Los argentinos pasamos del
estatismo a la ausencia del Estado. Uno era malo, pero el otro es peor.
La deserción del Estado de sus responsabilidades nos puede costar desde
el empobrecimiento hasta la vida.
El Estado ausente del desgobierno
menemista no controla nada. Así puede surgir un brote de cólera en un
vuelo de Aerolíneas, una intoxicación masiva por propóleo o decenas
de víctimas fatales por consumo de vino adulterado. Por falta de
control elemental pueden desaparecer 30 millones de dólares del Banco
Central, o perpetrarse una fabulosa estafa por reembolsos a la Aduana.
Mercado sin Estado es mercado
negro. Después de fundir a la Argentina y dejar en la pobreza al 46% de
los argentinos, los terroristas de mercado juegan a la ruleta rusa con
nuestras vidas.
Y así como no controlan a los
demás, tampoco admiten que se los controle a ellos. El gobierno ha
desarticulado todos los organismos de control del Estado. La maniobra
culminó el 30 de septiembre pasado, cuando entre otras 150 leyes se
sancionó la de Administración Financiera y Sistemas de Control del
Sector Público, por la cual se suprimen el Tribunal de Cuentas de la
Nación y la Sindicatura General de Empresas Públicas y se crean la
Sindicatura General de la Nación (SIGENAC) y la Auditoría General de
la Nación (AUGENAC).
Se ha institucionalizado la
impunidad, a tal punto, que el Presidente de la Nación, el
vicepresidente, los ministros y magistrados judiciales quedan exentos
del control de ambos organismos, ya que la ley establece que para estos
funcionarios el control será ejercido exclusivamente por el Congreso.
Aunque parezca mentira, los actos
administrativos que afectan a la hacienda del Estado, como los casos de
los guardapolvos de Bauzá, los contratos de peaje de Dromi, la
reconversión de deudas con organismos financieros internacionales y
otros de similar envergadura, quedan totalmente exentos de control.
Para colmo, cualquier funcionario
que haya causado daño al fisco, pasados dos años del hecho generador,
queda liberado de responder civilmente. De modo que cualquier corrupto
que permanezca en su cargo más de dos años podrá neutralizar o evitar
el control.
El objetivo real de la ley es la
privatización del control público, partiendo de la falsa premisa de
que el Estado no es competente para ejercer el control de los actos de
sus funcionarios. Tal contralor terminará siendo efectuado por
auditores "independientes", para lo cual ni siquiera se
contratarán firmas nacionales de auditorías, sino filiales de grandes
multinacionales, avanzando en el camino de la dependencia.
En realidad sólo existirá una
máscara de control porque el destino de los dictámenes de la AUGENAC
será irrelevante. Una vez realizada la auditoría, será elevada por el
organismo a una "Comisión Mixta Revisora" que no tiene
facultades sancionatorias, ni obligatoriedad de efectuar denuncias
judiciales o de dar difusión a los informes.
Los terroristas de mercado intentan
copiar modelos foráneos, pero copian mal. El liberalismo irresponsable
que preconizan no existe en ninguna parte del mundo desarrollado. Hasta
las opiniones que más respetan se pronuncian en contra. El ex-canciller
japonés Saburo Okita aseguró en Buenos Aires que "los mecanismos
del mercado no son infalibles; requieren la intervención del Estado a
través de políticas de planificación". Lester Thurrow, decano de
la Escuela de Administración del Instituto de Tecnología de
Massachusetts sostiene que "el mercado no tiene una propiedad
autocorrectora para mantener el sistema en crecimiento, por lo tanto el
Estado debe intervenir para sacarlo de los períodos de recesión".
La influyente publicación "The Economist" estima que
"sin la mezcla correcta de Estado y mercado, los países nunca
tendrán una infraestructura económica que estimule el
crecimiento".
Los argentinos debemos recuperar el
equilibrio entre el estatismo del pasado y la ausencia estatal del
presente. La misión del Estado es fijar equilibrio entre el modelo
nacional y la libertad; entre la regulación y la iniciativa privada. No
queremos ser "hijos" del Estado, pero tampoco huérfanos.
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