Mercedes
Blanco
El secuestro y posterior
encarcelamiento del líder histórico del Partido de los Trabajadores
del Kurdistán (PKK), llevado adelante por los servicios secretos
turcos, con la ayuda logística del Mosad y la CIA ha levantado la
indignación del pueblo kurdo.
Tanto la población
que vive dentro del territorio del Kurdistán como los millones de
kurdos que viven en la diáspora del exilio y la emigración
han reaccionado inmediatamente con manifestaciones masivas y ocupaciones
de embajadas y edificios oficiales en protesta por esta detención.
La amplitud de estas protestas y las inmolaciones a lo bonzo de algunos
de los partidarios del líder kurdo, así como el brutal y
humillante rapto de Ocalán, han conmocionado a la opinión
pública internacional y a todas las fuerzas políticas y sociales
de la izquierda.
Ocalán se enfrenta
ahora a un tribunal paramilitar que lo acusa de innumerables crimenes y
a un juicio sin las mínimas garantías democráticas
del que sólo puede salir una anunciada condena a muerte o de cadena
perpetua, lo que sin duda alguna enfurecerá aún más
al pueblo kurdo.
El caso Ocalán ha
tenido importantes repercusiones en Europa. En Grecia, cuyo gobierno ha
sido en parte responsable de la captura del lider kurdo, ha ocasionado
una crisis de gobierno que se ha saldado con la dimisión de tres
ministros, lo que tensionado la vida política y ha radicalizado
la oposición al gobierno del PASOK, provocando que la cuestión
kurda sea objeto de intensos debates entre los trabajadores griegos.
También ha enturbiado
aún más las tensas relaciones de Turquía con la Unión
Europea. Pero lo más importante y significativo es el hecho de que
mucha gente sencilla que ignoraba por completo los entresijos del 'problema
kurdo' han despertado de su ignorancia y empieza a concienciarse, buscando
respuestas de solidaridad.
La atención mundial
se ha fijado en las condiciones de vida que soportan los kurdos, especialmente
los 12 millones de kurdos que sufren la opresión militar del ejército
turco. El Estado turco lleva quince años de guerra brutal contra
los kurdos con un atroz resultado de más de 40.000 muertos, 3.000
aldeas y pueblos arrasados y millones de refugiados.
La historia del pueblo kurdo
es una historia de opresión y guerras. Durante décadas han
sufrido un persecución brutal. Los 30 millones de kurdos son la
nación sin estado más grande del mundo. Su patria, el Kurdistán,
se encuentra actualmente dividida entre los estados de Turquía,
Siria, Irak e Irán. A los kurdos se les niega su propia identidad
nacional.
En Siria, la minoría
kurda no tiene derecho a la ciudadanía y no se respetan sus derechos
culturales. El gobierno sirio los ve como una amenaza potencial. Igualmente
el régimen islámico iraní desconfía de los
cinco millones de kurdos que habitan dentro de sus fronteras.
La dictadura de Sadam Hussein
en Irak ha provocado un auténtico genocidio contra los kurdos que
dominan el norte del país. La utilización de gases venenosos,
las deportaciones masivas, la destrucción de pueblos y aldeas y
los bombardeos han conseguido limpiar étnicamente la región
de Kirkuk que produce el 70% del petróleo de Irak, desplazando a
250.000 kurdos.
Iguales métodos ha
utilizado el gobierno turco que ha prohibido el uso del idioma kurdo, el
kurdish. El empleo de la tortura contra los militantes kurdos es algo común.
El gobierno hostiga diariamente al único partido kurdo tolerado,
el HADEP, que a pesar de conseguir apoyos cercanos al 50% en la región
de Anatolia, poblada mayoritariamente por kurdos, no tiene representación
parlamentaria pues la ley turca impone un mínimo del diez por ciento
en toda Turquía.
Hay más escritores
y periodistas en cárceles turcas que en cualquier otro país
del mundo. Las protestas por la captura de Ocalan han tenido una contestación
brutal del Estado turco, con millares de arrestos y empleo generalizado
de torturas a los detenidos.
La guerra contra los kurdos
ha tenido graves consecuencias para toda la región. El Kurdistán
es una región arrasada a la que no se le permite desarrollarse económica
y socialmente. No existen industrias ni fuentes de trabajo importantes.
El desempleo alcanza cotas cercanas al 50%. La mayor parte de la gente
que trabaja se dedica al pastoreo y a las actividades agrícolas.
Unas tres mil aldeas y pueblos han sido borradas del mapa (mediante los
bombardeos sistemáticos y el desplazamiento de poblaciones) como
medida táctica del ejército turco para dejar sin base social
a los independistas kurdos del PKK. Además, tiene el más
alto índice de desempleo y los más bajos en alfabetización.
El 36% de las escuelas están cerradas.
Los obreros turcos también
tienen que pagar un precio enorme por esta sucia guerra. Más de
un billón y medio de pesetas gasta el Estado turco cada año.
Un dinero que utilizado en gastos sociales acabaría con la pobreza
en toda Turquía, garantizando una educación y una salud decente
para ambas comunidades. Cada segundo, se gasta más dinero en la
guerra que lo que gana un maestro turco en un mes. Este enorme gasto explica
el déficit presupuestario crónico del estado turco.
El objetivo del estado turco
en esta guerra es conservar el control de una región estratégica
rica en suministros de agua y por donde transcurren importantes oleoductos.
Este es el motivo por el cual se pretende suprimir a la nación kurda.
Los métodos criminales
del ejército demuestran que los generales y dirigentes turcos están
empeñados en "resolver" el problema por medios violentos. Pero,
en 13 años de guerra, el segundo ejército más grande
de la OTAN se ha mostrado incapaz de vencer la resistencia kurda, lo que
pone de manifiesto que las campañas del ejército lejos de
derrotar a los kurdos sólo consiguen afianzar su determinación
de continuar su heroica lucha.
Hoy por hoy, el ejército
turco no es capaz de derrotar de una manera decisiva al PKK, detrás
del cual están las masas kurdas de Turquía, ni éste
podrá por la vía de las acciones individuales de terrorismo
indiscriminado liberar el Kurdistán.
Algunas organizaciones kurdas,
en un intento de romper este impasse de guerra y represión, han
planteado como salida política la concesión por parte de
Ankara de un régimen de autonomía, respetando las fronteras
de Turquía y renunciando a la creación de un estado independiente
kurdo.
Esta salida merece apoyarse
siempre y cuando se ponga fin a la represión y la guerra y se respeten
plenamente los derechos culturales y democráticos, incluyendo el
derecho a la autodeterminación de los kurdos que incluye el derecho
a formar su propio estado.
Sin embargo, esto no resolvería
los problemas sociales y económicos del Kurdistan. Bajo los confines
del capitalismo, aún gozando de una autonomía plena, seria
imposible. Sólo planteando la lucha por el socialismo y uniendo
el futuro de los kurdos que viven en Turquía con los que viven en
otros países habria una posibilidad real de afrontar los graves
problemas de una región aplastada por la guerra. |