El mundo actual carece de un suficiente aporte de lo femenino. Necesitamos
los ojos de una mujer para trazar una síntesis. Tenemos que transformar
nuestra sociedad. Es, en el fondo, una sociedad demasiado "masculina",
una civilización hecha por los hombres, exclusivamente con las
cualidades del hombre de que nos hablas la psicología diferencial:
análisis, ciencia objetiva con poca intuición, técnica,
planificación, etc. Poca síntesis, poco amor. La mujer
vive en bloque, el hombre, en cambio, es más individualista,
más analítico, más crítico, más agresivo,
más objetivo, la mujer ama con la cabeza y piensa con el corazón,
es más sintética. Cuando es mala, lo es más que
el hombre. Pero no sabe del maquiavelismo del hombre: una vela puesta
a Dios por la mañana y otra al diablo por la tarde. La ambivalencia,
el separa la cosas son cualidades típicamente masculinas.
La mujer ha tenido hasta el presente un inflijo bastante importante
dentro del hogar, pero no en la esfera pública. La promoción
de la mujer es muy importante porque puede aportar muchos elementos
complementarios a nuestra civilización unilateral: la intuición,
la síntesis, el amor, el diálogo,, la compresión,
el "nosotros". El P. Danielou decía agudamente: "Sólo
cuando tengamos mujeres promocionadas humana y tecnológicamente
podremos entender el ministerio del amor de Dios".
Los hombres tenemos una mentalidad grecorromana y nos atrae el logos,
pero el logos para nosotros es la idea cartesiana, o la idea clara,
por eso en la teología hemos desarrollado el estudio de la segunda
Persona de la Santísima Trinidad.
Si se hace un manual de teología de tres o cuatro tomos, uno
de ellos, entero, se consagra al Logos, y al Espíritu Santo,
que es el amor, se le dedican apenas treinta o treinta y cinco páginas.
¿Por qué? No logramos entenderlo. El Espíritu Santo
para nosotros, los hombres, es algo demasiado cordial, no es tan claro
como el Logos. Solamente cuando las mujeres hayan aprendido una teología
viviente llegaremos a entender, quizá, un poco más al
Espíritu Santo.
Cuando la mujer estudie teología, la teología experimentará
un avance, si llega a escribir libros de teología o a enseñar
teología, lo hará diversamente que el hombre. Lo mismo
puede decirse del apostolado. Hasta ahora hemos trazado nosotros, los
hombres, los planes de la pastoral. Cuando la mujer tome mayor parte
en el apostolado, también éste recibirá un nuevo
vigor. Solamente hay que recordar que la mujer no debe hacer lo que
hace el hombre, sino que debe hacer lo que hace el hombre como mujer.
Tendrá que intervenir en todos los campos, pero siempre como
mujer. Lo contrario sería lamentable. Ahora tenemos una inflación
masculina, si las mujeres se ponen a obrar como los hombres la situación
empeoraría y ellas no se realizarían a sí mismas.+
Ni aun la Iglesia, tal como está hoy estructurada, deja demasiad
a la acción responsable de la mujer. Se empieza ya a pensar en
una Iglesia más humana, más encarnada, "la Iglesia
doméstica", en la cual la mujer encontrará su lugar.
Es difícil establecer de inmediato la forma concreta de tal inserción,
porque más que de una forma se trata de un espíritu, de
un clima. A mí me gusta mucho -mi juicio sin embargo es personal-
lo que yo llamo la "Iglesia doméstica" No quiero decir
que la parroquia no marche bien, según mi modo de ver, sin embargo,
se reformaría radicalmente y sobre todo no ocuparía la
base de nuestra pastoral. Esto por dos motivos: uno materialeconómico
y otro humanoreligioso.
Hoy tenemos que ser la Iglesia de los pobres, la Iglesia que tiene que
encarnarse en el mundo del hambre. Nos hallamos ante ciudades mastodónticas,
y aunque no sean un ideal humano tenemos que aceptarlas como un hecho
sociológico. En la situación actual nosotros vemos que
la organización parroquial en las grandes ciudades es económicamente
un desastre. Hoy en Madrid hacen falta, por ejemplo, 300 nuevas parroquias,
es decir, 300 nuevas iglesias. Pensad los millones que necesita la Iglesia
para construir estos templos, aunque sean muy sencillos y funcionales.
El sacerdote tiene que pedir dinero a los laicos, y aquí empiezan
las dificultades.
Pero el problema no es exclusivamente económico. Este tipo de
parroquia va contra los signos de los tiempos. Porque estas iglesias
para 40.000, 50.000 y hasta 80.000 habitantes son demasiado grandes.
Pero incluso las de 5.000 habitantes son "inhumanas". Una
liturgia a la que asisten 500 personas ya no es un banquete eucarístico.
Un banquete para quinientas personas, a nivel profano, se puede hacer
raramente, pero repetirlo todos los días sería preparar
a los comensales para el manicomio. No es humano , es verdaderamente
imposible llegar a una liturgia humana y viviente, aunque no sea mas
que para 500 personas. Hay más. Nuestra civilización es
hoy muy dinámica, mientras que la parroquia -es el templo material-
es estática. Nosotros esperamos tranquilamente a nuestros cristianos,
y nuestros cristianos duermen solamente en el barrio de su parroquia,
pero no viven aquí. Viven en la oficina, en la montaña
o en el mar y después se pasan las vacaciones en Egipto, en Grecia
o en las canarias. Mientras tanto nosotros nos quedamos con la iglesia
vacía, moribunda, estática.
¿Cómo tendría que ser la Iglesia "más
humana" que concediera mayor importancia a la mujer?
A mi parecer deberíamos tener pocas parroquias, que fueran como
el centro de la pastoral y focos de animación para las comunidades
de base.
Junto a esta parroquia habría muchas iglesias domésticas,
donde se celebrara la liturgia como ocurría en la Roma cristiana.
Estas iglesias domésticas podrían organizarse para grupos
familiares, juveniles, de trabajadores, de emigrantes, o de turistas.
¿Cómo hacerlo? Volvamos al diaconado. Primeramente ordenemos
diáconos a los casados , más tarde creo que también
será posible que estos mismos diáconos casados ordenen
sacerdotes. Entonces, cuando surja un grupo espontáneo y natural,
uno de estos diáconos casados podrá organizar desde dentro
del grupo una iglesia metida en el mundo. Así en el hogar , en
la fábrica, en la montaña, en el mar o en el campo tendremos
una Iglesia viva, como decía Cristo; no un templo material, sino
espiritual; una Iglesia en marcha, que no espera, sino que sale al encuentro
y se mezcla con el mundo.
Mientras tanto los laicos podrían sustituir a los diáconos
organizando paraliturgias; más adelante quizá -depende
del Espíritu Santo y de la jerarquía eclesiástica-,
tengamos sacerdotes casados. Yo me opongo decididamente a que los sacerdotes
se casen , pero no me opongo a ordenar sacerdotes a los diáconos
casados , porque éste es un ascenso y tiene una función
diferente del sacerdote célibe.
Cuando la iglesia doméstica y la familia se fundan, tendrá
también indirectamente la promoción de la mujer en la
Iglesia. Ya se han hecho algunas experiencias muy hermosas. Se da un
"banquete" en el comedor, y los que serían los futuros
diáconos pronuncian la homilía. Al mismo asisten también
los niños, resulta una "liturgia" muy conmovedora y
simpática. Esta sería quizá una promoción
espontánea de la mujer en la liturgia doméstica.
ANTONIO HORTELANO, CSSR