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Algunas tesis sobre la cuestión nacional y colonial
Documento de discusión para la Asamblea Fundacional de Izquierda Revolucionaria (Dic/98) 

1. El nombre de la patria, junto con el nombre de los dioses, ha sido el más invocado por el ser humano, a lo largo de la historia, a la hora de justificar desde las más arriesgadas empresas hasta las mayores atrocidades. Incluso en la actualidad asistimos a no pocos conflictos donde se alegan razones de índole étnica, nacional o religiosa. La cuestión nacional, por tanto, es un aspecto decisivo para entender la historia de la humanidad y uno de los temas más debatidos en el seno del movimiento obrero y en particular, en el movimiento marxista. 

La formación de las naciones

2. La formación de los Estados nacionales burgueses en Europa occidental comienza con la Revolución Francesa y se desarrolla durante todo el s.XIX. Durante todo este siglo, la tarea esencial de las guerras y revoluciones no fue otra que la adecuar la vieja estructura política a las nuevas relaciones económicas imperantes, acabando con el particularismo feudal y conformando un Estado nacional que albergara y protegiera un mercado nacional para las fuerzas productivas en desarrollo. 

3. El Estado nacional fue el terreno más cómodo, ventajoso y eficaz para el desenvolvimiento de las relaciones capitalistas de producción. La construcción de los Estados nacionales modernos no fue, sin embargo, homogénea. El Estado burgués se creó sobre la base económica de un mercado nacional previamente existente y no sobre bases culturales o nacionales. Por tanto, en algunos países (Francia, Italia, Alemania,…) llevó a la unificación de las diferentes nacionalidades, debido al gran impulso revolucionario de la burguesía. Pero, en otros, donde era patente la debilidad de la burguesía (como fue el caso de España) la unificación nacional sólo se produjo parcialmente. La idea de nación, va ligada pues, a la tarea revolucionaria de la burguesía a la hora de arrastrar a las masas tras su dirección y aplastar el feudalismo y sus instituciones, logrando la unificación económica, política y cultural. 

4. Esta tarea de construir la nación burguesa representaba respecto al Antiguo Régimen, basado en el particularismo feudal, un avance histórico indudable, dado que el progreso de la humanidad registrado tras las Revoluciones Industriales no se hubiera producido bajo los rígidos esquemas socioeconómicos de los gremios medievales. La unificación nacional representó también la unificación cultural y por ende, lingüística, desapareciendo los particularismos de las minorías nacionales, imponiéndose la utilización de una misma lengua. Esto era hasta cierto punto inevitable dado que al ser la lengua el instrumento más importante de vinculación entre los seres humanos presupone a la vez un instrumento fundamental para la economía y el intercambio económico. La existencia de diferentes lenguas en un mismo Estado nacional, es decir, en un mismo mercado nacional implicaba una traba al desarrollo de las fuerzas productivas. Sin embargo, allí donde el impulso unificador la burguesía central no llegó suficientemente, ya fuera por debilidad de ésta, o por la cristalización de un fuerte foco burgués local o por la combinación de ambos factores, la unificación lingüística y cultural no alcanzó las metas deseadas, quedando latente el problema nacional. 

La revolución colonial 

5.Durante todo el s. XIX otro factor entra en juego, la revolución colonial. Como afirmó Trotsky: "En Europa el Estado nacional había dejado de absorber las fuerzas productivas, es decir, el marco de las fronteras nacionales resultaba pequeño ante el pujante desarrollo de la industria capitalista y se comienza a desarrollar como Estado imperialista"(Historia de la Revolución Rusa). La revolución colonial fue la respuesta de las masas esclavizadas del III Mundo al dominio militar del imperialismo europeo. No obstante, faltos de una dirección marxista que dotase al proceso de liberación nacional de una perspectiva de clase, la inmensa mayoría de los países ex-coloniales, a pesar de su aparente independencia política, sufren una dependencia económica sangrante con un predominio total del FMI y de los grandes consorcios capitalistas multinacionales que son los verdaderos dueños de estos países y los culpables de mantener a su población bajo el hambre, el paro masivo y la miseria generalizadas. 

6. Tras el éxito de la segunda revolución china (1945-49), una revolución deformada desde sus inicios que siguió el modelo burocrático de la teoría estalinista del socialismo en un solo país, una serie de conmociones sociales se desarrollan a lo largo y ancho del mundo colonial, llevando a varios países a separarse de la órbita del capitalismo: Cuba, Vietnam, Birmania, Angola, Etiopía, Siria, Mozambique, Afganistán etc. Todos ellos centralizan y planifican las fuerzas productivas bajo un régimen de bonapartismo proletario de carácter nacionalista. 

7. A pesar del lastre burocrático, la economía planificada apartó a las masas de estos países de la miseria y los convirtió en una esperanza y un polo de atracción para las masas de otras naciones atrasadas. Tras la desaparición del bloque soviético, el imperialismo está intentando tomar un control directo sobre el destino de estos países, algunos de los cuales están restaurando progresivamente el capitalismo bajo la dirección de sus respectivas burocracias nacionales (China, Cuba y Vietnam) y otros se ven sometidos a la más absoluta de las penurias económicas (Etiopía, Angola, Afganistán) como consecuencia de la intervención armada del imperialismo. 

8. En base al capitalismo, los países ex-coloniales no podrán liberarse totalmente de las ataduras y la servidumbre impuesta por el imperialismo. El alzamiento zapatista, la revuelta en el Zaire-Congo, los movimientos de masas en Corea y en Indonesia no dejan lugar a dudas: las masas de los países empobrecidos no tienen siquiera espacio para el escepticismo ideológico, sólo tienen la salida de la lucha para mejorar su  precaria situación. La suerte de estos países está ligada a la empresa de la revolución socialista en los países capitalistas desarrollados. De igual forma el empuje de la revolución colonial renueva las fuerzas y el desarrollo de la revolución socialista en Occidente. Revolución socialista y revolución colonial son dos caras de la misma moneda, son episodios de una misma revolución permanente. 

El marxismo y la cuestión nacional 

9. Marx y Engels explicaron que los obreros no tienen patria, inculcando así la necesidad de la unidad de la clase obrera mundial en su lucha contra el capital, por encima de cualquier frontera nacional. La base ideológica del internacionalismo proletario no descansa en fantasías o voluntarismos, sino en el mismo programa socialista de superación del capitalismo. Las bases del desarrollo histórico del capitalismo fueron el Estado nacional y la propiedad privada de los medios de producción. Estos dos factores son los mismos que a la postre se convertirían en el freno más poderoso del desarrollo de las fuerzas productivas. La alternativa socialista consiste en ofrecer la superación de ambos obstáculos mediante la propiedad social de los medios de producción y la planificación democrática de los recursos económicos a nivel mundial. Sobre estas bases políticas, Marx y Engels fundaban el socialismo científico que exigía un programa y una acción conjunta del proletariado, superando en una sola organización internacional, los intentos reaccionarios de dividir a los trabajadores en líneas religiosas, étnicas o nacionales. 

10. Al mismo tiempo que dejaban claro estos principios, Marx y Engels explicaron que el movimiento obrero no podía ser ajeno a la cuestión nacional, pues ésta era un lastre que la revolución burguesa no acabó de resolver y correspondería a la revolución socialista su solución definitiva. El marxismo empezó por hacer una distinción entre naciones opresoras y oprimidas, explicando que un pueblo que oprime a otro no puede ser un pueblo libre. La unidad de los trabajadores de diferentes naciones, es decir, el fin último del internacionalismo proletario, parte por tanto de la voluntariedad. La unidad no puede ser impuesta, debe ser voluntaria, partiendo de un plano de igualdad absoluta, descartando cualquier prejuicio reaccionario de superioridad de un pueblo sobre otro. Esto llevó a Marx a defender el derecho democrático de las naciones a decidir su propio destino. Así en 1867 planteó la defensa de la independencia de Irlanda, por considerarla una condición para el triunfo de la revolución tanto en Irlanda como en Inglaterra: "Antes creía imposible la separación de Irlanda de Inglaterra. Ahora la creo inevitable, aunque después de la separación se pueda llegar a una Federación" (Carta de Marx a Engels, 2/NOV/1867). La clave de su posición política consiste en subordinar la lucha por la reivindicaciones democráticas a la lucha por el derrocamiento de la burguesía, colocando en primer lugar las cuestiones de clase sobre las meramente democráticas. 

11. La actitud antagónica de Marx y Engels frente a cualquier prejuicio chovinista fue descrita por Lenin en su famoso opúsculo "El derecho de las naciones a la autodeterminación": "Marx tenía la costumbre de tantear, como el decía, a los socialistas que él conocía, comprobando su conciencia y la firmeza de su convicción. Cuando conoció a Lopatin, Marx escribió a Engels el 5 de julio de 1870 un juicio muy encomiástico sobre el joven socialista ruso, pero añadía: '...El punto débil: Polonia. Sobre este punto Lopatin dice exactamente lo mismo que un inglés sobre Irlanda.' 
Marx interroga a un socialista que pertenece a una nación opresora lo que piensa de una nación oprimida y descubre en el acto el defecto común de los socialistas de las naciones dominantes (inglesa y rusa): La incomprensión de su deber socialista para con las naciones oprimidas, el rumiar prejuicios tomados de la burguesía de la nación grande". 

La decisiva contribución del bolchevismo 

12. El bolchevismo fue la corriente marxista que mejor comprendió la naturaleza dialéctica del problema nacional. La defensa de una línea correcta en esta decisiva cuestión fue una de las claves del éxito de la Revolución de Octubre. La defensa de los derechos democráticos de las nacionalidades, incluído el derecho a la autodeterminación y a la separación plena, ligada al programa bolchevique (acabar con la guerra imperialista, entregar las tierras a los campesinos pobres y jornaleros, establecer el control obrero de la industria, etc) consiguió el apoyo masivo de la clase obrera y de los pueblos de Rusia, sin el que la victoria de Octubre no hubiera sido posible. 

13. Lenin mantuvo siempre una defensa implacable de estos principios: "¡Ni un sólo privilegio para ninguna nación, para ningún idioma! ¡Ni la más mínima vejación, ni la más mínima injusticia con ninguna minoría nacional!: Tales son los principios de la democracia obrera" (La revolución socialista y el derecho de las naciones a la autodeterminación). Los bolcheviques lucharon contra cualquier forma de opresión nacional, incluyendo en su programa el derecho a la autodeterminación. ¿Cómo entendieron los bolcheviques este derecho democrático? Ni más ni menos que el derecho de cualquier minoría nacional a separarse del estado ruso y organizarse en un estado independiente, si la mayoría de la población se declara a favor de la separación, en un referéndum, por ejemplo. 

14. Esto no quiere decir que los bolcheviques apoyasen la separación. Los bolcheviques de la nación opresora, los "grandes rusos", defendían el derecho a la autodeterminación, mientras que los bolcheviques de las nacionalidades oprimidas (polacos, tártaros, ucranianos, georgianos, etc) luchaban contra la separación y por la unidad de todos los pueblos en una federación socialista. Esta política, junto a la unidad del movimiento obrero y marxista, que incluía en sus filas a los obreros de todas las nacionalidades en una sola organización común, imposibilitó cualquier influencia divisionista de la burguesía, dando como resultado la mayor federación socialista que haya conocido la historia: la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. La URSS se basaba en la unión voluntaria de las nacionalidades, que seguían manteniendo intactos sus derechos democráticos y su soberanía nacional. 

El estalinismo, cárcel de pueblos

15. Uno de los crimenes más aberrantes del estalinismo fue destruir la gran obra del bolchevismo y de Lenin: la URSS. En 1922, fue el propio Lenin quién a colación del conflicto georgiano avisó al Partido Bolchevique del peligroso nacionalismo gran ruso de Stalin: "En mis obras acerca del problema nacional he escrito ya que el planteamiento abstracto del problema del nacionalismo en general no sirve para nada. Es necesario distinguir entre el nacionalismo de la nación opresora y el nacionalismo de la nación oprimida, entre el nacionalismo de la nación grande y el nacionalismo de la nación pequeña. 
Con relación al segundo nacionalismo, nosotros, los integrantes de una nación grande, casi siempre somos culpables en el terreno práctico, histórico, de infinitos actos de violencia; 
(...) La responsabilidad política por toda esta campaña de verdadero nacionalismo ruso debe hacerse recaer, como es natural, en Stalin y Dzerzhinski" (Contribución al problema de las naciones, Tomo 45, Obras Completas). 

16. El estalinismo en el poder deportó pueblos enteros como los karachais y los kalmykos (1943), los chechenos, ingushes y balkares (1944), librándose los ucranianos porque al ser más de 20 millones no había lugar donde alojarlos; utilizó prejucios antisemitas contra la Oposición de Izquierdas (Trotsky era judío) y más tarde, llevó a cabo purgas regulares contra los judíos; al mismo tiempo, se afianzaba el dominio gran ruso sobre las demás nacionalidades, reprimiéndose cualquier reivindicación democrática nacional por la fuerza. El chovinismo gran ruso causó un daño colosal, minando el espíritu de solidaridad internacionalista que creó Octubre y el bolchevismo con tanto esfuerzo y provocando un hondo resentimiento entre las otras nacionalidades, que se sentían como ciudadanos de segunda. 

17. Estas constantes violaciones groseras de la política leninista ante el problema nacional terminaron por convertir la URSS en una cárcel de pueblos, que sólo podía mantenerse bajo el dominio bonapartista. Con la crisis del estalinismo y la restauración capitalista, hubo una explosión del problema nacional y la URSS se desintegró rápidamente. 

La cuestión nacional en el Estado español 

18. Junto a Gran Bretaña que afronta históricamente problema irlandés y en menor medida, el escocés, España es el estado de Europa occidental donde mayor importancia tiene la cuestión nacional, que es un verdadero talón de Áquiles para el capitalismo español. La burguesía española está pagando las consecuencias de su debilidad histórica que le impidió llevar adelante la creación de una nación única. 

19. Paradójicamente, la unidad formal del Estado español fue una de las primeras en conseguirse en Europa. Con la conquista del reino de Granada (1492) y la anexión del reino de Navarra (1512), quedaron establecidas las actuales fronteras del Estado español. Sin embargo, a pesar de constituirse un estado único, no llegó a ser nunca una nación única. En los siglos XVII y XVIII declina el proceso centralizador como consecuencia de la pérdida de las posesiones coloniales. El comercio interior decae, se abandona la construcción de los grandes caminos, no se produce mezcla de habitantes de las ditintas zonas, el desarrollo industrial es débil. Como afirmó Marx: "España siguió siendo un conglomerado de repúblicas mal regidas con un soberano nominal al frente" (La España revolucionaria). 

20. En estas condiciones, a lo largo del s. XIX, la burguesía carecía de fuerza y empuje para llevar adelante la revolución democrática, y en los múltiples levantamientos populares (1812, 1820-23, 1836, 1842, 1854, 1868) claudica continuamente y opta por ligar su destino e intereses a la monarquía y la aristocracia terrateniente. En 1812, debido a la invasión napoleónica, la burguesía tuvo su gran oprtunidad de derrocar a la aristocracia -que había claudicado ante el invasor francés-, apoyándose en la rebelión popular que por primera vez produjo un espontáneo sentimiento nacional. La burguesía, sin embargo, no llegó más allá de un intento tímido, expresado en la Constitución de 1812, de abolir gran parte de los privilegios de la nobleza, aceptando sin lucha la restauración de los mismos por parte de la monarquía fernandina. Otra oportunidad perdida se produjo con la proclamación de la I República española (1868). 

21. La debilidad de la burguesía le impidió acabar con el particularismo feudal y unificar en una sola nación a los diferentes pueblos y nacionalidades de España. Esto sólo podía tener una consecuencia dado el carácter tan heterógeneo del Estado español. Como afirmó Trotsky: "La pobreza de recursos de la economía nacional y el sentimiento de malestar en todas las partes del país, no podían hacer otra cosa que alimentar las tendencias separatistas" (La revolución española y la táctica de los comunistas).

22. En la actualidad, el llamado Estado de las Autonomías no ha resuelto el problema nacional, más bien lo ha multiplicado. Hoy sería poco sostenible hablar de que la cuestión nacional se reduce exclusivamente a Euskadi y Catalunya. Marx y Lenin dejaron claro que no es posible afrontar el problema nacional en general lo mismo que no es aplicable universalmente el derecho a la autodeterminación. Depende de cada caso concreto. El problema nacional es dinámico, no estático. La conciencia y voluntad nacional de un pueblo es voluble y va cambiando con el tiempo. Debemos afrontar cada problema de forma directa y concreta teniendo en cuenta siempre el principio de la unidad de la clase obrera por encima de cualquier división nacional, étnica, religiosa, sexual, etc. 

Nuestro programa y táctica 

22. Sería un error impordonable confundir las aspiraciones nacional-democráticas de amplios sectores de las capas medias y de la clase trabajadora de Euskadi, Catalunya, Galiza, etc con la trampa reaccionaria del nacionalismo burgués que históricamente ha traicionado los intereses de la clase obrera. La burguesía de estas nacionalidades busca una posición privilegiada que le permita explotar mejor a "sus" obreros. Y en esta tarea siempre contará con el apoyo y la colaboración de los capitalistas de otras naciones. El enemigo, pues, del obrero vasco, gallego o andaluz es el mismo: la clase capitalista, se vista o no de nacionalista. 

23. El primer principio del marxismo es no tener confianza alguna en ningún sector de la burguesía, confiar únicamente en nuestra clase, nuestras fuerzas y nuestra unión. Por debajo de su "nacionalismo" de fachada, la burguesía nacionalista sólo busca dividir y desorientar al movimiento obrero. Para evitar que sectores de la clase trabajadora y de los sectores oprimidos de la sociedad caigan bajo la influencia de la demagogía divisionista del nacionalismo burgués es preciso que defendamos seriamente el derecho a la autodeterminación de los pueblos y nacionalidades y la idea de una Federación Socialista Europea.

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