Antonio
Garrido, miembro del Consejo Ándaluz de Izquierda Unida Los
Verdes-Convocatoria por Andalucía. Artículo publicado en
A luchar nº 4 (Mar/00)
La
firma del acuerdo de programa de gobierno realizada por las direcciones
federales del PSOE e IU ha tenido una sola cosa buena: evitar el pronóstico,
más que sensato, de una debacle electoral de Izquierda Unida. Por
lo demás, este pacto resulta una negación activa de la expresión
y de la identidad de una fuerza de izquierdas que pretende representar
y defender a los trabajadores y a los sectores más vulnerables de
la sociedad.
Izquierda Unida ha dilapidado,
al suscribirlo, buena parte de su trayectoria ideológica, ha tirado
por la borda contenidos programáticos que son irrenunciables y ha
amordazado su discurso en aras de la respetabilidad, menoscabando la capacidad
crítica de su programa, y todo ello a cambio de un crecimiento electoral
e institucional pírrico.
No se puede estar de acuerdo
con este pacto por lo siguiente: En materia de empleo y de política
económica, se renuncia a la semana laboral de 35 horas por Ley,
dejando en la estacada el trabajo realizado y a los 700.000 ciudadanos/as
que conformaron una de las movilizaciones más interesantes llevadas
a cabo hasta hoy. No es admisible confiar esta resdistribución de
la plusvalía a la voluntad de la patronal para sentarse a discutirla.
También se desiste
de la exigencia de supresión de las ETTs., abandonándola
en el fango de una ingenua «revisión en profundidad»
ni se concretan medidas para reducir la precariedad laboral.
En el punto 6 del acuerdo,
se declara el respeto a las politicas de ajuste y establidad constreñidas
y emanadas del «marco de la Unión Económica y Monetaria»,
aseveración grave y verdadera capitulación por cuanto significa
supeditar toda la política estatal en materia de gastos sociales
a los intereses del gran capital europeo. Asimismo, no se cuestiona la
política salvaje de privatizaciones llevada a cabo hasta ahora ni
se exije la paralización de las pendientes.
El lo relativo a la política
exterior y de seguridad, explicita el «mantenimiento de nuestros
compromisos internacionales en materia de seguridad y defensa». Esta
rendición programática conllevaría un silencio atronador,
durante cuatro años, respecto a la permanencia del Estado español
en la OTAN y al papel que ha jugado y que, probablemente, jugase en la
intervención en conflictos como el de los Balcanes. Es inasumible
para una fuerza como IU estar callada frente a la máquina militar
con que el imperialismo supervisa y ejecuta sus planes de dominio.
El punto 10 sobre Terrorismo
consagra la política policial y represiva y hace regresar a IU de
Lizarra a Ajuria Enea. Ni una palabra sobre el ámbito vasco de decisión,
ni sobre los presos, ni sobre los derechos nacionales. Sencillamente, se
asume el programa del PSOE y... del PP.
En cuanto a la política
autonómica se abandona el modelo de Estado Federal solidario propugnado
por IU, que reconocía el derecho de los pueblos a decidir libremente
su futuro lo que conlleva necesariamente una reforma en profundidad de
la actual Constitución.
El día 16 de febrero
lo decía claramente Almunia: el acuerdo ha permitido devolver a
una fuerza que contestaba «desde fuera un sistema político,
económico y social» al interior de lo que él llama
«el área de la gobernabilidad», es decir, al seno de
lo que el lenguaje puede decir desde el pensamiento único. IU ha
nadado, con este pacto, hasta la otra orilla. Sencillamente. Se ha operado
un grave giro a la derecha. Es difícil justificar ahora el por qué
la gente de Nueva Izquierda estaba equivocada cuando colocaba a Izquierda
Unida en el escenario de una fuerza institucional complementaria al PSOE.
Este acuerdo, tan querido
ahora y antes por muchos dirigentes de IU, ha gripado el potencial discursivo
de una fuerza de izquierda que se ha referenciado en el combate del discurso
anti-OTAN, de la defensa de los derechos laborales y sociales, de la no
aceptación del vendaval neoliberal, de la superación del
corsé constitucional para el reconocimiento de los derechos nacionales
de los pueblos que integran el actual estado Español, de la lucha
contra la corrupción y el terrorismo de estado. Se ha ingresado
en el ámbito de la respetabilidad, a cambio de no tantos votos ni
tantos escaños, y a costa de una ruptura muy grave con el patrimonio
ideológico y programático acumulado durante años.
Particularmente en Andalucía,
donde, dicho sea de paso, la CUT-BAI alertó, a través de
su representación en los órganos federales, sobre el viraje
que se avecinaba, el pretexto de derrotar al PP no puede sostener la continua
invitación, por parte de los dirigentes más destacados de
IU-CA, a un acuerdo con el PSOE andaluz «como el alcanzado a nivel
federal».
En Andalucía no es
posible concebir una izquierda que no sea agresiva contra quienes encarnan
políticas que niegan la necesidad de la soberanía política
de las instituciones andaluzas, que permiten la existencia de enclaves
militares de la OTAN que son plataformas para agredir a otros pueblos,
que premian con fondos públicos a las multinacionales que envenenan
nuestro suelo y que reniegan de la histórica reivindicación
de una auténtica Reforma Agraria que, finalmente, conceda a los
jornaleros andaluces la dignidad que merecen. Si no se antepone este discurso
a la invocación de una «unidad de la izquierda» abstracta
y carente de referentes ideológicos y programáticos, Izquierda
Unida Los Verdes-Convocatoria por Andalucía habrá dejado
de ser una organización de la izquierda social y política. |