Declaración de la delegación Bolchevique Leninista a la conferencia de las organizaciones socialistas y comunistas de izquierda
(17 de agosto de 1933)
El régimen partidario
Para la construcción de nuevos partidos y de una nueva internacional se debe prestar mucha consideración al problema del régimen partidario. La democracia obrera no es un problema organizativo sino un problema social. En última instancia, la liquidación de la democracia obrera es consecuencia de la presión de los enemigos de clase por medio de la burocracia obrera. La historia del reformismo en los países capitalistas y la experiencia de la burocratización del estado soviético confirman en igual medida esta ley histórica.
La socialdemocracia utiliza un complicado sistema para establecer el régimen que le es necesario; por un lado, expulsa sistemáticamente del partido y de los sindicatos a los trabajadores con tendencias radicales o críticas cuando no puede comprarlos con puestos bien remunerados; por otro, libera a sus ministros, diputados parlamentarios, periodistas y burócratas sindicales de la obligación de someterse a la disciplina del partido. La combinación de la represión, el robo y el engaño permite a la socialdemocracia mantener la fachada de la discusión, mientras al mismo tiempo actúa como el aparato de la burguesía imperialista dentro de la clase obrera.
A través del aparato estatal, la burocracia stalinista liquidó la democracia partidaria, soviética y sindical, no sólo en esencia sino también formalmente. El régimen de la dictadura personal fue plenamente transmitido por el Partido Comunista de la Unión Soviética a todos los partidos comunistas de los países capitalistas. La tarea de los funcionarios del partido es interpretar la voluntad de la cúpula burocrática. Las masas partidarias tienen un solo derecho: callarse y obedecer. La represión, la persecución, el engaño, son los métodos con que comúnmente se mantiene el "orden" en el partido. Por este camino los partidos proletarios marchan a la decadencia y la ruina.
Un revolucionario se forma en un clima de crítica a todo lo existente, incluida su propia organización. Sólo se puede lograr una firme disciplina por medio de la confianza consciente en la dirección. Para ganarse esta confianza son necesarias una política correcta y también una actitud honesta hacia los propios errores. De allí que el problema del régimen interno sea para nosotros tan extraordinariamente importante. A los obreros avanzados se les debe dar la posibilidad de participación consciente e independiente en la construcción del partido y en la dirección del conjunto de su política. Los obreros jóvenes deben contar con la posibilidad de pensar, criticar, cometer errores y corregirse.
Por otra parte, queda claro que un régimen partidario democrático conducirá a la formación de un endurecido y unificado ejército de luchadores proletarios sólo si nuestras organizaciones, apoyándose en los firmes principios del marxismo, están dispuestas a combatir irreconciliablemente, aunque con métodos democráticos, toda influencia oportunista, centrista y aventurera.
Todo el desarrollo del proceso plantea la orientación hacia una nueva internacional. Sin embargo, esto no significa que propongamos proclamar inmediatamente la nueva internacional. Lo habríamos propuesto, sin vacilar, si las organizaciones aquí representadas ya hubieran llegado a un acuerdo real, es decir, probado por la experiencia, respecto a los principios y métodos de la lucha revolucionaria. Pero no lo hemos hecho. Sólo el trabajo revolucionario en común y la seria crítica mutua nos harán llegar a una unanimidad principista y por lo tanto a la internacional.
No se puede preparar una nueva internacional sin participar prácticamente en los acontecimientos que se suceden. Por supuesto, sería falso contraponer la discusión programática a la lucha revolucionaria. Es necesario combinarlas. Saludamos el hecho de que el congreso haya puesto en su orden del día problemas urgentes referentes a la lucha contra el fascismo y contra la guerra; en cualquiera de estos terrenos estamos dispuestos a dar un verdadero paso adelante, hombro a hombro con las demás organizaciones.
¡Camaradas! Sin conducción, sin dirección internacional, el proletariado no podrá liberarse de su actual opresión. La creación de una nueva internacional no depende solamente del desarrollo objetivo de los acontecimientos sino también de nuestros propios esfuerzos. Es probable que ya seamos mucho más fuertes de lo que creemos. No en vano la historia nos demuestra cómo una organización que goza de autoridad aunque haya perdido su dirección puede seguir acumulando errores aparentemente impunes durante un largo período, pero finalmente el curso de los hechos provoca el colapso inevitable. Por el contrario, una organización en cuya brújula se puede confiar pero que durante mucho tiempo fue una minoría insignificante, en un nuevo giro histórico puede elevarse súbitamente a un nivel superior. Esa posibilidad se abre ante nosotros con la condición de que nuestra política sea correcta. Tratemos de no perder esta oportunidad unificando nuestras fuerzas. Nuestra responsabilidad revolucionaria es inmensa. Que nuestra labor creadora se eleve a la altura de esta responsabilidad.