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USA: ¿un imperio invencible? 

Javier García (Ago/99)  
 
Las últimas intervenciones militares del imperialismo yanqui afianzan su liderazgo político en el  mundo, pero al mismo tiempo deja al descubierto sus límites tanto internos como externos  

Con el colapso del estalinismo desapareció la justificación tradicional de la ‘amenaza soviética’ y se han disparado las intervenciones militares del imperialismo. El gobierno de EE.UU. pretende jugar el papel de policía mundial. 

En sólo seis meses, EE.UU. ha intervenido militarmente en cuatro países diferentes de tres continentes. Ha bombardeado Afganistán y Sudán en respuesta a la voladura de sus embajadas en Kenia y Tanzania; desató la operación "Zorro del Desierto" contra Irak y ha llevado el peso principal de la guerra de agresión de la OTAN contra Yugoslavia. 

Estas intervenciones están revestidas de bellas frases: «operación para preservar la paz» (Irak) -eliminando su supuesto arsenal de armas de destrucción masiva- o «defender a los kosovares de la limpieza étnica» (Yugoslavia). Tras estas palabras se esconde la defensa de los intereses del imperialismo norteamericano. 

El gobierno de EE.UU. sólo interviene cuando sus intereses están en juego. Unos intereses que no tienen nada que ver con los derechos humanos o la paz. En Irak querían asegurar los beneficios de las multinacionales petroleras destruyendo la recién reconstruida industria del petróleo irakí. Y en Yugoslavia subyace el interés del imperialismo por estabilizar la región bajo su dictado y afianzar una nueva zona de influencia en un contexto de restauración del capitalismo. 

¿Significan estas intervenciones que EE.UU. posee un poder ilimitado para intervenir en el mundo? Después de 80 días de bombardeo, la OTAN ha logrado que Milosevic capitulara. Sin ningún género de dudas, se trata de un triunfo importante del imperialismo. Pero, contra la propaganda que presenta el desenlace como una victoria total de la OTAN, el resultado del conflicto no puede ocultar los flancos débiles y límites que presenta el imperialismo. 

Debemos combatir la idea de un "imperialismo invencible", puesto que la realidad indica precisamente un escenario bien distinto. La globalización capitalista exacerba las contradiciones entre los diferentes bloques comerciales. Este hecho corroe la alianza imperialista y es fuente de continuas fricciones. 

En una entrevista publicada el 7 de junio, el general norteamericano Brent Scowcroft (consejero de seguridad nacional de Bush y asesor militar de Ford y Nixon), señaló "la Alianza Atlántica se lanzó a esta aventura, convencida de que Milosevic se rendiría rápidamente. Su estrategia ya había fallado desde hace más de un mes, pero en función de salvar la cara, se vio forzada a continuarla, al punto de quedar al borde de la ruptura con cada uno de sus miembros sosteniendo distintas opiniones. (...) Si la guerra hubiera continuado, hubiéramos observado una ruptura oficial y total en sus filas". 

La prolongada resistencia de Yugoslavia puso a la OTAN en una encrucijada, abriendo duras disputas entre sus miembros lo que es una muestra de la debilidad política relativa del imperialismo para actuar como gendarme mundial, en particular de EE.UU., que choca con límites tanto internos como externos. 

La victoria en la Guerra del Golfo no ha hecho olvidar totalmente a la población norteamericana la gran tragedia de Vietnam donde murieron cerca de 60.000 jóvenes estadounidenses. La mayor potencia imperialista no tiene suficiente apoyo de masas en su propio país para arriesgar la vida de miles de soldados en sus empresas bélicas sino media antes una agresión. Y esto es una realidad, tambien, en Gran Bretaña, Francia, Italia y no digamos, Alemania o España. 

En 1991, la victoria en la Guerra del Golfo no le dió al imperialismo suficiente confianza como para ocupar Irak y derrocar a Sadam Hussein. El gobierno de EE.UU. evita ‘enredarse’ en los conflictos largos puesto que, tanto por las bajas de soldados, como por el peso económico que tendría que soportar, les llevaría a confrontar una fuerte oposición en casa. 

La táctica utilizada por la OTAN en Yugoslavia, la guerra aérea, perseguía el objetivo de evitar bajas. Recordemos que en Somalia el Gobierno Clinton retiró sus tropas con sólo 18 bajas, después que la CNN impactara a la opinión pública mostrando a algunos de los soldados yanquis siendo humillados por los somalíes. 

En el plano externo, la hegemonía norteamericana se ve restringida por la presencia de los otros actores de la escena internacional. EE.UU. se obligado a tener en cuenta a Rusia y China, dos gigantes nucleares con graves problemas internos, y tambien a sus aliados imperialistas tanto por razones políticas como económicas. 

Alemania, interesada en no deteriorar sus relaciones con Moscú y que ve con preocupación la inestabilidad al este de sus fronteras; o Italia, demasiado cerca del polvorín de los Balcanes opusieron fuertes reparos y condiciones a la política de Washington. 

Hay que recordar, además, que si bien fue EE.UU. quién puso el grueso de las tropas en la Guerra del Golfo, fueron sus aliados (Japón, Alemania, Francia,...) quienes pagaron la factura. Ahora, ha ocurrido lo mismo. 

La hegemonía económica de EE.UU. no es la misma que en la posguerra. En 1953, el PIB de EE.UU. era el doble que el PIB conjunto de Japón, Alemania, Francia, Italia y Gran Bretaña. En 1988, el PIB estadounidense era menos de ¾ del total del PIB de estos países. Sólo el PIB de Japón representaba en 1953 el 5% del PIB de los EE.UU., mientras que en 1988 era del 59%. En ese mismo período, el PIB alemán subió del 9% al 25% comparado con el de los EE.UU. 

El imperialismo no goza de manos libres para hacer lo que quiera, pero esto no debe llevarnos a pensar que es incapaz de intervenir. Todo lo contrario. La OTAN, bajo la máscara de la intervención "humanitaria" ha emergido legalizada como un gendarme mundial, capaz de intervenir donde quiera el imperialismo. 

Para Washington y la OTAN, la intervención en Kosovo, además del objetivo de estabilizar los Balcanes bajo su dominio directo, era una oportunidad para dejar claro quien manda al resto del mundo, sobre todo en un contexto donde la crisis del capitalismo genera fuertes tendencias a un creciente "desorden mundial" que se expresa en la multiplicación de conflictos en diversas partes del globo (la guerra entre India y Paquistán, la inestabilidad en Indonesia, guerrilla en Colombia, etc). 

La victoria del imperialismo en esta guerra refuerza la ofensiva general de la burguesía que en forma de globalización y pensamiento único intenta disciplinar al proletariado del mundo. Empeora, sin duda, la ya preexistente correlación de fuerzas desfavorable para la clase trabajadora y los explotados del mundo. 

Sin embargo, no se ha producido una derrota histórica de la clase obrera mundial como fue la tragedia del fascismo en los años 30. La propia crisis capitalista nos permite pronosticar un mundo de resistencia y levantamientos de masas contra el inevitable retroceso en las condiciones de vida que la ofensiva capitalista impone, en el marco de violentas disputas inter-imperialistas por lograr la hegemonía en los mercados internacionales. 

Sacar las lecciones de la guerra será una condición necesaria para futuros combates. Esta guerra de fin de siglo sienta jurisprudencia, es precedente para similares intervenciones de la OTAN en todo el mundo. El rostro de barbarie del capitalismo en descomposición no es una "impresión" de los marxistas, es la cruda realidad. Quien no quiera verlo y no luche por terminar con este sistema que lleva a la destrucción a la civilización humana se convierte en un cómplice pasivo del mismo.  
 

 
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