Construir una Internacional Obrera revolucionaria (mayo '96)
 
Tras la caída del estalinismo, el proceso de degeneración de los partidos obreros tradicionales se ha acelerado. Hoy por hoy, los obreros tenemos la tarea de agrupar nuestras fuerzas en una nueva Internacional que no caiga bajo los errores catastróficos del reformismo y el estalinismo. 

"Estamos aquí para celebrar nuestra solidaridad en la lucha contra la opresión, y por la liberación de las masas explotadas del hambre, la pobreza y la humillación. Dos mundos están de pie el uno frente al otro en esta lucha: el mundo del capital y el mundo del trabajo, un mundo de explotación y esclavitud y otro de hermandad y libertad". (Extracto del Manifiesto publicado por los socialistas rusos en el 1º de Mayo de 1904)  

Las palabras del Manifiesto publicado por socialistas rusos el 1º de Mayo de 1904 resumen el espíritu del día de la solidaridad internacional de la clase obrera: la necesidad de los trabajadores de actuar juntos en una lucha común contra todas las formas de opresión.  

La causa del por qué la clase trabajadora necesita la solidaridad internacional es concreta. Por todo el globo los trabajadores vemos los mismos problemas de pobreza, desempleo, precarización del empleo y ataques al estado del bienestar. Los problemas y la lucha no conocen fronteras. Por supuesto, existen peculiaridades nacionales y diferencias entre cada país, pero los que dirigen la economía, la política, la sociedad y la cultura trabajan conjuntamente a nivel internacional.  

La tarea de construir una organización que pueda unir a los trabajadores de todo el mundo es más crucial ahora que en épocas pasadas. País tras país se escuchan los latidos de la explosión social que se avecina y que puede explotar en cualquier momento, como se vió en Francia al final del año pasado. Ésta fue una revuelta contra los gobernantes de Francia, contra los jefes de la Unión Europea y contra la dictadura del mercado. Fue "la primera revuelta contra la globalización", según el diario burgués Le Monde.  

Los acontecimientos de Francia aterraron a la clase dominante a nivel internacional, particularmente a las burguesías europeas, y dio a los obreros de otras partes del mundo un ejemplo positivo de lo que se puede conseguir por medio de la acción de masas.  

Las luchas de Francia han tenido un gran impacto en los obreros de otras partes del mundo. Inspirados por el auge de la lucha en Francia, los sindicalistas de Sudáfrica advirtieron que se podría dar "una situación similar a la francesa en el país si el gobierno lleva adelante las privatizaciones".  

La tónica común de cada lucha ha sido la disposición de las masas para levantarse y decir "¡Basta ya!" Éste es siempre el primer signo de un cambio en la conciencia. Lo que ocurre en general es una reacción contra las privatizaciones, el desempleo, la inseguridad en el trabajo, la corrupción, el daño medioambiental y contra el hecho de que el rico sea cada vez más rico mientras el pobre es cada vez más pobre.  

El péndulo ha empezado a girar a la izquierda entre la gente corriente. Este cambio de ánimo traerá la idea del socialismo y la necesidad de abolir el capitalismo y volver a los objetivos de lucha del movimiento obrero y otros movimientos populares.  

Estalinismo 

Durante los noventa, la burguesía y los dirigentes del movimiento obrero oficial nos han machacado con la idea de que "la economía de mercado es la única alternativa".   

El derrumbamiento del estalinismo en Europa oriental y la URSS en 1989-90 dio, según estos señores "el golpe definitivo" a las ideas del internacionalismo, del socialismo y de que la clase obrera puede gobernar la sociedad, la democracia obrera.  

Nadie niega que el derrumbamiento de los regímenes totalitarios estalinistas fue un hecho de importancia histórica. La caída de estos regímenes significó una victoria del capitalismo y se construyó un nuevo orden mundial, pero no un mundo de estabilidad, paz y progreso como nos prometieron. El socialismo sólo se puede construir con una verdadera democracia obrera. La incapacidad momentánea de las masas en esos países para tomar el poder durante la crisis de 1989-90, dio la oportunidad a un sector de la burocracia estalinista, con el apoyo del imperialismo mundial, a auto-transformarse en una nueva clase capitalista.  

Rusia 

Pero ese capitalismo no ha elevado el nivel de vida de la población de la Europa oriental y la ex-URSS.   

Un informe oficial de lo que ha estado ocurriendo lo dice claro: "El sueño del capitalismo democrático ha llegado a ser una pesadilla para muchos europeos orientales. Según un reciente informe de UNICEF, las reformas económicas (la restauración de capitalismo) han creado 75 millones de 'nuevos pobres' desde 1989. La tasa de mortalidad en Rusia y el Báltico ha subido al 70% en los últimos cinco años. La esperanza de la vida en Rusia es ahora de 58,2 años, la misma de Pakistán". (The European, 7-12-1995).  

El derrumbamiento económico en la zona ha tenido un efecto desastroso en la antigua Unión Soviética. Sólo este año, en la antigua Unión Soviética contraeran la difteria entre 150.000 y 200.000 personas, mientras que en 1991 esta enfermedad afectó a menos de 2.000.  

La experiencia reciente ha confirmado que ni el estalinismo ni el capitalismo podían o pueden ofrecer una solución de avance para la humanidad. El capitalismo intenta incorporar los antiguos estados estalinistas al mercado mundial, lo que aumentará las contradicciones entre capitalistas y acrecentará la rivalidad entre las potencias imperialistas.   

Dirigentes 

La ofensiva ideológica de la burguesía contra el socialismo y la propiedad pública penetraron en el movimiento obrero y, sobre todo, en su dirección. Los dirigentes obreros y el movimiento sindical giraron muy rápidamente a la derecha durante los noventa. Muchas organizaciones de izquierda claudicaron y aceptaron los argumentos defendidos por los profetas del capitalismo. Los viejos partidos obreros y los altos burócratas del movimiento sindical han dejado de defender los intereses de los trabajadores. Ésta es la razón principal por la que la burguesía internacional ha sido capaz, en muchos países, de dar importantes pasos adelante en su ofensiva mundial contra el estado del bienestar y contra los derechos sindicales que los obreros previamente ganaron durante el largo auge capitalista de la postguerra (1950-1973).  

En todas las ocasiones los gobiernos que se autodenominaban socialistas actuaron como vehículo de la burguesía en su ofensiva contra los trabajadores y han obedecido ciegamente al FMI o el Banco Mundial.  

Confusión 

Esta traición extendió la confusión y desorientación política entre los obreros y la juventud.   

El proceso de aburguesamiento de los viejos partidos obreros social-demócratas y socialistas ha entrado en una fase donde esos partidos son cada vez más identificados como parte del sistema capitalista. El control de estos partidos por sus alas más derechistas y conservadoras junto con sus políticas cada vez más burguesas han desorientado a trabajadores y jóvenes en los últimos años y lo seguirá haciendo también en el futuro.  

Muchos de los viejos partidos obreros ya no son vistos como "nuestras organizaciones" por los trabajadores, a pesar de que en algunos países, como Gran Bretaña y España, todavía se ven como la única alternativa electoral para parar a la derecha. Más y más secciones de la clase obrera, particularmente la generación más joven, no ven a estos partidos como vehículos para la lucha.  

La degeneración política de los viejos partidos obreros hace aparecer la tarea compleja de crear nuevas formaciones socialistas en los países capitalistas avanzados. El vacío político en la izquierda y la ausencia de una dirección que luche por el movimiento obrero son rasgos importantes de la situación actual.   

Era lo mismo que pasaba cuando los obreros, al final del siglo pasado, comenzaron a organizarse políticamente en sus propios partidos. Esto llevará tiempo y costará muchos sacrificios antes de que pueda construirse una nueva dirección socialista basada en un partido de masas.  

Cualesquiera que sean las dificultades que quedan en nuestro camino, los socialistas tenemos la responsabilidad de preparar el terreno para la creación de una organización socialista de masas y una nueva Internacional Obrera.   

Esta preparación es política en cuanto que significa tener un programa y unas demandas que puedan desarrollar la conciencia e iniciar actividades, pero también es práctica en cuanto significa construir un apoyo a los obreros en su lucha y llevar a cabo amplias campañas que engloben a todo aquel que quiera tomar parte en una lucha por mejores condiciones de vida. De esa manera se pueden atraer capas nuevas a la lucha y preparar el camino para nuevas formaciones políticas en el futuro.  

 
 
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