La Europa de las lenguas

Lenguas de comunicación internacional

Las lenguas artificiales

Miquel Siguán

Antes de intentar aclarar el significado de esta expansión del inglés y sus repercusiones sobre la construcción europea dedicaré unos párrafos a comentar los intentos de crear lenguas artificiales para utilizarlas como lenguas de comunicación internacional. Aunque estos intentos han sido numerosos me limitaré al esperanto, dado a conocer por Zamenhof en 1887, que no ha sido el primero ni el últimop de estos intentos pero sí el que ha conseguido una mayor difusión.

Zamenhof nació en Byalistok, en una región étnicamente muy mezclada y muy disputada a lo largo de los siglos, enclavada en el territorio báltico de la actual Lituania con un fondo de población polaca y abundantes colonos alemanes que después de la tercera repartición de Polonia había sido incorporada al Imperio ruso. A esta diversidad étnica y a esta compleja historia política hay que añadir la presencia de una minoría judía de comerciantes a la que pertenecía la familia de Zamenhof. «Este lugar de mi nacimiento y de mi primera juventud determinó la dirección de todas mis ideas futuras. En Byalystok la población se compone de cuatro elementos diferentes: rusos, polacos, alemanes y judíos, cada grupo habla su lengua y es hostil a la de los otros... En la calle, en las casas, en cada momento uno tiene la impresión de que la humanidad como tal no existe, que lo que existe son rusos, alemanes judíos... nadie puede sentir tan fuerte la necesidad de una lengua neutra y anacional como un judío que se ve obligado a rezar a Dios en una lengua muerta desde hace siglos, que recibe la instrucción en la lengua de un pueblo que le rechaza y que tiene compañeros de infortunio en todo el mundo con los que no puede comunicarse porque hablan otras lenguas». (Janton. L’esperanto.)

Zamenhof decidió que en nuestro tiempo era imprescindible disponer de una lengua de comunicación internacional y que este papel no lo podía representar ninguna de las lenguas ya existentes porque todas tienen implicaciones culturales y nacionales tan fuertes que ninguna de ellas podrá conseguir una adhesión generalizada. Había pues que inventar una lengua que, a diferencia de las lenguas ya existentes, presentase un máximo de racionalidad y de simplicidad de manera que su adquisición resultase muy fácil. Zamenhof, que era un lingüista distinguido, no pretendió inventar de cabeza a pies la nueva lengua, sino que tomó por modelo la estructura básica del latín, y por tanto de las lenguas neolationas, combinándola con elementos tomados de las lenguas germánicas y de las eslavas pero procurando integrar estos distintos elementos en un sistema claro y coherente que respondiese a los objetivos que se había propuesto.

La nueva lengua pronto encontró partidarios y también imitadores que intentaron mejorarla con nuevas propuestas de lenguas auxiliares internacionales. Pero aunque alguna de estas propuestas consiguió cierta atención ninguna alcanzó la popularidad del esperanto, que pronto tuvo adeptos en todo el mundo.

Los partidarios del esperanto se reclutaban, y se siguen reclutando, en los ambientes más diversos. Personas aisladas a quien la nueva lengua abría la posibilidad de establecer relaciones con corresponsales en cualquier lugar del mundo y miembros de minorías lingüísticas a los que el esperanto permitía relacionarse con círculos más amplios sin acudir a la lengua dominante. Pero los adeptos al esperanto se reclutaron sobre todo en ambientes idealistas e internacionalistas, como pueden ser los miembros de organizaciones religiosas, empezando por la propia Iglesia católica y en mayor número todavía los simpatizantes con los movimientos anarquistas. Gracias al entusiasmo de sus partidarios el esperanto no sólo se utilizó para comunicaciones privadas sino que alcanzó también un cierto uso impreso en periódicos y libros y no sólo para difundir informaciones sino como soporte de obras de creación literaria originales o traducidas. Prácticamente todas las grandes obras de la literatura universal se han traducido al esperanto.

Pero las críticas no han sido menos fuertes que los entusiasmos. Y la crítica principal ha consistido en decir que el esperanto por ser una creación intelectual no tiene la riqueza de matices que una lengua natural ha adquirido a lo largo del tiempo y gracias a un cultivo literario y cultural continuado. Lo cual es evidentemente cierto, pero también lo es que el esperanto no pretende ser la primera lengua de nadie, ni de un individuo ni de una colectividad, y que lo único que pretende es ser una lengua auxiliar para facilitar la comunicación entre personas que tiene como primera lengua lenguas distintas.

Pasado un siglo y medio desde su introducción la verdad es que el esperanto, aunque conserva en muchos países núcleos de partidarios fieles, no ha conseguido los objetivos que se proponía. Y lo que ha resultado decisivo es que no ha conseguido que ningún país ni ninguna organización internacional, política, sindical o académica se interesase seriamente por él adoptándolo o recomendando su utilización. Y no parece probable que esta situación vaya a cambiar en un futuro previsible. Muchas de las funciones que pretendía cumplir el esperanto las ocupa ya el inglés. Y la ironía de la historia es que el inglés simplificado que se utiliza mayoritariamente para estas funciones presenta algunas de las caracterizaciones más propias del esperanto: la simplicidad y la ausencia de connotaciones culturales sin que sea, en cambio, tan fácil de aprender.


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