Javier García. Artículo
aparecido en el número 1 de A LUCHAR, revista de Izquierda
Revolucionaria (Mayo 1999)
Tras la declaración
de tregua indefinida decretada por ETA en septiembre pasado un clima de
esperanza se apoderó de la sociedad vasca y española.
La ilusión en un “final
dialogado de la violencia”, vendida por todos los medios de comunicación,
consiguió penetrar en las mentes y los corazones de millones de
personas. ¿Dónde queda hoy esa esperanza?. Todo apunta a
que la paz está todavía muy lejos.
Lo primero que salta a la
vista es que hoy por hoy no existe ningún proceso de paz. Las detenciones
en Francia de Kantauri, responsable militar de ETA y de otros siete activistas,
así como la virtual disolución del comando Donosti, constituye
sin duda alguna el mayor golpe policial a ETA desde la caída en
Bidart de la dirección etarra con Pakito al frente.
A la presión policial
se une la judicial. Egin continúa clausurado y sus responsables
siguen en la cárcel. La antigua Mesa Nacional de HB continúa
en prisión y el fantasma de la ilegalización no se evapora
del todo. A mediados de marzo, la Guardia Civil registró dos sedes
de HB en San Sebastián, incautando abundante material y documentación.
Más tarde, registró una sede del sindicato vasco LAB.
La situación de los
presos sigue sin encontrar una vía de solución. El Gobierno
Aznar no ha variado ni un ápice la política de dispersión,
pese a que el 9 de febrero, cerca de 100.000 personas se manifestaron en
Bilbao bajo la consigna de “Euskal presoak, Heuskal Herrira” (Presos vascos
al País Vasco).
Esta actitud provocadora
de los poderes estatales, unida a la dramática situación
de los presos y refugiados vascos da alas a los elementos más extremistas
de la "Kale Borroka" que a veces escapan del control de Jarrai y KAS. Los
asaltos e incendios a sedes del PSOE o locales de UGT, protagonizados por
estos elementos son totalmente rechazables pues ahondan la división
de los trabajadores en líneas nacionales lo que sólo beneficia
a la burguesía.
A pesar de que Aznar autorizó
el 3 de noviembre los contactos directos con ETA, éstos no se han
producido, por falta de interlocutores según el Gobierno o por ausencia
de voluntad política según ETA. Únicamente se ha producido
un discreto encuentro entre representantes del Gobierno y EH el pasado
5 de diciembre en un hotel de Briviesca, Burgos, sin resultado alguno y
que no ha tenido continuidad.
Al parecer, Aznar, tras una
etapa inicial marcada por la sorpresa y la desorientación, ha seguido
finalmente la línea más inmovilista del Ejecutivo, liderada
por el Ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja. Éste, muy influenciado
por el aparato del estado –CESID, Guardia Civil, etc-, ha dejado claro
cuáles son las claves de la estrategia gubernamental. Resumiendo:
son los estrategas de Interior los que gestionan la tregua.
La posición del Gobierno
no es explícitamente lograr la derrota policial de ETA, como antes
de la tregua, pero desde luego su política actual no contribuye
a ningún “final dialogado de la violencia” y está marcada
por la inercia del pasado.
Ésta apenas se disimula
desde el momento que se presenta la tregua como una victoria del Gobierno,
cuya estrategia de acoso contra el MLNV ha debilitado al mismo obligándole
a entrar en una dinámica diferente. El mensaje no puede ser más
claro: no es ETA la que libremente ha decidido la tregua, sino que ha sido
obligada a ello por el acoso policial y judicial. Así, el PP intenta
atribuirse el éxito de la tregua y legitima su política represiva
porque "da resultados".
Este mensaje concuerda con
uno de los pivotes fundamentales de la política gubernamental: el
estado no está en tregua. Con esta política de presión
constante contra el complejo ETA el Gobierno cree que puede debilitar tanto
a la organización armada vasca como para no dejarle otra vía
que no sea una negociación política a la baja.
Igualmente, el PNV, con la
nueva estrategia de 'frente nacionalista' intenta capitalizar la tregua,
recordando una y otra vez que mientras el Gobierno metía en la cárcel
a la Mesa Nacional de HB y cerraba Egin, ellos negociaban con ETA y HB
para dar luz al Pacto de Lizarra creando las condiciones políticas
para el anuncio del alto el fuego cuatro días después de
su firma.
Sin embargo, ni la estrategia
negociadora del PNV ni la política represiva del PP han sido las
causas determinantes de la tregua de ETA. Las causas profundas de la tregua
hay que encontrarlas en el agotamiento de la vía armada tras 30
años de terrorismo individual y el creciente rechazo social que
los atentados generan. Las acciones de ETA, lejos de debilitar al Estado,
lo fortalecen porque permite que su política represiva reciba el
apoyo de la población.
Acciones como el secuestro
de Ortega Lara o el atentado contra el edil del PP, Miguel Angel Blanco,
son el mayor balón de oxígeno al Gobierno y su política
represiva. Esta última acción etarra marcó un antes
y un después. Las masivas movilizaciones ciudadanas en Euskadi significaron
un punto de inflexión en la situación. Antes no se habian
producido movilizaciones de cientos de miles de trabajadores y jóvenes
contra ETA en Euskadi.
El nuevo marco internacional
tras la desaparición del estalinismo también ha influido.
La nueva situación en Sudáfrica con Mandela en la Presidencia,
la Autonomía Palestina o el reciente Acuerdo de Stormont para Irlanda
del Norte han tenido un cierto impacto en el MLNV.
Todos estos procesos que
permanecen abiertos y aún con graves dificultades tienen en cambio
un punto en común: surgieron de una negociación auspiciada
por el imperialismo estadounidense. No es casualidad que el Pacto de Lizarra
surgiera del llamado Foro de Irlanda. Ni tampoco que el MLNV desee una
internacionalización del conflicto, sentando al Gobierno francés
en la Mesa de Negocación y con una mediación internacional
norteamericana.
Un somero recorrido por la
escabrosa realidad vasca confirma plenamente esta idea. Por uno u otro
motivo Euskadi no ha dejado de ser noticia desde que se firmó el
Pacto de Lizarra. Desde ese momento ríos de tinta se han escrito
en relación con el alto el fuego y el llamado problema vasco. La
izquierda abertzale ha sido, sin duda alguna, protagonista principal en
todo este proceso.
Desde la creación
de un nuevo frente electoral, Euskal Herritarrok, hasta la constitución
de la Asamblea de Municipios Vascos, pasando por la invitación al
parlamento kurdo en el exilio o la investidura de Ibarreche, el MLNV ha
estado en la primera línea política.
La apuesta por la tregua
y la negociación es tan firme en ETA que mientras que el Gobierno
se ha metido en una escalada de provocaciones policiales y judiciales,
la actitud de ETA ha sido la de moverse en el terreno político.
Hasta mayo, ETA ha realizado
seis declaraciones públicas. En todas ellas ha ratificado la tregua
indefinida y sin condiciones. En la primera anunció la tregua y
alababa el Pacto de Lizarra. Un mes más tarde, en la víspera
de las elecciones vascas, ETA anunció que la actual generación
de etarras no volverían a tomar las armas. Tras las elecciones vascas,
hizó un balance de las mismas e instó al PNV a configurar
un gobierno nacionalista. En diciembre, abogó por una negociación
política directa con el Gobierno.
Pero, ¿negociar qué?.
Para el PP, que en este tema tiene el total apoyo del PSOE, sólo
hay que negociar la entrega de las armas y la disolución de ETA
a cambio del acercamiento y posterior liberación de los presos etarras.
Las dos reivindicaciones fundamentales de ETA (el reconocimiento del derecho
a la autodeterminación y la territorialidad de Euskal Herria) no
pueden ni siquiera tratarse por que escapan del marco constitucional y
estatutario. Para el Gobierno del PP, apoyado por el PSOE, el límite
es la Constitución y el Estatuto.
La burguesía española,
aunque le interese resolver el problema del terrorismo, no va a hacer concesiones
que pongan en entredicho la unidad del estado, cuyo garante constitucional
es el ejército. Por eso el PP y el PSOE insisten una y otra vez
en que no hay nada que negociar y que la tregua no tiene factura política.
Con atentados o con tregua,
el objetivo de ETA no ha variado: obtener concesiones políticas
del Gobierno español de turno mediante una negociación. La
voluntad negociadora de ETA oculta, sin duda, una gran carga de ingenuidad
política pues crea ilusiones en una autorreforma del sistema político
español, la monarquía heredada del franquismo.
A pesar de todo el extremismo
político de sus acciones, el MLNV tiene objetivos y métodos
totalmente reformistas. La dirección abertzale siempre confió
más en las acciones individuales de una minoría armada y
en la negociación con el Gobierno de la Monarquía que en
el apoyo de los trabajadores y pueblos del resto del Estado español.
El MLNV debería entender
que desde las alcantarillas del estado hasta el Estado Mayor del Ejército,
de las salas de torturas hasta el despacho del Ministro del Interior, cualquier
salida política está descartada. Existe una complicidad política
total entre los ejecutores de Lasa y Zabala y los altos responsables del
aparato estatal que, en su día, presionaron con éxito al
Gobierno del PSOE para que abandonara las conversaciones de Argel.
De esta otra parte, sólo
se puede esperar más GAL, más guerra sucia, más etarras
suicidados con las manos atadas a la espalda, más represión,
menos libertad,... Eso es lo que hay.
Los derechos democráticos
del pueblo vasco no se conseguirán por la vía de la negociación
con el Estado, ni con tregua ni con bombas. Sólo la lucha organizada
de la clase obrera y la juventud vasca, junto a los trabajadores y jóvenes
del conjunto del estado, en torno a un programa de transformación
social puede hacer frente con éxito a la represión política
y garantizar el libre ejercicio del derecho a la autodeterminación,
incluyendo la libertad de separación.
Por esto el MLNV debe romper
su alianza con el PNV, representante fiel de la burguesía vasca
y máximo responsable de la Ertzanza, y corresponsable, por tanto,
de la represión en Euskadi. El MLNV no debe olvidar que con sus
votos sostiene a Ibarreche, lehendakari de un partido, el PNV, asociado
parlamentariamente en Madrid al PP. Con la legitimidad que nos da haber
defendido a HB y a Egin de la represión del estado, debemos decir
bien alto que la investidura de Ibarreche fue un error que lleva a EH a
un camino interclasista y reaccionario y representa un giro hacia la derecha.
El nacionalismo burgués
del PNV utiliza las justas demandas democráticas del pueblo vasco
como moneda de cambio a la hora de obtener una mayor porción en
el reparto del pastel y para garantizar una posición privilegiada
que le permita explotar mejor a "sus obreros". Su nacionalismo acaba donde
empiezan sus intereses de clase. No se debe olvidar nunca que el BBV, buque
insignia del capital financiero vasco, forma parte indisoluble del capital
financiero español, al que le une un oceáno de comunes intereses.
El PSOE también debe
romper su alineamiento con el nacionalismo español que le ha llevado,
a veces, a posiciones a la derecha del gobierno. No lo decimos por sus
dirigentes de los que no esperamos nada positivo sino fundamentalmente
por los millones de trabajadores que todavía votan al PSOE. El seguidismo
de la dirección "socialista" respecto al PP en el tema vasco es
una completa claudicación ante el nacionalismo más criminal
y represivo que existe, el español.
Por otro lado, Ezker Batua-Izquierda
Unida ha acertado al separarse de este nacionalismo español, pero
al firmar el Pacto de Lizarra, junto al PNV, hipoteca completamente su
independencia, haciéndose rehén de las maniobras de la burguesía
vasca. IU tiene en sus manos un gran reto para el futuro: desmarcarse claramente
del Estado burgués y luchar de una manera consecuente por los derechos
democráticos, sin caer en brazos de la estrategia del PNV o de la
izquierda abertzale.
Esto sólo se puede
conseguir adoptando una política de independencia de clase, internacionalista
y revolucionaria, es decir, luchando por el socialismo, por la unidad de
los trabajadores, única forma de garantizar los derechos nacionales
de los pueblos oprimidos. Si IU se dotara de una perspectiva marxista atraería
hacia sus filas a lo mejor de la izquierda abertzale, donde hoy por hoy,
se encuentran muchos militantes revolucionarios honrados que quieren luchar
contra el capitalismo.
Desde la opción que
representa el marxismo revolucionario sólo existe esta vía,
que no es fácil, sin duda, pero que es la que nos lleva a una salida
a los problemas que genera el capitalismo en su época de declive.
Bajo el capitalismo el problema de la violencia no va a tener solución.
El capitalismo es sinónimo de guerras, de hambre, de miseria, eso
también es violencia. Violencia de los poderosos contra los débiles.
Bajo este sistema y en la medida en que no levantemos una alternativa revolucionaria,
el terrorismo será un cauce para los más impacientes. Aunque
sea un cauce nefasto e ineficaz.
Los revolucionarios rechazamos
tajantemente esos métodos, pero no por ello somos pacifistas. Amamos
la paz, pero no tenemos ningún problema moral en coger las armas
en una guerra civil, contra un golpe de estado fascista, o en una revolución.
En última instancia, la lucha por la revolución socialista,
por una Federación Socialista, es el único camino que puede
garantizar la libertad de los pueblos. |