
MENSAJE DE LOS OBISPOS CATOLICOS DE CUBA
CON MOTIVO DE LA VISITA DEL PAPA
JUAN PABLO II A CUBA
A los hijos de la Iglesia Católica, a nuestros hermanos cristianos
de otras confesiones y a todo nuestro pueblo.
INTRODUCCION
- Nuestro pueblo ha deseado y esperado mucho la visita del Papa a Cuba.
Los católicos cubanos hemos sembrado de oraciones esta tierra pidiendo
esta visita. Nuestras oraciones florecen ahora con el anuncio de que Juan
Pablo II, Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo, Obispo de Roma, Pastor Universal
de la Iglesia, e infatigable mensajero de la verdad y la esperanza, llegará,
en su incansable caminar, a la ansiada meta de su deseo y del nuestro,
cuando bese el suelo cubano para anunciarnos la paz. Desde el día
21 hasta el 25 de enero de 1998 el Santo Padre estará en nuestra
Patria que, en un lejano día recibió la bendición
de Dios al acoger en nuestras playas a la Virgen de la Caridad y ahora
recibe otra gran bendición con la visita del Papa, hijo de Polonia,
donde es grande la devoción a la Virgen María.
- La presente Carta es para nuestros hijos en la Iglesia, y también
para todos los hermanos cubanos, creyentes o no, que quieran aceptar libremente
esta catequesis sobre el sagrado ministerio del Papa y la invitación
fraterna que les hacemos a recibir, acoger y saludar junto con nosotros
al Santo Padre. Queremos unirnos a todos para decir con el Profeta
Isaías: "Que hermosos son sobre los montes los pies
del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena noticia, que pregona
la salvación diciendo a Sión: ¡tu Dios reina!"
(Is 52,7).
- Los cubanos conocemos al Papa por algunos medios de comunicación
social, por sus cartas encíclicas, mensajes y viajes pastorales.
Ahora tenemos la oportunidad de ver personalmente a este hombre sencillo,
que mira con amor al mundo entero y también a Cuba. Este hombre
a quien muchos cubanos deseamos ver y también que él personalmente
nos vea.
- Los pueblos de todo el mundo se leen en el espejo de este apacible
Pastor, acrisolado en el dolor y marcado por la cruz. En su cuerpo y en
su alma sufrió los rigores de un régimen totalitario, como
joven estudiante universitario, obrero de una cantera, y seminarista que
tuvo que estudiar semiclandestinamente. Después conocemos su abnegada
trayectoria de sacerdote, obispo, cardenal y ahora Pastor Universal de
la Iglesia. Este hombre singular acepta en paz las penas de su vida como
la manera privilegiada, según él mismo dice, de acercarse
más y mejor a todos los que en el mundo sufren.
- ¡Cuántas veces el Papa habrá entendido las pruebas
dolorosas de su pasado personal como algo desconcertante, pero que estaban
contenidas en aquella profecía de Jesús a Pedro, el primer
Papa: "Te llevarán a donde no quieras"! (Jn.
21,18). ¡Cuántas veces Juan Pablo II habrá repetido
en su interior la respuesta de Pedro: "Señor, a quien
iremos, sólo Tú tienes palabras de vida eterna"!
(Jn. 6,68). Llevando con enegía el peso de los años y el
extraordinario trabajo pastoral que él mismo se ha impuesto, no
ha sucumbido a la tentación de todo ser humano al avanzar en la
vida, la de sustituir las ilusiones y proyectos optimistas del futuro por
las lamentaciones y quejas pesimistas del pasado.
- La presencia del Papa Juan Pablo II en tierra cubana no puede dejarnos
estáticos y centrados en meras constataciones humanas. Es verdad
que el Papa es considerado en todas partes como la autoridad moral más
alta del mundo; que goza de la admiración de un hombre lleno de
sabiduría, normativo como pocos; que tiene una personalidad rica,
con un extraño magnetismo para convocar multitudes con su sola presencia,
sin que este don tenga nada que ver con el populismo, la demagogia o la
teatralidad; que muestra una resistencia física que nos asombra.
Todo esto es cierto, pero en el Papa descubrimos un misterio más
amplio.
- Viene entonces a nuestra memoria aquel artículo que escribió
José Martí en 1891 en el cual describe al "trémulo
y humilde anciano", el Papa León XIII, que entra en la Basílica
de San Pedro "sonriendo con tristeza, bendiciendo con afabilidad,
mirando con ternura" en medio de una multitud "maravillada y
contenta" mientras "los coros cantan: "Tu es Petrus, Tú
eres Pedro". Y Martí termina diciendo: "¡Oh, qué
misterio un alma de Pontífice!".
- Acerca de este misterio queremos reflexionar con Uds.
I. ¿QUIÉN ES EL PAPA?
- Jesucristo utiliza la comparación del pastor y su rebaño
para describir cómo deben ser guiados los fieles de la Iglesia con
paciencia y amor. El se presenta a sí mismo como el Buen Pastor
que da la vida por sus ovejas. De hecho Él es el único y
supremo Pastor que quiso llamar por su nombre a otros hombres para que
compartieran su misión de conducir a la Iglesia. A ellos les dice: "Vayan
por el mundo entero y anuncien el Evangelio" (Mc. 16,15).
- La referencia a ese rebaño, a la Iglesia, es continua en Cristo
Jesús en sus encuentros personales, en sus palabras y parábolas,
en sus hechos y en su oración. Jesús fundó la Iglesia,
no en el sentido de ponerle un nombre o de darle una organización
detallada, o un código canónico, pero sí creó
una comunidad de discípulos, un núcleo fundamental en el
que estaba presente todo cuanto configura a la Iglesia en su estructura
y en su misión.
- Jesucristo había escogido doce hombres de su misma región
y con ellos constituyó un grupo estable. Estos fueron los miembros
de la primera comunidad de discípulos, a quienes Jesús se
manifestó personalmente y a quienes envió, más tarde,
por el mundo entero para predicar el Evangelio (Mc. 16,15). El testimonio
de estos doce apóstoles que afirman de Jesús: "Lo
hemos visto y oído" (1 Jn. 1,1; 1 Jn. 1,3) es el gran tesoro
sobre la vida del Salvador, sus hechos, sus enseñanzas, su pasión,
muerte y resurrección que nos llega por el Nuevo Testamento y por
la Tradición viva de la misma Iglesia. Aquellos hombres sencillos
tenían un poder ministerial, es decir, subordinado al de Cristo
para servir a sus hermanos. Ese poder debía pasar a sus sucesores.
a) El Papa, sucesor de Pedro.
- Entre aquellos doce apóstoles Jesús eligió personalmente
a uno de ellos, llamado Simón, hijo de Jonás, natural de
Betsaida, pescador de profesión, a quien de forma curiosa y repentina,
le cambió el nombre por uno nuevo y extraño en el mundo semítico
e incluso griego, y que nadie más en la historia había llevado
antes que él. Lo llamó Pedro, que significa piedra.
- A él y sólo a él lo trató como cabeza del
grupo, piedra angular y visible sobre la cual el mismo Jesús edificaría
su Iglesia (Mt. 16,18). A Pedro le confió el cuidado de las ovejas
y los pastores (Jn. 21,15-17), y le entregó las "las llaves",
símbolo universal de la autoridad (Mt. 16,19).
- La sabiduría de Dios determinó esta forma de constituir
la comunidad de los seguidores de Jesús, muy de acuerdo con nuestra
naturaleza humana, para así preservar, con la asistencia del Espíritu
Santo, la identidad de la Iglesia que es una, santa, católica y
apostólica.
- Es cierto que Pedro se durmió mientras Jesús pasaba por
los momentos trágicos de su agonía en el huerto, (Mc. 14,37);
que allí mismo, para defender a Jesús, sacó una espada,
y éste es el último argumento de un cristiano (Jn. 18,10);
que negó tres veces a Jesucristo porque le perjudicaba ser identificado
con Él (Mc. 14,66-71); que había titubeado en el mar (Mt.
14,30); que pretendió reprender a Jesús porque tomaba el
camino de la cruz para salvar a los hombres (Mc. 8,32). Pero también
es cierto que Pedro pasó pronto al arrepentimiento y al llanto;
que fue el primer téstigo de la resurrección y que murió
mártir por Jesucristo. Jesús quiso mostrarnos en la fragilidad
y en el arrojo de Pedro, que éste era un ser humano y que todo cuanto
había de bueno en él para conducir la Iglesia, venía
de Dios.
- Decimos que la Iglesia es católica, apostólica y romana.
Jesús no vivió en Roma ni estuvo nunca en ella, pero Pedro,
pocos años después de la muerte de Cristo en Jerusalén,
se fue a Roma a evangelizar aquel mundo y allí fue martirizado en
el año 67. Según una antiquísima tradición
murió crucificado, cabeza abajo, por petición suya, porque
no se consideraba digno de morir en la misma posición en que había
muerto su Maestro.
- Los restos del Príncipe de los Apóstoles, descansan debajo
del altar sobre el cual se alza la cúpula de la Basílica
de San Pedro en Roma, que fue construida sobre el antiguo cementerio donde
está enterrado Pedro.
- El oficio ministerial concedido personalmente a Pedro fue transmitido
a sus sucesores Lino, Cleto, Clemente, Sixto... hasta Juan Pablo II,
así como el oficio, también ministerial, concedido a los
Apóstoles, fue transmitido a los obispos hasta nuestros días
(LG 20).
- Ha habido épocas de triste recordación en la Iglesia
en el largo período de dos mil años de historia. Épocas
en que por razones que sólo Dios conoce, en la silla de Pedro se
sentaron hombres que no respondieron con fidelidad a la misión que
Dios les confiaba. Y esto oscurece, pero no anula la santidad de la Iglesia.
La Iglesia es santa en su doctrina y en sus sacramentos, lleva en su seno
muchos hombres buenos y santos, pero también hombres deficientes.
Esto la hace "santa y a la vez necesitada de purificación"
(LG 8).
b) El Primado de Pedro.
- Teniendo a la vista los textos bíblicos que se refieren a Pedro,
es difícil no reconocer que Cristo le dio un lugar de primer orden
en el grupo apostólico. La institución del Pontificado Supremo
no es una elaboración posterior, sin base alguna en las Escrituras.
No la inventamos nosotros, la encontramos ya dada y no es fácil
ponerla en duda a la luz de la Palabra de Dios y de la Tradición
de la Iglesia.
- Más que un Primado jurídico, la Iglesia habla siempre
del Primado pastoral, porque así se trasluce mejor la imagen del
pastor que es modelo de todo servicio eclesial. Jesús vincula la
presidencia de la comunidad no a la sabiduría humana, ni a la experiencia,
ni a la estrategia, sino al amor: "¿Simón, hijo
de Juan, me amas más que éstos?" (Jn. 21, 15-17).
Amor para servir a todos, que no rechaza a nadie, que acoge siempre, incluso
si esto se hace difícil, como cuando debemos amar al enemigo. Juan
Pablo II, al ser agredido injustamente por el joven turco que levantó
en su mano un arma para segar su vida, dijo en la misma camilla donde lo
conducían después del atentado: "Díganle al hermano
que me hirió que yo lo he perdonado". Pasado algún tiempo
lo fue a visitar, para abrazarlo y bendecirlo en la misma prisión.
- Cuantos hemos tenido la dicha de ser recibidos por el Papa, sentimos
que no salimos igual que como entramos. Y al decirnos el Santo Padre, años
atrás, a los Obispos cubanos: "hay que saber esperar",
sus palabras nos han comunicado esa fortaleza singular proveniente del
hombre que, confirmado por el Señor en su fe y su esperanza, infunde
valor y confianza a cuantos le escuchan.
II. LA IGLESIA AL SERVICIO DE LA UNIDAD.
- La Iglesia es un misterio de unidad, de una unidad mayor que toda unidad
federativa, convencional, forjada por los hombres, porque está llamada
a una unidad esencial de todos aquéllos a quienes el Padre ha convocado,
por el Hijo, en el Espíritu Santo, para formar una fraternidad de
amor.
- En esta comunión de la Iglesia hay un principio de autoridad,
incluso con características jurídicas, porque no parece que
haya otro medio mejor en lo humano para preservar la unidad en la fe y
el amor, deseada por el Señor.
- "Esta fe, --dice San Jerónimo en el siglo III,-- la guarda
la Iglesia con esmero, aun estando diseminada por el mundo entero, como
si hablara una misma cosa. La Iglesia cree todas estas cosas como si tuviera
una sola alma y un solo corazón; las predica en común acuerdo
y las enseña como si tuviera una sola boca".
- La humanidad, en un mundo desunido, tiende hacia la unidad de todos
los hombres como hermanos y camina fatigosamente hacia ella. Este es un
clamor constante de Juan Pablo II en sus documentos, desde sus cartas Encíclicas
hasta sus Mensajes en la Jornada Mundial de la Paz.
- La humanidad camina hacia la unidad en medio de tensiones y conflictos,
pero también en medio de algunas conquistas en favor de la misma
unidad, como es la creación de diversos organismos internacionales
que la promueven. El Papa Pablo VI dijo: "El corazón de
la paz está en la paz del corazón", y, por tanto buscar
formas exteriores de unidad no es suficiente, es necesario unir las voluntades
y los corazones.
- Alguien tendrá que sentar a todos los hombres en la misma mesa
fraterna, porque el hombre nunca ha existido, ni existirá solo,
y una de las primeras preguntas del Creador al hombre fue: "¿dónde
está tu hermano?" (Gen. 4,9).
a) El Santo Padre: Servidor de la unidad.
- Los católicos creemos firmemente que ese vínculo de amor
fraterno, capaz de reunir a los hombres alrededor de una misma mesa y de
estrechar a todos en un mismo abrazo, puede alcanzarse a través
de la Iglesia de Cristo, presidida por el Papa. En la misión de
la Iglesia está el servicio a la unidad, implorada por Cristo como
un anhelo en su oración sacerdotal: "Que todos sean
uno como tú y yo, Padre, somos uno..." (Jn. 17,21).
- En este anhelo de unidad latente en toda la humanidad y en esos logros
parciales y fatigosos en favor de ella, el Papa Juan Pablo no ha sido un
mero espectador, sino un artífice. Con su ejemplo, su sacrificio,
sus mensajes, sus mediaciones entre naciones en conflicto, su andar constante
por el mundo entero convocando a todos los hombres, sin distinción
de creencias religiosas, políticas o filosóficas, ha despertado
en los pueblos de la tierra una conciencia nueva. La misión del
Papa no es simplemente hacer justicia, sino procurar el amor, la unidad
y la paz que garantizan la justicia, superándola.
- Para esto es necesario un cambio de mentalidad como el que propone
San Pablo en su carta a los Colosenses 3, 9-11: "Despójense
del hombre viejo con sus obras y revístanse del hombre nuevo, que
se va renovando hasta alcanzar su conocimiento perfecto, según la
imagen de su creador".
b) Cuba busca la unidad.
- También en Cuba buscamos la unidad. En nuestro país no
faltan logros personales y comunitarios, ni planes, ni proyectos. Tampoco
faltan buenos deseos. Pero la experiencia cotidiana nos hace constatar
que existen incertidumbres, insatisfacciones, esperanzas que no son colmadas
y que, en ocasiones, dividen al hombre interiormente o lo separan de sus
hermanos. Esto puede suceder en medio de la familia y aún en la
sociedad. Como cubanos debemos procurar la unidad entre los hijos de un
mismo pueblo. La unidad no debe ser temida, más bien la división.
- La Iglesia Católica en Cuba espera que la presencia de Juan
Pablo II entre nosotros favorezca la unidad sincera y real en el interior
de nuestra Iglesia, entre la distintas confesiones religiosa, entre todos
los cubanos, piensen como piensen, en el seno de la familia, entre los
vecinos, entre los compañeros de trabajo, unidos todos, no tanto
por las mismas ideas u opiniones, por la misma sangre o raza, cuanto por
el mismo amor fraterno que debe ser la base estable del esfuerzo por la
felicidad de los cubanos: "Todos somos responsables de todos",
ha dicho el Papa Juan Pablo II. La unidad nunca puede ser negativa. Una
conciencia de unidad concebida como oposición al otro es inconsistente
y, a menudo, no es más que la unión de algunos entre sí
para separarse mejor de los demás.
c) La unidad de la Iglesia.
- El capítulo 12 de la Carta a los Corintios nos enseña
claramente que la unidad no tiene por qué aplastar la legítima
diversidad cuando existe el amor. Una unidad sin amor sería unanimidad
insincera, uniformidad aparente, hija más bien de la disciplina,
de la fuerza o de la obediencia sumisa y falsa, que de las fidelidades
individuales y profundas del corazón. Si se mata el amor no se sabe
cuántas cosas mueren juntas a la misma vez. La Iglesia recuerda
siempre con pena lugares o momentos de su historia en los que no apareció,
en algunos de sus hombres, esta voluntad nítida de unidad en el
amor; por haber confundido la unidad con la uniformidad o con una falsa
unanimidad. Así surgieron en la Iglesia el autoritarismo, los excesos
de la Inquisición, la intolerancia, el abuso de poder y el clericalismo
que tan negativamente han pesado en la memoria eclesial. Semejantes procesos
se han dado también en la historia de los pueblos e instituciones
humanas.
- En la Sagrada Escritura el Diablo, cuyo nombre significa "el que
divide", aparece desencadenando su furia contra la unidad, matando
el amor. Sólo el amor, y un amor grande, pueden dar una base estable
a todo esfuerzo humano, sea en el mundo religioso, sea en el mundo civil.
Por eso Jesucristo coloca el amor como centro del Evangelio.
III. ¿A QUÉ VIENE EL SANTO PADRE A CUBA?
- Esta reflexión sobre la unidad nos lleva como de la mano a preguntarnos:
¿A qué viene el Papa a Cuba? ¿Qué podemos esperar
de su visita?
- El Santo Padre es fundamentalmente Pastor y, por tanto, su visita tiene
un carácter pastoral. Nadie debe esperar una visita distinta. Es
el Pastor que visita a sus ovejas, que les habla y las escucha, que está
dispuesto a dar su vida por ellas, que quiere reunirlas en un solo rebaño,
como lo dice Jesús en la entrañable alegoría del Buen
Pastor (cf. Jn. 10, 1-16). El Papa no visita nunca ningún país
únicamente como Jefe de Estado.
- El Papa viene a Cuba a anunciarnos a Jesucristo, y con toda propiedad
podrá decirnos las mismas palabras de San Juan Bautista: "Detrás
de mí viene alguien que es más grande que yo" (Jn.
1,27). Podemos estar casi seguros de que en el mismo momento que toque
tierra cubana el Santo Padre exclamará: "Laudetur Jesus Christus",
("Sea alabado Jesucristo"), y sus homilías, discursos
y encuentros empezarán siempre así. Tal vez el Papa, como
lo ha hecho en muchos países desde el comienzo de su Pontificado
nos diga: "No teman. Abran sin miedo las puertas a Jesucristo".
- El Papa, servidor de Cristo, nos dirá como dijo Pedro al paralítico:
"No tengo oro ni plata, pero lo que tengo eso te doy, en el nombre
de Jesucristo: echa a andar" (Hech. 3,6). Él viene a fortalecer
nuestra fe en Cristo, porque fue el mismo Jesús quien le encargó:
"Confirma a tus hermanos" (Lc. 22,31). En su carta sobre la Misión
del Redentor, el Santo Padre ha escrito: "Los hombres tienen derecho
a conocer la riqueza del misterio de Cristo dentro del cual creemos que
toda la humanidad puede encontrar todo lo que busca a tientas acerca del
hombre, de su destino, de la vida y de la muerte, de la verdad". (RM
8). El encuentro con el Papa debe llevarnos a un encuentro personal con
Cristo.
- El Santo Padre ha deseado vivamente visitar nuestro país y no
ha escatimado sacrificios para cumplir este antiguo deseo. Esto significa
mucho para los cubanos, especialmente para quienes vivimos en Cuba, donde
lamentablemente no pocos hermanos nuestros se sienten inclinados a abandonar
el país. Con esta visita el papa nos expresa su interés por
Cuba, por nuestra Patria y por su mejoramiento material y espiritual.
- Viene a rezar en Cuba con los cubanos. Por su Iglesia que vive, crece
y florece aquí, por sus obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos,
religiosas, seminaristas y laicos. Por nuestros hermanos cristianos de
otras confesiones y, juntamente, por los creyentes de otras religiones
y por los no creyentes. Su oración será también por
los gobernantes, necesitados de la luz de lo Alto para cumplir su responsabilidad
de llevar al país por caminos de justicia, de libertad y de paz.
Rogará por los enfermos para que confíen en Dios y su dolor
no sea en vano. Por los presos para que el Señor los llene de fortaleza
y esperanza. Por los que están lejos de la patria y de su familia,
para que el Señor los conforte en su añoranza y colme sus
buenos deseos. Por los niños, los jóvenes, las familias,
los ancianos. Las preocupaciones de los cubanos son las mismas preocupaciones
del Santo Padre. El Papa viene a bendecirnos a todos. Muchos creemos en
el poder bienhechor de su bendición, que es la de Cristo, a quien
él representa.
- El sucesor de Pedro viene, ante todo, a visitar nuestra Iglesia, respondiendo
a la invitación que hace ocho años le hiciera la Conferencia
de Obispos Católicos de Cuba. Quiere también cumplimentar
con su visita la invitación de las más altas autoridades
del país. Durante su estancia en Cuba el Sumo Pontífice no
dejará de ofrecer todo su apoyo moral a "cuanto haya de justo,
noble, verdadero, amable, honorable" (cf. Filp. 4,8) en la promoción
del hombre y en el desarrollo de la sociedad.
- La Iglesia de Cuba ha ofrecido cuanto ha podido a la promoción
y el desarrollo del hombre y confiamos que la visita del Santo Padre impulse
nuestra disponibilidad sincera y leal de seguir sirviendo a los hermanos.
En la historia de la humanidad hay hombres proféticos que se adelantan
a su época y ayudan a preparar el futuro. Juan Pablo II es reconocido
mundialmente como uno de esos grandes hombres. Por eso su presencia entre
nosotros será altamente beneficiosa para todo nuestro pueblo.
- El Pastor Universal de la Iglesia trae el deseo de que su presencia
personal apoye las relaciones justas y leales, entre la Santa Sede y el
Estado, sin reinvindicar para esas relaciones ningún otro derecho
que el de servir, de modo que la Iglesia en Cuba pueda, con el favor de
Dios, cumplir plenamente el mandato que ha recibido de su Señor:
enseñar, guiar y santificar a nuestros hermanos en el Evangelio
de la verdad y la esperanza, del amor y la paz.
IV. COMO PREPARAR LA VISITA DEL PAPA.
- Todos los cubanos debemos preparar la visita del Papa. En todas partes
esta visita ha sido un acontecimiento feliz. Esperamos que en Cuba sea
también así, pues la matriz cultural de nuestro pueblo tiene
raíces profundamente cristianas.
- Esta preparación tiene dos aspectos, uno material y logístico
y otro doctrinal, pastoral y espiritual. Este último, que es el
más importante y fundamental, le corresponde enteramente a la Iglesia.
En la organización y aseguramiento material, contamos con una participación
de los distintos organismos del Estado.
- La visita del Papa requiere un espacio público adecuado donde
el Santo Padre pueda celebrar la Eucaristía, predicar la Palabra
de Dios y bendecir al pueblo. Es necesaria también la transportación
del gran número de personas que participarán en las celebraciones
presididas por el Papa; las convenientes instalaciones de lugares para
enfermos, invitados especiales, autoridades religiosas de distintas confesiones,
autoridades civiles y personalidades visitantes. En toda esta preparación
son imprescindibles el concurso y los recursos del estado. A ese efecto
se han creado comisiones conjuntas Iglesia-Estado a niveles nacional y
diocesano.
Aspecto espiritual de la preparación.
- La preparación de la visita del Papa tiene un aspecto espiritual
que nos concierne a todos los cubanos, creyentes o no creyentes. Nos referimos
a la actitud de respecto, de calor humano y de gratitud con que el Papa
debe ser recibido en Cuba.
- Creyentes y no creyentes reconocemos con mucha gratitud el gesto de
nobleza y bondad de Juan Pablo II que sin detenerse ante dificultades de
cualquier género, ha deseado visitar a Cuba y solamente a Cuba en
este viaje, cumpliendo con amor su deber de Pastor Universal.
- Durante la estancia del Papa en suelo cubano, los ojos del mundo estarán
vueltos hacia nosotros, que somos un pueblo proverbialmente reconocido
como hospitalario y respetuoso, que sabrá recibir, según
sus mejores tradiciones, al Santo Padre.
- Sabemos que hay hermanos nuestros de otras confesiones cristianas que
no comparten nuestra doctrina sobre la Misión del Papa en la Iglesia.
Este es un modo de pensar que consideramos con respeto. Con estos hermanos
nuestros seguimos al mismo Señor aunque por caminos a veces distintos.
Nos unen también a ellos la misma condición humana y cubana
y las mismas alegrías y penas de la vida.
- Entre los cristianos se han producido históricamente disensiones
dolorosas a causa de diversas opiniones, pero esto no debe afectar el respeto,
el amor y la consideración mutua. Alabamos a Dios porque esas discrepancias
se han ido matizando cada vez más, gracias al impulso del movimiento
ecuménico, los encuentros del Papa con los guías espirituales
de las distintas confesiones cristianas, a los intercambios entre los teólogos
de diversas confesiones y a las ediciones ecuménicas de la Biblia.
- En Cuba debemos reemprender el camino ecuménico, comenzando
por revitalizar la Jornada Mundial de Oración por la Unidad de los
Cristianos. La cercanía del Tercer Milenio de la Era Cristiana y
la visita del Papa Juan Pablo II nos animan a esto.
- La preparación espiritual y doctrinal propiamente dicha de la
visita del Papa Juan Pablo II corresponde más directamente a los
Obispos, sacerdotes, religiosas y fieles laicos, en particular a los que
tienen responsabilidades parroquiales o diocesanas en las distintas áreas
de la pastoral: catequesis, liturgia, familia, misiones, formación
de niños, adolescentes y jóvenes, catecúmenos, formación
de adultos, pastoral de enfermos, Cáritas, Justicia y Paz, pastoral
carcelaria, etc. Esta preparación abarca todas las Comunidades:
Parroquiales, no parroquiales que tienen templo y Comunidades pequeñas
que no tienen templo y se reúnen en casas, a veces pequeñas,
en patios, bajo un árbol, para leer la Palabra de Dios, para orar,
para celebrar la Santa Misa y los Sacramentos y para enseñar a los
niños la Doctrina Cristiana.
- A todos los que participen de esta preparación espiritual les
recordamos las palabras de Pedro: "Prepárense en su espíritu,
sean sobrios, pongan toda su esperanza en la gracia que se les dará
mediante la Revelación de Jesucristo" (I Pe. 1,13).
La Reconciliación.
- 1. La reconciliación con Dios. Desde ahora hasta el día
de la llegada del Papa debemos promover el espíritu de reconciliación
entre todos y con Dios, fijando un día determinado dedicado a una
Celebración Penitencial. La reconciliación es una dimensión
necesaria de la conversión, es un movimiento interior propio de
la vida cristiana. Cuando se toma en serio la Revelación de Jesucristo,
de su Muerte y Resurrección, surge un horizonte más amplio
de reconciliación. Reconciliarse es proclamar la misericordia de
Jesús. Nadie está exento de arrepentirse de algo que hay
que rectificar a tiempo.
- 2. La reconciliación con los demás. Los cubanos
recibiremos al Papa Juan Pablo II como el "Mensajero de la Verdad
y la Esperanza", que ha dedicado los dieciocho años de su ministerio
pontificio a llamar a los pueblos de la tierra a reconciliarse con Dios,
entre ellos mismos y con los demás pueblos. Cuando el Papa nos invite
en Cuba a la reconciliación, nos estará llamando a mirar
de frente nuestra propia realidad, a reparar las injusticias que hayamos
cometido, a restañar las heridas causadas por nuestras propias intolerancias.
"... si al presentar tu ofrenda en el altar recuerdas allí
que tu hermano tiene alguna queja en contra tuya, deja ahí tu ofrenda,
ve primero a reconciliarte con tu hermano y entonces vuelve a presentar
tu ofrenda" (Mt. 5, 23-24).
- La incapacidad para la reconciliacin es causa de muchos sufrimientos
inútiles, porque es quedarnos cautivos dentro de una existencia
que no conoce la alegría de ser libre. Acumular odio, siempre es
nocivo. Algunos se lamentan y dicen: "Yo quiero perdonar, pero
no puedo". Esto, sin embargo, ya es un paso esperanzador, porque esta
expresión contiene en cierta forma, el perdón.
Algunos puntos concretos de la visita del Papa Juan Pablo II
- Los Obispos de Cuba hemos elegido dos acciones imprescindibles, porque
son fundamentales, para que en todas las diócesis se prepare con
fervor la visita del Papa:
1. La Oración
- Realizar durante todo el año y hasta la visita del Papa una
campaña intensa de oración. Sabemos que "sin fe es imposible
agradar a Dios" (Hebr. 11,6). Sin la oración la fe puede vaciarse.
- Recomendamos para ello, encarecidamente, a nuestros feligreses el Devocionario
Popular titulado: "Los Cubanos rezamos a Dios", difundido
con tanta aceptación en todas las Comunidades. En él encontrarán
una instrucción sencilla sobre la oración y modelos concretos
de realizarla.
2.- La Misión Popular
- Se llevará a cabo en todas las Comunidades una Misión
Popular con momentos fuertes de oración, de instrucción religiosa,
de preparación para los Sacramentos, presidida por una imagen inspiradora
de Jesucristo o de la Virgen de la Caridad.
DESPEDIDA
- Queridos hermanos y hermanas: Nosotros los Pastores de la Iglesia Católica
que vive en Cuba, en esta gozosa celebración de la Pascua y en nombre
de Cristo Resucitado, exhortamos a todos los cristianos, católicos
o de otras confesiones, hombres y mujeres de buena voluntad, a que ofrezcan
su cálida y cordial acogida al Papa Juan Pablo II, que viene hasta
nosotros en nombre del Señor y merece ser recibido en la fibra más
noble y entrañable de nuestro corazón de cubanos, como MENSAJERO
DE LA VERDAD Y LA ESPERANZA.
- Invocando sobre nuestro pueblo la protección de la Virgen de
la Caridad los bendicen y rezan por ustedes,
Los Obispos Católicos de Cuba
Pascua de Resurrección de 1997
Este documento ha
sido transcrito y preparado para esta página por Antonio Fernández,
copiado del original según hecho público por la Conferencia
de Obispos Católicos de Cuba el 28 de marzo de 1997.
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