
MENSAJE DE LOS OBISPOS CATOLICOS DE CUBA
"DEMONOS FRATERNALMENTE LA PAZ"
A los católicos y a todos los cubanos de buena voluntad.
- Muy próxima ya la visita a nuestra Patria de Su Santidad el
Papa Juan Pablo II que tendrá lugar, Dios mediante, del 21 and 25
de enero de 1998, a los obispos cubanos nos ha parecido necesario, al concluir
nuestra Asamblea Plenaria, compartir con ustedes algunas reflexiones sobre
el significado y el extraordinario alcance de esta ansiada visita.
- Indiscutiblemente, la visita de Juan Pablo II a Cuba, en el vigésimo
año de su pontificado, se va convirtiendo en lo que ya muchos empiezan
a llamar, dentro y fuera del país, el acontecimiento más
importante que nuestra nación vivirá en estos últimos
años y uno de los más significativos de su historia. Las
expectativas crecen a medida que se acerca la fecha de la llegada a nuestra
tierra del Papa misionero. Por este motivo los ojos del mundo están
puestos en esta isla del Caribe y lo estarán con mayor atención
aún durante los cinco días de esta visita. Junto a la expectación
que suscita este acontecimiento, aumentan también las conjeturas
sobre el mismo. ¡Cuántos cubanos y extranjeros emiten diversas
versiones referentes al significado de la presencia del Papa en este país
que tiene características políticas, económicas y
sociales bien marcadas y que lo distinguen del resto del continente americano
y del mundo! ¿Qué dirá el Papa en Cuba?. Esta pregunta
y otras por el estilo las escuchamos a diario en todas partes.
- Desde que se anunció esta visita quedó fijado el contenido
central de la misma: Juan Pablo II vendrá como Mensajero de la Verdad
y la Esperanza. Todo cuanto él nos enseñe durante esos históricos
días que estará con nosotros es preciso encuadrarlo dentro
de esa afirmación; si no, quizás equivoquemos el motivo de
la visita del Sumo Pontífice a Cuba, la cual es de carácter
eminentemente religioso.
- Juan Pablo II llegará a Cuba en uno de los momentos más
difíciles de nuestra historia. La situación política,
social y económica en los años finales del siglo XX, tal
como lo hemos analizado en nuestro magisterio episcopal de los últimos
años, incide en las características de la visita papal y
en el quehacer futuro de la Iglesia Católica en Cuba. Justamente,
para mirar con confianza hacia el futuro, los cubanos nos aprestamos a
recibir al que viene como Mensajero de la Esperanza.
- La esperanza cristiana no está reservada exclusivamente al más
allá. Comienza a construirse aquí, en esta vida y en este
mundo y encuentra su plenitud cuando se hagan realidad las dos últimas
verdades que profesamos en el Credo: "Espero la resurrección
de los muertos y la vida del mundo futuro". Estas dos verdades se
hallan enraizadas en la causa que las produce: la Segunda Venida de Nuestro
Señor Jesucristo. Los cristianos no nos encontramos desorientados,
pues tenemos una esperanza cierta hacia donde dirigimos toda nuestra vida: "el
encuentro animoso con Cristo, que viene, para ser colocados ese día
a su derecha y merecer poseer el Reino eterno" (Primer Domingo de
Adviento).
- Sin embargo, por esperar "unos cielos nuevos y una tierra nueva"
(Apoc. 21,1) los cristianos sabemos que la esperanza es necesario comenzar
a construirla en este mundo. Por ello se hacen más apremiantes las
palabras de Juan Pablo II cuando inició su pontificado: "Abran
las puertas de par en par a Jesucristo". Para vivir la esperanza cristiana
es necesario abrir las puertas de nuestros corazones a Jesucristo en nuestras
familias y en todos los ambientes donde desarrollamos nuestra existencia.
Abrir las puertas a Cristo no es un simple sentimiento subjetivo sin ningún
compromiso con las realidades terrenas. El "abrir las puertas"
significa conversión, es decir, transformación de la vida,
y ésta debe ser personal y comunitaria. Cuando la conversión
se vive exclusivamente de modo individual es incompleta, se halla mutilada.
La esperanza cristiana y la apertura de todas las puertas a Cristo están
indisolublemente unidas.
- Tal realidad nos conduce al sujeto de la esperanza: el hombre. Este
es el único ser de la creación capaz de esperar. Por el hecho
de que la esperanza comienza a construirse en este mundo puede comprenderse
fácilmente lo enunciado por Juan Pablo II en su primera encíclica
"Redemptor hominis" (1979): "el camino de la Iglesia es
el hombre". Así pues, el hombre se convierte en la preocupación
constante de la misión de la Iglesia. Si la Iglesia no tuviese en
cuenta esta verdad fundamental perdería la razón de su existencia,
que es la de ser Sacramento Universal de Salvación para los hombres.
- Junto a la verdad sobre Jesucristo y sobre ella misma, la Iglesia debe
anunciar la verdad sobre el hombre, la cual no se reduce a un conjunto
de nociones antropológicas y teológicas acerca del mismo,
sino que, además, es una acción clara y sostenida por "la
promoción de todos los hombres y de todo hombre" (Populorum
Progressio, 14). Por consiguiente, en el hombre, como misión de
la Iglesia, se articula el doble mensaje de Juan Pablo II para Cuba: la
verdad y la esperanza. El Papa viene a anunciar, al cubano de hoy, la verdad
sobre Jesucristo y sobre el mismo hombre, a fin de que éste pueda
tener esperanza.
- La bimilenaria Iglesia de Jesucristo es "experta en humanidad".
Ella, en cualquier lugar donde realiza su labor, por la misma índole
de su misión, conoce el corazón del hombre. Nuestra Iglesia
está a punto de concluir la misión preparatoria a la visita
del Papa que se está llevando a cabo en las diez diócesis
de Cuba. La Virgen de la Caridad ha convocado a sus hijos para escuchar
la Palabra de Jesucristo. Estos acuden gustosamente al llamado de la Madre.
Una vez más, como ha sucedido desde la visita a su prima Isabel,
María Santísima, que es la primera cristiana, se ha convertido
en la primera misionera de la Iglesia.
- De mil maneras y por innumerables personas, la misión de la
Iglesia ha sido acogida en nuestro pueblo, que profesa en su mayoría,
y de diversos modos, su fe en Dios y su devoción a la Virgen de
la Caridad. Múltiples obras e iniciativas en las distintas diócesis,
parroquias y barrios nos han hablado en estos días del aprecio que
el pueblo cubano siente por la persona del Papa. Asimismo, hemos comprobado
cómo la Iglesia tiene una credibilidad y capacidad de convocatoria
que la mantiene en el corazón del pueblo, del cual forma parte entrañable.
Esto le permite servir mejor y a mayor número de hijos, lo cual
reclama la necesidad de nuevos espacios y nuevos medios para realizar su
misión.
- Varias lecciones debemos sacar de la reciente misión. La primera
de ellas es que la Iglesia en Cuba está llamada a animar la esperanza
del pueblo ante el futuro. El desaliento que muestran muchas personas se
convierte en una profunda llamada a la evangelización. El hombre
que se esfuerza en vivir el Evangelio encuentra motivos, desde su fe en
Jesucristo, para enfrentar la vida con esperanza. Pero la esperanza no
es un mensaje ilusorio que adormece al hombre sin ofrecerle razones palpables
para alcanzarla. La esperanza debe contar con elementos objetivos que encuentran
su mejor expresión en la promoción humana. La IV Conferencia
General del Episcopado Latinoamericano coloca como primer elemento de la
promoción humana el desarrollo y la salvaguarda de los derechos
del hombre (Sto. Domingo n. 164-168). Si no se trabaja en esta perspectiva
no se puede hablar al hombre correctamente de esperanza. Como muy bien
indicó el II ENEC (1996), el fin de la evangelización es
la promoción integral de la persona humana.
- En efecto, el hombre es una unidad de cuerpo y alma. A través
de su cuerpo se relaciona con el mundo que lo rodea, y de modo especial
con los demás hombres. Esto evidencia la dimensión social
del ser humano (G.S. 34.39). Todo el hombre, alma y cuerpo, en su dimensión
social está llamado a la promoción humana. De ahí
que sea erróneo pensar en una evangelización solamente espiritual,
pues no abarcaría la realidad completa del ser humano.
- Por consiguiente, la evangelización incluye la promoción
humana y la construcción de las realidades de este mundo. La Iglesia
está llamada a preocuparse por ese orden en nuestra patria. Es parte
de su misión. La vida personal, familiar, matrimonial, laboral,
científica, técnica, económica, artística,
deportiva y política constituyen el orden temporal. Estas realidades
no se rigen por leyes ciegas y exclusivamente autónomas que se desarrollan
al margen de la ética. Como realidades humanas que son tienen por
sujeto y objeto al hombre y, por ende, necesitan de la orientación
ética. Si se prescinde de ésta, el hombre puede resultar
disminuido, manipulado e, incluso, deshumanizado. La ética proporciona
a las diferentes realidades temporales la jerarquía de valores en
la cual el hombre es siempre fin y nunca medio (cf. Mc. 2,27).
- En nuestro país se habla con frecuencia de recuperar los valores
éticos del cubano, de ir a nuestras raíces. Nos alegra que
esta constatación esté en las mentes de muchos, sin embargo,
no basta con decirlo, urge la ejecución de vías reales para
lograrlo. La Iglesia, desde la ética cristiana, está dispuesta
a contribuir en esta obra promocional del cubano, porque sabe que cuando
evangeliza trabaja por la defensa de toda vida humana, la libertad, la
igualdad, la justicia social y demás derechos humanos. De este modo
promueve los valores éticos que facilitan el mejoramiento del hombre.
El Siervo de Dios Padre Félix Varela nos recordará que "no
hay patria sin virtud".
- Sin embargo, la evangelización no se reduce a la promoción
humana y al desarrollo del orden temporal, ya que la vocación del
hombre es también sobrenatural. Somos diferentes al resto de las
criaturas porque nos relacionamos con Dios. En la tierra, el hombre es
la única criatura que Dios ha querido por sí misma (C.A.
11). La vocación sobrenatural del hombre no es un añadido
a su ser, y en esta esfera desempeña la Iglesia la misión
que le es más propia. Para cumplir esta misión en Cuba es
necesario que la Iglesia cuente con los medios y espacios indispensables
que le permitan predicar abiertamente a Jesucristo. Esta es una dimensión
esencial de la libertad religiosa.
- No debe confundirse libertad de culto con libertad religiosa. Esta
implica el reconocimiento de la acción de la Iglesia en la sociedad
y no limitada al libre ejercicio del culto. Junto a la actividad cultual,
la Iglesia en Cuba tiene una misión profética y caritativa.
Al respecto el Documento Final del ENEC nos dice: "La fe cristiana,
no es una ideología en sí misma, puede vivirse en cualquier
sistema político o proceso histórico sin identificarse necesaria
y totalmente con ninguno de ellos. La Iglesia no puede renunciar a dar
su colaboración para mejorar los diferentes proyectos sociales que
vayan encaminados al bien común, como tampoco a ejercer su misión
crítico-profética frente a las realizaciones históricas
concretas" (n. 419).
- En los actuales momentos que vive la nación, la Iglesia percibe
de manera especial su vocación a la fraternidad, a fin de promover
la reconciliación entre todos los hijos de la nación cubana.
Para eso siempre convocará, sin distinción alguna, a todos
los cubanos.
- Queridos hermanos, hemos compartido con ustedes algunas de nuestras
reflexiones ante la cercanía de la visita del Papa Juan Pablo II.
Sabemos que todos se preguntan por los frutos de esta visita. Estamos convencidos
de que la visita del Santo Padre será como el paso de Jesucristo
por la historia de nuestra Iglesia y de nuestra Patria. Este será
el primero y más fundamental de todos los frutos. Pero estos podrán
cosecharse con plenitud en la medida que la Iglesia pueda cada vez más:
- 1. Predicar abiertamente a Jesucristo.
2. Animar la esperanza del pueblo ante el futuro.
3. Ayudar a la recuperación de los valores éticos personales,
familiares y sociales.
4. Ver reconocido su papel positivo en la sociedad con su triple misión
cutual, profética y de servicio promocional.
5. Promover la reconciliación entre todos los cubanos.
- Estos elementos podrán ser captados por el pueblo cubano como
semillas de esperanza en el futuro, al tiempo que los descubra como realidades
palpables en la misión de la Iglesia Católica en Cuba. Esto
se alcanzará en la medida que la Iglesia pueda contar con un espacio
de mayor libertad para su misión, y de esta forma aportar su contribución
al progreso y beneficio del pueblo cubano, que es uno de sus mayores deseos.
- La Navidad nos trae este año el regalo de la visita del Papa.
Nuestro pueblo ha puesto en esa visita muchas de sus esperanzas. ¡Qué
Dios, por los ruegos de la Virgen de la Caridad del Cobre, a quien Juan
Pablo II coronará como Reina y Madre de Cuba, nos lo conceda! Pidamos
para que la visita del Santo Padre sea el inicio de lo que es una de las
mayores esperanzas: que todos los cubanos podamos darnos fraternalmente
la paz.
LOS OBISPOS CATOLICOS DE CUBA
La Habana, 1º de noviembre de 1997,
Solemnidad de Todos los Santos
Este documento ha
sido transcrito y preparado para esta página por Antonio Fernández,
copiado del original según hecho público por la Conferencia
de Obispos Católicos de Cuba..
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