por Mónica Santamarina de Robles
Presidenta Nacional de la UFCM
(Tema expuesto en el Encuentro Nacional ACM 1999)
El Concilio Vaticano II da una nueva visión positiva de los laicos,
al definir a la Iglesia como el Pueblo de Dios, y a los laicos como miembros
de ese pueblo, al cual se incorporan a raíz del Bautismo. La identidad
del laico se fundamenta, pues, en su bautismo, a través del cual
éste se integra plenamente a la Iglesia.
¿ Todos los bautizados somos miembros del Pueblo de Dios? Todos, incluyendo
religiosos, sacerdotes y obispos, tenemos igual dignidad, y la misma vocación
a la santidad. Todos tenemos, no sólo el derecho, sino también
la obligación de realizar la misión de la Iglesia, de la cual
formamos parte.
Lo que nos diferencia unos de otros son los diversos carismas y tareas;
los distintos ministerios y servicios a la comunidad a los que cada uno
ha sido llamado por el Señor.
Nosotros los laicos tenemos como campo específico de nuestra misión
el mundo; la inserción en las realidades temporales para llenarlas
de Dios, impregnarías del espíritu y valores evangélicos,
y así transformarlas en la nueva civilización del amor. Tú
y yo, laicos, somos los "peritos" o "expertos" en la
dificil tarea de ser la sal y la luz del Evangelio en los asuntos temporales
para ordenarlos según Dios.
Su Santidad Juan Pablo II nos ha dicho constantemente que el mayor desafio
para la Iglesia del Nuevo Milenio es la amplia descristianización
del mundo; la ausencia de Dios en las distintas esferas de la sociedad.
Para contrarrestarle no basta trabajar sólo en la evangelización
de los hombres y mujeres, y, a través de ellos, en la de sus familias.
Hoy debemos trabajar también integrados en la sociedad como tal,
para poder irla transformando conforme al plan salvifico de Dios. Debemos
trabajar en los grupos y estructuras de la sociedad en donde se hacen la
política, la economía, la cultura, etc.; debemos incidir en
los medios de comunicación, en las escuelas y universidades, en las
fábricas, comercios y empresas, en las distintas instancias del gobierno,
en el arte, en las instituciones de salud, etc..
Todos sabemos que es común ver que personas que han recibido una
formación sólida en valores cristianos pueden fácilmente
perder el rumbo al entrar en contacto con una sociedad cada vez más
alejada de Dios; más secular. Los medios de comunicación,
la violencia, los hábitos de corrupción, el consumismo y el
egoísmo imperante, los bombardean. Por ello tú y yo, como
Iglesia que somos, debemos trabajar en transformar directamente todas estas
estructuras sociales, humanizándolas y llenándolas del espíritu
del Evangelio.
En esta nueva misión los protagonistas del cambio debemos ser precisamente
nosotros, los laicos.
En la Exhortación Apostólica Ecclesia in America, Juan Pablo
II nos dice: "La renovación de la Iglesia en América
no será posible sin la presencia activa de los laicos. Por eso en
gran parte, recae en ellos la responsabilidad del futuro de la Iglesia".
"Los fieles laicos, precisamente por ser miembros de la Iglesia, tienen
la vocación y misión de ser anunciadores del Evangelio: son
habilitados y comprometidos en esta tarea por los sacramentos de la iniciación
cristiana y por los Dones del Espíritu Santo."
A la luz de esta Exhortación, podemos ver que la parte que nos
corresponde a los laicos en el futuro de la Iglesia y del continente americano
abarca tres áreas que se complementan entre sí: la del propio
seguimiento de Cristo, la de la comunión eclesial, y la de la evangelización
del mundo.
1.- El primer campo es el del propio seguimiento de Cristo que nos lleva
a la necesidad de vivir la fe en Cristo, por medio de una auténtica
espiritualidad laical, y especialmente una espiritualidad laical de la solidaridad.
La secularidad propia de nosotros los laicos y nuestro compromiso con las
estructuras pastorales de la Iglesia exigen que vivamos una auténtica
espiritualidad propia de nuestro estado.
Por la escasa vivencia de nuestra espiritualidad laical hemos llevado
a la Iglesia a una debilidad enorme: cada vez es menos lo que puede hacer
si carece de la fuerza espiritual en el sector laico, el más numeroso
y el más capaz de comunicarse con el mundo y de modificarlo.
Toda espiritualidad es, ante todo, un encuentro personal con Cristo vivo
en quien está la única fuerza capaz de transformar al hombre.
La espiritualidad implica la conversión continua; un cambio de mentalidad
que nos lleva a revisar el propio modo de actuar a la luz de los criterios
evangélicos. Nuestro país y nuestro continente necesitan gente
que viva continuamente descubriendo y asumiendo la voluntad de Dios para
su persona, para la Iglesia y para la sociedad.
La espiritualidad laical tiene que experimentar y trazar el camino de
la santidad en el matrimonio, en la familia, en la economía, en las
finanzas, en la empresa, en la educación, en la política.
Tú y yo estamos llamados a hacer vida la fe en las circunstancias
que nos ha tocado vivir, y así recorrer untos la senda de la santidad.
2.- Los laicos también necesitamos desarrollarnos en el campo intraeclesial.
Debemos aportar nuestros propios carismas para construir la comunidad eclesial.
La novedad de nuestro bautismo y los carismas propios del ser cristiano
nos dan el derecho y el deber de sentir, vivir y actuar como Iglesia, pero
muchos aún no sabemos cómo discernir, educar y ejercer estos
derechos y deberes.
En este ámbito intraeclesial ocupa un lugar fundamental la comunión
como base de la pertenencia a la Iglesia y como capacidad de construcción
del mundo según Dios. De ella se hablará más adelante.
Por ahora bástenos recordar que la comunión tiene que traducirse
en hechos y que es la parroquia el lugar privilegiado en que los fieles
pueden tener una experiencia concreta de la Iglesia. "Las parroquias
están llamadas a ser receptivas y solidarias, lugar de la iniciación
cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas
a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo
comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya
existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas
a los proyectos pastorales y a las realidades circunstantes". 1 Es
en esta parroquia en la que tú y yo, laicos, tenemos el derecho y
obligación de participar activamente como miembros de una comunidad,
aportando a ella nuestra propia riqueza.
3.- En el tercer campo, el de la evangelización del mundo, es en
el que hay que establecer la cultura de la solidaridad. Para ello el Santo
Padre enumera algunos puntos clave apropiados a las circunstancias que vivimos.
"La secularidad es la nota característica y propia del laico
y de su espiritualidad que lo lleva a actuar en la vida familiar, social,
laboral, cultural y política, a cuya evangelización es llamado.
En un continente en el que aparecen la emulación y la propensión
a agredir, la inmoderación en el consumo y la corrupción.
los laicos están llamados a encauzar valores profundamente evangélicos
como la misericordia, el perdón, la honradez, la transparencia de
corazón y la paciencia en las condiciones difici les. Se espera de
los laicos una gran fuerza creativa en gestos y obras que expresen una vida
coherente con el Evangelio". 2
La actuación propia de nosotros los laicos en estos campos es fundamental
para la evangelización del Continente en las circunstancias actuales.
Cada vez la sociedad moderna acepta menos las enseñanzas provenientes
de la jerarquía, y busca con ansia ejemplos y resultados de conductas
diferentes de las que imponen los criterios corrientes, y que sean fiel
testimonio de la coherencia que debe haber entre fe y vida. Así,
se escucha con más gusto al laico que vive en las mismas estructuras
sociales, pero con nuevos criterios y valores cristianos diferentes de los
que sigue el mundo sin Dios. México y América están
urgidos de líderes con "autoridad moral"; de líderes
cuyas palabras y promesas sean avaladas por sus obras y por su forma de
vivir.
"América necesita laicos cristianos que puedan asumir responsabilidades
directas en la sociedad. Es urgente formar hombres y mujeres capaces de
actuar según su propia vocación, en la vida pública,
orientándola al bien común. En el ejercicio de la política,
vista en su sentido mas noble y auténtico como administración
del bien común, ellos pueden encontrar también el camino de
la propia santificación."
Habremos de buscar también el mayor respeto a la dignidad de las
personas humanas, en especial de la mujer, los jóvenes y los niños.
En la familia hemos de trabajar por hacer vida el ideal cristiano de la
comunión conyugal, que incluye una espiritualidad cristiana de la
paternidad y la maternidad. Sigamos trabajando por edificar la Iglesia domestica
en la que los padres, primeros evangelizadores de sus hijos, transmitan
la fe.
En fin, de los laicos se espera una gran fuerza creativa y gestos y obras
que expresen una vida coherente con el Evangelio en la sociedad, en el trabajo,
la cultura y la política.
CONCLUSIONES.
Como podemos ver la tarea que nos espera a los laicos en el advenimiento
del Nuevo Milenio es enorme y trascendental; es por ello que decimos que
"El nuevo siglo pertenece a los laicos'~, pues somos precisamente los
laicos quienes debemos vivir a plenitud nuestra vocación y misión
en la Iglesia y en el inundo.
Los laicos de hoy estamos llamados a encontrar a Cristo en nuestra realidad
cotidiana; a convertirnos para vivir conforme a los valores evangélicos
y no conforme a los criterios del mundo; a vivir la auténtica comunión
y la solidaridad; a llevar a otros a encontrar a ese Cristo y a caminar
junto con los demás miembros del Pueblo de Dios para santificar la
Iglesia e impregnar nuestro mundo del espíritu evangélico.
El mundo de hoy requiere:
· Que tú, laico, estés consciente de tu dignidad de
hijo de Dios y de que como bautizado eres miembro y sujeto protagonista
de la vida de la Iglesia.
· Que tú, laico, sepas reconocer tu condición secular
y que por lo tanto seas consciente de que debes vivir en el mundo, desde
el cual participas en la misión de la Iglesia, comunicando a Cristo
a los hermanos y ordenando las realidades temporales según el plan
de Dios.
· Que dentro de tu misión sepas descubrir el llamado específico
que Dios te hace.
· Que seas un laico valiente que participes eficazmente en los lugares
donde se toman las decisiones más importantes en la sociedad y en
la Iglesia.
· Que puedas seguir hoy a María; a esa María que supo
contemplar a Dios; que voluntariamente decidió entrar en la acción
de Dios al dar su sí al Señor; y que dejó entrar en
ella la acción del Padre, recibiendo de Él la gracia y la
fuerza de Su Espíritu. Una María que con todo ello fue capaz
de transformar la historia de la humanidad entera.
Tú y yo, Iglesia peregrina de fin de siglo, estamos llamados, al
igual que María, a contemplar a Dios, a entrar en la acción
de Dios cumpliendo su voluntad; a dejarlo entrar en nuestras vidas para
llenarnos de Su Espíritu; y a fecundar con su vida nuestra historia.
Hoy que vislumbramos ya la entrada a un Nuevo Milenio de la era Cristiana
respondamos a ese llamado del Señor llenos de fe, conducidos por
la Esperanza y viviendo plenamente el amor.
1.-Juan Pablo 11-
Ecciesia in America No. 41
2 J.P. II Ib. No.
44
3 J.P. II Ib. No.
44