Artículos y colaboraciones
Nuevo diálogo frustrado en la UNAM
Editorial del universal 11 de agosto 1999
De nuevo la cerrazón se impuso ayer en la UNAM. Después de un largo intercambio de puntos de vista entre cuatro profesores eméritos de la máxima casa de estudios y una representación del Consejo General de Huelga, las posiciones no pudieron ser estrechadas: o se negocia toda la agenda estudiantil o no hay diálogo, concluyeron los paristas. Ninguno de los planteamientos de los profesores fue aceptado.
Vale hacer notar que esta vez no fue una representación de rectoría la que se sentó con los huelguistas, sino un grupo independiente de profesores de excelencia, ajenos a los dictados de la burocracia universitaria, quienes sin asomo de prejuicio o ganas de avasallar a la contraparte realizaron un honesto intento de reactivación del diálogo, con propuestas concretas, que tomaban en cuenta puntos de las agendas de ambas partes del conflicto. Aun cuando fueron escuchados lo que a estas alturas del conflicto parece ser una especial deferencia al final fueron rechazados por los estudiantes, que no quieren saber de levantamiento del paro si no son satisfechas todas sus demandas. Se desperdició, pues, una iniciativa sensata de diálogo, donde los interlocutores polarizados habían desaparecido para dar su lugar a dos sectores capaces de entenderse, por diferentes que sean sus respectivos conceptos de lo que la Universidad es, ha sido o debe ser.
Y de nuevo surge la preocupación de que los huelguistas sean rehenes de sus más radicales elementos y que la imagen que deba recibir la opinión pública de ellos sea la de quienes se apostan cada mañana en algún recinto alterno de reinscripción para intentar detener dicho proceso mediante la fuerza física. De esta manera el CGH estaría cometiendo un tremendo error en su estrategia de lucha, al confundir la negociación con debilidad, y al interpretar cada ofrecimiento de diálogo como una trampa que se les tiende para doblegarlos. Creer que la cerrazón es heroica resistencia también puede ser un mal cálculo, sobre todo si no existe el talento para leer en el ambiente político ominosas señales de que ya hay reaccionarios sectores de la sociedad que apuestan a la descomposición del conflicto para acabar con uno de los últimos bastiones de la política social del Estado mexicano, como es el sostenimiento de instituciones públicas de educación superior. La lealtad a las convicciones personales no está reñida con el ineludible trabajo de argumentación que se debe emplear para hacer de nuestra máxima casa de estudios un mejor lugar para la excelencia académica.
Hoy, sin embargo, estamos peor que hace 114 días, cuando estalló el conflicto, porque entonces había esperanza de solución y hoy la alternativa más cercana para la UNAM es la descomposición y el estancamiento. Cerrar la Universidad tampoco es opción; no debe serlo cuando menos para quienes valoran el trabajo académico surgido de las aulas, laboratorios y talleres universitarios, ni para quienes la vida en esta comunidad es mucho más que un simple requisito prelaboral. México se nutre de la Universidad aun cuando ésta pasa por una grave crisis.
Ahí queda, pues, el esfuerzo de los profesores eméritos que no vieron en los estudiantes a una horda manipulable, sino a un grupo respetable con el cual poder intercambiar puntos de vista al más alto nivel. Bastaron unas horas para cancelar esta vía de solución que, por otro lado, debe ser la única posible, siempre y cuando haya mejor disposición de las partes.
El uso de la fuerza pública para abrir la Universidad sería también un retroceso en la historia de cuando menos 30 años, por lo que a la imprudente cerrazón hay que oponer la inteligencia negociadora.
Urgen nuevos intentos de diálogo y, sobre todo, una revisión a fondo de las estrategias seguidas hasta ahora, porque de otra manera se estaría condenando a la UNAM a un periodo de oscurantismo que a nadie beneficiaría. Conforme pasen los días alguna solución ha de aparecer en el horizonte, pero ninguna que implique acabar en definitiva con la Universidad.
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