Diario «Clarín»16 de diciembre de 1992

Fanatismo de mercado

 

Hasta el director general del FMI, Michael Camdessus, reconoce que "no se puede aceptar que el fundamentalismo marxista sea sustituído por el fundamentalismo de mercado: el mercado no puede quedar librado a su sola lógica, puesto que la economía no pertenece al ámbito de la técnica sino de lo humano

Los fundamentalistas del mercado sin mercado interno -es decir sin consumo-ya han dejado en la pobreza al 47% de los argentinos; exactamente 14.700.000 personas, cuyo ingreso es inferior al valor de la canasta de alimentos.

Así como un cadáver no tiene fiebre, bajó la inflación en la Argentina, pero no los precios, que son más altos en Buenos Aires que en Washington. La ceguera triunfalista de un sólo índice mensual les impide ver que todos los demás indicadores marcan luz roja antes del precipicio.

- Según FIEL, la tendencia del consumo bajó un 9% en agosto. Otras fuentes empresariales señalan que el comercio disminuyó sus ventas hasta el 25% en septiembre, en relación al mismo mes de 1991, y en algunos rubros, como electrodomésticos, hasta el 45% en el último bimestre.

- En julio y agosto, la balanza comercial arrojó un déficit de 170 millones de dólares por mes.

- El incremento del costo de vida desde el inicio del Plan de convertibilidad ha provocado un deterioro salarial y un retraso cambiario, cuya combinación originó un fenómeno explosivo: los salarios son tan bajos que no alcanzan para la supervivencia digna de quienes los cobran, pero a la vez son tan altos en dólares que le impiden exportar a quienes los pagan.

Ante esta realidad, los filósofos del "libre" mercado hablan de bajar el costo argentino, que para ellos es sinónimo de deprimir aún más los salarios y desmejorar las condiciones laborales, argumentando tesis de productividad,

cuando en realidad el problema es que la electricidad cuesta, en la provincia de Buenos Aires, el doble que en Japón, y llamar por teléfono de Buenos Aires a Nueva York cuesta el triple que hacerlo de Nueva York a Buenos Aires.

ESTADO Y MERCADO

"Sin la mezcla correcta de Estado y mercado, los países nunca tendrán la infraestructura económica que estimule el crecimiento", afirma "The Economist" en su edición del 18 de septiembre pasado.

El dogmatismo de mercado predica que el máximo bienestar social proviene del libre juego de los agentes económicos y de la búsqueda, sin interferencia estatal, del interés individual. Pero la realidad contesta que los modelos económicos exitosos -Alemania, Japón, Corea- se caracterizan por una fuerte intervención del Estado y sólidas prácticas sociales.

Este dogma pretende prevalecer sobre la moral y glorifica el individualismo lúdico, la exaltación del ego y del propio interés, la obsesión por lo meramente material, el culto a la ganancia a cualquier precio y en el menor tiempo posible; y tiene su correlato económico en la manipulación de la Bolsa, las acciones y toda otra simulación de riqueza que no es tal.

"Los mecanismos del mercado no son infalibles; requieren la intervención del gobierno a través de políticas de planificación", dijo Saburo Okita al visitamos en junio pasado. El ex canciller nipón explicó que "si en Japón hubiéramos dejado que el mercado eligiera, no existiría industria automotriz y, por ende, no existirían ni Toyota, ni Nissan, ni Honda".

Aquí, los ideólogos del mercado hacen todo lo contrario; desarticulan el Estado, desprotegen la producción nacional, deprimen el salario y privatizan, pero sin requerir inversiones de riesgo que garanticen la prestación de servicios públicos esenciales, sino como un mecanismo de pago de la deuda externa.

¿Cuál es el resultado de estas políticas aplicadas sucesivamente por Martínez de Hoz, Alemann, Sourrouille y Cavallo?

De 1970 a 1990 se triplicaron las tasas de desocupación y subocupación y el poder adquisitivo del salario promedio es hoy un 50% inferior que cuando asumió Alfonsín.

¿Cómo es posible que seamos tan pobres rodeados de tanta riqueza?

La Argentina fue vaciada por la transferencia de su renta al extranjero por tres vías: fuga de capitales, pago de una deuda externa usuraria y entrega de su consumo interno a raíz de la venta de las empresas públicas que más facturaban a cambio de papeles de esa misma deuda, y por la apertura salvaje de las importaciones.

La apertura suicída está provocando un agudo déficit de nuestra balanza comercial, que los ayatollah del fundamentalismo de mercado confían compensar con inversiones extranjeras que esperan desde hace 20 años pero nunca llegan. Y cuando llegan se destinan a sectores no productivos, a mercados cautivos que terminan en manos de monopolios estatales extranjeros o al blanqueo de oscuros capitales en lujosos hoteles.

Los capitales extranjeros prefieren orientarse hacia la integración transnacional que comenzó con el Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Canadá y México. Luego de la apertura de la economía mexicana, las terminales estadounidenses envían sus autopartes para que sean ensambladas por obreros mexicanos que cobran un dólar por hora, mientras que en EE.UU. la misma mano de obra cuesta ti dólares la hora.

Pronto sufriremos este fenómeno en carne propia. Por eso el gobierno impulsa una "flexibilización laboral" que deje a los trabajadores sin protección. Adivine qué ocurrirá cuando se concrete el mentado MERCOSUR.

¿Aumentarán los salarios brasileños, bolivianos, paraguayos y uruguayos, o bajarán los argentinos? Bolivia, Paraguay y Uruguay terminarán girando como satélites económicos de Brasil -un subcontinente- y la Argentina se verá gravemente afectada, como ya lo está siendo: en los primeros 8 meses de este año acumulamos un déficit de 900 millones de dólares en el intercambio bilateral.

NACIONALISMO DE MERCADO

Nos dicen que no consumamos, porque el consumo genera inflación, cuando en realidad es -junto al crédito- motor de la economía, y la causa de la inestabilidad es la desínversión y la desindustrialización, provocadas por la transferencia de la renta nacional al exterior.

Es hora de enfrentar con la autonomía del pensamiento nacional al SIDA del neoliberalismo internacionalista que está debilitando todas las defensas de nuestro organismo económico.

Frente a la catástrofe provocada por los extremistas del mercado, proponemos nuestra Economía de mercado nacional, nuestro "Nacionalismo de Mercado", basado en las siguientes premisas:

- Necesitamos un mercado interno tan poderoso, que su demanda sea capaz de cubrir los costos fijos de las empresas, para que luego puedan exportar excedentes de producción y a precios marginales.

- Hacen falta salarios dignos para desarrollar el consumo, movilizar el comercio y activar la producción. El salario no puede ser la ventaja comparativa de la Argentina, que tiene recursos naturales y humanos más que suficientes para establecer otros parámetros de competencia.

- Debe asegurarse que la tasa de retorno de toda actividad productiva sea superior a la tasa de interés real, porque sin crédito no hay desarrollo. Los impuestos deben gravar el lucro más que el consumo.

- Y esencialmente, la renta nacional generada por la riqueza que producimos y el consumo interno -donde realmente reside la soberanía-, deben ser transformados en ahorro interno y éste invertido en el desarrollo nacional con una clara finalidad de Justicia Social.

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Modin. Una patria con Justicia, Dignidad y Libertad