La discusión en el
SWP americano ha sido transparente y democrática. Los preparativos
del congreso se han hecho con toda lealtad. La minoría ha participado
en el congreso, reconociendo, por lo tanto, su legalidad y autoridad. La
mayoría ha ofrecido a la minoría todas las garantías
necesarias de que va a poder seguir defendiendo sus propios puntos de vista
tras el congreso. La minoría ha pedido permiso para dirigirse a
las masas por encima de la dirección del partido. Naturalmente,
la mayoría ha rechazado esta pretensión tan monstruosa. Mientras
tanto, a espaldas del partido, la minoría, mediante maquinaciones
en la sombra, se ha apoderado del New International, que se venía
publicando gracias a los esfuerzos de todo el partido y de la IV Internacional.
He de añadir que la mayoría estaba de acuerdo con dar dos
puestos de los cinco del equipo editorial de su órgano teórico
a la minoría. Pero, ¿cómo puede una "aristocracia"
intelectual ser la minoría de un partido obrero? Situar a un profesor
al nivel de un obrero es, después de todo... "¡conservadurismo
burocrático! ".
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(*)Este artículo
apareció por primera vez en el Socialist Appeal, el 4 de mayo de
1940. La minoría se separó del SWP tras el Congreso de abril
de 1940. Burnham, Schatman y Abern, que tenían puestos en el órgano
teórico de partido por designación de éste, y que
administraban en su nombre la "New International Publishing Company", usurparon
la cabecera de la revista y se apropiaron de los derechos de publicación
como si fueran de su propiedad personal. (Nota del editor.)
En un artículo polémico
reciente, contra mí, Burnham explicaba que el socialismo es un "ideal
moral". Esto no es tan nuevo. A principios del siglo pasado, la moralidad
sirvió de base al "verdadero socialismo alemán", que Marx
y Engels siempre criticaron. A principios de este siglo, los social-revolucionarios
rusos contrapusieron el "ideal moral" al socialismo materialista. Aunque
hay que reconocer que estos paladines de la moralidad se convirtieron en
delincuentes comunes en el campo de la política. En 1917 traicionaron
a los trabajadores, poniéndoles en manos de la burguesía
y del imperialismo extranjero.
Una larga experiencia política
me ha enseñado que, cuando un profesor o un periodista pequeñoburgueses
empiezan a hablar de elevados standares morales, lo mejor es agarrar bien
fuerte la cartera. También ha ocurrido esta vez. En nombre de un
"ideal moral", un intelectual pequeñoburgués le ha birlado
al partido el poder sobre su propio órgano teórico. Aquí
tenéis un pequeño ejemplo vivo de los métodos organizativos
de estos moralistas innovadores y campeones de la democracia.
¿Qué es la
democracia del partido para un pequeñoburgués "educado"?
Un régimen que le permita decir y escribir todo lo que se le ocurra.
¿Qué es "burocratismo" para un pequeñoburgués
"educado"? Un régimen en el que la mayoría proletaria impone,
por métodos democráticos, sus decisiones y la disciplina.
¡Trabajadores, grabaros esto en la mente!
La minoría pequeñoburguesa
del SWP se escindió de la mayoría proletaria sobre la base
de una lucha contra el marxismo revolucionario. Burnham proclamó
que el materialismo dialéctico era incompatible con su apolillada
"ciencia". Schatman proclamó que el marxismo revolucionario no tenía
nada que ver con las "cuestiones prácticas". Abern se apresuró
a unirse al bloque antimarxista. Y ahora, esos caballeros anuncian la revista
que le han birlado al partido como "órgano del marxismo revolucionario".
¿Qué es esto, sino charlatanería ideológica?
Los lectores pedirán a los editores que publiquen el trabajo programático
que ha servido de base a la minoría, es decir, "Ciencia y estilo",
de Burnham. Si los editores no quieren emular a los estafadores que dan
mercancía estropeada bajo brillantes etiquetas, no les quedará
más remedio que publicarlo. Y entonces podrá ver todo el
mundo la clase de "marxismo revolucionario" que hay ahí. Pero no
lo harán. Les da vergüenza mostrar su verdadera cara. Burnham
está ocupadísimo escondiendo en su caja fuerte sus artículos
demasiado comprometedores, y Schatman se dispone a servir de portavoz para
las ideas de cualquiera, puesto que no las tiene propias.
Los primeros artículos
"programáticos" de la revista robada revelan ya la falta de sentido
y la falsedad de este grupo antimarxista que se autodenomina "Tercer Campo".
¿Qué es ese animal? Existe el campo del capitalismo y el
campo del proletariado. ¿Y existe, tal vez, un tercer campo, un
santuario pequeñoburgués? Naturalmente, se trata sólo
de eso. Pero, como siempre, los pequeñoburgueses adornan su "campo"
con las flores de papel de la retórica. Prestemos oído. Tenemos,
por un lado, a Francia e Inglaterra. Por otro, a Hitler y Stalin. Y en
el tercer "campo", a Burnham y Schatman. La IV Internacional está,
para ellos, en el campo de Hitler (Stalin se dio cuenta de ello hace ya
mucho). Por lo tanto, hace falta un nuevo "slogan": "¡Liantes y pacifistas
de todo el mundo, todos los que sufren los alfilerazos del destino, corred
al tercer campo! "
Pero el problema principal
es que los dos campos en guerra no abarcan todo el orbe burgués.
¿Dónde metemos a los neutrales o semineutrales? ¿Y
a los EE.UU.? ¿Y a Italia y Japón? ¿Y los países
escandinavos, India o China? Pensad no en los trabajadores revolucionarios
indios o chinos, sino en China o India como países oprimidos. El
bonito esquema de los "tres campos" olvida un pequeño detalle; el
mundo colonial, ¡la mayor parte de la Humanidad!
India participa en la guerra
imperialista al lado de Inglaterra. ¿Quiere decir esto que nuestra
actitud hacia la India -no hacia los bolcheviques indios, sino hacia el
país- deba de ser la misma que hacia Inglaterra? Si no existen en
el mundo, aparte de Burnham y Schatman, más que dos campos imperialistas,
¿dónde metemos a la India? Un marxista dirá que, a
pesar de que la India sea parte del Imperio Británico y participe
en la guerra imperialista; a pesar de la pérfida actitud de Gandhi
y otros líderes nacionalistas, nuestra actitud hacia la India debe
ser diferente de nuestra actitud hacia Inglaterra. Defendemos a la India
contra Inglaterra. ¿Por qué no podemos mantener actitudes
diferentes frente a Rusia y Alemania, a pesar de que Stalin esté
aliado con Hitler? ¿Por qué no podemos defender las formas
sociales más progresistas, capaces de desarrollo, contra las más
reaccionarias, que sólo pueden descomponerse en el futuro? ¡No
sólo podemos, sino que debemos hacerlo! Los teóricos de la
revista robada reemplazan el análisis de clase por un mecanicismo
muy atractivo para los pequeñoburgueses a causa de su seudo-simetría.
Lo mismo que los stalinistas camuflan su servidumbre al nacional-socialismo
(los nazis) con grandes insultos a las democracias imperialistas, Schatman
y compañía ocultan su capitulación a la opinión
pública pequeñoburguesa americana con la pomposa fraseología
del "tercer campo" (¿qué es eso: un partido, un club, una
Liga de las Esperanzas Perdidas, un Frente Popular?). ¡Cómo
si ese "tercer campo" no tuviera la obligación de tener una política
correcta respecto a la pequeña burguesía, los sindicatos,
India y la URSS!
El otro día Schatman
se ha autodefinido en la prensa como "trotskysta". Si eso es trotskysmo,
yo no soy trotskysta. No tengo nada en común con las ideas actuales
de Schatman, y ni que decir tiene con las de Burnham. Colaboré activamente
en el New International, protestando por el frívolo artículo
de Schatman sobre teoría y sus concesiones a Burnham, el estúpido
pedante pequeñoburgués. Pero, en aquella época, el
partido y la Internacional tenían a raya a Schatman y a Burnham.
Después, la presión pequeñoburguesa los desató.
Mi actitud ante la nueva revista no puede ser otra que la que he mantenido
siempre ante todas las falsificaciones pequeñoburguesas del marxismo.
Y su "moralidad" política y sus "métodos organizativos" no
me inspiran sino desprecio.
Si agentes del enemigo de
clase hubiesen obrado conscientemente a través de Schatman, le habrían
aconsejado hacer exactamente lo que ha hecho. Se ha unido a los antimarxistas
para luchar contra el marxismo. Ha ayudado a construir una fracción
pequeñoburguesa en contra de los trabajadores. Se ha negado a utilizar
la democracia del partido para hacer un esfuerzo honrado por convencer
a la mayoría proletaria. Ha provocado una escisión en plena
guerra mundial. Y lo corona todo con un sucio escándalo, que parece
hecho a medida para proveer de munición a nuestros enemigos. ¡Así
son esos "demócratas moralistas"!
Pero todo esto no les servirá
de nada. Están en bancarrota. A pesar de las traiciones de todos
los intelectuales inestables y de todos los chistes baratos de sus primos
demócratas, la IV Internacional avanza segura por su camino, creando
y educando a una selección de auténticos revolucionarios
proletarios, capaces de entender lo que es el partido, la lealtad a su
bandera y la disciplina revolucionaria.
¡Trabajadores! ¡No
pongáis ninguna confianza en el "tercer campo" de los pequeñoburgueses! |
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