VIOLENCIA Y SER COLECTIVO
(Ontología de la violencia en Manuel González Prada)
A mi Pesha.
"La pasión por la destrucción es también una pasión creadora".
(Bakunin, "La reacción en Alemania",1842)
En algún lugar Manuel González Prada dice lo siguiente: "Cuando se dice anarquía se dice revolución". Esta frase, pretende concretar dos niveles. Una forma de pensar y una forma de actuar. En lo que sigue del texto voy a asumir una visión complementaria de dichos niveles que no es originaria de Prada, ni de los pensadores de los cuáles hereda muchos de sus conceptos, y menos aún prerrogativa de lo que históricamente se ha denominado "anarquismo" o "marxismo"(1). Una segunda consideración a tener en cuenta, son los momentos de positividad y negatividad. Estos momentos afectan la complementariedad, constituyen el sentido del proceso en donde uno u otro momento tendrá primacía.
Desde la negatividad Prada asume la violencia como momento que media entre la anarquía- entendida como pleno desarrollo del individuo a partir de la abolición del Estado, la propiedad individual, y el trabajo asalariado- y la sociedad actual. El proceso incluye la positividad, al desplegarse hacia la construcción de una nueva forma de vida. Esta posición recuerda a la de Bakunin, sintetizada en el epígrafe. La destrucción de un orden establecido solo puede ser, si se deja de lado la unilateralidad o negación abstracta. La negación propiamente dicha es un momento de la afirmación. En la lucha lo positivo deberá liberar a lo negativo.
Surge la siguiente interrogante: ¿quienes luchan? Dos clases antagónicas, burgueses y proletarios; a su vez -en algún momento de su evolución teórica-, Prada niega la lucha de clases. Afirmar positivamente esta última es hacer una apología de la sociedad actual, negarla significa suspender mentalmente un proceso. En el pensamiento de Prada, el reconocimiento de las clases en conflicto tienen una mayor justificación, no demostración, que la negación del mismo. Sus posiciones van concretándose en un proceso de afirmaciones y rupturas (por ejemplo su negativa a asumir posiciones anarco-sindicalistas). La autocrítica esta presente cada vez que aparece un artículo suyo, desechando posiciones anteriores, consideradas obsoletas o profundizando las mismas.
La negación de la lucha de clases, pasa por el reconocimiento de las dos clases antagónicas surgidas en la sociedad moderna. Esta perspectiva se mantendría hacia 1905 o 1906. Hay una concreción importante en esta época, la caracterización del ciudadano como el burgués por excelencia. Afirmación bastante atrevida, radicalizada, por el agudo conflicto social que recorría el planeta.
Hacia 1908 la explicación del conflicto social asume su concreción definitiva. Asumiendo que las condiciones generadas por el mundo moderno se mantienen mientras existan relaciones sociales en las cuáles un sector vende su fuerza de trabajo por un salario, y otro sector, los capitalistas, que compran el mismo. El trabajo asalariado aparece como la verdadera esclavitud.
Con la posición anterior, Prada se plantea el problema de la autonomía individual. Es el poder, como instancia extraña y coercitiva frente al sujeto, quien impide la libertad. El individuo no puede llegar a serlo mientras subsista la esclavitud asalariada. Separado de los medios de subsistencia toda autonomía se despeña en retórica. Los actores del antagonismo asumen posiciones propias al bando de su elección y pertenencia.
La violencia, es para Prada, la condición intrínseca del Estado. La constitución de un ejercito es salvaguarda del mismo. La violencia organizada se constituye en la institución que se debe defender por encima de todo. Ello permite la subsistencia del ciudadano en oposición al que nada tiene, al proletario. Son las muchedumbres las que pueden y deben, a costa de su ser, acabar con la violencia organizada. Las muchedumbres deben insubordinarse, deben odiar a la autoridad por el mero hecho de serlo. No es época de mandar, pero tampoco de seguir obedeciendo. Ha culminado la época del reconocimiento de amos y señores. Nadie debe deslumbrarse por títulos, uniformes o condecoraciones. El hecho de embutirse en un uniforme es un hecho abyecto. En el cuartel, el sujeto sufre una transformación, los años que pase allí harán el resto. Es una metamorfosis a la inversa. El arte militar es el arte de embrutecer, ello atenta directamente contra los humanos.
El Estado se sirve del militarismo para difundir valores, el amor a la patria es uno de ellos. Defender el territorio y la bandera, significa defender los intereses del ciudadano y los privilegios de su clase. Se dice de lo anterior, que es necesario para la defensa del orden público. Aquello existe mientras el patrón esquilma al proletario. De la positividad surge esta condición negativa, pero de la negatividad asumida por Prada surge un cambio de táctica. No hay cambio social posible sin ganarse a una fracción del ejercito. Dicha táctica aseguraría el evitar el derroche de vidas humanas.
La negación del militarismo lleva a Prada asumir la posición de Liebknecht. Al existir sólo dos clases claramente definidas, las únicas patrias son la de los ricos y la de los pobres. Los verdaderos enemigos de estos no están al frente, si no a sus espaldas, es su propia burguesía.
Desde el otro polo del antagonismo, la violencia se desarrolla encarnada en tres actores. La acción individual, las minorías y las muchedumbres. Con la acción individual se lograría vencer a la tiranía. El gobernante criminal debe sufrir su acción, ello es preludio de la gran lucha colectiva. Con este actuar, el individuo se sitúa en una posición reactiva, la razón no esta ausente. El hecho violento ha merecido una reacción. Se esta frente a un individuo consciente, horrorizado frente a la injusticia social. La violencia individual no es voluntarista. No se explica por medio de las fuerzas (como en el Nietzsche de Deleuze), como las funciones más nobles del organismo.
La acción de las minorías es indesligable de la de las muchedumbres. Su trabajo sería de muy pequeñas dimensiones si se desligase de estas últimas. Prada piensa en multitudes insurrectas destruyendo el mundo en el que vivimos, esa destrucción es necesaria en el paso de estado de cosas actual hacia la anarquía. Es precisamente lo que olvidó la Comuna de París, amenazó mucho pero ejecutó poco. Para llevar a cabo esta gigantesca tarea se necesita la solidaridad de clase. El miedo y el respeto hacen que el proletariado no actúe, son gigantes encadenados con telarañas.
En algún momento (1905), Prada piensa que el proletariado debe humanizar y universalizar la revolución social, para emanciparse conjuntamente con las demás clases. En 1908 con motivo del día del proletariado internacional la lucha se asume en la posición clase contra clase. La constitución del proletariado tiene un sentido activo. Es su praxis la que definirá su ser (2). Es una gigantesca lucha la que se plantea entre los detentadores del capital y los que quieren abolir el trabajo asalariado. De manera similar a las posiciones de Marx, los asalariados nada tienen que perder, sólo tienen dos caminos: trabajar mucho con salario deficiente o sublevarse. No hay acuerdo pacífico entre las dos clases. Por ello, en su balance de la Comuna de París con muy buen sentido, define a los revolucionarios de París como comunistas, concepto muy apropiado para los que luchaban por la Comuna.
Se pregunta: "¿Por qué horrorizarse con una decena de ejecuciones hechas por los comunistas y no con los millares de asesinatos cometidos por el ejercito del orden?". He planteado más arriba, la crítica que Prada realizó a la Comuna: la lenidad de sus medidas. Para él la violencia es inevitable, es algo necesario, imperioso para acabar con el mundo de explotación en el cuál nos encontramos, esta condición lo lleva a afirmar lo que anteriormente se ha mencionado:
"No quiere decir que nos hallemos en vísperas de establecer una sociedad anárquica. Entre la partida y la llegada median ruinas de imperios, lagos de sangre y montañas de víctimas" ( "La Anarquía", 1907).
Héctor Flores Iberico, Marzo de 1998.
Notas
(1) Bajo las ideologías (ideología en el sentido crítico que se asume en la Ideología alemana de Marx-Engels) "marxismo" o "anarquismo", se han cobijado posiciones sumamente importantes en la lucha secular contra el Estado y el capital y a su vez posiciones antagónicas a estas luchas. Este punto lo he tratado en otro lugar, "Los orígenes de las ideas comunistas en el Perú: El anarquismo en Manuel González Prada", 1994, inédito. De la misma manera, es fundamental para la comprensión del problema, el texto de Maximilien Rubel, "Marx théoricien de l´anarchisme" (en "Marx critique du marxisme", Payot, París, 1974 ). Es muy probable que, luego de haber meditado las ideas centrales del texto de Rubel, las comillas utilizadas puedan ser comprendidas.
(2) Esta visión es similar a la del KAPD en Alemania y las posiciones de Otto Rühle, German Gorter, Anton Pannekoek y otros más. También las posiciones de Sylvia Pankhurst y el Anti-Parliamentary Communist Federation, así como de la fracción de izquierda del Partido Comunista de Italia (bordiguista). En América Latina estas posiciones estuvieron representadas en México con los hermanos Flores Magón, Praxedis Guerrero y el Partido Liberal (anarco-comunista), en Argentina hay posiciones, similares asumidas por el grupo que dirigía el vocero "La Antorcha": Miguel Ángel Roscigna, Severino di Giovanni, Rodolfo González Pacheco y otros, también conocidos como los "expropiadores", opuestos a la política anarco-sindicalista asumida por la FORA, vía Emilio López Arango y Diego Abad de Santillán.