Javier García. Artículo
publicado en el A luchar nº 3, revista de Izquierda
Revolucionaria (Septiembre 1999)
La carta publicada en el nº
2 A LUCHAR titulada “Euskadi, nuevo ciclo” y firmada por Antonio (Sevilla)
es, ¿por qué no admitirlo?, admirable. Escrita para denunciar
el carácter “infantil, mecanicista, desbrozado a golpes de recetario”
de nuestro análisis sobre el proceso de paz en Euskadi -ver A LUCHAR
nº 1-, el autor no sólo no dice ni una palabra sobre el asunto
sino que en buena medida coincide con la sustancia del mismo.
Existe coincidencia en resaltar que
la tregua abre un nuevo ciclo político -¿quién podría
dudar de esto?- sin duda esperanzador y positivo respecto a la enquistada
“dinámica anterior”. También existe un razonable acuerdo
en que no ha sido la política represiva del Gobierno español
quién ha obligado a ETA a declarar la tregua como afirma el ‘frente
españolista’ (léase PSOE-PP), sino el agotamiento de la vía
armada cuyas acciones habrían “erosionado su credibilidad (...),
su potencia evocadora del conflicto político, su carácter
vanguardista y su ligazón con la izquierda ideológica”.
En otras palabras, las acciones de
ETA, lejos de debilitar al Estado, lo fortalecían, puesto que alimentaba
un creciente rechazo social, justificaba la represión, convertía
el conflicto político en un problema de orden público, criminalizando
a la izquierda rupturista y aislándola de la sociedad vasca.
Sin duda, la oportunidad de la tregua
y el frente político montado a su abrigo, el Pacto de Lizarra, desorientó
al Gobierno en un principio, pero de ahí a hablar de ofensiva del
MLNV va un abismo. La pretendida ofensiva ha perdido gas, no se basa en
la movilización popular, elemento indispensable en cualquier escenario
rupturista, sino en una “realista” política de acaparar poder institucional,
un poder que al fin y a la postre administra el PNV, es decir, la burguesía
vasca.
El MLNV se ha aliado con el diablo.
El PNV, hasta hace muy poco, socio del Gobierno Aznar en Madrid, dirige
la Ertzanza, y ha sido corresponsable de la represión en Euskadi.
La función del partido de Arzallus en este nuevo escenario es clara:
frenar y moderar al MLNV. Un ejemplo de esto lo tenemos en la famosa Asamblea
de Municipios Vascos, hoy convertida en un icono inútil gracias
a que los representantes del PNV bajaron a límites constitucionales
las altas pretensiones de HB sobre la misma.
La realidad es que ni el PNV, ni EA
ni IU-EB, firmantes de Lizarra, han roto totalmente con la Mesa de Ajuria
Enea desde el momento en que se solicita la incorporación a la misma
de EH bajo la fórmula de “un nuevo foro donde estén todos”.
No existe, hoy por hoy, ningún “escenario alternativo y con carácter
constituyente”.
EH se ha metido en un callejón
sin salida, que de momento renta votos, pero que prepara graves crisis
en su seno conforme la tregua no desemboque en una negociación política
que conquiste la soberanía. Y es aquí donde el proyecto,
la estrategia y el discurso nacionalista, sin contenidos de clase, de Otegui
yerra por completo y cae en el ilusionismo y la fantasía. No es
posible una nueva reforma del sistema político español, como
ocurriera durante la Transición. Hoy sólo existe un posible
escenario, el de la ruptura.
Pero la ruptura del entramado institucional
español sólo será posible con una lucha masiva en
el conjunto del Estado, que una vez iniciada pasará sin solución
de continuidad de las demandas democráticas a las genuinamente socialistas.
El MLNV con su giro a la derecha, escenificado en la investidura de Ibarreche
y el pacto de legislatura con el PNV, no camina precisamente en esa dirección.
La carta de Antonio es clarificadora,
al menos en un aspecto: representa a un amplio sector de la militancia
de izquierdas que sigue justificando su acrítico seguidismo al MLNV
por una acusada falta de capacidad y de voluntad a la hora de levantar
una alternativa de clase, revolucionaria e internacionalista que luche
por la república, la autodeterminación y el socialismo. |