Extraído de: Curso de lingüística moderna. Versión castellana de Emma Gregores y Jorge Alberto Suárez. 1976
Parte 8: Filogenia. Capítulo XLIX: Adaptación e influencia.
Los sabires —llamados también lenguas francas y lenguas de intercambio— representan el resultado más extremo que se conozca del proceso de préstamo.
Durante la expansión europea y el desarrollo del comercio mundial por obra de los mercaderes de ese origen, surgieron a menudo circunstancias en las que era esencial para los europeos comunicarse con otros que no conocían su lengua y cuya lengua ellos tampoco entendían. Tal ocurrió, por ejemplo, en el comercio con China. En un intento desesperado por hacerse entender, el mercader inglés o yanqui hablaría a menudo en un "inglés chapurreado" o en una "media lengua" artificial, basándose en el falso supuesto de que así los chinos lo entenderían más fácilmente. Éstos, a su vez, harían un esfuerzo igualmente desesperado por imitar ese inglés, ya muy contrahecho. Transcurrido un tiempo suficientemente de ese toma y daca, algunas convenciones quedaron establecidas: había surgido lo que en este caso se conoce como sabir chino inglés, en inglés Chinese Pidgin English. La palabra inglesa pidgin que aparece en la denominación de esta lengua —y de otras que surgieron en la misma forma— es un préstamo del sabir chino-inglés, el cual a su vez la derivó de la palabra inglesa business /bíznes/ 'negocio, asunto'. La palabra española sabir, por su parte, es originariamente, lo mismo que lengua franca, uno de los nombres con que se designa a una lengua de intercambio compuesta de elementos árabes y románicos que se usa en el Mediterráneo; ambos nombres han servido luego ara designar a cualquier lengua de intercambio del mismo tipo.
Descriptivamente, la información más importante respecto de un sabir es que es una lengua. No obstante las circunstancia en que se origina, un sabir, una vez que está establecido, tiene vida propia. El mero hecho de alterar la gramática o de pronunciar las palabras en forma "simplificada" de invención personal no le permite hoy a un hablante de inglés hacerse entender en un sabir de base inglesa. Para llegar a hablar un sabir debe emprenderse su aprendizaje con la misma seriedad que se requiere para aprender con éxito cualquier otra lengua.
Sin embargo, un sabir, en tanto lo sigue siendo, tiene ciertas caracterísitcas de que carecen las otras lenguas. La principal de ellas es la extrema redundancia. El sistema fonológico es poco preciso, de modo que permite una gran variación en la pronunciación sin que ello afecte necesariamente la comprensibilidad, incluso hasta el punto de que muchos morfemas tengan varias configuraciones fonemáticas distintas. La gramática es tan regular como la de cualquier otra lengua y no tiene que ser simple necesariamente. El vocabulario, por lo general, es reducido, creado fundamentalmente para el manejo de las negociaciones comerciales y para transmitir órdenes prácticas de señor a criado o comunicaciones prácticas de criado a señor. Con las necesarias paráfrasis, empero, pueden expresarse casi todos los mismos medios de que disponen las lenguas "normales"; en especial, naturalmente, por medio de continuos préstamos. En muchas partes de Melanesia, donde hay literalmente cientos de lenguas vernáculas distintas, el sabir melanesio-inglés es la lengua en que se conversa aceca de la variedad más amplia imaginable de actividades políticas, deportivas, literarias, religiosas y educacionales.
Se pensó durante bastante tiempo que el sabir chino-inglés, por ejemplo, no era más que "vocabulario inglés con pronunciación simplificada y gramática china". Pero no es así. El vocabulario es en gran parte, efectivamente, inglés, pero contiene unas cuantas palabras chinas y un pequeño número de palabras de otro origen (v. gr. españolas y portuguesas). De la pronunciación ya hemos hablado y la gramática no es, en realidad, más china que inglesa. Una comparación punto por punto de las pautas gramáticales del sabir chino-inglés, del inglés y del chino muestra que, en la mayoría de los casos, la pauta que presenta el sabir es, grosso modo, común al chino y al inglés. Una de esas pautas es, por ejemplo, la de dos sustantivos en sucesión, de los cuales el primero es atributo del segundo, y ésta es una construcción corriente en inglés y aún más en chino. En unos pocos casos el sabir presenta pautas chinas que no tienen en inglés ningún equivalente de importancia; pero en otros casos se da también el fenómeno contrario. Por último hay ciertos casos —pocos— en los que el sabir ha seguido su propio camino y elaborado pautas que no tienen equivalente exacto ni en chino ni en inglés.
A primera vista podrá parecer extraño que pasemos de los sabires a las lenguas artificiales o "inventadas", pero en seguida se verá que su estudio debe ir en este lugar. Es cierto que el origen de una lengua artificial parece muy diferente del de un sabir: éste surge bajo la presión de circunstancias prácticas en una situación de bilingüismo, en tanto que es un hombre de estudio, tranquilamente sentado en su gabinete, el inventor de una lengua artificial. En los últimos cien años son bastantes las lenguas de este tipo que se han inventado, principalmente en Europa. Por lo común, no han tenido vida real fuera de la mente de sus inventores y de unos pocos adeptos; pero una, el esperanto, ha ido más lejos. El proceso de invención de una lengua artificial puede parecerle al inventor una manifestación de su libre albedrío; vistas desde fuera, sin embargo, las decisiones del inventor se nos aparecen basadas en sus propios hábitos lingüísticos, en su conocimiento —bueno o malo— de otras lenguas y en su general comprensión o incomprensión del funcionamiento del lenguaje. No es un hecho casual que la mayor parte de las lenguas artificiales de los últimos cien años, incluso el esperanto, se dejen clasificar perfectamente como lenguas europeas por su semántica, su gramática y su fonología. Si especialistas que ignoran su origen estudiasen el esperanto lo clasificarían como una forma aberrante del románico. Y hasta podrían arriesgarse a postular que los rasgos que la hacen aberrante tiene su origen en un sabir. Tal suposición no estaría muy errada, puesto que el proceso de invención implica de hecho una continua incorporación de formas y características de esta o aquella lengua natural, con distorsiones de configuración irregulares e impredecibles.
La similitud llega aún más lejos. Un sabir, por definición, no es una lengua materna de nadie: la aprenden, como segunda lengua, personas lingüísticamente adultas. Lo mismo puede decirse de una lengua artificial. Ambas carecen del estrato de formas y usos infantiles que se encuentran en todas las lenguas naturales y que se transmiten de una generación infantil a la siguiente; y carecen también de las formas especiales de media lengua que usan grandes y chicos cuando éstos aprenden a hablar. Hay algunos casos, no obstante, en los que comunidades compuestas de individuos cuyas lenguas maternas son distintas adoptan un sabir como lengua común y la trasmiten a sus hijos, para los cuales es, entonces, una lengua materna. Cuando ello ocurre no decimos ya que la lengua es un sabir, sino que la denominamos criollo o lengua criolla. La acriollización provee rápidamente al sabir de formas infantiles y de media lengua, y esta diferencia entre un sabir y un criollo no debe subestimarse. En la zona del Caribe hay varios ejemplos de lenguas criollas, habladas en su mayoría por los descendientes de fugitivos esclavos negros. Una de ellas es el papiamento, de base española y portuguesa, que se habla en Curaçao. Desde 1955 el sabir melanesio-inglés muestra claros indicios de acriollización incipiente, pero nadie puede saber hasta dónde alcanzará el proceso. Si adultos cuyas lenguas maternas son distintas llegan realmente a dominar una lengua artificial, ésta puede convertirse en lengua criolla exactamente en la misma forma y con resultados similares. Es lo que ha ocurrido, hasta cierto punto, con el esperanto.
Es en este contexto donde, si existieran, deberían mencionarse las lenguas mixtas. Pero los trabajos más recientes sugieren que no existen lenguas de este tipo. Aunque el criollo francés de Haití es sumamente aberrante, debe clasificárselo como una variedad del francés del norte y no como "lengua mixta". El sabir chino-inglés es un tipo extremo de inglés, no de chino. El sabir melanesio-inglés es también una variedad del inglés y no de cualquiera de las muchas lenguas de Melanesia. Una sencilla prueba de esto la proporciona la distinta facilidad con que hablantes distintos pueden aprender un sabir o criollo dado. Un hablante nativo de inglés puede aprender a leer y entender el sabir chino-inglés en un lapso relativamente breve; basta con que emprenda con seriedad la tarea. Para los chinos, el esfuerzo es mucho más arduo.