Umbral recibe el Premio Nacional de las Letras 
 Su obra 
 

MIGUEL ÁNGEL VILLENA, Madrid
Narrador, ensayista, autor de memorias y columnista, Francisco Umbral se ha convertido en uno de los escritores más prolíficos y populares de las últimas décadas. Convencido de que los géneros tradicionales pertenecen al pasado, Umbral sostiene que «cada tema te impone el género». Niega ser un «cazarrecompensas», aunque muestra su alegría por la concesión, ayer, del Premio Nacional de las Letras.
 
Francisco Umbral
(Miguel Gener).
Este escritor y estudioso de la literatura reconoce el buen momento que viven las letras españolas, pero matiza el optimismo: «En España se publica mucho, se compran bastantes libros y no se lee nada».

 «Es mi oficio, mi trabajo, mi modo de ganar dinero», señaló en la tarde de ayer Francisco Umbral (Madrid, 1935) a modo de explicación, casi una disculpa, sobre su fecundidad literaria. Alrededor de un centenar de obras y miles de artículos avalan la trayectoria de un escritor que ya ha recibido el Premio Príncipe de Asturias de las Letras, así como otros galardones tanto literarios como periodísticos. Sentado en un sillón de mimbre de la sala de su chalé, en una zona residencial del norte de Madrid, y mientras recibe sin parar llamadas de felicitación, Umbral comenta: «Los géneros literarios son una convención decimonónica que nació hace varios siglos. Pero en el siglo XX los géneros mueren definitivamente. El ensayismo cada vez es más literario mientras se rompen las convenciones de la novela. La última obra de Isabel Allende está centrada en las recetas de cocina porque en realidad lo que cuenta es el resultado final. Desde luego, yo prefiero antes el libro heterodoxo que un equivalente contemporáneo de las novelas de Pereda».

 Innovador del columnismo y considerado como un maestro de periodistas, Umbral recuerda que a comienzos de la transición ya le aburrían las columnas habituales. «Intenté crear una fórmula nueva, sobre todo en los primeros años de EL PAÍS. De todos modos, todo se engloba bajo el término columna, pero hay que establecer diferencias con el artículo de opinión que aspira a algo más denso y culturalista. En cambio la columna supone algo más callejero, más inmediato». De cualquier modo, a este madrileño, criado y crecido en Valladolid, el tema le impone el género. «Por ejemplo», afirma, «comencé a escribir como novela una historia con el título de El cine de mamá, un repaso a las películas del Hollywood de los años cuarenta y cincuenta que vi con mi madre. Pero la historia no funcionaba como novela. Ahora ya tengo claro que se trata de un ensayo sobre el cine con apuntes de memorias».

El autor de Las ninfas, Trilogía de Madrid o Mortal y rosa también escribió un Diccionario de la literatura en España (1941- 1995): de la posguerra a la posmodernidad, y conoce a fondo la obra de muchos de sus colegas. En esa faceta de estudioso, Umbral observa dos tendencias entre las generaciones más jóvenes de escritores, que, en opinión del Premio Nacional de las Letras, han convivido siempre en la literatura española. «La última generación, la de los Mañas y compañía, apunta al realismo sucio que leen en las novelas de Estados Unidos. Crónica de la vida actual, especialmente en Madrid, sexo libre, problemas de drogas y conflictos con los padres configuran el panorama de sus libros. Entretanto, la generación anterior, la de Javier Marías o Antonio Muñoz Molina, se inclina más por una novela de tendencia europea, más culta. En la actualidad la influencia que reciben estos autores es más anglosajona y antes era más francesa, pero en el fondo se halla Europa. Son las dos generaciones que dan más juego ahora mismo y responden a dos tirones históricos. En los más jóvenes un cierto localismo, un costumbrismo de malas costumbres, y una actitud abierta hacia Europa en los que ya superan los 40 años».

Umbral explica en clave de democracia el auge de los autores españoles en los últimos años frente a la fascinación por los extranjeros durante el franquismo y la transición: «En tiempos de libertad el público busca a los escritores españoles, a aquellos que cuentan historias de su ciudad o de su país».

Pero lo cierto es que el Premio de las Letras cree que los libros reciben el tratamiento de las cajas de bombones o de los zapatos de moda. «El libro se ha convertido en un objeto de consumo, de regalo. Antes la gente regalaba cajas de bombones y hoy en día compra la novela del escritor preferido de sus amigos que celebran cumpleaños». Leyes implacables del mercado y obsesión por la novedad dibujan una «dinámica perversa», a juicio de Umbral, donde «los libreros ya devuelven paquetes de novedades sin ni siquiera abrirlos».

La devoción por Valle-Inclán

M. Á. V., Madrid
«Nunca me ha decepcionado, nunca se me ha caído con el paso de los años». Francisco Umbral confiesa auténtica devoción por Ramón María del Valle-Inclán y fruto de esta admiración ha escrito una extensa biografía sobre el escritor gallego. Cuando apenas tenía 13 o 14 años, Umbral leyó La guerra carlista en la pequeña biblioteca de su madre y a partir de ahí ha acudido una y otra vez a la literatura valleinclanesca.

«Me ha influido mucho en el uso del idioma, aunque menos en la fabulación, salvo en el esperpento madrileño», señala. El citado libro es una buena prueba de la versatilidad de Umbral, que acaba de publicar la novela La forja de un ladrón en Planeta.

Los miembros del jurado del Premio Nacional de las Letras, dotado con cinco millones de pesetas y destinado a reconocer la obra de un escritor vivo en cualquiera de las lenguas oficiales de España, se deshicieron ayer en elogios hacia Umbral. Presidido por Fernando Rodríguez Lafuente, director general de Libro, el jurado estuvo compuesto por María de la Vega, Antonio Buero Vallejo, Domingo Ynduráin, Carlos Casares, José María Satrústegui, Joaquim Molas, Gonzalo Santonja, Carlos Galán, Miguel García Posada, Luis Alberto de Cuenca, Ángel García López y Miguel Ángel Garrido.
 

Escribir es vivir

MIGUEL GARCÍA-POSADA
«Francisco Umbral es la literatura», dijo un miembro del jurado en la rueda de prensa que siguió a la concesión al autor de Mortal y rosa del Premio Nacional de las Letras Españolas. Casi 100 libros certifican esta condición de literato químicamente puro. A Umbral cabe aplicarle la frase de Flaubert: «Escribir es una manera de vivir». Umbral lleva más de 30 años escribiendo día a día, viviendo día a día dentro de la palabra creadora.

Algunos han tratado de desplazar al escritor calificándolo de «periodista», calificación anacrónica si se atiende a la evolución de la literatura contemporánea, pero además calificación inexacta. Porque la columna periodística de Umbral es siempre literatura: está marcada de principio a fin por una sempiterna voluntad de estilo y se desarrolla dentro de una estructura cerrada, todo lo cual sirve para salvar la coyuntura de la actualidad -como ha puesto de relieve el hispanista francés Jean-Pierre Castellani- elevándola así a cuadro ácido de la vida nacional, a crónica esperpéntica y moral de nuestra historia y aun de nuestra intrahistoria.

Memorialista

Por eso Umbral, literato puro, soporta la urgencia de la columna periodística (como la soportó Azorín, que con los materiales del periodismo fabricó sus mejores libros), y pasa de la crónica periodística al libro sin solución de continuidad. El Umbral del periodismo es el de la «memoria simultánea», el mejor Umbral de los libros es el de la memoria pura: la memoria de raíz proustiana que sustenta el ciclo de novelas de la infancia y adolescencia (Los males sagrados, Las ninfas, El hijo de Greta Garbo) o ese texto no debidamente valorado que son sus recientes Cuadernos de Luis Vives; y la memoria histórica, la memoria española, que a menudo es inseparable de aquélla (Los helechos arborescentes, Leyenda del césar visionario, Las señoritas de Aviñón). En este punto ha recibido el testigo de Galdós, Baroja y Valle-Inclán. Hasta los libros llega también la «memoria simultánea», que rotura ese estremecimiento que es Mortal y rosa. Desde la memoria se articulan, asimismo, los diarios; Umbral los ha escrito hondos de emoción y sentimiento (así el diario novelado La bestia rosa). Memorialista de la vida española contemporánea, se le deben cuadros memorables (La noche que llegué al Café Gijón, Trilogía de Madrid).

Umbral es también un crítico agudo y polémico, y a veces innecesariamente provocador. No comparto, por ejemplo, su aversión por Galdós ni por Baroja. Pero no puedo por menos de admirar sus ensayos sobre Larra, Gómez de la Serna y Lorca, que han modificado la perspectiva crítica sobre estos escritores.

Queda, en fin, hablar de lo que puede parecer obvio, pero no lo es: el deslumbrante idioma de Umbral, síntesis creadora y fecunda de la tradición quevediana, la impronta juanramoniana y el metaforismo de los mayores poetas del 27.


Estos son casi todos los libros publicados por Francisco Umbral

                                   Narrativa

Tamouré (1965), Balada de gamberros (1965), Travesía de Madrid (1966), Las vírgenes (1969), Si hubiéramos sabido
que el amor era eso (1969), El Giocondo (1970), Las europeas (1970), Memorias de un niño de derechas (1972),
Carta abierta a una chica progre (1973), Los males sagrados (1973), Retrato de un joven malvado (1973), Diario de
un español (1975), Mortal y rosa (1975), Las ninfas (1976), Mis paraísos artificiales (1976), La noche en que llegué al
Café Gijón (1977), Teoría de Lola y otros cuentos (1977), Los amores diurnos (1979), Diario de un escritor burgués
(1979), Los helechos arborescentes (1980), A la sombra de las muchachas rojas (1980), La bestia rosa (1981), Los
ángeles custodios (1981), Las ánimas del purgatorio (1982), El hijo de Greta Garbo (1982), Las giganteas (1982),
Trilogía de Madrid (1984), La belleza convulsa (1985), Pío XII, la escolta mora y un general sin ojo (1985), Sinfonía
borbónica (1987), Un carnívoro cuchillo (1988), Nada en el domingo (1988), El día en que violé a Alma Mahler
(1988), El fulgor de África (1989), Y Tierno Galván ascendió a los cielos (1990), Leyenda del César visionario (1991),
Crónica de esa guapa gente: Memorias de la jet (1991), Memorias eróticas (1992), Memorias borbónicas (1993), La
década roja (1993), Madrid 1940 (1993), Las señoritas de Avignon (1995), Los cuerpos gloriosos (1995), Madrid 1950
(1995), Capital del dolor (1996).

                                    Poesía

Crímenes y baladas . Antología de prosas líricas (1981).

                                    Ensayo

Larra, anatomía de un dandy (1965), Lorca, poeta maldito (1968), Valle-Inclán (1968), Lord Byron (1969), Miguel
Delibes (1970), Lola Flores, sociología de la petenera (1971), Amar en Madrid (1972), Diario de un snob (1973),
Spleen en Madrid (1973), Crónicas antiparlamentarias (1974), Las españolas (1974), Museo nacional del mal gusto
(1974), Diario de un español cansado (1975), Cabecitas locas, boquitas pintadas y corazones solitarios (1975),
Suspiros de España (1975), España cañí (1975), Caperucita y los lobos (1976), Las cartas (1976), Crónicas de la
Nueva España (1976), Crónicas posfranquistas (1976), España de parte a parte (1976), Las respetuosas (1976), Los
políticos (1976), Iba yo a comprar el pan (1976), Mis mujeres (1976), Diccionario para pobres (1977), Las jais (1977),
Tratado de perversiones (1977), La prosa y otra cosa (1977), Los ángeles custodios (1978), Ramón y las vanguardias
(1978), Diario de un snob II (1978), Teoría de Madrid (1980), Spleen, cuaderno madrileño (1981), Spleen de Madrid II
(1982), Diccionario cheli (1983), España como invento (1984), Fábula del falo (1985), Mis queridos monstruos
(1985), Memorias de un hijo del siglo (1986), El fetichismo (1986), Guía de pecadores/as (1986), Guía de la
posmodernidad (1987), Guía irracional de España (1989), La escritura perpetua (1989), El socialfelipismo (1991), Del
98 a Don Juan Carlos (1992), Las palabras de la tribu (1994), Mis placeres y mis días (1994), La rosa y el látigo
(1994), Diccionario de literatura española contemporánea (1995).