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13-J, razones para un descalabro
Antonio Garrido. Artículo aparecido en el número 3 de A LUCHAR, revista de Izquierda Revolucionaria (Septiembre  1999)

1° Reflexión: en gran medida, el discurso de IU está sostenido en que se referencia como una fuerza anti-sistema. 
IU critica los grandes dogmas del pensamiento único español (el modelo de construcción europea, las políticas macroeconómicas de carácter neoliberal, el marco autonómico en que se sustancia la unidad española, el terrorismo de Estado...). Lógicamente, el sistema responde, ninguneándola, atacándola con toda la artillería mediática, promocionando caballos de troya internos, presentándola como extravagante, anacrónica y alejada de todo principio de realidad. Sin embargo, son muchos los que arguyen que son estas agresiones sistemáticas, por activa o por pasiva, las que dan cuenta del batacazo electoral. No es lo correcto. Sería como explicar un accidente aéreo mediante la ley de la gravedad y no en función del correspondiente fallo mecánico o humano. 

IU encuentra graves hándicaps para acceder a los medios de comunicación, es continuamente difamada, su política y sus dirigentes sufren la distorsión de las imágenes y el maltrato que supone la denegación activa de su presencia. Pero todo ello no justifica lo ocurrido: sólo sirve para instalarse en la queja y no hace otra cosa que erigir en principio de solución lo que no es sino unos de los términos del problema.

2° Reflexión: IU tiene serias dificultades para ser percibida como una fuerza eficaz, con capacidad para incidir sobre la realidad. La gente entiende la política y sabe que se trata de un espacio de violencia sublimado y puede entender la necesidad de movimientos tácticos diversos (la no comparecencia institucional de HB, por ejemplo, no ha erosionado la credibilidad y la necesidad políticas de esta formación). Pero lo cierto es que la fuerza moral de IU ha devenido en fuerza testimonial. IU no ha sido capaz de liderar, impulsar y organizar un movimiento contundente contra la agresión genocida a Yugoslavia, no ha tenido iniciativa en la evolución del conflicto en el País Vasco, no tiene capacidad para contrarrestar la domesticación sindical, no hegemoniza las movilizaciones estudiantiles ni muestra reflejos en desastres como el de Aznalcóllar. 

En general, y salvo alguna excepción como en el tema de las 35 horas, la política de IU no traspasa la antesala de lo institucional o de lo discursivo, resulta impotente. Quizás esto anide en la atonía sufragista de ése 50% del electorado de IU que en esta ocasión se quedó en casa.

3° Reflexión: IU supuso en su origen un proyecto ilusionante de recomposición de la izquierda. Permitió aglutinar sensibilidades dispersas y, en plena ofensiva felipista, sostener resistencias proteiformes y preservar, organizadas, distintas voces contra el sistema. Pero esa fase de construcción hace ya rato que se esfumó. En su lugar, la gente ha contemplado una retahíla de conflictos internos, en general promovidos por sectores de cuya reputación mejor no hablar. IU ha resistido toda esta ofensiva que abogaba por su respetabilidad y su incorporación al coro neoliberal, pero ha tenido el desgaste lógico de ser vista y proclamada como una fuerza en crisis permanente, con tics antidemocráticos, con secuelas uniformizantes. 

4° Reflexión: se desprende de lo anterior. Hoy por hoy, IU es un proyecto edificado que se sostiene sólo en el discurso ideológico y en la presencia institucional. Hace tiempo que terminó su etapa fundadora, instituyente y, por el contrario, año tras año, en el transcurso de esta década, de lo que hemos sabido es de una lenta hemorragia interna, con la consigna de movimiento político-social como telaraña programática, con las Áreas de elaboración desalojadas del organigrama por cualquier declaración impune de cualquier dirigente de cualquier federación. La mayoría de la organización la constituyen adscritos, que no generan trabajo militante, que no tienen prestigio político en sus respectivos ámbitos de trabajo o de vecindad. Los más activos, derrochan gran parte de su caudal activista en el permanente conflicto interiorizado, en la búsqueda de hegemonía pero en clave interna, sin que la máxima dirección federal pueda superar su origen de escenario en que se escenifica la correlación de fuerzas de toda IU.

Contrariamente a lo que se afirma desde la inercia, partidos como el PSOE, el PP o CIU cuentan con amplios espacios de influencia social organizados y controlados por ellos (ONGs, colectivos ciudadanos, sindicatos, foros culturales, organizaciones vecinales...) y que les permiten el descenso en cascada de sus posiciones y la contención de potenciales conflictos (además de, claro está, de disponer de potentes resortes informativos). 

Paradógicamente, es IU, hoy día, quien es más acreedora del calificativo de estructura electoral e institucional, que carece de hegemonía política en muchos de los sectores realmente organizados de la sociedad, por su absentismo militante, por su dificultad para promover ligazones estratégicas con los movimientos ecologistas, sindicales, etc., desde el exterior, y por la dimisión de sus adscritos para el trabajo en el interior de estas organizaciones sociales, culturales... Si hay algo que finalmente ha prevalecido en IU es la necesidad de conciliar el equilibrio interno de fuerzas y familias, aún, en ocasiones, a costa del programa, y la oferta a la ciudadanía de ideas de altos vuelos, proyectando un discurso de apariencia abstracta por su escasa concreción en tareas políticas , y todo ello en detrimento del trabajo sostenido en el día a día de la calle, de la necesaria intervención de sus efectivos humanos más allá del marco de la propia organización, en la vertebración de sectores activos o en los ámbitos ya vertebrados.

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