Hasta el director
general del FMI, Michael Camdessus, reconoce que "no se puede
aceptar que el fundamentalismo marxista sea sustituído por el
fundamentalismo de mercado: el mercado no puede quedar librado a su sola
lógica, puesto que la economía no pertenece al ámbito de la técnica
sino de lo humano
Los fundamentalistas del mercado
sin mercado interno -es decir sin consumo-ya han dejado en la pobreza al
47% de los argentinos; exactamente 14.700.000 personas, cuyo ingreso es
inferior al valor de la canasta de alimentos.
Así como un cadáver no tiene
fiebre, bajó la inflación en la Argentina, pero no los precios, que
son más altos en Buenos Aires que en Washington. La ceguera
triunfalista de un sólo índice mensual les impide ver que todos los
demás indicadores marcan luz roja antes del precipicio.
- Según FIEL, la tendencia del
consumo bajó un 9% en agosto. Otras fuentes empresariales señalan que
el comercio disminuyó sus ventas hasta el 25% en septiembre, en
relación al mismo mes de 1991, y en algunos rubros, como
electrodomésticos, hasta el 45% en el último bimestre.
- En julio y agosto, la balanza
comercial arrojó un déficit de 170 millones de dólares por mes.
- El incremento del costo de vida
desde el inicio del Plan de convertibilidad ha provocado un deterioro
salarial y un retraso cambiario, cuya combinación originó un fenómeno
explosivo: los salarios son tan bajos que no alcanzan para la
supervivencia digna de quienes los cobran, pero a la vez son tan altos
en dólares que le impiden exportar a quienes los pagan.
Ante esta realidad, los filósofos
del "libre" mercado hablan de bajar el costo argentino, que
para ellos es sinónimo de deprimir aún más los salarios y desmejorar
las condiciones laborales, argumentando tesis de productividad,
cuando en realidad el problema es
que la electricidad cuesta, en la provincia de Buenos Aires, el doble
que en Japón, y llamar por teléfono de Buenos Aires a Nueva York
cuesta el triple que hacerlo de Nueva York a Buenos Aires.
ESTADO
Y MERCADO
"Sin la mezcla correcta de
Estado y mercado, los países nunca tendrán la infraestructura
económica que estimule el crecimiento", afirma "The Economist"
en su edición del 18 de septiembre pasado.
El dogmatismo de mercado predica
que el máximo bienestar social proviene del libre juego de los agentes
económicos y de la búsqueda, sin interferencia estatal, del interés
individual. Pero la realidad contesta que los modelos económicos
exitosos -Alemania, Japón, Corea- se caracterizan por una fuerte
intervención del Estado y sólidas prácticas sociales.
Este dogma pretende prevalecer
sobre la moral y glorifica el individualismo lúdico, la exaltación del
ego y del propio interés, la obsesión por lo meramente material, el
culto a la ganancia a cualquier precio y en el menor tiempo posible; y
tiene su correlato económico en la manipulación de la Bolsa, las
acciones y toda otra simulación de riqueza que no es tal.
"Los mecanismos del mercado no
son infalibles; requieren la intervención del gobierno a través de
políticas de planificación", dijo Saburo Okita al visitamos en
junio pasado. El ex canciller nipón explicó que "si en Japón
hubiéramos dejado que el mercado eligiera, no existiría industria
automotriz y, por ende, no existirían ni Toyota, ni Nissan, ni
Honda".
Aquí, los ideólogos del mercado
hacen todo lo contrario; desarticulan el Estado, desprotegen la
producción nacional, deprimen el salario y privatizan, pero sin
requerir inversiones de riesgo que garanticen la prestación de
servicios públicos esenciales, sino como un mecanismo de pago de la
deuda externa.
¿Cuál es el resultado de estas
políticas aplicadas sucesivamente por Martínez de Hoz, Alemann,
Sourrouille y Cavallo?
De 1970 a 1990 se triplicaron las
tasas de desocupación y subocupación y el poder adquisitivo del
salario promedio es hoy un 50% inferior que cuando asumió Alfonsín.
¿Cómo es posible que seamos tan
pobres rodeados de tanta riqueza?
La Argentina fue vaciada por la
transferencia de su renta al extranjero por tres vías: fuga de
capitales, pago de una deuda externa usuraria y entrega de su consumo
interno a raíz de la venta de las empresas públicas que más
facturaban a cambio de papeles de esa misma deuda, y por la apertura
salvaje de las importaciones.
La apertura suicída está
provocando un agudo déficit de nuestra balanza comercial, que los
ayatollah del fundamentalismo de mercado confían compensar con
inversiones extranjeras que esperan desde hace 20 años pero nunca
llegan. Y cuando llegan se destinan a sectores no productivos, a
mercados cautivos que terminan en manos de monopolios estatales
extranjeros o al blanqueo de oscuros capitales en lujosos hoteles.
Los capitales extranjeros prefieren
orientarse hacia la integración transnacional que comenzó con el
Tratado de Libre Comercio entre EE.UU., Canadá y México. Luego de la
apertura de la economía mexicana, las terminales estadounidenses
envían sus autopartes para que sean ensambladas por obreros mexicanos
que cobran un dólar por hora, mientras que en EE.UU. la misma mano de
obra cuesta ti dólares la hora.
Pronto sufriremos este fenómeno en
carne propia. Por eso el gobierno impulsa una "flexibilización
laboral" que deje a los trabajadores sin protección. Adivine qué
ocurrirá cuando se concrete el mentado MERCOSUR.
¿Aumentarán los salarios
brasileños, bolivianos, paraguayos y uruguayos, o bajarán los
argentinos? Bolivia, Paraguay y Uruguay terminarán girando como
satélites económicos de Brasil -un subcontinente- y la Argentina se
verá gravemente afectada, como ya lo está siendo: en los primeros 8
meses de este año acumulamos un déficit de 900 millones de dólares en
el intercambio bilateral.
NACIONALISMO
DE MERCADO
Nos dicen que no consumamos, porque
el consumo genera inflación, cuando en realidad es -junto al crédito-
motor de la economía, y la causa de la inestabilidad es la
desínversión y la desindustrialización, provocadas por la
transferencia de la renta nacional al exterior.
Es hora de enfrentar con la
autonomía del pensamiento nacional al SIDA del neoliberalismo
internacionalista que está debilitando todas las defensas de nuestro
organismo económico.
Frente a la catástrofe provocada
por los extremistas del mercado, proponemos nuestra Economía de mercado
nacional, nuestro "Nacionalismo de Mercado", basado en las
siguientes premisas:
- Necesitamos un mercado interno
tan poderoso, que su demanda sea capaz de cubrir los costos fijos de las
empresas, para que luego puedan exportar excedentes de producción y a
precios marginales.
- Hacen falta salarios dignos para
desarrollar el consumo, movilizar el comercio y activar la producción.
El salario no puede ser la ventaja comparativa de la Argentina, que
tiene recursos naturales y humanos más que suficientes para establecer
otros parámetros de competencia.
- Debe asegurarse que la tasa de
retorno de toda actividad productiva sea superior a la tasa de interés
real, porque sin crédito no hay desarrollo. Los impuestos deben gravar
el lucro más que el consumo.
- Y esencialmente, la renta
nacional generada por la riqueza que producimos y el consumo interno
-donde realmente reside la soberanía-, deben ser transformados en
ahorro interno y éste invertido en el desarrollo nacional con una clara
finalidad de Justicia Social.
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