por Ismael Bengoechea y Vicente Martínez–Blat

Los protestantes dicen: Es contra la Biblia invocar a María porque sólo Jesucristo es el mediador: “Hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús” (1 Tim 2, 5).

Respuesta: Cristo es el único Redentor, el único Mediador. Por eso cuando nosotros pedimos algo a Dios, se lo pedimos por medio de él, según su deseo (Jn 16, 24).

La intercesión de María cabe entenderla así: cuando acudimos a ella, queremos pedirle que ella le pida a Cristo por nosotros, que ella hable por nosotros a Cristo. En el mismo plano humano ¡se piden tantas recomendaciones! Y Dios siempre que nos concede lo pedido, lo hace por los méritos de Cristo.

Más aún: Cristo nos mereció un cúmulo de gracias. Siendo María madre de Jesús y madre nuestra, Dios puso en sus manos ese cúmulo de gracias para que las distribuyera convenientemente. Así como ocurre en el hogar: el papá gana el dinero, la mamá lo administra; y los niños, cuando necesitan algo, es a su mamá a quien acuden ordinariamente.

Es lo que ha querido decir el Concilio al afirmar que “todo el influjo salvífico de la Santísima Virgen sobre los hombres se apoya en la mediación de Cristo, depende totalmente de ella y de la misma saca todo su poder. Y lejos de impedir la unión inmediata de los creyentes con Cristo, la fomenta” (LG 60).

En las bodas de Caná ya dio María una muestra palpable de su poder intercesor. Y hoy, a través de los milagros de Lourdes y Fátima, sigue demostrando que, al ser invocada por los creyentes, su intercesión maternal es eficaz y acerca a Cristo.