E. García

La muerte nació primero,
antes que el niño naciera,
disimulada, escondida
en la divina sentencia.
El hombre la lleva dentro y no puede huir de ella.
El niño quiere jugar;
El niño a la muerte juega.
Jugando a las cuatro esquinas
Con su sombra se tropieza;
El niño queda llorando;
Ella riendo se le queda.

La muerte día tras día
Le va cortando a la tela
De la vida un pedacito
Y se la pone a su cuenta;
Y mientras que el hombre duerme,
La muerte en vela se queda.
Un día la enfermedad de su sueño lo desvela
Y le dice que la muerte
Ya está tocando a su puerta.
El anciano bien los sabe,
que la hora ya está cerca
y aviva su lamparilla
para que no lo sorprenda.
Todo en vano, pues el hombre
tanto a la vida se apega,
que aunque ya palpe a la muerte,
la muerte siempre es sorpresa.

Mas siempre la vida triunfa,
Y la muerte se chasquea,
Al ver que sobre la tumba
Una mariposa vuela.