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¿Es posible la unidad de la izquierda?
Javier García. (Julio 99)

Durante el Debate del 'Estado de la Nación', Anguita ofreció al PSOE el inicio de un diálogo en torno a once puntos programáticos que sirvieran de base para un previsble gobierno de izquierda que superara la nefasta gestión de la derecha. Tras una primera respuesta positiva, Almunia, Borrell y la plana mayor del PSOE se echaron atrás por temor a perder el 'centro' y dejar al PP a las puertas de una nueva victoria electoral.

Como era de esperar Almunia y la dirección socialista ha puesto trabas al diálogo entre IU y el PSOE. Para mucha gente esta actitud de Almunia es incomprensible. Se trata de aquellos que creyeron al secretario general del PSOE en su primer discurso nada más salir elegido como sucesor de Felipe González.

Recordemos. Lo más sonado de aquel congreso del PSOE, tras la fuga de Felipe González y la liquidación del guerrismo, fue la curiosa propuesta de Almunia de crear un frente de fuerzas progresistas, que incluiría un acuerdo con Izquierda Unida para desbancar a la derecha del Gobierno en las próximas elecciones.

CAÚSA COMÚN

A primera vista, el ofrecimiento del nuevo secretario general del PSOE era positivo, ya que, parecía que daba por finiquitada la estrategia de la casa común para fundar una especie de alianza táctica entre el PSOE, IU, los sindicatos y los movimientos sociales progresistas. Era la llamada causa común.

Lo que faltaba en esa propuesta era saber qué bases políticas iba a tener ese frente progresista.
El PCE, columna vertebral de IU, que oscila hoy entre el modelo italiano y el ejemplo francés, entonces estaba como deslumbrado por la experiencia francesa. Julio Anguita llegó a decir que "con ciertos matices el programa francés vale para España" y que en base al programa suscrito por Jospin y Robert Hué sería posible una alianza entre el PSOE e IU. ¿Ignoraba Julio Anguita que lo que verdaderamente suscribió Jospin y Hué no fue un programa sino una mera declaración de intenciones de no más de dos páginas?.

En Francia, el giro liberalizador de Jospin se ha impuesto ya en la política económica. No lo decimos sólo nosotros. Veamos la editorial del diario económico Expansión (2/JUN/98): "Su programa electoral de marcado corte keynesiano apenas si se ha aplicado. Los otrora denostados criterios de Maastricht se han cumplido a rajatabla; idéntica suerte ha corrido el tan odiado Pacto de Estabilidad, que ha sido asumido sin rechistar. Jospin también ha tenido que hacer juegos malabares con la venta de empresas públicas. Su lema central 'hay que paralizar las privatizaciones' ha quedado en papel mojado: el proceso de venta de France Telecom, Air France, etcétera, sigue adelante".

Hay que recordar que una gran parte de las bases del PCF se mostraron -con razón, a la vista de los hechos- en desacuerdo con el pacto Jospin-Hué y que el dirigente "comunista" francés ha sido varias veces abucheado públicamente por los propios militantes de su partido. Para las bases es intragable permanecer en un Gobierno que acepta Maastricht y privatiza empresas públicas.

EL FIASCO DEL CAMBIO

El caso español, sin embargo, es bien distinto. El PSOE estuvo en el gobierno durante cerca de 14 años, un tiempo suficiente para haber cambiado la fisonomía de la sociedad desde una óptica socialista. Sin embargo, lo que obtuvimos los trabajadores fueron constantes ataques a nuestros ya mermados niveles de vida. El partido de Pablo Iglesias fue socialdemócrata en los '70, pero su práctica política en los '80 y '90 lo ha llevado a la senda del neo-liberalismo.

Por eso mismo no es de extrañar que Almunia hable, por un lado, de una alianza de la izquierda para echar a la derecha del gobierno y hacer una política progresista, y por otro, deje bien claro que quiere llegar a un consenso con Aznar en los temas fundamentales: construcción europea, terrorismo, reforma laboral, etc.

Así, una semana después del famoso Congreso "socialista" la derecha y el PSOE se aliaban para meternos en la estructura militar de la OTAN, en contra de una de las tres condiciones del referéndum. En las sucesivas entrevistas de Almunia con el jefe del ejecutivo se ha confirmado esta línea de actuación. Almunia y Aznar coinciden en lo fundamental. Esa es la verdera pinza. Sus desacuerdos a lo máximo se reducen a ciertos aspectos de la política educativa y judicial. Y eso a pesar de que el ex-secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Rodríguez, se empeñara en animar el circo político institucional montando polémicas falsas entre el PSOE y el PP.

Era lógica la actitud del avezado Rodríguez. Aunque el PSOE y el PP sean uña y carne en lo fundamental, el pueblo debe ver al PSOE como la oposición, de ahí su preocupación por ofrecernos de vez en cuando algún que otro encontronazo televisivo entre Almunia y Aznar o algún rifirafe del bigotes con Borrell.

En el contexto de este aciago idilio algunos dirigentes del PSOE -como Rodríguez Ibarra- han llegado incluso a proponer un gobierno de coalición para combatir el terrorismo, dejando impreso el gran amor que se profesan ambos partidos. Para el común de los mortales quedó claro hace tiempo que la propuesta de Almunia era pura demagogia para consumo periodístico.

La propuesta de un frente progresista sin principios -la causa común- no era otra cosa que una operación de imagen que perseguía fagocitar lo comestible de IU dotando a sus sectores conservadores de la excusa perfecta para emprender el camino de la integración en el PSOE. Ahí está el bochornoso caso gallego y la operación PDNI. Almunia es coherente: una vez conseguido el objetivo, ¿qué necesidad ahí de llegar a un acuerdo con IU?.

Con Almunia, el PSOE, no ha girado a la izquierda, sigue en las mismas posiciones neo-liberales que trajo Solchaga y sancionó González. El único cambio es que Almunia es más sutil en las formas, aunque igual de peligroso en el fondo. La pregunta del millón es si Borrell será capaz de cambiar esta situación. Sinceramente, así lo deseamos, pero nos parece que lo más probable es que en el PSOE prevalezca la estrategia de destruir a IU antes que enfrentarse a la derecha con políticas de izquierda.

Hasta ahora el candidato del PSOE no sólo no se ha desligado de los condenados por el caso GAL, como Barrionuevo, lo que pone en entredicho la veracidad de la tan traída renovación, sino que además no ha ocultado su simpatía y solidaridad por los condenados. Borrell, preso del aparato, puesto que se negó a dar la batalla del Congreso Extraordinario, es incapaz de imponer un discurso creíble y escorado hacia la izquierda.

Lo curioso del caso es que ahora Alcaraz y Romero, voceros del otrora 'sector duro', asustados por el efecto Borrell corren detrás de los socialistas buscando un acuerdo "que no tiene por que ser muy largo" (Alcaraz a Cambio 16) o "similar al suscrito en Francia" (Romero a El Mundo). Pero, ¿no era esto mismo lo que defendía Nueva Izquierda?. Sería interesante saber dónde quedo aquello de 'programa, programa, programa'.

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