De "El imperio azteca" a "El virreinato"
México fue el asentamiento de algunas de las civilizaciones
más antiguas y desarrolladas del hemisferio occidental. Existe evidencia
de que una población dedicada a la caza habitó el área
hacia el año 21000 a.C. o incluso antes. La agricultura comenzó
alrededor del año 5000 a.C.; entre los primeros cultivos estuvieron
la calabaza, el maíz, el frijol y el chile. La primera civilización
mesoamericana importante fue la de los olmecas, quienes tuvieron su época
de florecimiento entre el 1500 y el 600 a.C. La cultura maya, de acuerdo
con la investigación arqueológica, alcanzó su mayor
desarrollo al acercarse el siglo VI. Otro grupo, los guerreros toltecas,
migraron desde el norte y en el siglo X establecieron un imperio en el
valle de México. Fueron los fundadores de las ciudades de Tula y
Tulancingo (al norte de la actual Ciudad de México) y desarrollaron
una gran civilización todavía evidente por las ruinas de
magníficos edificios y monumentos.
El Imperio azteca
En el siglo XI los toltecas entraron en decadencia y abandonaron su
metrópoli, Tula. Grupos de chichimecas, de carácter nómada,
se impusieron en la región central de México. Dos siglos
más tarde siete tribus nahuatlacas llegaron al valle de México
procedentes del norte, de un lugar que en los mitos se conoce como Chicomoztoc,
'las siete cuevas'. El grupo azteca, más tarde llamado mexica, la
tribu más importante, fundó un asentamiento denominado Tenochtitlán
en un área rodeada por lagos, entre ellos el de Texcoco. Conforme
el asentamiento crecía, su valor militar era mayor debido a la construcción
de calzadas que represaban el agua de los lagos de los alrededores y convertían
a la ciudad en una isla fortaleza prácticamente inexpugnable. Bajo
el mando de Itzcóatl, este grupo extendió sus dominios a
todo el valle de México, llegando a ser la principal potencia del
centro y sur de México cerca del siglo XV. Su civilización,
basada en la tolteca y chichimeca, fue muy desarrollada, tanto intelectual
como artísticamente. La economía azteca dependía de
la agricultura, particularmente del cultivo del maíz y de los tributos
que exigían a los pueblos dominados en la guerra. Según se
hacían más ricos y poderosos, los aztecas construyeron grandes
ciudades y desarrollaron una intrincada organización social, política
y religiosa.
El primer explorador europeo que llegó al territorio mexicano
fue Francisco Hernández de Córdoba, quien descubrió
los varios asentamientos mayas en Yucatán en 1517. Un año
más tarde Juan de Grijalva encabezó una expedición
que exploró las costas orientales de México y entregó
a la colonia española en Cuba los primeros informes acerca del rico
imperio azteca. Esos informes motivaron a Diego Velázquez, gobernador
de Cuba, a enviar una gran fuerza en 1519, bajo el mando de Hernán
Cortés. Para la historia de la conquista de los aztecas y de Tenochtitlán,
véase Hernán Cortés.
El virreinato
En 1535, unos años después de la caída de la capital
azteca (1521), la forma de gobierno de lo que se llamó Nueva España
se instituyó con la designación del primer virrey español,
Antonio de Mendoza. Durante el resto del virreinato, de 1535 a 1821, un
total de 61 virreyes gobernaron Nueva España. Mendoza y sus sucesores
dirigieron una serie de expediciones militares y exploratorias con las
cuales finalmente hicieron parte de la Nueva España a los actuales
estados de Texas, Nuevo México, Arizona y California, en Estados
Unidos.
Una característica particular del virreinato novohispano fue
la explotación de los indígenas. A pesar de que durante la
conquista murieron centenares de indígenas, continuaron siendo la
mayoría de los habitantes de la Nueva España, que hablaban
sus propias lenguas y mantenían gran parte de su cultura original.
No obstante que eran libres por decreto y podían recibir salarios,
en la realidad vivían casi todos en estado de sumisión. Su
situación fue el resultado del sistema de encomienda, por medio
del cual se dotaba a los nobles y soldados españoles no sólo
de grandes extensiones de tierra, sino además se les otorgaba la
jurisdicción sobre todos los indígenas que las habitaran.
El gobierno español realizó algunos intentos para reglamentar
la explotación de los trabajadores indígenas en el campo
y en las minas. Las reformas decretadas en España fueron muchas
veces ineficaces debido a la dificultad de su ejecución. La condición
de los indígenas se convirtió en un objetivo primordial del
gobierno mexicano después de que fue derrocada la administración
colonial.
Una segunda característica del periodo virreinal fue la posición
y la labor de la Iglesia católica. Misioneros franciscanos, agustinos,
dominicos y jesuitas llegaron al país poco después de los
conquistadores. En 1528 Juan de Zumárraga se convirtió en
el primer obispo de Nueva España y hacia 1548 se erigió un
arzobispado. La iglesia mexicana llegó a ser enormemente opulenta
debido a las dotes y legados que podía retener en perpetuidad. Antes
de 1857, cuando se nacionalizaron los bienes eclesiásticos, la Iglesia
poseía una tercera parte de toda la propiedad y territorio.
Una tercera característica fue la existencia de clases sociales
muy marcadas: los indígenas, los mestizos (un grupo que se incrementó
progresivamente durante la época colonial), los esclavos negros,
los negros libres y los blancos. Los mexicanos blancos a su vez estaban
divididos. La clase más alta de todas era la de los peninsulares,
aquellos nacidos en España, que se oponían a los criollos,
descendientes de españoles que habían nacido y crecido en
la Nueva España. Los peninsulares eran enviados desde España
donde adquirían los puestos coloniales más importantes, tanto
de la administración civil como eclesiástica. Éstos
se mantenían a distancia de los criollos, a quienes casi nunca se
les dio cargos de relevancia. El resentimiento de los criollos llegó
a ser una fuerza que motivó más tarde el movimiento de la
independencia.
Desde el comienzo del sistema virreinal, la ineficiencia y la corrupción
en la administración colonial tenía que ver con el gobierno
español central. En la última parte del siglo XVIII España
intentó instituir una serie de reformas administrativas, principalmente
durante los años 1789 a 1794 bajo el virreinato de Juan Vicente
Güémez Pacheco, conde de Revillagigedo. Estas reformas no erradicaron
los problemas fundamentales del sistema y a principios del siglo XIX el
resentimiento criollo y la ineficiencia del gobierno de la Nueva España
habían debilitado la unión entre la colonia y la metrópoli.
A estas condiciones internas se añadió la importación
de las ideas políticas liberales de Europa, particularmente después
de la Revolución Francesa.
La ocupación de España por Napoleón finalmente
desembocó en la guerra de Independencia de México. Desorientados
por el desastre que había tenido lugar en el gobierno central, los
líderes administrativos de la Nueva España comenzaron a estar
en desacuerdo entre ellos mismos, sin una autoridad central que interviniera.
En 1808 el virrey José de Iturrigaray apoyó los intentos
de los criollos para establecer un gobierno nacional. Otros oficiales peninsulares
estuvieron en desacuerdo, por lo que fue depuesto, enviado a España
y procesado. En el momento culminante de esas luchas entre facciones comenzó
la rebelión política de la población criolla.
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