Antonio Garrido. Artículo
aparecido en el número 3 de A LUCHAR, revista de Izquierda Revolucionaria
(Septiembre 1999)
1° Reflexión: en
gran medida, el discurso de IU está sostenido en que se referencia
como una fuerza anti-sistema.
IU critica los grandes dogmas del
pensamiento único español (el modelo de construcción
europea, las políticas macroeconómicas de carácter
neoliberal, el marco autonómico en que se sustancia la unidad española,
el terrorismo de Estado...). Lógicamente, el sistema responde, ninguneándola,
atacándola con toda la artillería mediática, promocionando
caballos de troya internos, presentándola como extravagante, anacrónica
y alejada de todo principio de realidad. Sin embargo, son muchos los que
arguyen que son estas agresiones sistemáticas, por activa o por
pasiva, las que dan cuenta del batacazo electoral. No es lo correcto. Sería
como explicar un accidente aéreo mediante la ley de la gravedad
y no en función del correspondiente fallo mecánico o humano.
IU encuentra graves hándicaps
para acceder a los medios de comunicación, es continuamente difamada,
su política y sus dirigentes sufren la distorsión de las
imágenes y el maltrato que supone la denegación activa de
su presencia. Pero todo ello no justifica lo ocurrido: sólo sirve
para instalarse en la queja y no hace otra cosa que erigir en principio
de solución lo que no es sino unos de los términos del problema.
2° Reflexión: IU
tiene serias dificultades para ser percibida como una fuerza eficaz, con
capacidad para incidir sobre la realidad. La gente entiende la política
y sabe que se trata de un espacio de violencia sublimado y puede entender
la necesidad de movimientos tácticos diversos (la no comparecencia
institucional de HB, por ejemplo, no ha erosionado la credibilidad y la
necesidad políticas de esta formación). Pero lo cierto es
que la fuerza moral de IU ha devenido en fuerza testimonial. IU no ha sido
capaz de liderar, impulsar y organizar un movimiento contundente contra
la agresión genocida a Yugoslavia, no ha tenido iniciativa en la
evolución del conflicto en el País Vasco, no tiene capacidad
para contrarrestar la domesticación sindical, no hegemoniza las
movilizaciones estudiantiles ni muestra reflejos en desastres como el de
Aznalcóllar.
En general, y salvo alguna excepción
como en el tema de las 35 horas, la política de IU no traspasa la
antesala de lo institucional o de lo discursivo, resulta impotente. Quizás
esto anide en la atonía sufragista de ése 50% del electorado
de IU que en esta ocasión se quedó en casa.
3° Reflexión: IU
supuso en su origen un proyecto ilusionante de recomposición de
la izquierda. Permitió aglutinar sensibilidades dispersas y, en
plena ofensiva felipista, sostener resistencias proteiformes y preservar,
organizadas, distintas voces contra el sistema. Pero esa fase de construcción
hace ya rato que se esfumó. En su lugar, la gente ha contemplado
una retahíla de conflictos internos, en general promovidos por sectores
de cuya reputación mejor no hablar. IU ha resistido toda esta ofensiva
que abogaba por su respetabilidad y su incorporación al coro neoliberal,
pero ha tenido el desgaste lógico de ser vista y proclamada como
una fuerza en crisis permanente, con tics antidemocráticos, con
secuelas uniformizantes.
4° Reflexión: se
desprende de lo anterior. Hoy por hoy, IU es un proyecto edificado que
se sostiene sólo en el discurso ideológico y en la presencia
institucional. Hace tiempo que terminó su etapa fundadora, instituyente
y, por el contrario, año tras año, en el transcurso de esta
década, de lo que hemos sabido es de una lenta hemorragia interna,
con la consigna de movimiento político-social como telaraña
programática, con las Áreas de elaboración desalojadas
del organigrama por cualquier declaración impune de cualquier dirigente
de cualquier federación. La mayoría de la organización
la constituyen adscritos, que no generan trabajo militante, que no tienen
prestigio político en sus respectivos ámbitos de trabajo
o de vecindad. Los más activos, derrochan gran parte de su caudal
activista en el permanente conflicto interiorizado, en la búsqueda
de hegemonía pero en clave interna, sin que la máxima dirección
federal pueda superar su origen de escenario en que se escenifica la correlación
de fuerzas de toda IU.
Contrariamente a lo que se afirma desde
la inercia, partidos como el PSOE, el PP o CIU cuentan con amplios espacios
de influencia social organizados y controlados por ellos (ONGs, colectivos
ciudadanos, sindicatos, foros culturales, organizaciones vecinales...)
y que les permiten el descenso en cascada de sus posiciones y la contención
de potenciales conflictos (además de, claro está, de disponer
de potentes resortes informativos).
Paradógicamente, es IU, hoy
día, quien es más acreedora del calificativo de estructura
electoral e institucional, que carece de hegemonía política
en muchos de los sectores realmente organizados de la sociedad, por su
absentismo militante, por su dificultad para promover ligazones estratégicas
con los movimientos ecologistas, sindicales, etc., desde el exterior, y
por la dimisión de sus adscritos para el trabajo en el interior
de estas organizaciones sociales, culturales... Si hay algo que finalmente
ha prevalecido en IU es la necesidad de conciliar el equilibrio interno
de fuerzas y familias, aún, en ocasiones, a costa del programa,
y la oferta a la ciudadanía de ideas de altos vuelos, proyectando
un discurso de apariencia abstracta por su escasa concreción en
tareas políticas , y todo ello en detrimento del trabajo sostenido
en el día a día de la calle, de la necesaria intervención
de sus efectivos humanos más allá del marco de la propia
organización, en la vertebración de sectores activos o en
los ámbitos ya vertebrados. |