OFICINA
SALITRERA SANTIAGO HUMBERSTONE
(e x - L A PA L M A)
Traspasando la barrera que existe frente a los estacionamientos de vehículos y que constituye la entrada principal ingresamos a la Oficina por la calle Manuel Baquedano, llamada así en honor del General en Jefe del Ejército chileno vencedor de la Guerra del Pacífico.
Lo primero que salta a la vista es una antigua carreta la que en su tiempo fue usada para el transporte del caliche; también se ven los restos de un carro de pasajeros del ferrocarril salitrero, el cual está restaurado a medias. A la derecha e izquierda están ubicadas las casas que ocupaban los jefes y mandos medios.
Doblemos a la derecha en la siguiente barrera, junto al estanque del agua potable, y estaremos ingresando a la Calle de la Recova. A la entrada de la plaza nos encontramos con la Iglesia, construida junto con el pueblo el año 1934, por la Congregación de los Padres Oblatos de María Inmaculada. A la vera del templo está el parvulario "San Mauricio", el cual fue el primero fundado en la Provincia de Iquique.
El edificio de la iglesia, que se encontraba en deplorables condiciones de conservación, fue restaurado completamente el año 1989 con donaciones privadas. La construcción está hecha íntegramente con pino oregón y su línea arquitectónica es moderna.
Siguiendo por la misma acera nos topamos con la Recova, que ocupa todo el resto de la cuadra. Dando directamente a la plaza, funcionaban los siguientes locales comerciales, en el mismo Orden en que vamos avanzando:
En el centro del
edificio está el portón de entrada a los locales interiores de
la Recova. aquí se puede observar una corrida de puestos
correspondiendo, de derecha a izquierda, a:
Verdulería "Los Chilotes"; almacén de Juan Chang,
apodado "El Chino Chalupa", a quien todos los
humberstonianos recuerdan por su extraña modalidad de expender
las mercaderías "al peso", es decir usando sus manos
como básculas sin equivocarse nunca; luego venían otros locales
ocupados por verdulerías, pescaderías, puestos de carbón y
leña, de parafina y una carnicería.
En el patio todavía existe una pileta que, además de refrescar el ambiente, proporcionaba agua fresca para que los comerciantes pudieran lavar las verduras. El largo mesón de chapa metálica y cobertizo que corre por el centro del patio de la Recova era utilizado por los clientes para colocar las bolsas con las compras.
No nos retiraremos de este recinto sin observar la alta torre de madera que le da unidad al conjunto. Allí existía un reloj público y un equipo de audio que proporcionaba música a los paseantes de la plaza en las horas del atardecer.
Doblando a la izquierda contorneando la plaza. Esta calle se llama Manuel Blanco Encalada, en recuerdo del héroe de la Independencia y primer Presidente de Chile. Nos topamos aquí con un blanco edificio que corresponde al Hotel y Club Social.
Cuando la Oficina estaba en actividad, el ingreso al local era restringido. Sólo podían concurrir los jefes, ejecutivos y empleados del 'escritorio', como se denominaba entonces a nuestros actuales oficinistas y administrativos. Al término de la jornada, la persona debía vestirse de punta en blanco, tanto las damas como los varones, luciendo sus mejores trajes para poder acceder al Club.
Bajo la administración inglesa las reglas a este respecto eran inflexibles. La primera preocupación de la empresa al contratar a un empleado de cualquier nivel que éste fuese, era vestirlo de pies a cabeza con un traje negro a la medida, la camisa de pechera, corbata de lazo, guantes blancos, sombrero hongo y zapatos de charol, amén de un reloj de plata cuya cadena le cruzaba el pecho sobre el elegante chaleco. Esta "pinta" debía ser usada todas las noches a la hora de la cena, la que era presidida por el dueño o administrador.
Todos los empleados tomaban colocación próximos o retirados de éste según fuera la importancia del cargo que servían o de su antiguedad en la empresa. Un sistema parecido se aplicaba en los bailes sociales. A cada asistente se le entregaba a la entrada una ficha con un número: roja para el varón y blanca para la dama. Como los números eran repartidos al azar, nadie sabia hasta el último momento cuál iba a ser su pareja en el baile, produciéndose las más variadas, encontradas y, veces, hasta divertidas situaciones.
El Hotel cuenta con dos amplias salas: la habitación de la izquierda corresponde al Salón de Billar, donde los caballeros se entretenían mientras llegaba la hora de comer, sirviéndose exquisitos aperitivos acompañados de aromáticos cigarrillos extranjeros.
Internándonos en el local, hacia el lado norte, descubriremos la cocina, amplio recinto presidido por una enorme mole de fierro fundido, que era la "cocina económica". Sus grandes fuegos, hornos y campana nos hace pensar en la cantidad de platos que se preparaban diariamente para el deleite del paladar de los señores empleados.
Aquí haremos una pequeña disgregación para referirnos a la alimentación del trabajador calichero: A temprana hora en la mañana éste se acercaba a la cantina o rancho, donde se servía un suculento desayuno consistente generalmente en un plato de cebollas y papas fritas con bisté, seguido de uno o dos tazones de té o café acompañados de emparedados de embutidos o quesos.
A media mañana, en su lugar de trabajo, se servía una colación consistente en un jarro de "cocho" que es una mezcla de harina tostada de trigo, azúcar y agua caliente, además de una botella de té y pan.
A mediodía venía el almuerzo, es decir la comida principal, compuesta de tres platos servidos hasta el borde donde no faltaban las cazuelas de vacuno, los porotos con rienda, asados y otros alimentos de alto valor nutritivo, todo coronado por un jarro de huesillos con mote. Al oscurecer venía la hora de comida. donde se daban raciones muy parecidas a las del almuerzo.
El pampino llamaba a este sistema de alimentación "las cuatro operaciones" y los calicheros veteranos recuerdan con nostalgia esa abundancia que concordaba con el feroz trabajo que les correspondía realizar y que ya hemos descrito más arriba.
Seguimos nuestro recorrido por el Hotel. Más adentro está la pérgola, donde se bailaba los fines de semana y los días de fiesta. Esta conserva aún parte del techo de caña ecuatoriana y la tarima de la orquesta. Llama la atención un verso de Andrés Sabella garrapateado por la mano de este gran vate antofagastino en una de las paredes de este recinto.
Junto a la pista de baile se encuentra el Bar, donde el personal de la oficina acudía a capear el calor al amor de grandes vasos de refrescos y cervezas heladas.
Salimos del Hotel y giramos a la izquierda, esta calle, que forma el costado Norte de la plaza se llama Eleuterio Ramírez, en recuerdo del glorioso comandante del Regimiento 2do. de Línea, quien encontrara honrosa muerte guiando a sus soldados en la Batalla de Tarapacá, hecho de armas ocurrido el 27 de Noviembre de 1879 durante la guerra contra Perú y Bolivia.
Ahora nos enfrentamos al Teatro, imponente edificio construido en la década de los treinta en base a pino oregón. Conserva aún gran parte de las butacas de la platea que, por ser muebles, han ido desapareciendo con el curso de los años; pero, en general, el resto se mantiene igual, o casi igual, como en sus mejores tiempos. Todos los años durante la Semana del Salitre, este teatro es sometido a una limpieza general, aplicándosele una mano de pintura para cubrir los grafities escritos por algunos turistas que no resisten el deseo de dejar constancia de su paso por estos lugares.
Salimos del Teatro y nos dirigimos al costado poniente de la Plaza, donde podemos admirar un edificio blanco con arcadas, el cual nos hace recordar los portales que hemos visto en películas mejicanas. Se trata de la Pulpería, almacenes de propiedad de la compañía donde el pampino podía adquirir todo tipo de mercaderías, desde un "terno de ropa" (traje de confección) hasta una aguja, pasando por todo el rubro de menestras, panadería, carnicería, botillería, verdulería y otros. En consecuencia, este local suministraba todo lo necesario para el diario vivir del trabajador calichero y su familia.
Nos retiramos de la Plaza dirigiéndonos a la Piscina, que se encuentra ubicada en la Calle Esmeralda, nombre de la gloriosa corbeta hundida con su bandera al tope en el Combate Naval de Iquique después de una heroica resistencia de más de cuatro horas contra un enemigo inmensamente superior, el acorazado peruano "Huáscar", hecho ocurrido el 21 de Mayo de 1879.
La piscina es de grandes dimensiones y está hecha con planchas de fierro unidas por remaches; posee un trampolín de tres niveles y una gradería techada para el público. Esta piscina, en su época, no tenía nada que envidiarle a las mejores del país y estaba muy bien implementada con puestos de bebidas y helados, sala de baile, bar y pérgola bajo la sombra de añosos árboles. El agua era extraída del subsuelo (a cuarenta y un metros de profundidad) por poderosas bombas eléctricas, algunas de cuyas partes componentes aún se pueden ver debajo de las graderías.
En este lugar se realizó la última reunión social con que se despidió a los jefes y empleados, al término de la cual se colocó un candado simbólico a la entrada de la ex oficina "Santiago Humberstone". Esto sucedió el 1 de Enero de 1961.
Salimos de la piscina y nos encontramos frente a unas largas corridas de habitaciones, las que estaban destinadas a alojamiento de los obreros solteros. En la jerga pampina, se les llamaba "Buques", porque cada uno de estos pabellones tenía el nombre de uno de los buques de guerra de la escuadra nacional. Allí estaba el "Latorre", el "Prat", el "Cochrane", etc.
Aquí los niños, especialmente las muchachitas, tenían prohibición absoluta de sus padres de entrar a los buques, tanto por motivos de seguridad personal como para evitarse el denigrante espectáculo de las "colas". En efecto, era costumbre arraigada que los días de pago grupos de mujeres de vida alegre llegadas de los lupanares del puerto o de Huara, acudieran a ofrecer sus servicios a los obreros solteros, para cuyo efecto hacían trato con varones de armas tomar quienes les facilitaban por todo el día su habitáculo con la condición de pasar la noche juntos. De esta manera las prostitutas hacían su negocio mientras su clientela formaba una fila al lado afuera de la puerta de la habitación para gozar por turno de sus favores.
Muchas veces los jefes de campamento, con muy buenas intenciones,
ofrecían a estas rameras piezas especiales donde pudieran
desempeñar su profesión; pero, junto con su negativa, ellas
explicaban que necesitaban un hombre que las defendiera.
Por el costado Norte del Teatro corre la calle Arturo Prat. En esta calle se ubica el Hospital el cual, para su tiempo, contaba con adelantos tales como pabellón de cirugía, banco de sangre y maternidad.
Frente al hospital existe un edificio que encierra cuatro viviendas de primer orden. Estas casas eran ocupadas por el Ingeniero de la Máquina; el Director del Hospital; el Jefe de Bienestar y el Director de la Escuela.
La Escuela es el local que enfrenta a la casa del Director y también es posible recorrer sus amplias salas de clases. Se encuentra situada en la calle Tarapacá, que recibe su nombre por la batalla librada en dicho pueblo.
Siguiendo la calle Tarapacá llegamos al sector de la Cancha de Fútbol. El kiosco que vemos en ruinas era utilizado por los músicos de la banda del pueblo, los que amenizaban las tardes deportivas. Al frente de este kiosco hay una construcción de ladrillos refractarios que corresponde a la bóveda del ex edificio del Escritorio desaparecido años atrás a raíz de un incendio.
Seguimos caminando en dirección a la torta de ripios y nos encontramos con un edificio de un piso provisto de un largo corredor con balaustrada. Esta es la Casa Administración o Rancho de Empleados donde se encontraban las habitaciones de los empleados solteros. Para entretenimiento de ellos había una biblioteca, sala de billar, salón de juegos, estudio de música, bar y otras dependencias.