Los cárteles mexicanos se abren camino en el narcotráfico mundial
Agosto 97

A lo largo de la década de los ochenta y los noventa, los traficantes colombianos controlaban la entrada de drogas ilegales en Estados Unidos. Sin embargo, durante los últimos años, las bandas de narcos mexicanas se han hecho con este negocio y ahora son responsables de un 75% de la cocaína que se introduce en el país. Más de la mitad de la marihuana y cantidades crecientes de heroína y metanfetamina, conocida en inglés como speed o meth, también proviene de los cárteles mexicanos.

Los líderes de estos sindicatos son narcotraficantes tan ricos como para poder comprar protección del gobierno mexicano y tan violentos como para intimidar o matar a cualquiera que se interponga en su camino. Su influencia está muy implantada en Estados Unidos, donde tienen redes de distribución y comercialización, además de violentas bandas urbanas. En una declaración ante el Congreso de Estados Unidos en febrero de 1997, Thomas Constantine, director de la DEA (Drug Enforcement Administration), calificó los sindicatos de la droga mexicanos como "la principal amenaza que existe hoy contra el sistema legal estadounidense".

El gobierno mexicano comparte esta preocupación. El presidente Ernesto Zedillo Ponce de León ha declarado que el narcotráfico es "el primer problema de seguridad nacional" de su país. El crimen y la corrupción asociados con el tráfico de drogas han perjudicado seriamente las instituciones políticas, legales y judiciales. Desde 1993, los narcos han estado relacionados con más de veinte crímenes importantes, entre los que se incluyen los asesinatos en 1994 del candidato presidencial Luis Donaldo Colosio Murrieta y en 1993 del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo, involucrado en la lucha antidroga. El consumo de estupefacientes, antes poco frecuente en México, está aumentando al tiempo que hay cada vez más personas expuestas al narcotráfico.

Finalmente, el surgir de México como el primer proveedor ilegal de drogas a Estados Unidos ha complicado las relaciones entre ambos países, obstaculizando el intento de asentar un control conjunto y dañando los lazos diplomáticos. Como consecuencia, la intervención de México en el narcotráfico continuará siendo un punto álgido en los esfuerzos para consolidar y aumentar los lazos comerciales y culturales entre los dos países.

El crecimiento del narcotráfico mexicano Hace cuarenta años, el tráfico de drogas en México estaba relegado en gran parte a la zona occidental de Sierra Madre, donde los granjeros pobres habían cultivado siempre marihuana y opio, con el contrabando establecido como una actividad familiar. El primer aumento del tráfico de drogas mexicano coincidió con el estallido de popularidad de la marihuana en Estados Unidos en la década de los sesenta.

Una gran parte de los pioneros del tráfico de drogas mexicano comenzaron en la década de los setenta, al surgir las organizaciones para comercializar marihuana. Amado Carrillo Fuentes, que después se convertiría en el máximo traficante de drogas mexicano, empezó pesando y contando bolsas de marihuana para su tío, fundador de uno de los primeros cárteles creados en los alrededores de la ciudad mexicana de Guadalajara. De igual modo, Juan García Ábrego, el primer traficante de drogas incluido en la lista de "Los Diez Más Buscados" del FBI (Federal Bureau of Investigation), formaba parte de una familia de contrabandistas del Golfo de México. Su tío se dedicaba a enviar whisky a la otra orilla del río Grande, que forma una parte de la frontera mexicana en Texas. Al llegar la década de los ochenta, los traficantes mexicanos de marihuana ya obtenían beneficios de millones de dólares al año. Sin embargo, aún no participaban en la parte más lucrativa del sector.

La cocaína, extraída de las hojas de la planta de la coca, es una de las drogas ilegales más rentables. La coca se cultiva fundamentalmente en tres países latinoamericanos: Perú, Bolivia y Colombia. La materia prima de la que se obtiene, denominada base de cocaína, se refina para producir la droga en laboratorios clandestinos situados en la selva, la mayoría de ellos en Colombia. Desde allí, el producto final se empaqueta y se envía de contrabando a Estados Unidos.

Durante muchos años los colombianos han dominado el comercio de cocaína, especialmente las organizaciones criminales situadas en Medellín y Cali. Estos grupos, conocidos con el nombre de cárteles, consisten en grupos de traficantes individuales han unido sus recursos para reducir sus riesgos y aumentar sus ingresos. En la década de los ochenta, el cártel de Medellín controlaba el tráfico de cocaína, pero la violencia de sus tácticas llevó a confrontaciones con el gobierno colombiano. La mayor parte de los líderes del cártel fueron detenidos o asesinados y la influencia del grupo decreció. Al llegar la década de los noventa, el cártel de Cali, cuyos componentes funcionaban más a base de sobornos que de verdadera violencia, logró eclipsar al cártel de Medellín, hasta entonces la mayor organización colombiana dedicada al tráfico de drogas.

A mediados y finales de la década de los setenta y principios de los ochenta, los cárteles colombianos enviaban sus cargamentos directamente a Florida y otros destinos en Estados Unidos. La situación cambió a mediados de la década de los ochenta, cuando las autoridades de Estados Unidos empezaron a incrementar su lucha contra el narcotráfico en el Caribe. Los colombianos comenzaron rápidamente a buscar otras rutas de entrada en el mercado estadounidense. Los traficantes mexicanos, dada su experiencia en el comercio de drogas y en cruzar la frontera, se convirtieron en socios naturales de los colombianos.

El cártel de Cali fue el primero en desarrollar un contacto con los mexicanos. Transportaban la cocaína por barco o avión al centro o al sur de México, donde los traficantes pasaban el producto al otro lado de la frontera por un precio medio de unos 1.000 dólares el kilo. Los métodos variaban. Unas veces se atravesaba la frontera a pie; otras, la mercancía viajaba en compartimentos ocultos en camiones y otros vehículos. En Estados Unidos, la cocaína era recibida por colombianos que se encargaban de su distribución. Al delegar el contrabando -la parte más arriesgada del tráfico de cocaína- en otras personas, los traficantes de Cali podían volcar su atención en otros aspectos de su negocio.

Carrillo Fuentes fue uno de los mexicanos que ocupó un lugar importante en el cártel de Cali. Su especialidad era la organización del transporte aéreo. Al desmembrarse el cártel de Guadalajara a finales de la década de los ochenta, Carrillo trasladó su infraestructura a los alrededores de Ciudad Juárez, al norte de México. Al contar con la experiencia de Carrillo Fuentes, los traficantes de Cali y sus socios mexicanos empezaron a transportar toneladas de cocaína desde Colombia directamente a la zona fronteriza del norte de México.

Al tiempo que los colombianos se hacían cada vez más dependientes de sus socios mexicanos, éstos últimos procuraron afianzar su papel. García Ábrego, que ya era el jefe de su propio cártel situado en el golfo de México, hizo a los colombianos una oferta especialmente osada. De acuerdo con datos obtenidos por las agencias de investigación gubernamental estadounidense y mexicana, garantizó una entrega de cocaína en cualquier lugar de Estados Unidos a cambio de un cincuenta por ciento de los beneficios. Al obtener sus pagos en mercancía en vez de dinero, García Ábrego se posicionó como uno de los grandes traficantes de cocaína de todos los tiempos. Los colombianos aceptaron sus condiciones, y al poco tiempo, todas las grandes organizaciones narco mexicanas empezaron a pedir como pago una parte de la mercancía. El acuerdo favorecía a ambas partes, y los beneficios de los narcotraficantes mexicanos ascendieron vertiginosamente.

Un factor decisivo en el desarrollo del comercio de cocaína mexicano fue el duro golpe sufrido por el cártel de Cali en 1995 y 1996. La policía asesinó o detuvo a los máximos dirigentes, lo que los mexicanos aprovecharon para hacerse con el control del narcotráfico. Empezaron a comprar la mercancía directamente a los proveedores en Latinoamérica, sin tener en cuenta en absoluto a los cárteles colombianos.

El traficante con actitud más empresarial fue el mexicano Carrillo Fuentes. Según datos obtenidos por el gobierno estadounidense, Carrillo Fuentes adquirió un avión y empezó a enviar enormes cargamentos de cocaína desde Latinoamérica a bases situadas en México, método por el que se le bautizó "El señor de los cielos". En el año 1996, se había convertido en el traficante más poderoso de México.

En solo unos años, los traficantes mexicanos evolucionaron desde simples "correos" hasta jefes de cárteles y redes de distribución. A mediados de la década de los noventa se crearon varias organizaciones mexicanas, cada una con su propio área de responsabilidad. Los hermanos Arellano Félix -Ramón, Benjamín y Javier- controlaban el área en torno a Tijuana, ciudad situada en la parte noroccidental de México. Los alrededores de Guadalajara y el estado mexicano de Sonora pertenecían a los hermanos Quintero, Rafael y Miguel. Carrillo Fuentes y los suyos dominaban la zona de Ciudad Juárez, mientras García Ábrego era el rey de la costa del Golfo.

Una vez establecidos, los cárteles mexicanos se diversificaron. En la década de los noventa empezaron a dedicarse a la metanfetamina, un estimulante sintético ilegal. El primer paso consistía en introducir efedrina (principal componente de la metanfetamina) en Estados Unidos y montar laboratorios simples donde manufacturaban metanfetamina en polvo, que puede fumarse, esnifarse, inyectarse o tragarse.

"Narco-dinero", "narco-tráfico", "narco-poder" En enero de 1996, las autoridades mexicanas arrestaron a García Ábrego y le extraditaron a Estados Unidos, donde se le juzgó y condenó a once cadenas perpetuas por sus actividades relacionadas con el tráfico de drogas. Sin embargo, este tipo de detenciones han sido la excepción, no la norma. García Ábrego fue detenido después de quedar marginado y sin aliados en el mundo del narcotráfico. En general, los traficantes importantes mexicanos siempre habían logrado llevar a cabo sus operaciones sin encontrar obstáculos por parte del gobierno de su país.

La persecución de los grandes jefes narcos ha supuesto una tarea difícil para el sistema legal y judicial mexicano, insuficientemente desarrollado. El sistema policial y los tribunales nunca han sido independientes, ni del todo profesionales. El funcionariado, sobre todo el cuerpo policial y el judicial, llevan años utilizando los sobornos. Por otra parte, los políticos y amigos daban por hecho que debían hacerse "favores" unos a otros. Curiosamente, a pesar de que la corrupción era flagrante, normalmente estaba relacionada con transacciones de poca monta.

Esta situación varió conforme el tráfico de drogas se iba transformando en un inmenso negocio de miles de millones de dólares. Los traficantes menores se convirtieron en jefes de cártel mientras los hombres de negocios con conexiones políticas y protección gubernamental empezaron a participar en el narcotráfico. Cuanto mayor y más lucrativo se hacía el negocio, más afectaba a los círculos de poder mexicanos. Tanto el propio gobierno mexicano como el estadounidense dieron la voz de alarma sobre la posibilidad de que la corrupción relacionada con el fortalecimiento de los cárteles mexicanos pudiera destruir el sistema político.

La corrupción relacionada con las drogas alcanzó cotas insospechadas durante el mandato presidencial de Carlos Salinas de Gortari. Según el gobierno estadounidense y las agencias de investigación mexicanas, los jefes de cártel pagaban decenas de millones de dólares a miembros de alto nivel del gobierno de Salinas. Una gran parte del dinero se canalizaba a través de Raúl Salinas de Gortari, el hermano mayor del presidente, y Mario Ruiz Massieu, fiscal general del Estado designado por el propio Salinas como jefe de la lucha contra el narcotráfico. Ambos fueron detenidos en marzo de 1995.

La corrupción ha tenido consecuencias serias, incluso mortales. En marzo de 1994, justo dos meses después de lanzar una campaña centrada en la desintegración de los cárteles, el candidato presidencial Donaldo Colosio Murrieta fue asesinado durante un mitin electoral en Tijuana. El asesinato no se ha resuelto. En septiembre de 1994, José Francisco Ruiz Massieu, hermano de Mario Ruiz Massieu y secretario general del PRI (Partido Revolucionario Institucional), fue asesinado en Ciudad de México. Su hermano Mario, encargado de investigar el caso, fue relevado después de saberse que había ocultado información que relacionaba a Raúl Salinas, entre otros, con el tráfico de drogas.

Al tiempo, la lucha contra el narcotráfico estaba seriamente comprometida. En agosto de 1996, el fiscal general de Zedillo declaró que hasta un 80% del cuerpo policial del país no era de fiar. El porcentaje se consideraba aún más elevado en las zonas fronterizas. Al testificar ante el Congreso de los Estados Unidos en 1997, Constantine, director de la DEA (Drug Enforcement Administration), afirmó que casi un 90% de los policías, fiscales y jueces de Tijuana y del estado de Baja California estaban en la nómina del narcotráfico. "En resumen", declaró Constantine, "no existe ni una sola institución legal en México con la que la DEA tenga una relación de confianza total".

En 1996, el gobierno de Zedillo delegó la responsabilidad de las operaciones antidroga al ejército, con la idea de que el estamento militar era menos corrupto que la policía. El máximo responsable en la lucha contra el narcotráfico, director del INCD (Instituto Nacional para el Combate a las Drogas), pidió ayuda al general Jesús Gutiérrez Rebollo, ex alto mando del ejército que había llevado a cabo varios asaltos contra traficantes en la zona de Guadalajara. Pero a los dos meses de su reclutamiento, las autoridades mexicanas concluyeron que el general también estaba en la nómina de Carrillo Fuentes. El gobierno declararía posteriormente que varios de los asaltos más impresionantes llevados a cabo por Gutiérrez Rebollo habían sido orquestados por el propio Carrillo Fuentes para debilitar a sus rivales. Gutiérrez fue detenido en febrero de 1997.

Esta detención acercó a la policía al entorno de Carrillo Fuentes, que en julio de 1997 ingresó en un hospital de Ciudad de México para someterse a una cirugía plástica con la idea de eludir a la policía al transformar su aspecto. Durante el postoperatorio, sufrió un ataque cardiaco y murió.

La muerte de Carrillo Fuentes produjo poca satisfacción a los fiscales antidroga. Su imperio había realizado sus operaciones con una impunidad considerable, y la infraestructura estaba en pleno crecimiento. Los miembros de la DEA predijeron que el flujo del narcotráfico desde México hacia Estados Unidos continuaría ininterrumpido.

La lucha antidroga estadounidense contra el narcotráfico mexicano El uso y el abuso de drogas están entre los problemas sociales más acuciantes a los que se enfrenta el gobierno estadounidense. Según los resultados preliminares emitidos en un informe oficial llevado a cabo por la SAMHSA (Substance Abuse and Mental Health Services Administration), en 1996 había 13 millones de usuarios ilegales de drogas en Estados Unidos. Aproximadamente unos 10,1 millones eran consumidores de marihuana o hachís y 2,6 millones consumían cocaína. El resto ingerían heroína, alucinógenos y otras drogas, tales como la metanfetamina.

El consumo de drogas está relacionado con un gran número de problemas sociales. Influye en las cifras de personas sin hogar, en las tasas de abandono escolar y en otros problemas sociales, además de ser una de las conexiones más evidentes entre el narcotráfico y el crimen. Según la DEA, aproximadamente un tercio de los actos violentos y la mitad de los asesinatos cometidos en Estados Unidos están relacionados con las drogas.

A principios de la década de los noventa, la prioridad fundamental de Estados Unidos en relación con México fue asegurar la consolidación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), que creaba un área de libre comercio entre Canadá, México y Estados Unidos a partir de su entrada en vigor en 1994. El gobierno estadounidense ha reconocido desde entonces que la lucha conjunta antidroga había recibido menos atención durante este periodo. En 1993, el gobierno de Salinas exigió el control total sobre el programa antidroga para México y rechazó la asistencia de Estados Unidos. El gobierno de Clinton, ansioso por asegurar la aprobación mexicana del TLCAN, aceptó la "mexicanización" del problema antidroga.

Como resultado, las detenciones relacionadas con el narcotráfico disminuyeron casi en un 65% durante los siguientes tres años, la incautación de partidas de cocaína disminuyó a la mitad y el flujo de drogas ilegales por la frontera entre Estados Unidos y México aumentó drásticamente. Es posible que una parte de este aumento fuera un efecto lateral del TLCAN, que facilitó el contrabando al incrementar el tráfico fronterizo.

Tras la entrada en vigor del TLCAN, la embajada de Estados Unidos en Ciudad de México convirtió la lucha antidroga en una prioridad fundamental. El gobierno de Zedillo, que entró en el poder en diciembre de 1994, también ha dedicado un esfuerzo mayor al combate contra el narcotráfico y el gobierno estadounidense tiene esperanzas de que se continúe en esta actitud. Estados Unidos y México han establecido lo que se ha denominado "Grupo de Contacto de Alto Nivel" que reúne periódicamente a las autoridades de ambos países para planificar actividades antidroga conjuntas. Ambos países también han establecido una serie de fuerzas bilaterales conjuntas con el objetivo de fortalecer el control en la zona fronteriza. Asimismo se han creado programas de entrenamiento para policías mexicanos y esfuerzos de cooperación para mejorar la vigilancia por radar de la frontera meridional mexicana.

A pesar de estos esfuerzos, sin embargo, en 1997 el gobierno estadounidense se ha planteado la posibilidad de abandonar a México como aliado en la lucha contra el narcotráfico. Un proceso anual permite al presidente de los Estados Unidos imponer sanciones comerciales a los países que no cooperen plenamente en las actividades antidroga. Debido a la importancia de México como socio comercial, el presidente Bill Clinton finalmente descartó la medida, pero el Congreso votó en contra de la decisión del presidente en marzo de 1997. La medida sería posteriormente rechazada de nuevo en el Senado, pero no antes de haber logrado enfurecer a los líderes mexicanos, que lo consideraron insultante.

Desde el punto de vista mexicano, los culpables de la existencia del narcotráfico son los consumidores estadounidenses. Como declaró el gobierno mexicano en un informe de mayo de 1997, "El tráfico de drogas en México está enfocado principalmente a satisfacer la demanda en los Estados Unidos".

En una cumbre con Clinton en mayo de 1997, Zedillo confirmó su compromiso con los tratados antidroga bilaterales, pero futuros esfuerzos conjuntos podrían verse complicados a tenor de los resultados obtenidos en las elecciones mexicanas del 6 de julio.


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