Dejad libre al kurdo (mayo '99)
Mercedes Blanco 

El secuestro y posterior encarcelamiento del líder histórico del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), llevado adelante por los servicios secretos turcos, con la ayuda logística del Mosad y la CIA ha levantado la indignación del pueblo kurdo. 

Tanto la población que vive dentro del territorio del Kurdistán como los millones de kurdos que viven en la diáspora del exilio y la emigración han reaccionado inmediatamente con manifestaciones masivas y ocupaciones de embajadas y edificios oficiales en protesta por esta detención. La amplitud de estas protestas y las inmolaciones a lo bonzo de algunos de los partidarios del líder kurdo, así como el brutal y humillante rapto de Ocalán, han conmocionado a la opinión pública internacional y a todas las fuerzas políticas y sociales de la izquierda. 

Ocalán se enfrenta ahora a un tribunal paramilitar que lo acusa de innumerables crimenes y a un juicio sin las mínimas garantías democráticas del que sólo puede salir una anunciada condena a muerte o de cadena perpetua, lo que sin duda alguna enfurecerá aún más al pueblo kurdo. 

El caso Ocalán ha tenido importantes repercusiones en Europa. En Grecia, cuyo gobierno ha sido en parte responsable de la captura del lider kurdo, ha ocasionado una crisis de gobierno que se ha saldado con la dimisión de tres ministros, lo que tensionado la vida política y ha radicalizado la oposición al gobierno del PASOK, provocando que la cuestión kurda sea objeto de intensos debates entre los trabajadores griegos. 

También ha enturbiado aún más las tensas relaciones de Turquía con la Unión Europea. Pero lo más importante y significativo es el hecho de que mucha gente sencilla que ignoraba por completo los entresijos del 'problema kurdo' han despertado de su ignorancia y empieza a concienciarse, buscando respuestas de solidaridad. 

La atención mundial se ha fijado en las condiciones de vida que soportan los kurdos, especialmente los 12 millones de kurdos que sufren la opresión militar del ejército turco. El Estado turco lleva quince años de guerra brutal contra los kurdos con un atroz resultado de más de 40.000 muertos, 3.000 aldeas y pueblos arrasados y millones de refugiados. 

La historia del pueblo kurdo es una historia de opresión y guerras. Durante décadas han sufrido un persecución brutal. Los 30 millones de kurdos son la nación sin estado más grande del mundo. Su patria, el Kurdistán, se encuentra actualmente dividida entre los estados de Turquía, Siria, Irak e Irán. A los kurdos se les niega su propia identidad nacional.  

En Siria, la minoría kurda no tiene derecho a la ciudadanía y no se respetan sus derechos culturales. El gobierno sirio los ve como una amenaza potencial. Igualmente el régimen islámico iraní desconfía de los cinco millones de kurdos que habitan dentro de sus fronteras. 

La dictadura de Sadam Hussein en Irak ha provocado un auténtico genocidio contra los kurdos que dominan el norte del país. La utilización de gases venenosos, las deportaciones masivas, la destrucción de pueblos y aldeas y los bombardeos han conseguido limpiar étnicamente la región de Kirkuk que produce el 70% del petróleo de Irak, desplazando a 250.000 kurdos. 

Iguales métodos ha utilizado el gobierno turco que ha prohibido el uso del idioma kurdo, el kurdish. El empleo de la tortura contra los militantes kurdos es algo común. El gobierno hostiga diariamente al único partido kurdo tolerado, el HADEP, que a pesar de conseguir apoyos cercanos al 50% en la región de Anatolia, poblada mayoritariamente por kurdos, no tiene representación parlamentaria pues la ley turca impone un mínimo del diez por ciento en toda Turquía.  

Hay más escritores y periodistas en cárceles turcas que en cualquier otro país del mundo. Las protestas por la captura de Ocalan han tenido una contestación brutal del Estado turco, con millares de arrestos y empleo generalizado de torturas a los detenidos.  

La guerra contra los kurdos ha tenido graves consecuencias para toda la región. El Kurdistán es una región arrasada a la que no se le permite desarrollarse económica y socialmente. No existen industrias ni fuentes de trabajo importantes. El desempleo alcanza cotas cercanas al 50%. La mayor parte de la gente que trabaja se dedica al pastoreo y a las actividades agrícolas. Unas tres mil aldeas y pueblos han sido borradas del mapa (mediante los bombardeos sistemáticos y el desplazamiento de poblaciones) como medida táctica del ejército turco para dejar sin base social a los independistas kurdos del PKK. Además, tiene el más alto índice de desempleo y los más bajos en alfabetización. El 36% de las escuelas están cerradas. 

Los obreros turcos también tienen que pagar un precio enorme por esta sucia guerra. Más de un billón y medio de pesetas gasta el Estado turco cada año. Un dinero que utilizado en gastos sociales acabaría con la pobreza en toda Turquía, garantizando una educación y una salud decente para ambas comunidades. Cada segundo, se gasta más dinero en la guerra que lo que gana un maestro turco en un mes. Este enorme gasto explica el déficit presupuestario crónico del estado turco. 

El objetivo del estado turco en esta guerra es conservar el control de una región estratégica rica en suministros de agua y por donde transcurren importantes oleoductos. Este es el motivo por el cual se pretende suprimir a la nación kurda. 

Los métodos criminales del ejército demuestran que los generales y dirigentes turcos están empeñados en "resolver" el problema por medios violentos. Pero, en 13 años de guerra, el segundo ejército más grande de la OTAN se ha mostrado incapaz de vencer la resistencia kurda, lo que pone de manifiesto que las campañas del ejército lejos de derrotar a los kurdos sólo consiguen afianzar su determinación de continuar su heroica lucha. 

Hoy por hoy, el ejército turco no es capaz de derrotar de una manera decisiva al PKK, detrás del cual están las masas kurdas de Turquía, ni éste podrá por la vía de las acciones individuales de terrorismo indiscriminado liberar el Kurdistán. 

Algunas organizaciones kurdas, en un intento de romper este impasse de guerra y represión, han planteado como salida política la concesión por parte de Ankara de un régimen de autonomía, respetando las fronteras de Turquía y renunciando a la creación de un estado independiente kurdo. 
Esta salida merece apoyarse siempre y cuando se ponga fin a la represión y la guerra y se respeten plenamente los derechos culturales y democráticos, incluyendo el derecho a la autodeterminación de los kurdos que incluye el derecho a formar su propio estado. 

Sin embargo, esto no resolvería los problemas sociales y económicos del Kurdistan. Bajo los confines del capitalismo, aún gozando de una autonomía plena, seria imposible. Sólo planteando la lucha por el socialismo y uniendo el futuro de los kurdos que viven en Turquía con los que viven en otros países habria una posibilidad real de afrontar los graves problemas de una región aplastada por la guerra. 

 
 
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