ya que Juan Moreira es un texto que presenta una constelación de problemas, no sólo en relación con la constitución del espacio del gaucho en el imaginario social del ochenta, sino también, y en la misma sintonía, con la elaboración de un género (el folletín) y la construcción de un público completamente nuevo. Esperamos, sin embargo, que este trabajo sea recibido con la misma intención con la que fue pensado: propiciar nuevas lecturas y no "descansar comodamente" sobre lo dicho.Notas:
(1) Gutiérrez, Eduardo, Juan Moreira, Buenos Aires, Centro Editor de América Latina, 1987, p.119 y 120. [volver]
(2) Juan Moreira, ed.cit., p.165. [volver]
(3) Juan Moreira, ed.cit., p.26 [volver]
4) Juan Moreira, ed.cit., p.47 [volver]
(5) Juan Moreira, ed.cit., p.171 [volver]
(6) Ludmer, Josefina, "Tretas del débil", en La sartén por el mango, encuentro de escritores latinoamericanos, PR, El Huracán, 1984. En ese artículo, Ludmer reconoce el espacio del subalterno en la literatura, como aquél que se define por una carencia (sin tierra, sin escritura, etc). [volver]
7) En la antología del moreirismo, ver los fragmentos correspondientes a Francisco de Veyga y a José Ingenieros. En estos dos textos de principios de siglo, aparece cristalizado el problema de la simulación, que veinte años antes, con el surgimiento de la modernidad incipiente, ya empezaba a plantearse. [volver]
(8) Juan Moreira, ed.cit., p.206 [volver]
(9) Juan Moreira, ed.cit., p.222 [volver]
(10) Juan Moreira, ed.cit., p.32 [volver]
(11) Ludmer, Josefina, "Los escándalos de Juan Moreira", en Las culturas de fin de siglo en América Latina, Buenos Aires, Ed. Beatríz Viterbo, 1994. [volver]
12) Juan Moreira, ed.cit., p.222 [volver]
Antología sobre el moreirismo, Selección y presentación de Adriana Amante para la cátedra de Literatura Argentina I, Buenos Aires, 1996.
Ludmer, Josefina, "Tretas del débil", en La sartén por el mango, encuentro de escritores latinoamericanos, PR, El Huracán, 1984.
Ludmer, Josefina, "Los escándalos de Juan Moreira", en Las culturas de fin de siglo en América Latina, Buenos Aires, Ed. Beatríz Viterbo, 1994.